Unos meses atrás se conocía la noticia sobre la modificación del CIE-11, un sistema de clasificación internacional de enfermedades, donde la transexualidad dejaba de ser una enfermedad mental para pasar a la sección de “salud sexual” demostrando una clara intención de seguir considerando a la misma como una patología y no como una identidad de género.
En épocas de predominio de las neurociencias y la medicalización, donde la medicina tiene una respuesta a casi todas las cuestiones de la vida cotidiana es necesario pensar que lugar se les otorga a las infancias en general y en particular a les niñes trans. Estas identidades son perseguidas por los discursos médicos hegemónicos partiendo de la patologización de las mismas, bajo la denominación de “disforia de género”, que sigue vigente en los manuales de diagnóstico de enfermedad mental como el DSM-V, y son una herramienta para todos los profesionales del campo de la salud mental.
Dentro de esta categoría se encuentra un apartado especial para describir la “disforia de género en niños”. A esta se la describe como una incongruencia entre el sexo que uno siente o expresa y el que le es asignado. Entre los signos que se registran para identificarla se destacan “una marcada preferencia por los juguetes, juegos o actividades habitualmente utilizados o practicados por el sexo opuesto”, “preferencias marcadas y persistentes por el papel del otro sexo o fantasías referentes a pertenecer al otro sexo”. Una de las consecuencias de que los trabajadores de la salud reproduzcan estos discursos es la imposición por parte de éstos de una etiqueta la cual conlleva ciertas características específicas, borrando así la subjetividad. Prevalece el diagnóstico por sobre la identidad autopercibida. Éste imprime sobre las identidades trans un fuerte estigma.
Erving Goffman, en su escrito “Estigma. La identidad deteriorada” propone que “la sociedad establece los medios para categorizar a las personas y el complemento de atributos que se perciben como corrientes y naturales en los miembros de cada una de esas categorías. El medio social establece la categoría de personas que en él se pueden encontrar”. Para el sociólogo, el “estigma” es aquella forma de relación social donde la persona a la que se le atribuye es desacreditada o marginalizada por el conjunto de la sociedad. En un sistema que condena a las identidades disidentes, las personas trans son las que lo padecen con mayor intensidad. En Argentina, a pesar de tener una de las leyes de identidad de género más progresivas del mundo su promedio de vida es de 35 años.
La doble opresión
Les niñes trans sufren doblemente: por un lado, por ser trans en un sistema que les destina a la discriminación, la persecución y la pelea constante con instituciones que reproducen esta lógica de segregación de la diversidad. Por el otro, por su “condición” de niñe la cual plantea la incapacidad de decidir plenamente ya que depende de la voluntad de sus padres/madres o tutores.
En este sentido, las escuelas, los hospitales y otros centros destinados a la salud cumplen un rol fundamental: pueden posicionarse desde una perspectiva patologizante o ser un espacio que aloje y respete a la persona sin violencia ni discriminación. Según un estudio de la Fundación Huésped, estos ámbitos suelen ser espacios en los que se refleja de forma contundente esa violencia. “La discriminación entre pares o bulling es sufrida por 7 de cada 10 personas y, al contrario de lo que podría esperarse, 4 de cada 10 personas trans refieren haber sido discriminadas por directivos y docentes. Así mismo, es importante recalcar que estas situaciones de discriminación transcurren en etapas de gran vulnerabilidad para esta población como es la adolescencia y podrían ser desencadenantes de problemas de salud mental, en especial de ideación e intención suicida”.
“El riesgo de suicidio para este grupo particular es una situación preocupante. Se encontró que 5 de cada 10 hombres trans han tenido ideaciones suicidas y 4 de cada 10 de ellos han realizado algún intento de suicidio, a diferencia de las mujeres trans que solo un tercio sufrió ideaciones o intentos de suicidio. La edad modal del primer intento de suicidio es más baja en hombres (13 años) que en mujeres (16 años) trans”. Esto no es inherente a la identidad trans sino que es consecuencia de las condiciones económicas, políticas y sociales a las que se ve sometido este sector de la población. La expulsión de la familia, la persecución policial y la prostitución como único destino posible configuran la realidad de la diversidad sexual.
La otra cara de la moneda
Las conquistas del movimiento LGBTIQ también se expresan en la vida cotidiana. Además de una ley de identidad de género sumamente progresiva, asistimos a un momento en el que familias enteras se disponen a pelear por los derechos de sus niñes, contra instituciones de un Estado que se opone al reconocimiento de las identidades disidentes, como la Iglesia.
Que la transexualidad sea desterrado de la parte que atañe a los trastornos mentales y puesto en los trastornos del comportamiento sexual, como un trastorno físico, deja en claro que hay mucho por lo que seguir batallando hacia dentro de la institución medica pero de las cuales deben hacerse cargo las obras sociales.
Esa noticia no tiene que pensarse de manera aislada a los tiempos que estamos atravesando. Una marea gigante de mujeres, hombres trans, trabajadoras, estudiantes y organizaciones sociales junto a partidos políticos se movilizaron el 8 de agosto pelear por el #AbortoLegalYa así como también la demanda de la implementación efectiva de la Ley de Educación Sexual.
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En este marco y al calor de un movimiento de mujeres y de la juventud que decide irrumpir el escenario político con sus demandas como es el derecho al aborto para todos los cuerpos gestantes, es imprescindible la organización para seguir conquistando derechos fundamentales como el cupo laboral trans en todo el país. No sólo es necesario pelear por la despatologización sino por el reconocimiento de las identidades disidentes en cada ámbito de la vida cotidiana. Esta conquista no se dará sin un profundo cuestionamiento al sistema capitalista de conjunto que condena a la diversidad sexual a la marginalidad. La lucha no es sólo por la igualdad ante la ley, sino también por la igualdad ante la vida. |