Entre el 2 de junio y el 8 de julio de 1975 el país se vio conmovido por una creciente movilización obrera contra las medidas anunciadas por el ministro de Economía Celestino Rodrigo. Empujado por la crisis económica internacional y sus efectos en la arena local, el gobierno de Isabel Perón debió recurrir a un golpe contra el nivel de vida de los trabajadores y las clases medias ante la bancarrota económica. El Pacto Social (1), con el que Perón había pretendido controlar al movimiento de masas, estaba quebrado. La decisión de no homologar los Convenios Colectivos de Trabajo (2) y congelar los salarios, la liberalización de los precios del combustible y » de los artículos de primera necesidad, la escalada inflacionaria inaudita y el ajuste en la planta del personal del Estado para endeudarse con el FMI, fueron el núcleo de lo que se conoció como “Rodrigazo” (3) .
La oposición obrera se expresará con toda su fuerza en las jornadas revolucionarias de junio y julio de 1975, el punto más alto en el enfrentamiento de la clase obrera argentina con su dirección histórica: el peronismo y su burocracia sindical. En ese período surgirá un doble poder, embrionario, en el terreno de la producción, expresado en las Coordinadoras Interfabriles de la Capital Federal y el Gran Buenos Aires.
El 3 de Julio de 1975
Desde los anuncios del Plan Rodrigo la oposición obrera crece del plano sindical al político. No hay provincia, ciudad o localidad del país que no estuviera conmovida por la enorme resistencia. En Gran Buenos Aires, Capital y La Plata se da el fenómeno más avanzado de autoorganización obrera que desafía a la burocracia peronista. El 27 de junio la CGT convoca a un paro. Ese paro, se convirtió –en gran medida por el rol de las Coordinadoras Interfabriles– en un paro general de 24 horas y una movilización de masas que elevó sus demandas al terreno político del enfrentamiento abierto al gobierno de Isabel. Pero será el 3 de julio de 1975 cuando las coordinadoras mostrarán su gran poder de movilización cercando la ciudad de Buenos Aires.
En la zona norte del Gran Buenos Aires, desde el mediodía las columnas obreras de Pacheco arriban a la Panamericana. Eran 10.000 obreros de Ford, Terrabusi, Alba, Editorial Abril, Matarazzo, Laboratorio Squibb, IBM, astilleros de San Fernando y Tigre y las principales metalúrgicas de la zona norte. La Prensa relata los hechos de la siguiente manera:
“…volvieron a repetirse las movilizaciones con la modalidad de los días anteriores, asambleas (…), huelga de brazos caídos y abandono del lugar al promediar la tarde. Pero esta vez los trabajadores de diversas plantas metalúrgicas, textiles, alimentación, mosaístas y otros sectores se concentraron (…) en la ruta Panamericana frente a Fanacoa, con el propósito de marchar encolumnados hacia Plaza de Mayo (…) El objetivo de la movilización era solicitar la vigencia de la ley 14.250. (…) Los manifestantes coreaban (cantos) agresivos contra los ministros de Bienestar Social y Economía (…)" [4] .
En General Paz, la manifestación será detenida por un cordón de carros hidrantes y tanquetas de la policía. Las columnas eran custodiadas por escuadras de militantes del ERP y Montoneros, aunque los obreros tenían sus propios métodos y grupos de autodefensa equipados con molotovs, caños y miguelitos. En la zona sur del Gran Buenos Aires:
“ …vehículos cuyos choferes responden a la comisión coordinadora interlíneas fueron utilizados para trasladar trabajadores de las fábricas de la zona sur (…) que habían hecho abandono de tareas. El operativo fue montado por las comisiones internas de esos establecimientos y tenía como objetivo llegar a Plaza de Mayo (…). En la zona sur, 5.000 manifestantes, con fuerte presencia de los choferes de colectivos agrupados en la UTA, se enfrentaron a la policía en Puente Pueyrredón” (5) .
En la zona oeste del Gran Buenos Aires la movilización agrupó otros tantos trabajadores, centralmente metalúrgicos y estatales, que fueron impedidos a su vez de marchar sobre la Capital.
En La Plata también se vivía un clima de tensión y los obreros movilizados por la coordinadora enfrentan a la dirigencia burocrática regional. Un delegado del Astillero Río Santiago de ese entonces relata: “la calle que desemboca al camino hacia La Plata se empezaba a llenar de compañeros. Más de 5.000 trabajadores del Astillero iniciaban una histórica marcha” (6) . Otro testigo recuerda que:
“La llegada de las columnas a los límites de La Plata fue recibida con algarabía por importantes grupos de estudiantes secundarios y de trabajadores (...). Por el Centenario y el Gral. Belgrano llegaban Siap, Ofa, Indeco y Corchoflex; desde Berisso aparecían los trabajadores del Swift, por el otro acceso que une Ensenada con La Plata se movilizaban juntos los trabajadores de Petroquímica Mosconi y los obreros de la construcción (...). La Av. 44 era atravesada por los obreros de Kaiser Aluminio y los textiles de Petroquímica Sudamericana; a todos ellos se le sumaron trabajadores de los talleres aledaños, judiciales, de sanidad y municipales (...). A la una y media de la tarde diez mil obreros manifestaban frente a la sede de la UOCRA (sede provisoria de la CGT regional) (...). Rubén Diéguez de la UOM salió al balcón para atribuirse la paternidad de los “triunfos” paritarios. Los de Propulsora (...) lo chiflaron. Uno de los representantes de esta fábrica propone: “Si estamos todos de acuerdo en la vigencia de la ley 14.250, entonces le pedimos que salgan de atrás de estas rejas para que podamos formar una comisión única de lucha” (...). Un miembro del Secretariado de la CGT afirma que estudiarán la propuesta. Mientras esperan (...) la policía provincial (...) comienza a tirar gases a los manifestantes (...). Cientos de grupos se enfrentaron con la policía, dieron vuelta coches, quemaron gomas. Había comandos del ERP y Montoneros; había muchos que, sin ser guerrilleros, habían llevado “el 22”. Desde un edificio en construcción al lado de la UOCRA, varios tiradores hostigaban a la policía. La lucha en las calles duró hasta las 6 de la tarde (...). Ese día, (...) se lo recuerda en La Plata como uno de los hitos más importante de la historia del movimiento obrero” (7) .
La acción coordinada de la policía y el rol de la burocracia sindical impide que ese 3 de julio una enorme manifestación obrera arribase a la Capital. Sin embargo no podrán evitar que la fuerza de la movilización de las bases avance por otra vía. La burocracia acorralada deberá convocar a la huelga general contra el Rodrigazo.
El fantasma de un 17 de octubre proletario contra el gobierno peronista
El peronismo tiene como fecha inaugural el 17 de octubre de 1945, una huelga general política organizada por algunos sindicatos de base que superaron a los dirigentes burocráticos. El proletariado va a irrumpir en Plaza de Mayo apoyando, paradójicamente, el liderazgo de un coronel nacionalista burgués.
Treinta años después, los hechos que describimos muestran que el fantasma del 17 de octubre hacía su aparición, pero esta vez, contra el peronismo en el poder. El 3 de julio de 1975, el desafío del cruce a la Capital, tenía un blanco: Isabel Perón y sus odiados ministros, Celestino Rodrigo y José López Rega, el jefe de las Tres A. Había que frenarlo y lo lograron. Pero la astucia de la historia dará toda su vigencia a esa famosa frase pronunciada por el mismo Perón en 1946: “el pueblo marchará con los dirigentes a la cabeza o con la cabeza de sus dirigentes”. El 4 de julio la dirección de la CGT y las 62 Organizaciones peronistas debieron ceder y para evitar ser desbordados convocarán a un paro nacional por 48 horas para los días 7 y 8 de julio. Se iba a producir la primera huelga general política contra un gobierno peronista.
Venus de las olas
La huelga política estaba decretada en las fábricas y en las calles, mucho antes que en las oficinas de los dirigentes. Rosa Luxemburgo escribió que: “del huracán y la tormenta, del fuego y la hoguera de la huelga de masas y de la lucha callejera surgen, como Venus de las olas, sindicatos frescos, jóvenes, poderosos, vigorosos” (8). Las comisiones internas, los cuerpos de delegados, las coordinadoras interfabriles fueron la “Venus de las olas” que organizaban el ascenso obrero, en la tormenta social de las Jornadas de junio y julio de 1975. En ellas estaba lo más combativo de la vanguardia obrera que tenía su base en las comisiones internas y cuerpos de delegados de fábricas y establecimientos que se contaban entre los más importantes del país.
Las coordinadoras aglutinaron a una importante fracción de los trabajadores industriales y de los servicios, cerca de 130.000 teniendo en cuenta su representación fabril, y disputaron en el territorio de la fábrica el poder a los capitalistas. Divididas territorialmente agrupaban a 129 comisiones internas y cuerpos de delegados de las principales empresas de la industria, en las zonas Norte, Sur, Oeste, La Matanza del Gran Buenos Aires, La Plata-Berisso-Ensenada y Capital, sin contar su peso relevante en la región de San Lorenzo y Córdoba. Su influencia se extiende aún más si se tiene en cuenta la presencia de delegaciones en los dos plenarios nacionales realizados.
Estas organizaciones eran una novedad en el conurbano bonaerense, centro político y estratégico de la gran industria. Participaban fábricas emblemáticas por su peso en la producción y de tradición combativa. La Ford, Astilleros Astarsa, la autopartista Del Carlo o la cerámica Lozadur en la zona norte. En la coordinadora de la zona oeste, el corazón estaba en la metalurgia destacándose fábricas como Indiel, Santa Rosa, Man, además de la papelera Mancuso y Rossi o la automotriz Mercedes Benz. En la zona sur del gran Buenos Aires tenían peso metalúrgicas como Saiar, empresas del vidrio como Rigolleau y Cattorini y las líneas de colectivos. En Capital los subtes tenían su propia coordinadora, once comisiones internas de los bancarios participaban de los plenarios nacionales; entre las fábricas más importantes destacaban las de la alimentación como Noel y Águila. En La Plata-Berisso y Ensenada participaban gigantes como Hilandería Olmos, Propulsora Siderúrgica, Swift y Astilleros Río Santiago. En Córdoba la coordinadora tomó el nombre de Mesa de Gremios en lucha, tenía mayor peso de los sindicatos combativos y se destacaba el cuerpo de delegados de Luz y Fuerza, Perkins, el Smata Córdoba y el sindicato de periodistas.
En las comisiones internas y cuerpos de delegados ocupaban sus posiciones las corrientes de izquierda armada y política, peronistas y socialistas. Sin embargo, era preponderante la presencia de la Juventud Trabajadora Peronista, brazo sindical de Montoneros y tenía mucha influencia el PRT-ERP, aunque otras corrientes de izquierda como el PST, OCPO, Vanguardia Comunista y Política Obrera –entre otras– participaban del movimiento.
Las jornadas de junio y julio y el golpe
Isabel logró impedir que el 3 de julio se convirtiera en un 17 de octubre contra su propio gobierno. Sin embargo, no pudo evitar que la imponente huelga política del 7 y 8 de julio la obligara a dar marchar atrás, satisfacer algunas de las exigencias económicas de la clase trabajadora y sobre todo expulsar al odiado Ministro de Bienestar Social, José López Rega.
El movimiento huelguístico de junio y julio había surgido de lo profundo del movimiento obrero y había sobrepasado la voluntad de sus dirigentes. Las movilizaciones del 3 de julio prepararon la huelga política, un acontecimiento histórico que abrió una crisis revolucionaria y planteó seriamente quién era el dueño del poder. Pero aunque las coordinadoras impusieron la huelga, no fueron quienes la dirigieron. Representaban a la fracción más avanzada de los trabajadores pero la burocracia peronista mantenía su ascendencia sobre la mayoría. La conducción quedó en manos de la CGT que actuó como bloque de contención de la clase obrera. Ni bien terminó la huelga Lorenzo Miguel se apresuró a socorrer al gobierno de Isabel.
Sin embargo, las jornadas de junio y julio de 1975 habían prendido la alarma en la burguesía argentina. Era patente la incapacidad del peronismo para cumplir su rol de contención de la clase trabajadora en un momento donde la crisis capitalista exigía respuestas urgentes para salvar a la clase dominante. El fracaso del peronismo para ejercer esta misión, de un lado, y la incapacidad de la vanguardia obrera para asumir la dirección del movimiento y llevarlo hasta las últimas consecuencias, el derrocamiento revolucionario de Isabel, del otro, dejó al gobierno “en el aire”, y terminó de decidir a la burguesía por la salida de fuerza.
En el caso de las coordinadoras, la inmadurez se debió a un problema de dirección. Ninguna de las corrientes que actuaron en su seno, ni la JTP, ni el PRT-ERP ni el PST (por nombrar las más importantes), tenían una política para desarrollarlas como organismos de doble poder. Ninguna atinó a plantear la caída revolucionaria del gobierno. La orientación de la JTP, brazo sindical de Montoneros, fue un gran impedimento para que las coordinadoras desplegaran todo su potencial. La JTP reivindicaba la continuidad –y el papel revolucionario– del nacionalismo burgués. Montoneros se adaptó a los lineamientos de la burocracia de la CGT, centralmente, al carácter corporativo de los reclamos. El PRT no acertó a levantar una política específica. Durante la huelga, su máximo dirigente, Mario Roberto Santucho, se encontraba en la compañía de Monte en Tucumán y carecieron de orientación ante la crisis revolucionaria (9) . El PST no tuvo en este período una estrategia de independencia obrera ya que fue parte del Grupo de los 8, cediendo a una línea “democratizante”. Como salida a la crisis de junio y julio levantaron la consigna de vicepresidente obrero, en un claro guiño a que el cargo sea ocupado por un senador de extracción sindical, proveniente de la UOM (10).
La burocracia sindical y el peronismo tienen la responsabilidad histórica, en tanto dirección de masas, de la derrota de los trabajadores a manos de la Junta Militar. El peronismo que gobernó el país en los ‘70 fue primero “partido de la contención” y de desvío del proceso revolucionario abierto con el Cordobazo entre 1969 y 1973; posteriormente, “partido del orden” y de las Tres A contra la vanguardia militante obrera, juvenil y popular; y luego “partido del ajuste” con el Plan Rodrigo. Luego de las jornadas revolucionarias de 1975, la burocracia sindical peronista sostuvo a un gobierno quebrado, criminal y antiobrero condenando al movimiento obrero al fracaso. Los partidos “democráticos” como la UCR, que en palabras de su dirigente Ricardo Balbín llamaban a la represión contra la “guerrilla fabril” fueron a golpear la puerta de los cuarteles.
La clase obrera argentina pagó con su sangre la falta de independencia política y la ausencia de una dirección que actuara con una estrategia revolucionaria. El 24 de marzo, 200 fábricas pararon contra el golpe. Eran las comisiones internas y cuerpos de delegados de las coordinadoras y otras fábricas combativas del país realizando su último gesto heroico contra la avanzada golpista.
Notas:
1. El 8/6/1973 el gobierno de Héctor Cámpora, la Confederación General del Trabajo y la Confederación General Económica firman el Pacto Social. Sus medidas apuntaban a contener la inflación y aumentar la “productividad” de las empresas. Establecía el congelamiento general de precios y salarios, suspendía las negociaciones colectivas de trabajo durante dos años y se prohibían las medidas de fuerza por reclamos salariales. Ver nota de A. Schneider en IdZ 19.
2. Ley 14250: conocida como la ley de “paritarias”, regula los acuerdos de empleadores y trabajadores en las Convenciones Colectivas de Trabajo.
3. Las medidas económicas anunciadas el 4/6/75 por el Ministro Celestino Rodrigo trascenderán bajo la denominación de “Rodrigazo” (término usado por el diputado Juan Carlos Cárdenas del Partido Federalista Popular).
4. Clarín, 4/7/1975.
5. Ídem.
6. Testimonio de José Chacón (enero, 2005). Chacón fue delegado del ARS entre 1970/75, militante de la izquierda peronista, miembro de la Coordinadora de La Plata, Berisso y Ensenada, preso durante varios años bajo la dictadura (publicado en Werner, Ruth y Aguirre Facundo, Insurgencia Obrera en la Argentina, Bs. As., IPS, 2009).
7. Montes, José (coordinador), Astillero Río Santiago, su historia y su lucha, Bs. As., Ediciones La Verdad Obrera, 1999, pp. 30-2.
8. Luxemburgo, Rosa, Huelga de masas, partido y sindicato, Bogotá, Ediciones Pluma, 1976, p. 210.
9. Luis Mattini, miembro de la Dirección nacional del PRT-ERP, que en 1975 formaba parte del Comité de lucha de la Ford, reconoce que no supieron “ver o mejor dicho prever, que habría necesidad de una respuesta política coyuntural que fuera ‘algo más’ que el ‘poder dual’ y ‘algo menos’ que la ‘toma del poder’”. Mattini, Luis, Hombres y Mujeres del PRT-ERP/De Tucumán a La Tablada, 4ª edición, La Plata, Editorial De la Campana, p. 409.
10. El Grupo de los 8 surge en 1974. Lo integraban partidos con los que Perón, siendo presidente, mantenía un diálogo directo, UCR, PC, PI, PRC, PSP, UDELPA y el propio PST. En 1975 se sumará el Peronismo Auténtico. En ambas ocasiones se va a pronunciar contra la represión estatal y paraestatal y contra “toda forma de violencia política” y por la defensa del “orden institucional”.
* Publicada originalmente en la revista Ideas de Izquierda (Julio, 2015). |