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Red Internacional
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Mar del Plata. Sushi sí, museo no: el intendente Montenegro alienta la privatización de la Villa Victoria Ocampo

Este lunes 27 de enero se cumplieron 46 años del fallecimiento de la escritora, editora, intelectual y feminista Victoria Ocampo. En una suerte de patético homenaje, el intendente marplatense celebró en un tweet que la que fuera su casa de verano, hoy Museo Villa Victoria, se convirtió en una "máquina de vender sushi" desde que la alquilan para fiestas privadas. ¿Qué tan lejos va a llegar Guillermo Montenegro para mostrar que es el mejor alumno de Milei?

Libertad Martinez

Libertad Martinez @laprofeliber

Miércoles 29 de enero 09:36

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Nacida en 1890 en una familia aristocrática, Victoria Ocampo heredó tres fortunas a lo largo de su vida, que se gastó sistemáticamente en sus numerosos proyectos editoriales y artísticos. Desde chica fue una ávida lectora y aunque sus padres la educaron en francés y piano con vistas a su futuro matrimonio, volvió separada de su luna de miel y se dedicó a seguir sus propios planes. Al frente de la revista Sur, marcó el rumbo de la literatura latinoamericana, tradujo y puso en circulación a los escritores de vanguardia de su época, y habilitó un espacio para el desarrollo de los que serían los futuros grandes autores de nuestro continente.

Fue la primera mujer en obtener un registro de conducir, fundó una asociación por los derechos femeninos, se peleó a muerte con la Iglesia y estuvo detenida casi un mes durante el gobierno de Perón. Hacia el final de su vida donó sus dos residencias -una en San Isidro, la actual Villa Ocampo, y otra en Mar del Plata- a la UNESCO, para que se convirtieran en espacios culturales públicos. Así, desde que la municipalidad se hizo cargo de ella en 1981, la Villa Victoria es un punto de referencia para la cultura de la ciudad costera. Irónicamente, el que menos parece estar al tanto de todo lo que sucede ahí es el intendente.

El sábado Guillermo Montenegro usó su cuenta de X para hablar del museo, pero no justamente en tono celebratorio. Con evidente desprecio por la historia y función del emblemático museo local, afirmó que "Villa Victoria pasó de ser un conjunto de oficinas de empleados del Estado a una máquina de vender sushi y carne braseada", y que en vez de un "recuerdo de excursión escolar" ahora el museo es "escenario de eventos privados que generan dinero y reviven la casa". Se refería, en particular, al reciente alquiler del predio para un evento de coctelería y DJs.

Pero el intendente, como es habitual, está mintiendo. En Villa Victoria funcionan mucho más que oficinas: esos mismos trabajadores municipales que él desprecia organizan una enorme variedad de actividades culturales, artísticas e históricas durante todo el año. No sólo visitas escolares -que él, por algún motivo, denosta-, sino también talleres, cursos, muestras, congresos. En el parque que rodea a la casa se despliegan festivales y espectáculos, y los fines de semana hasta puede verse a alguna adolescente tomándose fotos para su fiesta de 15. Villa Victoria es un punto icónico de la ciudad, visitado frecuentemente por marplatenses y turistas: nada más lejos que la imagen de "casona abandonada" que se quiere pintar.

Sucede que Guillermo Montenegro está en campaña. Sabe que su estadía en Mar del Plata -luego de dos períodos como intendente- se acerca a su fin, y le interesa especialmente garantizarse algún lugar expectable en las listas de este año. La cuestión de si el color de la boleta será amarillo o violeta parece, en este momento, secundaria: ante la duda, hace meses que está haciendo todo lo posible por replicar el discurso, las medidas y los valores del oficialismo más rancio. Lo que se dice, de cara a posibles negociaciones o saltos de coalición, sumarse unos porotos.

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En ese marco, está aprovechando el verano para desplegar abiertamente su campaña reaccionaria, y hasta ahora las consecuencias negativas las vienen pagando los sectores más golpeados de Mar del Plata. Cuidacoches, trabajadores precarios, feriantes, artistas callejeros: todos son enemigos válidos para su show represivo, que en las últimas semanas hasta incluyó videos de la nueva Patrulla Municipal golpeando personas en situación de calle. A Montenegro no le importa la ciudad; lo único que le interesa es proyectar nacionalmente su imagen de sheriff en base a criminalizar la pobreza, el desempleo y la falta de vivienda. La idea chata y mercantilista de que los espacios públicos solo sirven cuando "dejan plata" es parte de esa línea.

La banalidad de los comentarios del jefe comunal, obnubilado por la carne braseada y el vino, no debe hacernos perder de vista lo importante. Las políticas privatizadoras de los espacios públicos, de las que este gobierno es un ferviente defensor, siguen siempre el mismo patrón: atacar, vaciar y rematar al mejor postor. Los discursos que insisten en que la única forma de recuperar estos espacios es con dinero privado inevitablemente van acompañados de algún empresario amigo que, al final, convierte el patrimonio cultural en un negocio privado, restringiendo el acceso de todos. La Villa Victoria es al mismo tiempo un testimonio histórico y un protagonista activo de la vida cultural de la ciudad. Se merece ser más que la plataforma de campaña de un derechista miserable.


Libertad Martinez

Nacida en 1992. Profesora de filosofía e investigadora de la UNMDP. Milita en el PTS y en la agrupación de mujeres Pan y Rosas.

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