Fotografía: Fernanda Fiamoncini
Se publicó recientemente en Argentina tu novela El libro de los mandarines, primera traducción al castellano de un libro tuyo. ¿Qué lecturas tuvo; cómo cayó entre el público, el periodismo y la crítica?
Aún no tuve noticias de la reacción del público, si tuvimos buenas ventas, etc. En cuanto a la recepción crítica, hubo un texto de hecho muy bueno firmado por un intelectual argentino que da clases en los Estados Unidos, Fermín Rodríguez. Y el texto tuyo también me dejó muy contento, Demian; destaco por ejemplo este buen “resumen” de lo que son las diversas líneas que conforman El libro de los mandarines: “La despersonalización o ‘impersonalización’ (todos los nombres –por país o continente– se repiten, son el mismo-lo mismo), la individualización-privatización-aislamiento extremos del sujeto, la ambición y la codicia (de fama y dinero) como motores de la alienación en las capas altas de la sociedad son trabajados fina, sutilmente, en esta crítica de humor mordaz-satírico que ejecuta Lísias”.
En tanto, observo que la divulgación es un poco más larga que en Brasil: aquí los libros son discutidos solo las semanas siguientes al lanzamiento. Luego quedan olvidados o serán analizados por el público académico, actualmente alejado de la prensa –aquí en Brasil son dos mundos que se mixturan muy poco–. Creo que gradualmente El libro de los mandarines encontrará su espacio entre el público de lengua española. Será algo lento, como aquí en Brasil, seguramente; pero esa lentitud me agrada mucho. No me gusta la extrema velocidad contemporánea: ella me parece alejada de la literatura que yo practico.
¿Y cómo fue la recepción en su momento en Brasil?
El libro recibió las reseñas habituales en los diarios brasileños y después comenzó a interesar bastante al público más joven, teniendo mucho éxito en un evento bastante popular por aquí: la Copa de la Literatura. En este momento está recibiendo la atención del público académico, y también tuvo un aumento de ventas, siguiendo el suceso de la novela Divórcio: las personas leen Divórcio y luego buscan mis otros libros.
¿Por qué la elección de tomar como personaje a un gerente de banco? ¿Qué te llevó a escribir esta historia?
Cuando escribí el libro estábamos al comienzo de la actual (y larga) crisis económica. En fin: el sistema bancario estaba en el centro de las atenciones, mostrando su cara predadora y explotadora. Decidí discutir literariamente cuáles son las consecuencias humanas y humanitarias que el sistema bancario provoca. Observé que el llamado mundo corporativo tiene como uno de sus grandes triunfos invadir la vida de las personas por completo. No se trata meramente de un procedimiento respecto al horario de trabajo: las grandes corporaciones quieren invadir totalmente la vida de las personas. Mi libro intenta mostrar lo que ocurre cuando ellas lo consiguen.
Otros trabajos tuyos, como Divórcio (2013), fueron cruzados en Brasil por una “lectura literal”, lineal, asumiendo que lo que escribías era lo que vivías o viviste –es decir, rompiendo el “pacto de lectura” con la ficción y tomando tu texto como confesión–. ¿Cómo analizás esto? ¿Buscabas alguna clase de efecto así? ¿Con qué fines?
Es necesario discutir Divórcio con cierto cuidado. Algunos efectos fueron creados intencionadamente por mí, es claro. El libro necesitaba confundir ciertos protocolos de realidad, por así decir, para obtener la denuncia que buscaba. Funcionó, porque dejó a la prensa conservadora con los pelos de punta. El libro critica abiertamente a la prensa conservadora, la llamada gran prensa brasileña, ligada a los grupos sociales más conservadores. Te doy un ejemplo: hoy, dos días después del inicio del gobierno de Syriza en Grecia, los diarios casi no dan noticias sobre el asunto...
Fue necesario por parte de esos medios conservadores, así, quitar todo el aspecto político del libro para neutralizar la crítica que él propone. Y no funcionó, porque lectores universitarios muy competentes inmediatamente intervinieron y defendieron el libro. Entonces ocurrió un fenómeno muy curioso y un poco raro por aquí: la crítica altamente especializada y el público lector en general buscando el libro y disfrutando mucho de él; y la prensa conservadora intentando destruirlo, justamente por no aceptar las críticas...
Otro tema: hace unos pocos años Granta te puso entre “los mejores nuevos autores jóvenes del Brasil”. Más allá de la selección que hizo la revista ¿vos a qué autores/as jóvenes leés, apreciás y recomendás?
Muchas buenas cosas han salido de los autores jóvenes de Brasil (si consideramos jóvenes a quienes tienen mi edad, lo que siempre me parece gracioso: en la literatura soy joven, pero si estuviéramos hablando de deportes, por ejemplo, yo ya sería “un señor”). Tenemos una poesía muy buena, escrita por ejemplo por Ricardo Domeneck, Angélica Freitas, Tarso de Melo, Marília Garcia y algunos otros. La prosa aún sufre un poco con la gran presencia del marketing en la forma literaria. Aunque las ventas no sean grandes, el mercado entró y pesa fuertemente en la manera en que algunos autores jóvenes conciben sus textos. En la prosa extranjera, leí con mucho interés los libros del norteamericano Ben Lerner. También me interesé por la obra de Daniel Alarcón. En los días que pasé en Argentina el año pasado leí los libros de Pablo Katchadjian, que los encontré muy buenos.
Con respecto a nuevos trabajos ¿qué estás escribiendo? ¿Hay nuevos libros tuyos prontos a publicarse?
El mes que viene sale en Brasil una compilación con casi todos los cuentos que escribí los últimos quince años: Concentração e outros contos. Uní a mi libro anterior de cuentos nuevos textos que publiqué en revistas brasileñas y extranjeras. Estoy también comenzando una novela, pero esto demora un poco. Escribo todos los días y ahora he publicado un poco más pero, aún así, me considero un poco lento.
¿Y en relación a la poesía, la escribís? ¿Cuáles son tus poetas brasileños favoritos?
Disfruto experimentando formas diferentes de prosa, pero [en poesía] nada que tenga interés en publicar o que no considere mero ejercicio. De manera general, encuentro la poesía brasileña muy buena. Mis preferidos son Carlos Drummond de Andrade e João Cabral de Melo Neto. En el momento contemporáneo también veo bastante vitalidad en la poesía, habiendo muchas cosas con propuestas bastante diversas.
Hace unos meses le hice una entrevista al poeta del concretismo Augusto de Campos, publicada en La Izquierda Diario. Sobre la “literatura marginal” contestó: “estas manifestaciones funcionan como denuncia y reivindicación de camadas menos favorecidas de la población brasileña. Pero les falta cualidad estética, tanto literaria como musical, para que puedan situarse en un plano significativo en el mundo del arte”, y luego sigue el análisis y se enfoca en la actual “música popular” y el rap del Brasil. ¿Vos qué lectura tenés de la “literatura marginal”, los manifiestos de Ferréz, etc.?
No creo que haya una única “estética” y tampoco encuentro que las cuestiones literarias estén despegadas de la ideología. El universo de la literatura marginal es muy diferente al mío: soy bastante “escolarizado”, viví siempre en el ámbito de la clase media y mis escritores predilectos son básicamente los canónicos: Samuel Beckett en primer lugar, James Joyce y Virginia Woolf juntos, Kafka, Faulkner y Proust.
Es necesario por ello recordar que la así llamada “estética” es un espacio de opresión. Son muchas las exclusiones realizadas para la inclusión de una –así llamada– gran obra. En Brasil, además de eso, ocurre un fenómeno curioso: el “medio literario” no resiste a la sociedad. Al contrario, reproduce de manera general las enfermedades que están en la base del país. Brasil es un país racista y machista, sintomáticamente el medio literario también lo es… La literatura marginal es una estética que va en contra de ese estado de cosas, ofreciendo espacios de reacción alternativas a eso. Se trata de una reacción contraria, como la de muchos movimientos artísticos a lo largo de las últimas décadas. Es un lugar que ofrece voz y espacio a discursos que son tradicionalmente sofocados en Brasil y se constituyó, por lo tanto, en un movimiento vigoroso y bastante creativo.
Ferréz tal vez sea el principal nombre y es un pensador muy interesante, que merece ser leído y analizado con toda profundidad. Él señala al arte incluso en su posibilidad de inclusión social, y está siempre en combate. Es una figura un tanto sartriana, de las más ricas e interesantes del Brasil contemporáneo.
¿Se encuentra hoy la literatura de tu país marcada por el “regionalismo”? ¿Hay literaturas urbanas, suburbanas, rurales, “del sertón”? Pienso por ejemplo en los viajes entre lo urbano y rural que hacen algunos personajes en varios libros de Noll, en Marcelino Freire –en su novela Nuestros huesos– y en Correia de Brito con Galilea.
Creo que de hecho hay algún tipo de tránsito entre esos dos ambientes, pero yo no sabría cómo evaluar ahora, con más precisión, las razones de eso. Brasil no se convirtió en un país esencialmente moderno, aunque se haya transformado en uno básicamente urbano. Tal vez esté por ahí una de las raíces de ese tránsito.
Y en relación a los autores argentinos, ¿qué leés en narrativa y poesía?
Con excepción de los canónicos, que siempre me interesaron y que leí con cuidado ya en la época de la facultad (Borges y Cortázar), tengo gran interés por Rodolfo Walsh. También disfruto de Copi, Aira, Saer y Piglia, autores que recorrí con alguna atención. Quedé bastante fascinado por la poesía de Tamara Kamenszain y en un momento leí bastantes cosas de Arnaldo Calveyra.
Una última pregunta, referida a la situación social y política de tu país: ¿cómo ves la orientación del gobierno de Dilma, recientemente reelecta? Vos estuviste en las movilizaciones de 2013, ¿qué lectura tenés del proceso, qué perspectivas ves?
No quiero dar la impresión de que fui un participante realmente activo de las manifestaciones. Estuve en tres y participé de una protesta, donde hice un discurso bastante corto. Pero creo que las manifestaciones que comenzaron en Brasil en 2013 y continúan hasta ahora tal vez sean la más importante novedad política por aquí. En relación a las últimas elecciones, los resultados son desastrosos: Dilma Roussef nombró al ministerio más conservador de las décadas recientes, inclusive con nombres del gran latifundio agrario y de la economía más reaccionaria posible. En San Pablo, las nuevas manifestaciones están sufriendo una violencia policial bastante fuerte. El hecho es que Brasil no consiguió desmontar el aparato represivo puesto en pie durante la dictadura. Hay tortura, personas presas sin órdenes jurídicas y en todos los niveles el país parece nuevamente dirigido por la vieja oligarquía económica.
Todo el apoyo que di a las manifestaciones fue por cuenta propia. No soy parte de ningún grupo o colectivo. Siempre tuve dificultades de sumarme a grupos, y mi acción política es individual.
Lamentablemente encuentro que Brasil está de nuevo tomando un camino rumbo al conservadurismo y a políticas que hacen a la población más vulnerable sufrir las peores consecuencias. El PT se transformó en un partido con más interés en el poder que en la creación de políticas que sean realmente dirigidas hacia los más vulnerables. El resto, la oposición capitaneada por el PSDB, representa de la misma manera a las elites oligárquicas y antiguas que siempre explotaron al resto de la población. La esperanza está con los manifestantes. Sólo nos queda apoyarlos.
En cuanto a la Copa del Mundo, como es tradicional en estos grandes eventos, lo que ocurrió fue el desplazamiento de grandes parcelas de la población, de nuevo los más pobres, que tuvieron sus casas expropiadas para la construcción de grandes estadios. Los gastos fueron gigantescos y en su mayoría absoluta pagados por el gobierno. Finalmente, el resultado del partido contra Alemania debe ser, simbólicamente, el mayor desastre de la historia del deporte nacional. Así, desde todo punto de vista, la Copa del Mundo del año pasado fue un desastre para el Brasil.
Para finalizar: respondo a estas cuestiones un día después de la elección para la presidencia del senado y de la Cámara de Diputados en Brasilia. El resultado no podría ser más desastroso: el presidente del senado, reelecto con el apoyo del PT, es un viejo oligarca que ya tuvo problemas con la justicia, de larga data. En la Cámara de Diputados fue electo para la presidencia un reaccionario espantoso, representante de las iglesias evangélicas. Da vergüenza hasta citar su plataforma política; es una figura proveniente de los peores espacios nacionales.
En fin, en lo que dije respecto a la política tradicional, Brasil está cerca de lo que puede ser lo peor posible. |