Entrevistamos a Marc Cerdà, ambientólogo y el que fuera también miembro de la lista de la CUP Capgirem Barcelona. Con él charlamos de la COP25, de la zona de bajas emisiones en Barcelona y de políticas ecológicas.
Viernes 17 de enero de 2020 19:23
En diciembre se celebraba la COOP 25 en Madrid, después de ser trasladada desde Chile por la revuelta que todavía ahora mantiene la juventud y otros sectores. Hemos visto que empresas como Endesa o el Banco Santander han financiado la COOP, beneficiándose de un 90% de deducción fiscal. ¿Qué tipo de soluciones puede aportar a la crisis climática una cumbre financiada por multinacionales contaminantes y por países que se benefician de estas prácticas?
La historia del fracaso reiterado de las cumbres climáticas nos demuestra que estos espacios no pueden aportar ninguna solución efectiva a la actual emergencia climática. Tenemos que ser conscientes de que la crisis ecológica y climática a la que nos enfrentemos es una crisis capitalista. Es decir, son las contradicciones intrínsecas entre capital y natura las que nos conducen a un colapso socioecológico planetario sin precedentes en la historia humana. Y esta contradicción nace de la imposibilidad de incrementar indefinidamente el consumo de energía y materia en un planeta finito y con una capacidad limitada para amortecer las externalidades negativas generadas por el sistema urbano-agroindustrial capitalista.
Los gobiernos, las multinacionales, el Fondo Mundial Internacional y el Banco Mundial son conscientes, aunque no lo parezca, de esta realidad y sobretodo del agotamiento de los combustibles fósiles. Por este motivo empiezan a mover ficha, con el objetivo de avanzar en el cambio de la matriz energética en la que se sustenta su sistema de poder. No para parar el incremento de temperaturas, sino para evitar el estallido de una burbuja de carbono ligada al enorme volumen de activos fósiles como los oleoductos o los vehículos de combustión que se volverán obsoletos. Por eso vemos como las grandes multinacionales energéticas como Endesa, Gas Natural o Repsol empiezan a avanzar en la implementación de las energías renovables. Tienen un objetivo que es controlar y modular la necesaria transición energética hacia energías renovables para garantizar beneficios millonarios y a la vez, su hegemonía en el control de un bien natural y estratégico como es la energía.
¿Cómo se empieza a materializar esta estrategia? Pues por ejemplo con el anuncio por parte de Endesa de una inversión de mil millones de euros en producción de energía renovable hasta el 2030. Y a la vez, por el decreto aprobado por el Parlament de Catalunya con el apoyo de todos los grupos, excepto la CUP, para favorecer la construcción de grandes infraestructuras energéticas como son los parques eólicos. Dos movimientos que van en detrimento de un modelo energético renovable autosuficiente, descentralizado y cooperativo. Y retomando la pregunta que me hacías, podríamos decir que por eso sirven las Cumbres climáticas como la de Madrid, no para poner solución a lo que es la raíz de la emergencia ecológica y climática que vivimos sino, para establecer los cimientos de un nuevo paradigma y estado de las cosas capitalista a nivel energético y ambiental.
Las universidades catalanas también han participado de la COOP25. Es curioso ver como las empresas privadas están cada vez más dentro de las universidades públicas e incluso tienen cátedras propias como Repsol en la UB. ¿Qué opinión tienes de este tipo de cátedras? ¿Cuál es su objetivo?
Mi opinión sobre estas cátedras de Repsol en la Universitat de Barcelona es que son un ejemplo más de la ofensiva de las empresas privadas para entrar en las universidades públicas. Y es muy preocupante la normalización y aceptación de estas prácticas de financiación privada por parte de la opinión pública y del mundo académico. En este sentido, creo que el objetivo es doble. En primer lugar, obtener por medio del prestigio universitario y académico, un reconocimiento y legitimación de su actividad y de sus prácticas y en segundo lugar, influir en cuál es el papel de las instituciones universitarias y de investigación y su discurso público ante la actual crisis ecológica y climática.
Todo ello es una estrategia de greenwashing, de lavado “ecológico”, de las prácticas de las empresas más contaminantes donde también participan instituciones públicas y gobiernos locales. Conviene recordar que por ejemplo, Repsol recibió un premio de una organización no gubernamental británica por su lucha contra el cambio climático. La misma ONG que situó en el gobierno de Ada Colau al frente de un ranking de ciudades en la lucha contra el cambio climático.
Desde hace tiempo estamos escuchando mucho la propuesta de un Green New Deal en diferentes países, también en Catalunya. Viendo algunas de sus propuestas, sería oportuno preguntarse en este debate si algunas regulaciones institucionales son la solución a la crisis climática.
Es cierto que algunas regulaciones ambientales pueden ayudar a mitigar el cambio climático y reducir su impacto especialmente, a escala local y regional, pero no son la solución.
De hecho, las actuales y variadas propuestas surgidas del Green New Deal no son una enmienda a la totalidad al capitalismo responsable de esta situación sino, una reforma verde. Creer que podemos solucionar la raíz del conflicto ambiental que vivimos con más capitalismo es como intentar encontrar la cuadratura del círculo. Si lo que queremos es revertir el actual contexto ecológico y climático es necesario implementar un paquete de medidas políticas que nos permitan derribar el sistema de poder desigual y ecocida como responsable.
Y esto quiere decir abordar la cuestión de los límites físicos del planeta que el Green New Deal elude. El actual consumo de energía y material de la humanidad es superior a la biocapacidad del planeta. Esto quiere decir que en un futuro próximo, el decrecimiento de la esfera material de la economía no será una opción sino, una realidad.
La cuestión es que el actual consumo y riqueza se reparte desigualmente. Y por tanto, en este futuro de decrecimiento forzado por los límites del planeta, será clave quién controlará este proceso: el gran capital para garantizar sus privilegios o las clases populares para garantizar el reparto y el bienestar de toda la humanidad. Aquí está el futuro campo de batalla del ecologismo.
Por ejemplo, en el caso concreto de Barcelona, en enero ha entrado en vigor la Zona de Bajas Emisiones, y hay mucho de debate sobre sí es una medida eficaz para reducir emisiones o si beneficia a las empresas automovilísticas.
La Zona de Bajas Emisiones de Barcelona es un ejemplo práctico de cómo funcionan algunas políticas del Green New Deal. A primera vista, es una medida pensada para actuar contra la elevada contaminación atmosférica que sufrimos en Barcelona y que provoca unas mil doscientas muertes prematuras cada año. Pero en realidad, es una medida que actúa parcial y superficialmente, obviando que la contaminación atmosférica es una derivada ambiental de un conflicto de fondo que es producto del modelo de movilidad centrado en el vehículo privado.
Esto quiere decir que en la práctica, la propuesta de Zona de Bajas Emisiones de Barcelona no pretende cambiar el modelo de movilidad privada predominante, sino ser un primer paso hacia la transformación del parque automovilístico de gasolina y diésel actual a un parque automovilístico eléctrico y renovable. Por lo tanto, la medida, restringiendo la circulación de los vehículos más viejos promueve descaradamente la renovación del parque automovilístico. Aun así, hay que ser conscientes que las emisiones de gases de efecto invernadero de estos vehículos eléctricos no son cero. Varios estudios han determinado que un vehículo eléctrico durante su ciclo de vida, puede emitir aproximadamente el 60% de las emisiones de los vehículos de combustión.
Finalmente, también tenemos que tener en cuenta que no hay ninguna propuesta real y efectiva que favorezca el transporte público. Contrariamente, el cambio e incremento de tarifas del transporte público, la deficiente red de Cercanías o la ampliación de la red viaria con más carriles como la C-58 o la Ronda Litoral, fomentan el uso del vehículo privado. Me atrevería a decir que la medida no permitirá reducir significativamente los niveles de contaminación atmosférica pero sí incrementar las ventas de vehículos como los últimos datos de matriculación empiezan a demostrar.
Y en Barcelona, que recibe miles de cruceros al año, ¿qué impacto climático tiene este tipo de turismo?
El impacto climático y ambiental de los cruceros y del transporte marítimo en general, es ingente. Y Barcelona se ha vuelto un oasis de desregularización ambiental para la industria crucerista. Solo hay que mirar los datos para ver cómo es de lucrativo este negocio en la ciudad. Por ejemplo, en 1998 la ciudad recibió unos 500.000 cruceristas mientras que en 2018 se llegó a los tres millones. Es decir, el número de cruceristas en Barcelona se ha multiplicado por seis en solo veinte años. Lo más preocupante es que la entrada de Barcelona en Cómú en el Gobierno del Ayuntamiento no ha sido un punto de inflexión en el incremento de cruceristas. Contrariamente, en los últimos cinco años las cifras han seguido creciendo. Y esto en parte es gracias al acuerdo que Sixte Cámbra, la exdirector del Puerto de Barcelona, y Ada Colau firmaron la construcción de 3 nuevas macro-terminales de cruceros que permitirá llegar a los 5 millones de cruceristas al año. Pero no solo está en Barcelona. Si ampliamos el foco veremos como cada año llegan als Països Catalans unos 6 millones de cruceristas y en todo el Mediterráneo esta cifra asciende hasta los 25 millones.
El impacto desastroso de este sector sobre el cambio climático y la calidad del aire de la ciudad es evidente a pesar de que desde la Generalitat y el Ayuntamiento de Barcelona se esfuercen en negarlo. De hecho, un último estudio ya situó a Barcelona como la ciudad europea con más contaminación derivada de los cruceros. Por qué motivo es un sector tan contaminante? Básicamente por el exagerado consumo energético de este tipo de barcos, algo que significa también elevadas emisiones de gases de efecto invernadero y a la vez, por el uso de un tipo de combustible altamente contaminante y mucho más barato que el convencional. Si a esto le añadimos la precarización laboral de las trabajadoras con sueldos de miseria por debajo de los 600 € y los beneficios fiscales y ayudas de las administraciones públicas, podremos entender algo más los miles de millones de beneficios que reportan anualmente las navieras.
A sabiendas de todo esto, si la raíz del problema es el sistema capitalista, ¿qué medidas pueden aplicarse ahora, con una perspectiva anticapitalista?
Antes de responder a esta pregunta, creo que es necesario que desde las izquierdas anticapitalistas hagamos autocrítica en clave ecologista. Es bastante evidente que tenemos un profundo desconocimiento del momento histórico en clave ecológica y climática en el que estamos y su impacto sobre las clases populares. Creo que este es el motivo por el cual todavía no hemos articulado una propuesta ecologista, feminista y anticapitalista clara que responda a las reivindicaciones del movimiento climático. Y en consecuencia, no tenemos capacidad de comunicar ni proponer y estamos perdiendo la batalla del relato ecologista ante la ofensiva mediática del capitalismo como hemos visto en la Cumbre del Clima de Madrid.
A la vez, cualquier medida ecologista y anticapitalista que proponemos choca y chocará con unas instituciones públicas secuestradas por los intereses de las grandes multinacionales. Esto quiere decir que será necesario sobrepasar estos límites institucionales impuestos y desobedecer. Y esto solo será posible si disponemos de una movilización popular fuerte en las calles capaz de intereseccionar las reivindicaciones sociales, feministas y ecologistas. Por eso creo que tenemos que seguir construyendo cada día más comunidad en nuestros barrios y pueblos, más tejido social autoorganizado y crítico, más redes de apoyo mutuo, más huertos urbanos y más cooperativas de viviendas, de consumidoras o energéticas.
En todo caso y volviendo a la pregunta, creo que esta propuesta política anticapitalista para hacer frente a la crisis ecológica y climática tendría que organizarse en cuatro grandes ejes. El primero es la reducción de la huella ecológica de acuerdo con la capacidad ecológica del planeta sobre el cimiento de la justicia social y la planificación democrática de la producción para garantizar el equilibrio ecológico real y una vida digna para todo el mundo. El segundo eje es la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero a partir de una transición energética renovable popular, centrada en la autoproducción, la autosuficiencia y la descentralización de la producción. Pero también construir un modelo de movilidad centrado en el transporte público, accesible, colectivo y no contaminante. El tercer elemento es recuperar la titularidad y gestión pública y popular de todos los bienes naturales y de las infraestructuras estratégicas que actualmente responden a los intereses privados. Y finalmente, el cuarto eje es seguir aprendiendo del ecofeminismo, poner la vida y los cuidados en el centro de nuestra praxis política, reconocer los límites de la natura y construir nuevas relaciones de coevolución con la natura que garanticen una vida digna para las clases populares