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Sobre la APR y los ataques del Gobierno/PSUV: se necesita un balance histórico y lecciones estratégicas

Ángel Arias

Ilustración: Fósforo Martin

Sobre la APR y los ataques del Gobierno/PSUV: se necesita un balance histórico y lecciones estratégicas

Ángel Arias

Ideas de Izquierda

Tras 20 años de apoyo a los gobiernos de Chávez y Maduro, el PCV, PPT y otros grupos deciden participar electoralmente con una alianza propia. Han recibido virulentos ataques por parte del Gobierno, los cuales rechazamos de plano. Se presenta como opción “verdaderamente socialista”, aunque todo parece reducirse a reivindicar una suerte de chavismo de la época de Chávez. Queremos plantearles una discusión: ¿qué balance crítico hacen de su apoyo a Maduro hasta hace poco?, más aún, ¿no sacan lecciones de su apoyo a Chávez y del proceso que nos condujo a la catástrofe actual?

Intervención judicial de partidos, descalificaciones, trapos al sol, amedrentamientos, campaña de desprestigio

La actitud del gobierno de Maduro y las FF.AA. ha sido agresiva: como parte de su repertorio autoritario contra los partidos opositores (sean de derecha o de izquierda), intervino judicialmente al PPT, Tupamaros y UPV, para otorgarle el control de esos partidos y su legalidad electoral a las fracciones que aceptan subordinarse al Gobierno/PSUV. Lo hizo a través del TSJ, que funciona como el brazo judicial del Ejecutivo para legalizar o ilegalizar a conveniencia partidos y candidatos.

La misma intervención judicial le cayó encima a varios de los principales partidos de la oposición de derecha, para darle el control de estos a las fracciones que están dispuestas a ir al proceso electoral en las condiciones establecidas por el Gobierno; es parte de las maniobras gubernamentales para hacerse una oposición a la medida. En el caso de los partidos del chavismo que discutían la conformación de la “Alternativa Popular Revolucionaria” (APR) con estas intervenciones el Gobierno les iba quitando las posibilidades de presentarse legalmente, quedando finalmente su viabilidad solo a través de la tarjeta del Partido Comunista (PCV).

Maduro ha salido a descalificarlos como un “infantilismo de la izquierda, hablador de gamelote”, señaló que su gobierno avanzará “sin depender de chantajes ni imperialistas ni izquierdosos, infantiles y falsos. Al final se juntan, son fuerzas destructivas, las dos”. Con esos ataques verbales Maduro imita lo que fue parte del arsenal con que el propio Chávez respondió también al PPT y al PCV cuando en su momento hubo disputas electorales en el Polo Patriótico.

En transmisión de televisión en julio de 2008, Chávez, con la soberbia que le era usual (a pesar del discurso de “mandar obedeciendo” y de “ejercicio autocrítico”), los fustigó por hacer algunas críticas, las calificó como “chantaje”, como “falta de respeto” y les espetó que eran “micropartidos que no llegan al 1% en las encuestas”, agregando, “si los dejamos a ellos solos aquí nunca hubiera habido revolución”; que mejor se fueran por su lado y lo dejaran tranquilo con su PSUV. Así mismo, en un acto de masas fue más allá: “[están] jugando a la división del movimiento popular… los acuso de contrarrevolucionarios… hay que barrerlos del mapa político venezolano… yo me voy a encargar de eso. Al partido comunista, va a desaparecer del mapa político, el PPT, va a desaparecer del mapa político, por contrarrevolucionarios, por desleales y por mentirosos”.

Un trato político despótico, con evidente menosprecio, con acusaciones graves y con más de un ultimátum que estos partidos, en última instancia, toleraban.

Hoy, entre la propaganda que lanza el PSUV contra sus ex aliados electorales de dos décadas, está señalar el apoyo electoral del PCV a Caldera en 1993, cosa que antes también les echó en cara Chávez. Ese apoyo a un candidato burgués es un clásico recurrente de la histórica ausencia de independencia de clase en el PCV, pero, ¿con qué moral puede cuestionar eso el PSUV, si encabeza uno de los gobiernos capitalistas más antiobreros y represivos en la historia del país, aplicando un paquete neoliberal que en muchos aspectos supera en lo reaccionario al de Caldera?

Aparte de eso, ha habido represalias contra algunos candidatos de la APR, bien intentando despedirlos de sus trabajos, hostigándolos con requisas policiales, deteniéndolos cuando hacen murales, o incluso una asquerosa campaña de desprestigio contra el secretario general del PPT, Rafael Uzcátegui, luego que denunciara las agresiones que sufrió por parte de la Policía de Caracas, como parte de los abusos policiales que son cotidianos contra la población.

Por supuesto, desde la Liga de Trabajadores por el Socialismo (LTS) rechazamos estos ataques contra la APR, incluyendo los zarpazos judiciales que violentan el derecho fundamental de los militantes de esas organizaciones a dirimir ellos las disputas internas. Lo que queremos plantear apunta más bien a discutir qué tan cierto es el llamado “deslinde” o “ruptura”. Así mismo, revisar cómo buena parte de ese autoritarismo que hoy padecen estos partidos, forma parte de un “monstruo” que ellos mismos contribuyeron a crear y apoyaron hasta no hace mucho, y de lo cual sin embargo no hacen ningún balance crítico.

Contribuyendo a fortalecer el autoritarismo reaccionario del régimen político

Los partidos y grupos que conforman la APR vienen de apoyar, hasta no hace mucho, el curso autoritario y represivo del gobierno de Maduro, que ha decantado en un bonapartismo reaccionario, ejercido como co-gobierno entre Maduro y las FF.AA., con entreguismo a capitales transnacionales y políticas antiobreras y antipopulares. Es de lo primero que hay que precisar.

Un salto en la configuración del régimen político burgués actual lo constituyó en 2017 la imposición del fraude “Constituyente”: bajo un estado de excepción permanente (que le da más rienda suelta a la violencia discrecional de los cuerpos represivos), con proscripción de partidos (tanto a derecha como a izquierda), prohibición al movimiento obrero de las elecciones sindicales (por la vía de los hechos), fuertes restricciones a las movilizaciones obreras y populares, y del derecho a huelga, so pena de ser reprimidos o encarcelados (“no se puede permitir a nadie que tranque una calle”, decía Maduro); y con criterios de elección creados por el Gobierno para garantizarse de antemano la mayoría mediante el control estatal de las instancias “comunales” y del falso “poder popular”.

Bajo esas condiciones totalmente antidemocráticas, en las que no habría ninguna posibilidad de que la clase obrera y el pueblo pobre ejercieran ni el más mínimo atisbo de “poder constituyente”, evidentemente lo que se cocinaba era una farsa de Constituyente que profundizaría el autoritarismo del poder constituido, tal como explicamos y denunciamos en su momento. En cambio, ¿cuál fue la posición de las corrientes que están hoy en la APR? Apoyo pleno a esa farsa. Los partidos y grupos menores de la hoy APR (como Lucha de Clases, que incluso era parte del partido gobernante, el PSUV), siendo como eran, partidos que apoyaban a Maduro, fueron parte de esa política reaccionaria y presentaron candidatos.

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Finalmente, la supuesta ANC se impuso mediante uno de los más grandes fraudes en la historia electoral del país: sin mostrar jamás, hasta el sol de hoy, los resultados declarados, dijeron tener el voto de 8 millones de personas e instalaron un poder “plenipotenciario” de composición exclusivamente progubernamental, que se pudo imponer por el respaldo de las FF.AA. Tanto antes que el mismo Consejo Nacional Electoral declarara los “resultados” (¡que nunca publicó!) como al apenas instalarse esa ANC, los militares tuvieron protagonismo declarando que la reconocían y le daban su respaldo para funcionar. El primer acto de la “Constituyente” fue destituir a la Fiscal General, enviando fuerzas militares a cumplir la tarea y apresarla. Nada de esto movió tampoco al PPT, PCV y demás grupos a abandonar su gobiernerismo.

Por supuesto, el marco de este curso cuasi-dictatorial del régimen burgués era la ofensiva de la derecha proimperialista… pero no solo eso, ¡también el amplio descontento popular y la gran pérdida de base social entre la clase obrera y los pobres urbanos del país! Al ser un gobierno que con la llegada abrupta de la crisis optó por pagar deuda externa, un “ajuste inflacionario” y políticas que pulverizaron el valor del bolívar, descargando la crisis sobre el pueblo trabajador, fue perdiendo velozmente base social y apoyándose cada vez más en la coacción, el chantaje y la represión frente al descontento social. Su giro cada vez más autoritario y militarista no es solo una respuesta a la derecha y el imperialismo, sino la consecuencia de ser un gobierno cada vez más vacío de apoyo popular.

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Ante ese cuadro, una política revolucionaria tenía que implicar una política propia de la clase trabajadora, para actuar con independencia de clase en la crisis nacional, lo que no podía hacerse sino oponiéndose al gobierno de Maduro, a su avance contra las libertades democráticas del pueblo, al tiempo que se combatía también a la derecha proimperialista. Los partidos y grupos que hoy forman la APR, como son corrientes que no luchan por la independencia de clase, formaron parte de uno de los bloques patronales y reaccionarios en pugna, ayudando al régimen que avanzaba cercenando las libertades democráticas.

En el caso del PCV, por voz de Carlos Aquino, que hoy aparece con “verbo encendido”, incluso presionaban al gobierno por derecha –aunque pensaran que lo hacían por izquierda– al pedirle que disolviera el parlamento: “En criterio del PCV lo que corresponde es que la ANC como poder supraconstitucional disuelva a la AN en desacato”, para que luego, según, procediera a algunas reformas democratizantes en materia electoral. Es decir, le pedían al instrumento autoritario de la casta gobernante, impuesto por las FF.AA., que aplicara más autoritarismo contra otro poder burgués, para que luego procediera, ese mismo órgano, a reformas democratizantes. Además de tamaña incoherencia, muestra crudamente, de nuevo, la ausencia absoluta de una política propia de la clase trabajadora, sino una subordinación total a uno de los bandos burgueses.

Con la farsa de ANC el gobierno cerraba un capítulo de la aguda crisis política nacional, con una derrota parcial de la oposición de derecha, pero también con el fortalecimiento de las características reaccionarias y autoritarias del régimen político. Lo que vino luego fue el asentamiento de esas características, organizando una “relegitimación de poderes” con elecciones bajo las condiciones impuestas por el gobierno (partidos y candidatos impedidos de participar, estado de excepción, criminalización de la protesta, etc.) y, para peor, el desconocimiento del voto popular tanto a derecha como a izquierda: impidió la asunción de los candidatos opositores electos que no aceptaban jurar subordinación a la ANC; y en por lo menos dos alcaldías ganadas por candidatos que iban precisamente con las tarjetas del PPT y el PCV, ¡tampoco los dejó asumir! La destitución vía sentencias del TSJ –ejecutadas de inmediato por la policía política (Sebin)– de varios alcaldes electos por voto popular, también fueron parte del cóctel.

Los partidos y grupos que hoy forman la APR acompañaron toda esa política reaccionaria, quejándose por supuesto de los golpes que le afectaban particularmente, pero sin dejar de apoyar el conjunto de la política.

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Apoyo a Maduro… hasta no hace mucho

En paralelo, la crisis económica continuó golpeando sin piedad a los trabajadores y el conjunto del pueblo pobre, la hiperinflación pulverizó el salario, literalmente. El gobierno giró a otro tipo de ajuste, en clave de “racionalidad” capitalista y ortodoxia de “estabilización macroeconómica”, sumando ataques brutales a los derechos laborales. Lanzó un paquetazo en agosto de 2018 que desmontó lo poco que quedaba de los tibios controles estatales en la economía, para ir a lo que dictara “el mercado”: con los “precios acordados” legalizó los precios hiperinflacionarios y llevó el dólar oficial a precio del paralelo, operando una nueva y brutal megadevaluación del bolívar, en el acto de la reconversión monetaria volvió sal y agua las prestaciones sociales y cualquier ahorro en bolívares. Dio estatus legal a la circulación “libre” del dólar y la dolarización de los precios. Por decreto se desconocieron las contrataciones colectivas en toda la economía nacional, tanto en el sector público como en el sector privado. ¡Una ultra reaccionaria contrarreforma laboral!

Estábamos en presencia de un nuevo ajuste capitalista brutal, agresivamente neoliberal en muchos aspectos, que aceleró el empobrecimiento generalizado del pueblo y trajo la pérdida de conquistas obreras que habían costado décadas de lucha. ¿Pero acaso rompieron por eso el PPT o el PCV con el gobierno? ¡No!, tampoco esta vez. ¿Siquiera denunciaron con toda la fuerza que tuvieran semejante plan de guerra contra la clase obrera? No.

En septiembre de 2018, después del brutal paquetazo, el periódico del PCV titulaba, “Faltan más medidas a favor del pueblo” (¡!). Ante semejante declaración de guerra y agresiones brutales contra las conquistas obreras, en el PCV, lejos de llamar a los trabajadores a ponerse en pie de guerra, como lo haría cualquier organización que dice defender los intereses de los trabajadores, seguían apoyando políticamente al enemigo de clase y se ubicaban como sus consejeros: luego de cuestionar algunas de las medidas (¡sería el colmo no hacerlo!), le daban consejos sobre cuáles deberían ser las medidas a tomar.

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En la misma línea, un mes después, el secretario sindical del PCV, Pedro Eusse, declaraba en una concentración frente al Ministerio del Trabajo, y luego de mencionar correctamente el carácter regresivo de las políticas del gobierno, decía, “llamamos al Presidente Maduro a reflexionar…”. Es como si en una guerra nos llueven balas y uno de los comandantes nuestros trate al jefe del ejército enemigo como si fuera de nuestro bando y le pida que reflexione.

De hecho, cualquiera que haya sido parte de la vida del movimiento obrero en ese período, sabe que el PCV se negaba obstinadamente a señalar a Maduro como responsable de las políticas antiobreras, prefiriendo apuntar solo contra algún ministro o funcionario de segundo orden. Así mismo, eran contrarios a impulsar la coordinación y masificación por la base para hacer grandes acciones de lucha (huelgas, paros regionales, ocupación de fábricas, tomar las calles, etc.), limitando todo a pequeñas concentraciones demostrativas ante el Ministerio del Trabajo para presionar porque se instalaran “mesas de trabajo”, que de hecho era la línea del gobierno para dormir las luchas. El PCV sustituía la lucha de clases por la rutina del sindicalismo burocrático, y además sectario pro gobierno, porque negaban la unidad con trabajadores en lucha que no apoyaran al gobierno de Maduro.

Consecuentes con esa línea de apoyo al gobierno antiobrero, en mayo de 2019 el PCV le dirige una comunicación formal a Maduro en la que solicitan –por enésima vez–, que “junto al Presidente de la República y su Gobierno, evaluemos la gestión gubernamental con criterios críticos y autocríticos, realizando las correcciones y rectificaciones que se consideren necesarias”. ¡Pedían ser tomados en cuenta por el gobierno enemigo de la clase obrera, que aplicaba un brutal ajuste y reprimía trabajadores, incluso encarcelándolos, para evaluar juntos la gestión de gobierno y hacer los correctivos necesarios!

En julio de 2019, hace apenas poco más de un año, Carlos Aquino hacía una vergonzosa defensa del gobierno de Maduro y las FF.AA., al decir que las violaciones de derechos humanos no eran una política de gobierno, sino solo de algunos sectores: “no es una política de Estado... No lo vemos como un lineamiento emanado desde los más altos niveles de gobierno... Ocurre en instituciones del Estado. Ocurre con funcionarios del Estado. Pero no es un lineamiento… no compartimos muchas actuaciones de personajes que asumen actitudes que no se corresponden con el cargo que tienen”. Semejante lavada de cara a un gobierno asesino –que nada más entre finales de enero y febrero había dado muerte a decenas de manifestantes, la mayoría de los sectores populares.

Tan cerca como en enero de este año, el PPT se asumía como una organización de co-gobierno e insistía, también por enésima vez, en que Maduro les permitiera coordinar con él y el PSUV las políticas de gobierno: “nosotros mantenemos la propuesta, ahora le queda es decidir al presidente”, afirmaba Rafael Uzcátegui.

De hecho, tanto el PPT como el PCV apoyaron a Maduro en el zarpazo con que, en enero pasado, buscó hacerse del control de la Asamblea Nacional. La maniobra que mezcló un nuevo episodio del bonapartismo gubernamental, con la disputa y descomposición entre las distintas fracciones de los partidos burgueses. Los diputados del PPT y el PCV, al plegarse a la maniobra del Gobierno/PSUV, apoyaron a una de las fracciones descompuestas de los partidos de la derecha para presidir el parlamento.

A lo largo de todos estos años pueden conseguirse numerosas posiciones similares como las que se señalamos, que muestran una orientación, en lo fundamental, subordinada a todas las maniobras políticas del gobierno de Maduro, con las que se fue asentando el régimen autoritario que hoy padece el pueblo trabajador, e incluso la propia APR.

¿Cuánto hay de verdadero “deslinde” o “ruptura”?

Hoy los medios hablan de una “ruptura” y el PCV emplea la idea de “deslindar”: una consigna adecuada a esa conducta de apoyo al gobierno, apenas matizada con tibias críticas, sin ruptura ninguna. Si la delimitación fuera mínimamente seria con respecto a lo que afirma, el PCV hubiese tenido que romper, pero que va, tal “deslinde” no ocurrió. Años y años de tal consigna, pero nunca era el momento de romper con el gobierno burgués ajustador y represivo.

A inicios de 2014, cuando ya la crisis económica empezaba a golpear, Aquino llamaba a “aplicar las orientaciones de Maduro”: en los años siguientes la orientación de Maduro fue... un duro ajuste priorizando recursos para el capital financiero internacional (deuda externa) y reduciendo drásticamente los recursos para las necesidades de la población (importaciones de alimentos y medicinas, dotación de hospitales, escuelas y universidades, empresas públicas). Pero no hubo “deslinde”, siguieron apoyando a Maduro, lo mismo que el PPT y demás grupos de la APR.

¿Quizás el momento sería cuando, a finales de 2015, el PSUV presentó de nuevo como candidato a diputado al General de División Cordero Lara, quien fuera uno de los pilotos que en 1982 bombardeó guerrilleros en la masacre de Cantaura? No, que va, no era el momento de deslindar, más bien… ¡de apoyar a ese candidato, como de hecho hizo el PCV! ¿Sería quizás ocasión cuando el gobierno de Maduro emitió la Resolución 8.610, que legalizó el uso de las FF.AA. y sus armas de fuego para reprimir manifestaciones? No, tampoco era el momento. ¿Quizás cuando con las OLP inició un salto cualitativo en la represión de clase con los operativos criminales contra la juventud de los barrios? No, el “deslinde” no llegaba. ¿Y cuando en 2014 mediante duras amenazas y militarización de la fábrica Maduro les impuso a los obreros de Sidor el fin de una huelga? Allí tampoco había que deslindar, claro. ¿Y cuando cada vez se hacía más común la persecución y represión a trabajadores por luchar o denunciar? ¡Qué va! Eso tampoco era suficiente como para que el PCV, el PPT, Lucha de Clases, etc., rompieran su apoyo al gobierno.

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Luego del avance bonapartista que implicó la ANC –apoyado por estos partidos y grupos–, esa instancia aprobó una entreguista ley de inversiones extranjeras. ¿Otra ocasión oportuna para romper? No, gracias. También aprobó esa ANC la reaccionaria “ley contra el odio”, el instrumento legal con que luego se han cebado para enjuiciar y apresar trabajadores y manifestantes de los sectores populares. ¿Vendría con eso la ruptura? No, “paso de nuevo”, dirían en el PPT y el PCV.

Increíblemente, tampoco llegó ninguna ruptura cuando, también bajo esa ANC, le arrebataron el triunfo logrado por esos partidos o aliados suyos en las elecciones de alcaldes. En el caso del municipio Simón Planas, en Lara, donde el candidato fue en la tarjeta del PPT, la propia política de Ángel Prado y el PPT, de apoyar al mismo gobierno que pisoteaba los derechos democráticos del pueblo, fue un límite clave que impidió desarrollar una lucha victoriosa, como planteamos en su momento.

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Nunca llegaba el momento de un verdadero deslinde político ni ruptura con Maduro y sus políticas. El PPT, tan cerca como en enero de este año, le pedía al gobierno que “se activaran” las instituciones del Estado para la supervisión de los precios y actividad comercial… es decir, al mismo gobierno que hace años aplica un durísimo plan liberalizador y da rienda suelta a los precios. Siguiendo con la línea de cifrar esperanzas en que algo a favor del pueblo podría venir de este gobierno. Ningún planteamiento para desarrollar un poder obrero y popular a partir de que sean las propias comunidades y trabajadores quienes tomen en sus manos la distribución y fijación de los precios.

En consonancia con todo este historial, hoy no hacen el más mínimo cuestionamiento a la manera y condiciones profundamente restrictivas y antidemocráticas en que se dan estas elecciones. En una posición que es como pretender que el autoritarismo gubernamental que han apoyado alcance a los demás, pero no a ellos mismos, denuncian las intervenciones judiciales de los partidos de la APR, pero no las de los demás partidos, ni tampoco al régimen de conjunto. El reciente comunicado oficial del PCV del 21/08, luego de la intervención judicial del PPT, habla de apenas una “peligrosa tendencia al ejercicio autoritario del poder que se está instaurando en sectores del gobierno nacional”. Apenas una tendencia, que apenas se está instaurando, pero solo en algunos sectores del gobierno...

Además de no ser realmente una ruptura con el régimen político, sino una participación con cierta personalidad propia dentro de los marcos de éste, se hace básicamente en nombre de rescatar un legado o rumbo de Chávez. Es decir, no hay la más mínima ruptura por izquierda con el proyecto y las políticas que llevó adelante Chávez, como si la debacle bajo Maduro no tuviera nada que ver con la década y media anterior.

¿La “alternativa” es rescatar un chavismo de los tiempos de Chávez?

En el acto público de lanzamiento de la APR en el Zulia, el orador del PCV, en un video difundido por ellos mismos, señaló que se proponían “rescatar el proyecto originario de Chávez para las bases del socialismo”. La propaganda electoral que despliega el PCV por las redes contiene mensajes llamando a un “voto chavista consciente”, “por el legado”, videos en los que destacan que fueron el primer partido que decidió formalmente apoyar a Chávez, etc. Lo que no es de extrañar, puesto que en 2016, cuando en rueda de prensa hacían observaciones al gobierno de Maduro sobre el rumbo a tomar, el planteamiento que hacían era que “bajo el legado del comandante Chávez, se apliquen medidas de corrección”.

Ahora bien, mientras se pide el voto en nombre de Chávez, en uno de los últimos números del Tribuna Popular, se plantea que tanto el neoliberalismo como la idea de un Estado interventor en la economía son dos caras del capitalismo, que en Venezuela con Chávez habríamos tenido ese período en que el Estado a partir de manejar una alta renta interviene en la economía; la oposición entre una modalidad y otra sería “irrelevante para los intereses de la clase obrera, pues ambos sirven al capital y no representan una salida revolucionaria a los problema del país”, las transformaciones revolucionarias necesarias “solo serán posibles mediante el derrocamiento del poder político de la burguesía, expresado en el Estado actual”. ¿Y la coherencia pa’ cuándo? Después de 20 años apoyando al chavismo, lo definen como proyecto capitalista… pero siguen pidiendo el voto de los trabajadores en nombre de ese proyecto burgués.

Lo que se desprende de esas definiciones es que el régimen de Chávez es apenas una de las variantes del capitalismo, y que el Estado que administró expresaba, en última instancia, el poder político de la clase capitalista. En lo fundamental, esto es cierto. La pregunta es: ¿por qué entonces la APR se presenta como una alternativa “verdaderamente socialista” y lo hace en nombre del legado de Chávez?, ¿por qué el PCV hace propaganda electoral hablando de “rescatar el proyecto originario de Chávez para las bases del socialismo”?

Las discusiones que en algunas redes sociales la militancia del PCV hace con quienes desde el PSUV los cuestionan o atacan, incluyen una delimitación con el PSUV, e incluso con el chavismo como tal: la calificación del chavismo como un proyecto de colaboración de clases aparece por ahí. Vuelven entonces las preguntas de rigor: ¿por qué entonces el PCV ha apoyado sin descanso, durante dos décadas, al gobierno que administraba ese Estado al servicio del capital?, ¿no es acaso eso el más elemental colaboracionismo de clases? Más aún, ¿a qué viene entonces ese doble juego de, por un lado (en la prensa partidaria y en discusiones por redes) delimitarse del chavismo, pero por el otro (en los actos públicos y la publicidad electoral) pedir el voto a la APR en nombre del “chavismo consciente” o del “legado de Chávez”? Eso en política tiene un nombre: oportunismo del peor y descaro político.

El perfil político de la APR es básicamente contraponer a la realidad actual “las conquistas que fueron alcanzadas con Chávez” y una suerte de principios chavistas que estarían siendo abandonados por Maduro. Por supuesto, en varios aspectos hay notables diferencias entre las políticas de Maduro y las de Chávez, pero sobre todo hay una diferencia de circunstancias, que marcan también el fracaso y la degeneración de un mismo proyecto: el chavismo. El de Chávez es el período de asentamiento y auge de ese proyecto (en el marco de un período de crecimiento de la economía mundial, que incluyó un ciclo de fuerte aumento de los precios de las materias primas), Maduro administra la crisis y la decadencia del mismo. ¿Acaso no se prepararon en el período anterior las condiciones para el derrotero posterior? ¿Acaso se puede entender el desastre actual bajo Maduro sin los elementos legados por Chávez?

El “legado”…

El de Chávez es un período de concesiones económicas y sociales al movimiento de masas, en un momento de extraordinario auge petrolero, que al mismo tiempo permitía drenar enormes recursos hacia los diferentes sectores de la burguesía, que se hacían el festín con la renta; el de Maduro es el de la destrucción de casi todas esas conquistas y un retroceso sin antecedente histórico en las condiciones salariales y de vida, cuando las condiciones excepcionales económicas se vinieron abajo. Así las cosas, mientras Chávez se apoyaba en las FF.AA. y en la movilización controlada de los trabajadores y sectores populares, Maduro se fue apoyando cada vez más solo en las FF.AA. (y la represión). Pero el fundamento de esto no es un asunto subjetivo de un Chávez bondadoso con las masas y un Maduro maligno o traidor, esa sería una explicación totalmente superficial y despolitizante.

Maduro heredó las fuertes contradicciones que se acumularon en la economía nacional durante el período de Chávez, así como la aguda crisis que se genera siempre con la muerte de un caudillo alrededor del cual se organiza todo régimen político personalista. Recibió también como herencia de Chávez el amplio posicionamiento de las Fuerzas Armadas en la vida económica y política nacional, así como el profundo control social que el Estado burgués, bajo Chávez, había logrado del movimiento obrero, campesino y popular.

Con Chávez, los males del capitalismo venezolano, dependiente y rentístico, que se arrastraban a su vez de los regímenes anteriores, no se superaron sino que se profundizaron: la dependencia de los precios del petróleo y de las importaciones se llevó a máximos niveles, con un aparato productivo nacional atrofiado; la descapitalización del país continuó y se profundizó, con una descomunal fuga al exterior del excedente y (potencial) ahorro nacional; la hipoteca con el capital financiero internacional no disminuyó sino que, al contrario, creció hasta comprometer seriamente el futuro. La extraordinaria entrada de renta –combinada con el alto endeudamiento externo– era el velo que daba la ilusión de “buenos tiempos” y estabilidad, pero al caer drásticamente los ingresos petroleros, vencerse los plazos de pago de la deuda y restringírsele al país el crédito internacional, el colapso del capitalismo venezolano afloraría con toda su fuerza. Esas son las condiciones en las que ha navegado Maduro, legadas por el período precedente.

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Maduro, vino a hacer en el marco de toda esta situación un ataque directo a la clase obrera y el pueblo como nunca se había visto. La manera de no sacrificar al país y las masas era adoptar un curso de medidas mínimamente como el no pago de la deuda externa y hacerle recaer la crisis sobre los empresarios, pero si eso no ocurrió bajo Chávez, menos lo hicieron Maduro y los herederos, quienes optaron conscientemente por administrar la crisis de manera reaccionaria, contra el pueblo trabajador.

Como hemos explicado en otras ocasiones, bajo Chávez, mediante la combinación entre “consenso y coerción”, el Estado (burgués) venezolano se fue “ampliando” hacia la “sociedad civil”, los tentáculos del Estado alcanzaron más allá de lo que en regímenes políticos anteriores lo habían hecho: estatizando o poniendo bajo control directo del Estado gran parte del tejido organizativo del movimiento obrero, campesino, popular e indígena. Convirtiendo estas organizaciones en apéndices o auxiliares del propio Estado, llegando en algunos casos a cumplir estas la función estatal de control social de esos movimientos. Este carácter “integral” que tomó el Estado durante todo ese período, es clave para comprender cómo llegamos aquí, y para sacar lecciones históricas.

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Chávez vino a expresar ese tipo de regímenes que, a la vez que tienen enfrentamientos con los capitales imperialistas y sus Estados, apoyándose para esto en el movimiento obrero y popular, buscan también regimentar y controlar a las masas, para evitar que las crisis decanten en verdaderos procesos revolucionarios anticapitalistas, porque su objetivo es un “desarrollo nacional” en los marcos del capitalismo. Por eso su rol histórico es de contención, y Chávez lo planteó abiertamente en más de una ocasión.

En numerosas ocasiones les aclaró a los capitalistas privados del país, “Nosotros no tenemos prevista la eliminación de la propiedad privada, ni la grande ni la pequeña”, se ocupó de explicarles que al defender el interés nacional (ante el imperialismo) “estamos al mismo tiempo defendiendo el interés del sector privado nacional, no son contradictorios… están absolutamente ligados”. Que por eso más bien aspiraba a una alianza estratégica entre el empresariado privado y el Estado: “defendemos la tesis de la necesidad de potenciar el sector privado nacional, de impulsar un modelo de acumulación de capital nacional, de potenciar la fuerza productiva nacional”. Y para eso, afirmaba, “queremos un sector privado nacionalista, comprometido con el pueblo de Venezuela y con la patria”.

Pero los partidos y grupos de la APR se construyen un Chávez anti-burgués con fragmentos de algunos discursos, para poner hoy en el paredón a Castro Soteldo porque habló meses atrás de la necesidad de una “burguesía revolucionaria” para desarrollar el país. Por supuesto, es un disparate total y un descaro lo del ministro de Maduro y ex ministro de Chávez, ¿pero es que acaso, así no usara esa expresión, en lo concreto Chávez quería algo muy distinto? ¿Acaso hizo algo mínimamente serio para acabar con la burguesía venezolana? Al contrario, ¿no fue bajo Chávez que, con el cuento de la “siembra del petróleo”, se operó un nuevo capítulo de fenomenal transferencia de renta pública hacia el capital privado nacional, reconfigurando la clase capitalista venezolana con una camada de nuevos burgueses? El nuevo saqueo que hubo de la renta petrolera y los nuevos burgueses son parte íntegra e inseparable del legado de Chávez.

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Y como ese era su proyecto, un supuesto desarrollo nacional con burgueses “patriotas y productivos”, desde el primer día de gobierno declaró “no queremos más rebeliones”, que debía dársele un “cauce pacífico y democrático” al gran descontento social del momento, so pena de que esa fuerza los desbordara: “o le damos cauce a esa fuerza o esa fuerza nos pasa por encima”. Ya entrado en años de gobierno, con total claridad les explicaba a los empresarios que las diferentes misiones y planes de asistencia social cumplían un papel también de defensa de los intereses del capital privado, pues evitaban que la acumulación de desigualdades sociales provocara explosiones sociales “como los que ya ocurrieron en 1989”. Y con meridiana nitidez, en 2009, dos décadas después del Caracazo, explicó así su rol: “Si no fuera por este proceso de revolución democrática y pacífica no sé qué estaría pasando en Venezuela, no sé cuántos Caracazos tendríamos (...) No estarían los burgueses viviendo plácidamente como ahora”.

Como explicábamos en un folleto de 2012, Chávez buscó, y logró con creces, una recomposición de la autoridad estatal ante la población, autoridad maltrecha desde el ’89 en adelante, así como logró una lavada de cara y nueva legitimación “de las fuerzas de represión como las Fuerzas Armadas, incluyendo la Guardia Nacional –ahora “Bolivariana” –, que llegaron a ser altamente odiadas por los trabajadores y el pueblo en la debacle del puntofijismo”.

Cualquiera que se precie “revolucionario proletario”, como se hace llamar el PCV, y como se reivindican también otras corrientes de la APR como Lucha de Clases (LdC), sabe que apoyar un proyecto de esas características es ser parte de la más burda colaboración de clases. Peor aún, precisamente por ese rol, cada vez que algún sector de trabajadores daba un paso más allá de lo que quería el gobierno o que con su lucha enfrentaban al Estado, Chávez y su gobierno respondían con mano dura y desarticulando esos procesos. Y mientras todo eso ocurría, quienes hoy forman la APR eran fieles al gobierno.

Amenazas de militarizar el metro si los trabajadores hacían paro, iguales advertencias a los trabajadores de las empresas básicas, dura represión a los obreros sidoristas que luchaban contra la transnacional Techint, brutal represión en la Mitsubishi con el asesinato de dos obreros y amenazas de meter la GNB a la planta cuando tomaron la fábrica, dejar sin apoyo a tomas de fábrica donde se intentaba un genuino control obrero (Industrial de Perfumes, Selfex, Textiles Fénix, Inveval), o cerco económico e incluso represión a fábricas produciendo bajo gestión obrera (Sanitarios Maracay). ¡Eso es parte del legado!

Cuando le tocó la breve caída de los precios del petróleo y período recesivo de 2009-2010, Chávez respondió también con ajustes y política antiobreras. Duros cuestionamientos a los derechos obreros en contratos colectivos del sector público (ver aquí, aquí y aquí), represión a los trabajadores petroleros de Puerto La Cruz cuando se movilizaron por su contrato colectivo, llamaba “saboteo” a las luchas de los trabajadores que se enfrentaban sus alcaldes, gobernadores o gerentes de las empresas públicas. ¡Ahí también está el legado que la APR llama a “rescatar”!

Chávez fue enemigo rotundo de la independencia de los sindicatos frente al Estado burgués, quería que estuvieran subordinados al partido de gobierno, y así lo hizo saber, obrando consecuentemente para estatizar al movimiento obrero y minimizando lo más posible a los sectores que se resistían. Avanzó en leyes más duras contra las luchas de los trabajadores, un marco legal que estipuló como “delito” los paros, movilizaciones y huelgas en muchos sectores de la clase obrera y en muchos sectores del país. Más de una de esas leyes que hoy emplean Maduro y las FFAA para amedrentar y hasta encarcelar trabajadores, ¡se hicieron bajo Chávez cuando este tenía mayoría absoluta en la Asamblea Nacional! Son parte de su legado.

Como señalamos en un trabajo reciente: “el mismo Estado que decretaba aumentos de salarios, otorgaba la inamovilidad laboral, que ponía algunos límites al despotismo del capital privado, que movilizaba a los trabajadores para resistir la imperialismo, al mismo tiempo se armaba legalmente para criminalizar y frenar las luchas que por su propia cuenta diera la clase trabajadora”. Una situación similar ocurría en el movimiento campesino.

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Por eso, ¿de dónde saca la APR un Chávez “anticapitalista” que ante la crisis económica no optara por iniciar ajustes y represión? Por supuesto, la crisis que le tocó fue somera y pasajera, con relación a la que inició en 2014, y sin embargo, ya vemos cómo respondía. ¿De dónde sacan un Chávez que no golpeara con mano dura las luchas obreras que se le oponían? ¿De dónde sacan un Chávez que no se armara con leyes reaccionarias contras las luchas obreras y populares?

Cuando ya bajo Maduro explotó la dura crisis económica, todos esos elementos que logró Chávez de pasivización del movimiento de masas y de control del Estado sobre el movimiento obrero, campesino y popular, de recomposición de la autoridad estatal y mayor posicionamiento de las Fuerzas Armadas en el Estado y la sociedad, han sido aprovechados y profundizados al extremo por sus sucesores para imponer un gobierno abiertamente antiobrero y antipopular. Por eso, la administración de la crisis en clave reaccionaria y antipopular, no fue traicionando el legado de Chávez, sino administrando esa herencia, a la vez que profundizando los elementos reaccionarios de ese legado, llegando a un nivel de profunda descomposición del régimen político.

Es necesario un reagrupamiento de la izquierda revolucionaria en base a lecciones estratégicas y dejar atrás el colaboracionismo de clases

La subordinación de las corrientes que hoy forman la APR, a ese proyecto de Chávez, de colaboración de clases y de control de la clase obrera desde el Estado burgués, implicó lógicamente negar la lucha por construir una alternativa política propia de los trabajadores: en lugar de postular a la clase obrera como un sujeto con proyecto político propio ante los problemas del país y de las masas, mantenían a la clase obrera apenas como sujeto de luchas reivindicativas, mientras en el plano político la llamaban a apoyar el proyecto nacionalista burgués de un militar, siendo así enemigos de la independencia de clase de los trabajadores. Entre la reacción burguesa proimperialista y ese proyecto, estas corrientes jamás postularon una tercera alternativa política propia de la clase obrera.

Pero en quienes impulsan la recién conformada APR, no hay la más mínima lección estratégica al respecto, al contrario, se sigue planteando el legado de Chávez como “alternativa revolucionaria” y “verdaderamente socialista” ante el gobierno de Maduro.

Lo más cercano a una revisión crítica la hace Rafael Uzcátegui (PPT), en una entrevista de mayo pasado a Ciudad Ccs, Rafael Uzcátegui (PPT) decía: “El drama de la izquierda venezolana es el drama del país: su dependencia (…) la izquierda porque se hizo dependiente del Gobierno durante la revolución bolivariana”. El alcance de esta reflexión, sin embargo, apenas da un primer paso en un camino que se niega a recorrer, se refiere solo a la relación de esos partidos de la izquierda chavista con el gobierno, mas no al proyecto político que apoyaron y que nos ha conducido a la catástrofe actual. Dice: “nosotros hemos entendido, que la forma de hacernos escuchar no es desde la debilidad, para esto es necesario poner en movimiento al pueblo”. La “lección” es nada más que “es necesario poner en movimiento al pueblo”… para ser escuchados para que les den lugar en la conducción del Estado capitalista: todo por dentro del proyecto burgués.

La continuidad bajo Chávez del saqueo del país por los capitales imperialistas (a pesar de las pugnas y las políticas tibiamente nacionalistas), y por las distintas fracciones de la burguesía nacional, están en la base de la severa crisis que se nos vino encima. Así mismo, la estatización de las organizaciones obreras y populares o su encuadramiento bajo la disciplina estatal, su confianza en alcanzar sus demandas mediante la legalidad del Estado burgués administrado por un gobierno “amigo”, los golpes duros del gobierno y desarticulación de aquellos procesos que se salían de lo permitido, la renovada confianza en unas Fuerzas Armadas “del lado del pueblo”, todo esto fue desarmando políticamente a las organizaciones obreras, campesinas y populares, y anulándolas como instrumentos de lucha capaces de presentar batalla cuando, al cambiar bruscamente las condiciones económicas, “se rompió el pacto distribucionista” y el Estado pasó a primer plano su faz ajustadora y represiva, violentando incluso sus propias leyes “progresivas” del período anterior.

Si esto no es así, ¿qué explicación dan en la APR a cómo llegamos aquí? ¿Qué pasó en el medio, cómo fue que ese pueblo que hizo la revuelta de febrero del ’89, que a pesar de la sangrienta derrota protagonizó en los 90’s un ascenso de luchas, que fue la pieza fundamental para derrotar un golpe de Estado apoyado por el imperialismo estadounidense (abril 2002) y para derrotar dos meses de duro paro patronal y saboteo a la industria petrolera, qué paso para que terminara tan inerme, tan impotente, para enfrentar los brutales ataques a sus condiciones de vida que le han descargado tanto el empresariado privado como el gobierno?

Si partidos con cientos de militantes, influencia en decenas de sindicatos y lugares de trabajo, si grupos más pequeños pero que tuvieron cierta incidencia en algunos procesos importantes de la lucha de clases (como la CMR, de donde viene Lucha de Clases), hubieran luchado por construir una alternativa obrera independiente, la historia del movimiento obrero no sería la misma hoy. No lo hicieron porque eso está fuera de la estrategia de estos partidos y corrientes, pero es muy importante tenerlo en cuenta porque permite dar cuenta de lo funesto de esa política.

¿Acaso el estado de impotencia y extrema debilidad en que se fue sumiendo el movimiento obrero era un destino inevitable? Por supuesto que no. La historia podría haber sido diferente, ¿por qué no? La historia, sobre todo la de la lucha de clases, no se puede comprender de modo fatalista, rendidos ante los hechos consumados, como si fueran el único resultado posible. Precisamente es en el terreno de la lucha, de la estrategia y la política revolucionaria, donde, partiendo por supuesto de determinadas condiciones materiales concretas, se dirimen los resultados de la historia. Los revolucionarios no pueden juzgar los hechos exteriormente, de manera “objetivista”, sin considerarse a sí mismos como parte del cuadro de elementos y fuerzas actuantes, sin sopesar su papel en los hechos, lo que hicieron o dejaron de hacer.

Al no tener una política de independencia de clase bajo Chávez, e incluso acompañar los pasos de Maduro hasta no hace mucho, sin una política propia de la clase trabajadora, los partidos y grupos de la APR han hecho su aporte para el cuadro actual.

De hecho, la APR en sí misma no representa un giro a izquierda de estos partidos, es solo un freno al constante seguidismo que le hicieron a la “derechización” del régimen político bajo Maduro: el Gobierno se fue haciendo cada vez más antiobrero y antipopular, más entreguista al capital extranjero, más represivo, y esos partidos se hicieron parte también de ese curso. Hoy, buscan recoger los pasos andados de acompañar esa derechización y volver al punto de partida de un chavismo de los tiempos de Chávez.

Por eso, como señalamos al principio, desde la LTS por supuesto repudiamos totalmente los ataques del gobierno y el PSUV contra la APR, nos hemos solidarizado con sus partidos, grupos y militantes, estamos porque se les respetan todos sus derechos democráticos, y estamos dispuestos a acompañarlos en ese reclamo. Entendemos la expectativa que genera en algunos sectores de trabajadores, campesinos y jóvenes de izquierda desencantados con el gobierno de Maduro. Sin embargo, al ser un espacio atado al proyecto de colaboración de clases de Chávez, no podemos por supuesto considerarlo alguna alternativa revolucionaria para la clase obrera y el pueblo pobre.

En Venezuela nos urge un reagrupamiento de fuerzas de aquellas corrientes y militantes que, al tiempo que mantengan una irreconciliable y consecuente política antiimperialista, estén dispuestos a superar por izquierda el chavismo, sacando las lecciones estratégicas de semejante fracaso. El desastre histórico en el país es tan grande y hecho en nombre del “socialismo”, que no hay posibilidad del desarrollo de una izquierda revolucionaria si no se limpian las banderas de la revolución socialista de tanto fardo que gratuitamente le han echado encima, y eso implica el surgimiento de una izquierda que nada le deba a ese proyecto burgués que nos condujo hasta aquí.

Los honestos militantes revolucionarios de esos partidos, tendrían que sacar las conclusiones políticas de rigor para romper con las concepciones y políticas que los condujeron hasta aquí. Dar las batallas políticas necesarias para avanzar en reagrupamientos de quienes en Venezuela luchamos por la revolución obrera y socialista.

Desde la LTS, como parte de esa izquierda que, en evidente minoría y bien a contracorriente, nos mantuvimos peleando en el movimiento obrero, estudiantil y de mujeres por una política de independencia de clase ante el chavismo, ponemos a disposición para esta tarea, nuestras elaboraciones y nuestras modestas fuerzas y herramientas. Llamamos a quienes coincidan con la necesidad de abrir una perspectiva en este sentido para la izquierda revolucionaria en nuestro país, a abrir escenarios de discusión y posibles coincidencias prácticas al respecto.


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Ángel Arias

Sociólogo y trabajador del MinTrabajo @angelariaslts
Sociólogo venezolano, nacido en 1983, ex dirigente estudiantil de la UCV, militante de la Liga de Trabajadores por el Socialismo (LTS) y columnista de La Izquierda Diario Venezuela.