Aunque últimamente parece que Hollywood saquea las librerías no como homenaje a la literatura sino porque anda corto de ideas, la adaptación de obras literarias a un formato cinematográfico es un recurso que se remonta a los inicios del cine. Pero también ha sido ocasión de una extensa producción de animaciones que exploran relatos clásicos a lo largo de la historia y los desarrollos de la ilustración y animación. Hoy recomendamos algunos de estos cortos, realizados con distintas técnicas y homenajeando a autores, también, muy distintos entre sí.
“El corazón delator” de Edgar Allan Poe
Publicado en 1843, el cuento de terror gótico que inspiró también a Lou Reed y Soda Stereo, fue versionado en 1953 con guión de Bill Scott and Fred Grable por Paul Julian, de la United Productions of America, con un estilo entre el surrealismo de Dalí y el expresionismo alemán.
“El corazón delator” de Edgar Allan Poe
“Continuidad de los parques” de Julio Cortázar
El cuento publicado en 1964 que es un ejemplo de lo que se llama habitualmente el recurso de la “caída en abismo” –un juego de referencias cruzadas entre texto y realidad cuyo inquietante efecto es hacernos dudar de cuál es cuál– fue versionado por Mariano G. Aponte en 2002, en blanco y negro y en menos de un minuto.
El viejo y el mar de Ernest Hemingway
Escrita en 1951 en Cuba, la novela del escritor norteamericano fue hecha película también, pero Aleksander Petrov se inclinó por un corto de animación que presentó en 2000. Eligió hacerlo a modo de una pintura al óleo en movimiento.
“La nariz” de Nikolai Gogol
El relato de la nariz que abandona al oficial ruso para recorrer por su cuenta las calles de San Petersburgo, de 1836, fue versionado por Alexander Alexeieff y Claire Parker en 1963, con una técnica que extraña: pinchazos en la película que generan luces y sombras únicas.
La condesa sangrienta según Valentine Penrose, Alejandra Pizarnik y María Negroni
Basadas en el relato popular sobre la aristócrata polaca Erzebet Bathory, que secuestraba y torturaba chicas buscando la belleza y la juventud, la escritora francesa Valentine Penrose escribió su relato con ese título en 1962; Alejandra Pizarnik, con el mismo título, hizo lo propio en 1971, y María Negroni lo analizó en 2003 en El testigo lúcido. Con esas tres fuentes María Allemand lo animó en 2007.