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OPINIÓN. Sobre el amor libre o poliamor (llamalo como quieras)

Amor libre, poliamor, relaciones abiertas, llamalo como quieras, la nueva generación de jóvenes y el movimiento de mujeres en las calles no solo vino a reclamar el aborto y educación sexual, las relaciones afectivas y sexuales también están puestas en la mira.

Pablo Herón

Pablo Herón @PhabloHeron

Miércoles 13 de febrero de 2019 23:33

El debate que generó Florencia Peña en los medios sobre el poliamor hace unos meses solo es la punta del iceberg de un sinfín de sentimientos y preguntas que atraviesan la generación de la marea verde y pega de rebote en las más viejas. Los valores y la moral que impregnaron a las viejas generaciones a la hora de relacionarse ya no cierran por donde se los mire, por eso las nuevas indagan otros caminos. Urge un debate, ¿cómo desterrar la monogamia y la heterosexualidad que nos son impuestas?

Lo personal es político

El reclamo por el aborto para que no se mueran mujeres y personas con capacidad de gestar es apenas la superficie de un movimiento social mucho más profundo y que viene desarrollándose desde la llegada del Ni Una Menos a las calles. Se expresa también en la exigencia de educación sexual y motiva largas reflexiones sean en un aula, el laburo, una marcha o una fiesta.

Capaz te sentiste subvalorado o directamente descartable, probablemente hasta te disgustaste con actitudes individualistas y machistas, ajenas y propias. Tal vez en algún momento de la vida sentiste que estabas haciendo algo mal mientras descubrías tu deseo sexual por alguien trans o de tu mismo género. Si sos bisexual olvidate, probablemente vayas a tener muchas veces charlas “de sentido común” donde te obliguen a definirte por ser homo o hétero. O si decidiste tener una relación abierta... ¿no te chocaste con los celos, la dependencia y las inseguridades?

Cualquiera sea el caso las emociones están a flor de piel. La marea verde logró que los problemas de la cultura patriarcal que se mantenían ocultos como “individuales y privados” empiecen a ser cada vez más vistos y abordados como un problema político y por ende colectivo.

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Nuevas contradicciones, o no tanto

Un aspecto muy común que se escucha, es que el acuerdo central en el que se basa el vínculo es la posibilidad de cada une de mantener relaciones sexoafectivas con otras personas, es decir, la libertad individual de cada une para decidir qué hacer, qué no y con quien/es. Como respuesta a esto, también se habla de la necesidad de sostener relaciones libres con “responsabilidad afectiva”. Es decir, poniendo en el centro la necesidad de construir un vínculo común que afronte las contradicciones que puedan surgir de cada parte, como los celos y la inseguridad.

Las experiencias que cuestionaron la monogamia y se toparon con contradicciones similares datan de varios siglos, tanto el anarquismo como el marxismo intervinieron en estos debates históricos. Retomando esta tradición, cabe cuestionar si las condiciones de vida que nos impone el capitalismo permiten trazar un camino viable hacia la construcción de relaciones basadas en el afecto y el compañerismo, realmente libres y sanas dentro de los marcos de este sistema.

El movimiento por el derecho al aborto ya se topó el año pasado con el poder de las iglesias católica y evangélica, que se desvivieron por hacer caer el proyecto de ley, mientras en el Senado todos los grandes partidos políticos aportaron votos negativos. Al día de hoy Cristina Fernández de Kirchner directamente llama a que conciliemos los pañuelos verdes con los celestes, no podía ser de otra forma cuando en su lista para las elecciones se encuentra Grabois, el aliado predilecto del papa Francisco en Argentina.

La campaña contra el derecho a decidir, que tuvo su súmmun con el caso de la niña embarazada de Jujuy donde hasta La Nación osó decir que las niñas tienen instinto materno, impulsó aún más a los sectores conservadores y grandes partidos a enfrentar la Ley de Educación Sexual Integral. La misma está sancionada desde el 2006 pero las provincias están lejos de aplicarla en todos los niveles educativos y establecimientos. Una necesidad imperiosa para que las nuevas generaciones tengan la posibilidad de acceder a información que les permita decidir de manera autónoma y desarrollar un nuevo imaginario sobre su sexualidad, su cuerpo, su identidad de género y qué relaciones quiere forjar con otres. Es fundamental para contrarrestar los discursos conservadores, ridículos y desinformantes de las iglesias y los medios de comunicación, que junto al Estado legitiman que se manden al psiquiatra a niñes trans o se bastardee el matrimonio igualitario.

Pero mientras damos esta pelea, es imposible no dar cuenta de la situación que atraviesa el país. Para un joven poder proyectar su vida hacia futuro cada día se vuelve más complicado, porque endeudarse con el FMI es llegar justos a fin de mes, compartir una bici por no poder cargar la sube, dejar algunas materias porque no te alcanzan para los apuntes, pero las empresas que nos contratan y emplean se la siguen llevando en pala. ¿De qué horizonte libertario podemos hablar cuando alguien tiene que trabajar más de 10 horas por día para poder sobrevivir o tiene una doble jornada laboral por el trabajo doméstico que cae mayoritariamente en las mujeres? ¿Tiene tiempo, dinero y energía física y mental para poder dedicarlo a sus relaciones, el ocio, el arte o la cultura?

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Nuestras vidas valen más que sus ganancias

Con la monogamia y la heteronorma los capitalistas ganan, por ejemplo logrando naturalizar el rol de las mujeres en el hogar realizando el trabajo doméstico y de crianza sin ser remunerados. Pero también buscan disciplinar nuestro deseo sexual y la experimentación sobre nuestro cuerpo para que las nuevas generaciones agachen la cabeza y acepten, los planes de dinosaurios como Trump o Macri que juegan nuestro futuro a costa de que un pequeño sector de la sociedad pueda disfrutar los grandes placeres y lujos de la vida.

¡Demos vuelta todo! Es utópico pensar la conquista de la libertad sexual y sobre los vínculos sociales, sin problematizar si las masas tienen satisfechas necesidades básicas como comer, tener un techo, el acceso a la educación y la salud. Hay que saltar del cuestionamiento a las formas de relacionarse y el amor en su faceta romántica, al cuestionamiento a la sociedad de clases.

Cualquier otro proyecto libertario que no aspire al socialismo como objetivo, es un grito impotente destinado a reproducir la miseria y el escepticismo que nos ofrece el sistema. Solo la clase obrera junto a la juventud, con su fuerza en las calles, puede imponer un sistema en el que todos puedan trabajar y reducir la jornada laboral.

Donde se proponga sentar las bases materiales de una nueva sociedad que no solo nos permitan la posibilidad de acceder al ocio, el arte y la cultura, sino también plantear un horizonte colectivo donde las relaciones estén atravesadas por la empatía, la fraternidad, el compañerismo y el afecto, donde los debates sobre el amor romántico y las relaciones abiertas sean anécdotas de una vieja historia y se nos abra la puerta de un nuevo mundo de relaciones, deseos y sentimientos. Por eso peleamos.

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Pablo Herón

Columnista de la sección Género y Sexualidades de La Izquierda Diario.

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