El año 1810 y su derrotero fueron producto de un complejo proceso, el cual es difícil de entender si no partimos de más atrás y con la participación de otros actores que colaboraron en el desarrollo tanto del proceso rioplatense como del americano de conjunto. Debemos retrotraernos a fines del siglo XVIII, donde nos encontraremos con una Inglaterra convertida en una potencia naval y comercial desafiante, en plena industrialización. La Corona española era consciente de este enemigo de peso.
La casa de los Borbones decidió implementar a mediados del mismo siglo, una serie de reformas en sus posesiones americanas. Entre las más destacadas se encontraban la creación del Virreinato del Rio de La Plata y su división en provincias en 1776, convirtiéndose Buenos Aires en capital virreinal; el desplazamiento de los criollos de la administración y en particular de cargos de mayor responsabilidad, en favor de funcionarios españoles y en detrimento de la autonomía política criolla; y la creación de un aparato militar unificado tanto para España como para sus posesiones americanas, amenazadas por Inglaterra y su avidez de mercados, materias primas y fuerza de trabajo. A este escenario, se sumó la presión imperialista de la Francia napoleónica. Los sectores dominantes de la oligarquía terrateniente y comercial, de Buenos Aires y el Litoral, fueron los grandes beneficiarios de estas nuevas medidas. El puerto de Buenos Aires se volvió eje de la economía y se acrecentó la posibilidad de vender y comprar mercancías de ultramar, aunque con la intermediación de España.
Los hechos previos a 1810
Andando el tiempo y reformas en marcha, se suceden las Primeras Invasiones Inglesas en 1806, la cual fue repelida, no por ese ejército imperial peninsular sino por los sectores subalternos de Buenos Aires organizados en milicias, mientras el virrey Sobremonte optó por “cuidar” las Cajas Reales llevándoselas a Córdoba. Un Cabildo Abierto lo destituye y surge la figura de Santiago de Liniers como nuevo virrey. Para el año 1807, 9000 corsarios ingleses volvieron a la carga más decididos, las “milicias urbanas” vuelven a evitar la invasión. De este modo, las incursiones británicas desnudaron la debilidad del dominio español en el Río de la Plata y, contrariamente, expusieron el fortalecimiento de los grupos locales criollos, detentores ahora de un poder en armas.
La conmoción seguía en el aire y llegaron las nuevas noticias. España había sido invadida por Francia y la familia real se encontraba presa, mientras Napoleón nombraba rey de España a su hermano José. En respuesta a semejante avanzada, comienzan a erigirse Juntas Insurreccionales, en España y en América. La fragilidad del orden colonial era evidente, hasta que el golpe de gracia llegó a mediados de mayo de 1810: España fue totalmente derrotada ante el asedio de las tropas francesas. Ante la crisis imperial, el 25 de mayo de 1810, en la capital del espacio rioplatense se conforma un nuevo gobierno.
Límites y alcances del proceso revolucionario
Hasta aquí los hechos. Ahora, ¿qué significado tuvieron estos sucesos? ¿Qué tan revolucionario fue el proceso abierto en mayo de 1810? ¿Trajo aparejado reales cambios para los sectores subalternos y oprimidos? Intentaremos responder estas preguntas.
Hay dos debates a destacar sobre este proceso. El primero fue/es una respuesta de la historiografía liberal (léase Bartolomé Mitre), respecto al “carácter patrio” de la Primera Junta instaurada el 25 de mayo de 1810. Es más un mito que una realidad, por un lado porque lo que hoy denominamos “República Argentina”, política y geográficamente, no existió hasta fines del siglo XIX. Fue necesario que corra mucha agua bajo el puente y sobre todo sangre, para hablar de una “nación” o “estado” argentinos, téngase como ejemplo las guerras civiles intestinas entre federales y unitarios (ya que no había siquiera unidad de propósitos en cuanto a un proyecto económico común), la matanza de pueblos originarios y esa gran infamia que se conoce como guerra de la Triple Alianza.
Por otro lado, la famosa “Primera Junta” rendía fidelidad a Fernando VII, es decir, el primer gobierno patrio se declaraba heredero de la legalidad colonial, por tanto no cuestionaba hasta el final la dependencia de la otrora poderosa corona española.
El segundo gran debate o interrogante ¿fue una revolución social o política? A priori, diremos que ni tanto ni tan poco.
Los sectores dominantes económicamente eran por un lado, la oligarquía criolla y comercial de Buenos Aires que fue la gran ganadora con la creación del Virreinato del Rio de la Plata; y por otro la oligarquía del Interior. Si pensamos de conjunto el proceso revolucionario de 1810 hasta la declaración de la Independencia en 1816, no se afectó la estructura de la sociedad. Y si bien hubo participación de esclavos que huían de sus amos para enrolarse en las milicias urbanas o en el “ejército revolucionario” por la libertad, y emergen aspectos radicales (necesarios para una real emancipación) como la política de Castelli en 1811 sobre la liberación de los indios y su igualdad como ciudadanos o la supresión de títulos y signos de nobleza, la estructura de la sociedad no se transformó en absoluto. Los que detentaban el poder económico, lo siguieron conservando.
Al comienzo dijimos que la oligarquía bonaerense y del Litoral tuvo grandes beneficios por el comercio, tanto para comprar como para vender, aunque con la intermediación de España. Si bien la Corona en algún momento tuvo que flexibilizar el comercio del Virreinato con Inglaterra, fue un intento de ganar tiempo a retrasar su propia crisis. La oligarquía porteña quería liberarse del yugo peninsular para hacerse del control del Estado y tener absoluta autonomía política, su objetivo fue derribar a esa capa de “mandones” de alto rango (virreyes, gobernadores, etc.) que protegían los intereses materiales de España y así poder establecer contactos comerciales directos con Europa. Para la oligarquía del Interior la revolución era un modo de escapar del centralismo virreinal que la dejó sin posibilidad de formar parte de la casta de funcionarios. La dependencia de España era una traba para los negocios con Inglaterra.
A pesar de estos límites y los alcances que tuvo, la Revolución de Mayo, es parte de un proceso político-social de luchas independentistas contra España, expresadas a lo largo y ancho del continente americano, entre sus precedentes se encuentra la rebelión de Túpac Amaru y la revolución de los esclavos insurrectos de Haití.
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