Los trabajadores más viejos en la fábrica en estos días recordaban lo inhumano que puede llegar a ser la patronal que ni siquiera quiso declarar duelo y asueto ante la muerte de unos de los suyos: el gerente de la familia fundadora del grupo Techint/Tenaris Siderca Roberto Rocca.
Miércoles 25 de marzo de 2020 22:10
Ni hablar que en esa planta infernal funcionó un Centro clandestino de tortura y muerte que fueron capaces de mantener intacto, a pesar del tiempo y la historia, hasta hace muy poco. Entre los gritos y la sangre de los compañeros y la moderna fabricación de tubos sin costura, la diferencia era el polvo que se acumuló.
Otros más jóvenes pensábamos en lo perverso que fueron ante la muerte del compañero López Amarilla en mayo del 2010, que por negligencia de esta misma patronal, quería a las pocas horas de ocurrido el accidente poner en marcha la planta.
Fue esa vez que surgió una gran solidaridad de clase y no se movió una sola máquina y se logró un día duelo por el compañero, una acción muy elemental pero que mostró solidaridad y acción colectiva.
Este sistema da lecciones crueles y despiadadas. La historia está llena de guerras, hambrunas, pobreza, epidemias y pandemias, como hoy el coronavirus, donde siempre los mayores esfuerzos pasan por nosotros, los trabajadores y los sectores populares.
Se preguntarán tal vez porque estos párrafos para empezar una nota en estos tiempos. La respuesta es simple: necesitamos escribir nuestra vivencias en esta nueva página de la historia.
Desde el día 16 de marzo el coronavirus ya estaba declarado pandemia por OMS y el gobierno nacional tomaba las primeras medidas sanitarias: suspensión de clases, no siN contradicciones porque las escuelas permanecían abiertas sin la mínimas cuestión preventivas para que los docentes asistan, se ponían en marcha las licencias a los grupos de riesgo, a mayores de 60 años y enfermos crónicos. Incluso en ambos casos Tenaris/Siderca al principio no lo cumplía, el servicio médico negaba la licencia, imponiendo el miedo a poner en riesgo los puestos de trabajo. Pero aun no se podía magnificar lo que estaba pasando realmente. En los galpones intentábamos convencer a los compañeros que tenían que estar en sus casas, y fue así que se quedaron en sus casas cuidando su salud. Pero la patronal no paró ahí, siguió rompiendo el protocolo sanitario y recién el martes 17 mandó a cuarentena a los compañeros que estaban volviendo de sus vacaciones de los países llamados riesgosos.
La hiperinformación al instante hacía de las jornadas de trabajo, jornadas de debates, explotaban los grupos de Whatsapp, miles e ideas, conclusiones, pero todas tenían un denominador común: ¿Quién cuida de nuestra salud?. La primera respuesta era que Tenaris/Siderca seguro que no, ya que debíamos seguir yendo a trabajar hacinándonos en los ingresos de los molinetes, en los colectivos internos para llegar a los sectores. La patronal quería total normalidad para seguir produciendo. Esta situación de debate constante generó el primer pronunciamiento del sindicato sobre los grupos de riesgo y algunas modificaciones en los recorridos y cantidad de recorridos en los buses internos, de nuevo producto de los reclamos de los trabajadores.
Ya con el decreto en borrador que declararía la cuarentena obligatoria a nivel nacional, la patronal seguía moviendo sus tentáculos y mandó a sus mandos medios a re instruir al personal en el protocolo que articulaba Tenaris/Siderca contra el coronavirus, una gran tomada de pelos cuando no había ni alcohol en gel, ni jabón, ni limpieza sobre vestuarios y baños.
Ya con el decreto del gobierno nacional con membrete y firma presidencial la empresa comienza su guerra comunicacional con varios comunicados y hasta resoluciones del ejecutivo municipal que plantaban la producción en Tenaris/Siderca como esencial. ¿Para qué? ¿Para quién? ¿Qué aporte a la lucha contra una pandemia iba a ofrecer esta patronal a la que la salud ni la vida de los trabajadores no le importa?
Aquí nuevamente la voluntad de los trabajadores, que intentamos que nuestra bronca y las de nuestra familias, al calor el descontento de la comunidad se transformara en una nueva acción colectiva, le impusimos a la patronal que íbamos acatar la cuarentena y el aislamiento sanitario, que no se iba a mover una sola máquina a favor de su sed de ganancias.
Después de 36 horas se expidió el sindicato tomando el decreto presidencial y argumentando por qué los metalúrgicos de la zona teníamos que acatar la cuarentena, a excepción de los compañeros con tareas ininterrumpibles, que están yendo a cumplir su jornada laboral sin los insumos sanitarios exigidos para el caso.
Hay una nota de José Gatzela publicada en este sitio que da cuenta ya con su título gran parte de la discusiones que hemos tenido con los compañeros, discusiones llenas matices y diferencias, pero que tenían un punto de encuentro: si no nos cuidamos nosotros ¿quién lo va hacer? Pero además también pensábamos cual era nuestro rol en esta situación y surgía la idea de reconvertir la industria en industria sanitaria para producir insumos necesarios para el sistema sanitario, viendo otros ejemplos como el de las fábricas recuperadas que se ponen al servicio del plan nacional de salud. Para eso sí uno iría a trabajar, a pesar de la situación de riesgo que hay.
En estas primeras acciones solidarias colectivas radica la posibilidad de pensar que se puede ir por medidas más de fondo para enfrentar a la pandemia. Miles, cientos y millones de trabajadores industriales podemos ser parte activa. Se vienen momentos en donde debemos pensar en el control obrero, el control de la seguridad e higiene, de la producción, de qué y para qué se produce, de la posibilidad de planificar la fabricación y distribución de insumos, en reconvertir las línea de producción.
La historia es categórica: nuestras vidas valen más que sus ganancias, pero para nosotros, no para ellos.