Collage realizado por Alicia Ciciro
El 20 de junio de 1973, luego de 18 años de proscripción, regresaba a la Argentina Juan Domingo Perón acompañado de una comitiva entre las que se encontraba el presidente Héctor Cámpora.
Si en el golpe gorila de 1955 Perón se fue para “evitar un baño de sangre”, lo que terminó haciendo fue templar a una vanguardia obrera que desafiaba a la burocracia sindical y hasta a las propias dictaduras que le siguieron. Tal es el ejemplo del Cordobazo como punto álgido de la lucha de clases, una gran semi-insurrección obrera y popular que soldaba la unidad con el movimiento estudiantil en las calles, una experiencia a tono con el ascenso mundial nacido a partir del Mayo Frances de 1968.
La dictadura de Lanusse, viendo que ya nada frenaba la insurgencia obrera, sacó una carta bajo la manga: el GAN (Gran Acuerdo Nacional). Un acuerdo de todos los partidos patronales para traer a Perón de vuelta y que sea éste quien “calme” al movimiento obrero.
En marzo de 1973 Cámpora ganó las elecciones y el operativo retorno se puso en marcha. El marco del regreso era de un creciente enfrentamiento entre, por un lado, la derecha del peronismo conformada por los matones de la CGT de Rucci y milicos afines a Perón y a López Rega como el Teniente Coronel Jorge Osinde. Por el otro los sectores que formaban parte del peronismo de base conformado por la llamada Tendencia Revolucionaria integrada por Montoneros, FAP y la JP.
El día esperado llegó y aquí mi entrevistado Emilio, que en ese entonces era militante Montonero de 17 años así lo recuerda:
“Bueno yo salí de la fábrica de sillas donde trabajaba en Munro y de ahí fui a Los Polvorines a juntarme con los muchachos de la Unidad Básica para ir a Ezeiza, acá venían muchos pibes que eran universitarios. De acá nos fuimos en colectivos, camiones, autos, todo lo que pudiera transportar gente… y llegamos a eso de las 12 de la noche del 19 de junio. Fuimos a pasar la noche.
Había mucha efervescencia en la gente, porque ya había ganado Cámpora y levantó la proscripción al peronismo.
Llegamos y nos fuimos haciendo lugar entre la gente, uno quería estar lo más cerca posible del palco viste, estábamos como a 300mts. Porque la gente estaba acampando en su lugar, tenían los canastos con sándwiches, imaginate que en esa época no había nada de plástico así que las botellas eran de vidrio.
Cuando empezó a amanecer había sensaciones extrañas porque había muchos rumores. Por un lado decían que nosotros los montoneros íbamos a hacer quilombo junto con los estudiantes. Había como un ambiente a fiesta pero se olfateaba como que no estaba bien la cosa viste. Estaba el clima enrarecido. Había muchos que decían: ‘Estos zurdos de mierda’ otros decían que el Comando de Organización quería arruinar todo, había acusaciones mutuas”.
Entonces empieza la represión…
“Primero hubo escaramuzas cerca del palco, mirándolo de frente eso fue a la izquierda del mismo, por donde tenía que entrar la columna sur encabezada por Montoneros.
Ahí hubo enfrentamientos, se calmaba la cosa, después volvía a empezar.
Fue a los palazos, se hablaba de que había habido apuñalados. Como no había teléfonos te enterabas por rumores. Ahí empezaron las corridas y vos te ibas para atrás porque la misma gente te llevaba. Yo era flaquito, tenía 17 años y te arrastraban.
Después empezaron los tiros desde el escenario para los pinos. Y de ahí decían que había francotiradores que lo querían matar a Perón.
Después las ambulancias iban y venían y sacaban heridos y heridos, porque había mucha gente pisoteada, golpeada, baleada. Había muchos puestos de enfermería por todos lados, porque la gente se descomponía.
Esas horas fue un desastre porque nos perdimos entre todos los que fuimos del barrio. Fue como una gran psicosis porque vos tenías que correr para algún lado. Entonces era cuestión de subirse a cualquier cosa para irse de ahí.
Hacia la noche estábamos todos en casa en el comedor mirando las noticias porque seguían transmitiendo y yo mucho no quería contar lo que había visto, lo que había pasado. Es como que… quedas en shock viste. Cuando me di cuenta yo mismo tenia manchas de sangre en la camisa”.
Vale aclarar que las ambulancias que según mi entrevistado “iban y venían y sacaban heridos” eran de dos tipos. Las genuinas y las que desde el Ministerio de Bienestar Social se usaron para cazar manifestantes, transportarlos al Hotel Internacional de Ezeiza y torturarlos. Allí se encontraba el cuartel general del operativo represivo, comandado por Osinde. Mientras tanto el avión en el que Perón debió arribar a Ezeiza fue desviado a Morón, al aeródromo militar y allí bajo. En sus declaraciones, nunca condeno el accionar represivo. Y tomó partido por la burocracia y los matones que habían dado un escarmiento a los miles de jóvenes que cantaban “¡Perón, Evita: la patria socialista!”.
Lejos del “socialismo” y la “liberación nacional”, Perón no solo no condenó la represión, sino que le dio el visto bueno. Hablo de “infiltrados” para referirse a los sectores de izquierda.
El 13 de julio Cámpora renuncia siendo reemplazado por Raúl Lastiri -yerno de López Rega- hasta que en Octubre asumió Perón.
La teoría del “cerco”, o que Perón estaba muy mal aconsejado, no resisten prueba alguna. El general sabía muy que había tomado partido por los pistoleros de la CGT y López Rega, que serían la base para formar la banda paraestatal conocida como la Triple A.
Así, la Masacre de Ezeiza no fue más que la “escuela de guerra” de la derecha peronista que atacaría a la vanguardia obrera, estudiantil y popular y que lentamente, ya sin Perón, desembocaría en el golpe del 24 de marzo de 1976. La guerra era contra el pueblo trabajador y para completar la sumisión del país a los dictados del imperialismo norteamericano. |