Tras doce años de decanato de Roberto Nahum, Davor Harasic ganaba el 24 de abril de 2015 en segunda vuelta las elecciones a decano con un discurso progresista que tomaba elementos generales de la situación nacional planteadas por el movimiento estudiantil traducidos al lenguaje de la excelencia académica y de retomar el prestigio con una mirada social. Se iniciaba así un nuevo ciclo político para la facultad de derecho con la promesa de una "modernización progresista" que generaba expectativas e ilusiones, enarboladas por sus para nada tímidos partidarios del estamento estudiantil
Algunas fuerzas políticas como Izquierda Autónoma , quien a finales de ese mismo año asumía la conducción del Centro de Estudiantes, sostenía que los estudiantes teníamos "reales" posibilidades de incidencia en el nuevo proyecto modernizador del decano Harasic, asumiendo un rol de "independencia participativa" en el proyecto de las nuevas autoridades.
Esta tesis de incidencia era la expresión local en derecho de la línea política de Izquierda Autónoma en la dirección del CONFECH acotada a objetivos programáticos bastante limitados por no decir cosméticos (como discutir sobre tal o cual asignación presupuestaria o tal o cual cantidad de votos en consejos de departamento donde no existía posibilidad real de participar o la confianza en tal o cual académico de "excelencia" para el porvenir de la Facultad). Los hechos hablaron por sí solos para demostrar lo ilusorio que era confiar en la posibilidad de incidir en la agenda del nuevo Decano.
2015, 2016, 2017: tomas contra el subcontrato y represión
Ese mismo año 2015 en aras del proyecto "modernizador" Davor Harasic anunciaba el fin del subcontrato, pero cuya consecuencia implicaba el despido masivo de todas las funcionarias del aseo y de la mantención del régimen de externalización de servicios y de precariedad laboral para los trabajadores del Casino. El abogado de PENTA que ganaba 160 millones de pesos, se desprendía de trabajadoras que ganaban menos de 160 mil, administrando a las trabajadoras de la facultad, no solo de manera autoritaria, sino que despersonalizándolas hasta convertirlas en un mero antecedente en el balance contable de la facultad.
La primera jugada de decanato motivo una toma estudiantil de corta duración que fue bajada casi unánimemente por prácticamente todas las organizaciones políticas que iban desde las Juventudes Comunistas, los autónomos hasta el Somos y Contracorriente, y que eligieron confiar en el diálogo con decanato, es decir, en quien no revirtió la decisión final de cómo implementar el subcontrato. Vencer y Gesta Libertaria, por su parte, se configuraban como oposición, impulsando la movilización como única forma de enfrentar a decanato.
La "Universidad del siglo XXI" como modelo de educación superior de Izquierda Autónoma, buscaba proyectar las demandas del movimiento estudiantil en un supuesto programa de excelencia académica para dialogar con aquellos sectores preocupados por preservar el "prestigio de la universidad" por sobre los planteamientos que cuestionaban los pilares estructurales que marginaban a miles de jóvenes de la educación universitaria.
Conocida es la oposición de Izquierda Autónoma, que ha devenido en un planteamiento ambiguo y sin defensa real alguna del acceso irrestricto, eligiendo las formulaciones de "extensión y vinculación social" sin formulación o bajada concreta. Este modelo se cruzaba intrínsecamente con el modelo modernizador de Harasic, aunque claramente la "incidencia" terminó siendo insostenible incluso para quienes la sostenían, ante la apuesta de Harasic por fortalecer los aspectos gerenciales y autoritarios coherente con un modelo que no busca romper, sino preservar el modelo de mercado.
Los meses fueron pasando y los intentos del decanato de asfixiar la vida universitaria y la organización estudiantil, limitando el uso de los espacios, colocando restricciones a la realización de actividades políticas, sociales, de esparcimiento y culturales, solo encontraban resistencia por parte de un grupo de estudiantes y organizaciones de izquierda, entre las que nos encontrábamos desde Vencer dando una pelea sin cuartel, negándonos a renunciar a todo lo que habíamos conquistado el 2011 en términos de organización estudiantil. El silencio y aceptación pasiva del resto de la izquierda solo fortalecía día a día a decanato.
Hasta que llegó el momento de un nuevo enfrentamiento abierto el año 2016. Esta vez decanato decidió aplicar el reglamento de eliminación para barrer no solo con estudiantes que por sus condiciones socio-económicas les era más difícil sostenerse en la Facultad, acción que de por si ameritaba una movilización, sino que también contra militantes de izquierda. Los meses de resistencia permitieron a los estudiantes estar preparados, y en una masiva asamblea de escuela con 480 votos contra 100 se daba inicio a una nueva toma, que esta vez duraría más de tres semanas y que también contó con el rechazo de Izquierda Autónoma, quienes apostaban por reconducir el conflicto a instancias de diálogo sin movilización activa, por tanto estériles.
El masivo apoyo estudiantil a la toma marcaba una nueva relación de fuerzas entre estudiantes, que se canalizo en una mayor irradiación de su fuerza en los sectores más precarizados de los funcionarios e incluso de académicos, aunque más de alguno con objetivos más oportunistas. Sin embargo, fue la primera vez que las bases de apoyo de decanato se veían cuestionadas.
Negociaciones para dialogar, y no para imponer nuestras demandas
Pese a que las demandas iniciales se extendieron rápidamente a la necesidad de reemplazar la estructura autoritaria universitaria esta no logró plasmarse en un plan de acción que supiese dar cohesión a la fracción estudiantil, heterogénea ideológicamente por lo demás, respecto a como enfrentar la negociación con decanato, para ampliar el rango de la movilización al resto de la universidad y poder quebrar las bases de apoyo de decanato sostenidas por la burocracia de funcionarios y los académicos, dirigentes históricos que mayoritariamente se encontraban unidos tras el "proyecto modernizador". La inexperiencia y la tibieza de quienes dirigieron las negociaciones, nos jugó en contra frente a las habilidades de un negociador experimentado como Davor Harasic.
Sin embargo, esto no fue lo único que nos jugó en contra, sino que también lo hizo el bloqueo permanente a que la movilización cuestionase más profundamente los pilares de la educación de mercado que constantemente sostenía la tesis de la incidencia, hegemónica desde ese entonces en el movimiento estudiantil.
La dura derrota estuvo aparejada con la acentuación del reflujo del movimiento estudiantil, la normalidad volvió a las aulas y sobre nosotros recaían las críticas de haber reventado "las fuerzas del movimiento", cuando estas, según los “críticos” que se negaron desde un principio a la movilización, debían canalizarse en la incidencia pacifica, con presiones parciales.
¿Incidencia pacífica o desarrollo de la fuerza de la movilización?
¿Podía ser la incidencia la táctica acertada de los estudiantes? La movilización del 2016 aún siendo fue una resistencia a un ataque parcial demostró la correlación de fuerzas sólidas con las que contaba Harasic. Un programa mínimo de maquillajes cosméticos difícilmente movilizaría volúmenes de fuerza lo suficientemente grandes como para enfrentar a las autoridades, solo objetivos políticos ambiciosos son capaces de generar una correlación de fuerzas a la altura, es decir extender a los trabajadores de la facultad y sectores de académicos precarizados, así como al resto de la universidad, fuerzas que eran necesarias para enfrentar tal situación.
La tesis de la incidencia solo permitió que tal cohesión no pudiese ser llevada adelante privilegiándose acuerdos por arriba entre representantes sin desatar la organización efectiva y en última instancia los objetivos mínimos no lograron cambiar en una coma el proyecto modernizador y finalmente solo podían terminar por legitimarlo y acentuar más la relación favorable al Decano.
Paralelo a eso Harasic aprobaba el protocolo antimovilizaciones que solo motivó una tibia respuesta de parte de las dirigencias estudiantiles de ese entonces. Harasic se preparaba para nuevos ataques.
Ante tal situación favorable Harasic decidió dar un paso más audaz el 2017, ya no dando un ataque parcial, sino que arremetiendo con todo para fortalecer un proyecto de mercado en la Universidad, con la propuesta de aumento de matrículas que precarizaba enormemente las condiciones de estudio y de trabajo. La tesis de incidencia era derrotada ante el silencio de sus defensores, y pese a lo debilitado del movimiento estudiantil en la Facultad, este reaccionó y una nueva toma de varias semanas se desarrolló. Nuevamente las demandas se limitaron a un programa mínimo limitado a lo posible dentro de la estructura jurídica.
El rechazo a Harasic que ya llevaba años gestándose entre estudiantes y funcionarios/as, tras los múltiples ataques parciales nunca se canalizó en la exigencia de la salida del "pentadecano" y su reemplazo por un co-gobierno triestamental electo democráticamente, planteamiento histórico del movimiento estudiantil como contraposición a la administración gerencial de Decanos y Rectores de la educación de mercado, incluso aquella que se disfraza de pública. Pese a que Harasic accedió a puntos mínimos finalmente, terminando el conflicto en una situación de "equilibrio relativo", el 2018 comenzó con el proyecto modernizador en marcha, mostrando lo insuficiente de un programa mínimo para construir fuerzas concretas favorables a los estudiantes y funcionarios.
Rectores y Decanos: gestores y administradores de la educación de mercado
¿Cual es el trasfondo de este proyecto "modernizador"? Tras los cuestionamientos a la educación de mercado por el movimiento estudiantil con la demanda de educación pública, gratuita y de libre acceso, quedo develada la profunda crisis en la que estaban sumidas las universidades públicas debido al abandono del Estado de las mismas, para fortalecer el negocio de los empresarios de la educación.
En tal escenario, para administrar la educación de mercado , era necesario de parte de las autoridades universitarias ciertas reformas que permitiesen darle mayor libertad de acción para contener la fuerza movilizadora que cuestionaba su existencia, así como de disponer de herramientas para descargar sobre los funcionarios y académicos los costos de la crisis educativa, privilegiando una orientación al servicio del mercado y la venta de servicios a empresas, como lo son el modelo de Beauchef (FCFM) y de FEN. Una de estas ayudas vino del gobierno de la nueva mayoria quien con la ley de universidades del estado le otorgo el marco jurídico a las autoridades para precarizar aún más las condiciones laborales y de estudio al servicio de las ganancias de los empresarios, que de manera directa e indirecta se sirven de la educación para sus intereses.
Y así es como vino la movilización feminista del 2018, cuyos balances, procesos y resultados serán fruto de reflexiones posteriores. Pero lo que ya es un hecho es el profundo cuestionamiento a las autoridades universitarias y a la estructura institucional que reproduce y ampara la violencia machista.
En este contexto es que renuncia Harasic, con un discurso firme en lo esencial con el proyecto modernizador y de rechazo a la movilización. Tal renuncia ha generado un verdadero terremoto político y ha evidenciado la incapacidad de las organizaciones políticas, dirigentes o no, de plantear una salida independiente de las autoridades y progresiva para el momento. Desde Izquierda Autónoma a Contracorriente han salido a hacer diagnósticos sobre el modelo de mercado presente en el proyecto de Harasic, certero en sus aspectos generales, pero sin una salida programática que permita armar a los y las estudiantes en el contradictorio escenario que se avecina. Ante sus ojos la renuncia ocurre como algo inesperado sin analizar de fondo los movimientos en la coyuntura que se mueven en torno a la decisión de Harasic.
Durante los últimos días y tras un mes de silencio el gobierno de Sebastian Piñera ha retomado la agenda educativa en concordancia con pronunciamiento de principio de año del tribunal constitucional de relegitimar el lucro en la educación, con el claro propósito de fortalecer el modelo de mercado profundamente cuestionado desde el 2011. Para avanzar en esta línea el gobierno requiere de autoridades universitarias fuertes que implementen la línea del gobierno. Por eso es que el ministro Varela ha salido a manifestar su preocupación por la renuncia de Harasic, y se apronta a alinear a rectores y decanos para que salgan fortalecidos del proceso de negociaciones que viene en curso.
Para atacar a los aspectos estructurales: ¡Votación universal de las autoridades!
¿Por qué salir entonces en este escenario a cuestionar la irresponsabilidad del decano en vez de aprovechar el momento para plantear una salida de fondo al conflicto? La próxima semana un Consejo de Facultad, donde solo vota un selecto grupo de académicos elegirá al sucesor de Davor Harasic. Aprovechando el momento de debilidad institucional ¿No es momento acaso de reponer las demandas históricas de los estudiantes, como el cogobierno universitario electo por votación universal?
El "vacío de conducción" del movimiento estudiantil se expresa en que en el momento decisivo, en que el gobierno retoma la ofensiva y la institucionalidad universitaria se rearma, pero a su vez las movilizaciones aun son generalizadas, no hay una línea tajante de retomar el programa histórico estudiantil, exigiendo un Financiamiento Integral del Estado a las universidades públicas para garantizar educación gratuita, democrática, de libre acceso para terminar con los pilares estructurales que sostienen la educación sexista y de mercado.
Sin embargo este "vacío" es contradictorio en la medida que una ausencia de dirección siempre es ilusoria y a lo más transitoria. Quienes defienden el programa mínimo hoy aprovechan "este vacío" para conducir la fuerza del movimiento en función de las negociaciones en el Parlamento o en el Gobierno. Ninguno de los dos caminos por sí solo, sin desplegar la fuerza movilizada de miles en las calles con un programa claro, entregará respuestas al movimiento estudiantil y al de mujeres y solo cimentará el camino de una nueva derrota.
La renuncia de Harasic no significo su caída. La debilidad transitoria del régimen universitario rápidamente puede cerrarse a favor de las autoridades y el Gobierno en la medida que las bases estructurales del proyecto modernizador de Harasic siguen intactas. Sin arrancar la votación universal y triestamental inmediata de las autoridades, este proyecto seguirá en marcha, con nuevos personajes que se encargarán de implementarlos, y si las direcciones estudiantiles insisten en la incidencia por sobre la construcción de relaciones de fuerza concretas necesarias, probablemente los acontecimientos se desarrollaran para las nuevas autoridades en un escenario que les será aún más favorable.
¿Se prepara Harasic, el abogado que levanto el año 1997 la candidatura a Decano de Pablo Rodriguez, fundador de Patria y Libertad, para un mejor escenario favorable a su proyecto? ¿Quién reemplazará a Harasic si su renuncia fue parte de una pugna interna en un proceso de reacomodo de fuerzas al interior de las autoridades, para enfrentar un nuevo escenario de implementación del programa del Gobierno?
Tales preguntas nos plantean la hipótesis de que es posible que los estudiantes puedan avanzar decididamente sobre la situación, unificándose junto a trabajadores, mujeres, docentes y funcionarios precarizados para aprovechar el momento y avanzar a enfrentar el programa del gobierno y modificar estructuralmente la institucionalidad universitaria. La derrota parcial del 2016 sentó la lección de que solo con un programa político que apele a transformaciones estructurales podemos generar las correlaciones de fuerza para generar cambios sustantivos.
¡Nuestras demandas siguen intactas!: Votación universal y financiamiento integral para la educación pública
Nos encontramos en un momento que hace apremiante reponer el horizonte de victoria es importante destacar a quienes insisten en tesis que la realidad ha demostrado como derrotadas, que no hay transformaciones parciales posibles sin un programa de reformas estructurales. Ahí donde existe la ambigüedad o el vacío programático, el modelo de mercado penetra en los espacios abiertos. La tesis de la incidencia ha sido derrotada una vez más, pero al programa de educación gratuita y de reforma universitaria, estrechamente ligado al cuestionamiento profundo al régimen heredado de la dictadura que lo sostiene aún no le ha llegado su hora definitiva, ni han podido pese a todo infringirle una derrota que liquide toda resistencia ¿Está por llegar ese momento, si es que no aprovechamos la situación abierta momentáneamente?
Las y los estudiantes cargamos con muchas derrotas a nuestras espaldas, las que no nos hacen suponer que no daremos la siguiente batalla. Y todo indica que si aprovechamos el momento, los estudiantes podemos anotarnos una victoria e imponer de inmediato la votación universal y triestamental de las autoridades en Derecho, lo cual sería un triunfo para las y los compañeros de la Facultad, pero a la vez, un importante incitador al resto de la Universidad, para modificar las antidemocráticas elecciones, y avanzar decididos a un cogobierno universitario. |