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Red Internacional
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LA EFEMÉRIDE Y SUS SIGNIFICADOS. Un periodista en cada esquina

Miles de trabajadoras y trabajadores encarnan día a día un oficio tan violento como el mundo en el que actúan. En tiempos de pandemia, la lucha contra las fake news y sus mercenarios también es parte del motor de la historia.

Daniel Satur

Daniel Satur @saturnetroc

Domingo 7 de junio de 2020 00:02

Imagen Mar Ned

Imagen Mar Ned

La efeméride marca que el 7 de junio de 1938, durante el Primer Congreso de Periodistas realizado en Córdoba, se estableció esa fecha como Día del Periodista. Se eligió ese día porque el 7 de junio de 1810 se imprimió y salió a la calle el primer número de La Gazeta de Buenos Aires, creada por Mariano Moreno.

El lema de La Gazeta era una interesante máxima liberal: “Tiempos de rara felicidad son aquellos en los cuales se puede sentir lo que se desea y es lícito decirlo”.

Transcurridos 210 años desde aquella pionera empresa y 82 desde que se le puso fecha al Día del Periodista, toda una historia (del mundo, de Argentina y del periodismo) pasó bajo el puente. Y vale preguntarnos qué porción de la sociedad puede hoy, en pleno Siglo XXI y con un desarrollo tecnológico sin precedentes, sentir lo que desea y decirlo libremente.

Significantes y significados

Para la Real Academia Española el periodismo es una “actividad profesional que consiste en la obtención, tratamiento, interpretación y difusión de informaciones a través de cualquier medio escrito, oral, visual o gráfico”. Literalmente un significante vacío (con perdón de los apasionados laclausianos del lenguaje), ya que bajo esa denominación podría asociarse a Mariano Moreno, Roberto Arlt o Rodolfo Walsh con otras personalidades de la talla de Luis Majul, Baby Etchecopar o Eduardo Feinmann.

Para la experiencia histórica de los pueblos el periodismo es un poco más que lo que afirma la escolástica colonialista y patriarcal de la RAE. Tanto para lo bueno como para lo malo, las y los periodistas (“profesionales” o no) caminan por el estrecho sendero que, dependiendo de sus acciones y omisiones, puede conducirles a integrar los catálogo del heroísmo o de la villanía. También de la intrascendencia, pero esa es otra discusión.

Y vaya si es así en estos tiempos de pandemia, comunicación embarbijada y fake news al por mayor. Como tantas otras veces en la historia capitalista de la humanidad, las y los periodistas estamos ante una prueba de fuego que marcará nuestras existencias y nuestras “carreras”. Hoy decir la verdad o mentir tiene, objetivamente, consecuencias mayores que en otros momentos.

Si las noticias transmitidas por las empresas periodísticas siempre fueron, por lógica, mercancías valorizadas en el mercado (a veces persa), en tiempos de globalización y commodities directamente “cotizan en bolsa”. Y sus beneficiarios, también por lógica, vienen siendo quienes se apropiaron a lo largo del tiempo de “los fierros” comunicacionales.

Ahí están las cuentas bancarias de Larry Pages (creador de Google), Mark Zuckerberg (Facebook), Jeff Bezos (Amazon), Reed Hastings (Netflix), Héctor Magnetto (Clarín), Daniel Hadad (Infobae), Cristóbal López (Indalo), solo por mencionar a algunos conocidos, para confirmarlo.

Y ahí están también las mil y una operaciones de prensa orquestadas desde las cloacas del Estado, desde sus policías y sus servicios de inteligencia, que encuentran voceros siempre dispuestos a contarte sus historias funcionales. Burdas correas de transmisión de las que hicieron y hacen uso todos los gobiernos, se vistan del color que se vistan.

Otra clase de imágenes y palabras

Ahora bien, si agudizamos el ojo y afinamos la puntería tal vez podamos pensar que el periodismo es, también, algo más que la compraventa de imágenes, palabras y sentidos. O, dicho de otra forma, que las imágenes, las palabras y los sentidos bien podrían eludir la lógica mercantil y ser verdaderas armas de transformación social en pos de terminar con el capitalismo comunicacional. Ba, con el capitalismo.

Porque las y los periodistas no pueden escapar al destino histórico de las mismas sociedades en las que trabajan. Y como el motor de la historia es la lucha de clases, no será nunca lo mismo ubicarse de un lado o del otro de la mecha.

Tan es así que en plena pandemia, mientras el consumo social de los medios de comunicación y las redes sociales crece exponencialmente (la cuarentena masiva no deja muchas otras opciones) y las arcas de los magnates se multiplican, tanto la verdad como las condiciones de existencia de las trabajadoras y los trabajadores de prensa están en crisis.

Si las fake news digitadas desde poderosas usinas económicas, políticas, judiciales y, obviamente, mediáticas se expandieron furiosamente al calor de las medidas bonapartistas y represivas de casi todos los Estados (justificadas en un sanitarismo capitalista sui generis); la precarización y la flexibilización encaradas por las patronales del periodismo no hicieron más que profundizar situaciones preexistentes.

Noticias de ayer

Un relevamiento realizado por el Sindicato de Prensa de Buenos Aires (Sipreba) junto a la Federación Argentina de Trabajadores de Prensa (Fatpren) indica que en los últimos seis años (bajo tres gobiernos diferentes) las trabajadoras y los trabajadores que se nuclean en el gremio tuvieron una pérdida aproximada del 50 % de sus salarios (comparando la inflación acumulada y los aumentos recibidos). Cuatro de cada diez de esas trabajadoras y trabajadores de prensa en abril tuvieron un ingreso inferior a la línea de la pobreza.

Ese mismo relevamiento indica que, en plena cuarentena por la pandemia, los despidos ilegales y las contrataciones irregulares son moneda corriente, al igual que las deudas e incumplimientos en el pago de sueldos. Y no se habla de minipymes, sino de empresas como Clarín, Diario Popular, Revista Pronto y varias más.

Para no hablar del aprovechamiento patronal del “teletrabajo”, que en lugar de ser una herramienta de mejora de algunas tareas deviene en mayor productividad empresarial, con jornadas laborales que se estiran como chicle y con costos de telefonía, internet y demás insumos básicos en un 97 % a cargo de las trabajadoras y trabajadores de prensa.

Además de estas denuncias concretas, Sipreba y Fatpren exigen al Estado la “democratización” de la pauta oficial (desde siempre entregada a discreción por cada gobierno a los grandes medios), la incorporación al programa nacional de Asistencia de emergencia al Trabajo y la Producción (APT) para los muchos medios cooperativos que funcionan en el país y la exención del pago del monotributo y la entrega de subsidios para los (también muchos) medios autogestivos y populares.

La Izquierda Diario no solo acompaña esos reclamos elementales para miles de compañeras y compañeros, sino que está en la primera línea de combate contra los mercenarios de la comunicación, luchando día a día por poner la verdad de las grandes mayorías por delante de cualquier mezquindad particular.

Donde hay que estar

Esta experiencia de casi seis años en el ruedo de los medios de comunicación masiva, nacida al calor del (y aprovechándolo) desarrollo de tecnologías que por la propia dinámica del mercado llegan a cada vez más habitantes del mundo, ya es parte (como tantas otras experiencias del pasado y del presente) de una larga historia de lucha obrera y popular contra las mentiras de los poderosos. Porque aunque hoy estén de moda, las fake news son más viejas que los trapos.

La Izquierda Diario es un medio materializado a partir de la acción decidida de miles de trabajadoras y trabajadores de Argentina, Brasil, Chile, Bolivia, Uruguay, Venezuela, México, Perú, Costa Rica, Francia, Estado Español, Alemania, Italia y Estados Unidos, con colaboración de compañeras y compañeros de otros países. Así encaramos en estos días una nueva etapa, con más producción multimedia y profesionalismo.

Sin patrones ni gerentes, sin mercenarios de la imagen y la palabra y con los recursos que las propias trabajadoras y trabajadores aportamos de diversas formas. Y aquí no hay originalidad alguna, sino tradición de clase, nacional e internacional.

Por eso, de alguna u otra manera, tenemos una o un periodista en cada esquina. Algo que ningún magnate ni capitalista puede tener, pese a sus convocatorias constantes a que las audiencias les provean de información. Una información por la que nunca pagarán un centavo pero a la que le exprimirán hasta la última gota de plusvalía.

Parafraseando a la RAE, nuestra actividad tal vez no sea todo lo “profesional” que quisiéramos. Pero nuestra “obtención, tratamiento, interpretación y difusión de informaciones” tiene una guía que nos diferencia tajantemente de quienes convierten a sus sofisticadas empresas periodísticas en muy profesionales cadenas de mentira organizada.

Periodistas para qué

Hace cinco años, sin pandemia endemoniada, desde este mismo sitio y para esta misma efeméride nos preguntábamos “¿por qué somos periodistas?”. Y nos respondíamos que lo somos porque vemos esa sociedad dividida en clases y no nos gusta. Porque somos parte de esa parte de la sociedad que, en la división, se llevó la peor parte. Y porque de a poco fuimos entendiendo que entre lo que se hace y lo que se dice hay una relación dialéctica.

También porque ya nos mintieron muchas veces para acallarnos y cuando gritamos nos dieron con el fierro en la cabeza. Y porque sabemos que si todas y todos supiéramos la verdad estaríamos en muchas mejores condiciones para pelear por recuperar todo lo que nos pertenece.

Porque nos permitimos imaginar un mundo radicalmente opuesto a esta miseria.

Una vez más nos proponemos, y te proponemos, pensar qué periodistas queremos ser y para qué periodismo.

Atentas y atentos, para que no nos pase de largo la verdad. Curiosas y curiosos, para que cuando la encontremos le saquemos hasta la última gota de sentidos. Fuertes, por si hay que correrla. Desconfiadas y desconfiados, por si se entrega sin resistencia. Abiertas y abiertos, para enamorarnos de ella si es preciso. Locas y locos, para animarnos a contar hasta aquello que nos lastima.

Hace falta ese periodismo. Un periodismo asociado estratégicamente a las mayorías acalladas. Un periodismo que, en la inevitable hora de elegir y tomar partido, lo haga por la clase obrera y los sectores populares.

Quien ejerza el periodismo tendrá que asumirse como un trabajador de la prensa. Un compañero del albañil, de la enfermera y de la empleada de comercio. Ocupando un lugar con más peligros y violencias que privilegios, al decir de Rodolfo Walsh.

Si no se asume así, aunque adquiera la maestría de la palabra, su destino será el de la triste tarea (muy bien remunerada) de defender al sistema de opresión y explotación que contrató sus servicios.

Quienes hacemos La Izquierda Diario, profesionales o no del periodismo, saludamos a las y los periodistas que no se resignan a ser un gatillo más en el pelotón de fusilamiento de la verdad. Y les invitamos a seguir forjando un batallón de manos, piernas y cabezas con el objetivo de tener cada vez más una o un periodista en cada esquina.


Daniel Satur

Nació en La Plata en 1975. Trabajó en diferentes oficios (tornero, librero, técnico de TV por cable, tapicero y vendedor de varias cosas, desde planes de salud a pastelitos calientes). Estudió periodismo en la UNLP. Ejerce el violento oficio como editor y cronista de La Izquierda Diario. Milita hace más de dos décadas en el Partido de Trabajadores Socialistas (PTS) | IG @saturdaniel X @saturnetroc

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