Cada hombre debe tener derecho a elegir su destino.
Bob Marley
Rodada en su Mendoza natal, Santiago Esteves en su ópera prima conjuga un policial con un drama y un gángster para reflejar la vida en los márgenes, la soledad y el paso a la vida adulta.
Reynaldo (Matías Encinas) es un joven que comete su primer robo junto con su hermano y un amigo de este. En el día de su debut, roba una escribanía y, huyendo de la policía por los techos, cae en el patio de Carlos Vargas (Germán De Silva), un guardia de seguridad que acaba de jubilarse. Así comienza este film que une el drama con el policial clásico.
Reynaldo se queda en la casa de Carlos que vive con su esposa Mabel. Carlos lo acoge y, lejos de entregarlo a la policía como le pide su hijo, lo cuida y le enseña cómo protegerse. El vigilante jubilado, que resguardaba camiones de caudales, pasa de guardián de la propiedad privada a ser solidario con un chico que intenta ser ladrón. Mabel también se ocupa de él y establecen una relación de mutuo cariño. Vargas lo cuida y Rey se deja. Pero nada es tan simple, ya que Rey ha dejado en el camino a su hermano, que ha caído preso. Debe volver por él.
La educación del Rey no es solo un film de gángsters. Esteves muestra con pocas palabras el entramado policial y judicial que toma a los jóvenes que, sin trabajo y con pocas chances de construirse una vida, los aprehende para que salgan a robar para las fuerzas represivas. Es una semblanza de la vida en las márgenes, de los olvidados, de los jóvenes que, obligados por un sistema ruin y despiadado que no ofrece ninguna salida, tienen que hacer lo que sea para simplemente sobrevivir.
En los días en que Rey vive en lo de Carlos, este intenta rescatarlo dándole herramientas para que pueda salir al mundo. Al mismo tiempo, encuentra en el chico un salvoconducto a su tedio, a su vida de jubilado. Se salva él mismo. Le enseña desde cómo utilizar un martillo hasta cómo usar un arma. Construyen así una relación de entendimiento, de códigos tácitos sin intercambiar demasiadas palabras.
La casa le da a Rey contención algo que no encontró en su hogar sostenido por su madre sola. Al principio, Encinas dibuja un personaje temeroso, receloso y desconfiado y lentamente su cara se va transformando, relajando, llegando a esbozar alguna sonrisa. Se puede ver esto en la escena en que Rey está trabajando en el fondo de la casa y Mabel lo llama para cenar y le dice “las zapatillas sucias dejámelas afuera”. Es ese uso del pronombre “me” que muestra que Mabel ya lo ha adoptado.
Apoyado en la solvencia actoral de De Silva y en un Encinas que muestra sin gestos elocuentes su sensibilidad y su necesidad de ser protegido y querido, el director expone la relación entre estos dos personajes. Uno que busca hacerse un camino sin muchas posibilidades y el otro que busca enseñar a sobrevivir. Y de eso va la película.
No es un film de denuncia sobre la policía y sus lazos con el poder capturando chicos para robar para ellos, pero sí lo pone en evidencia. No es casual el marco que elige Esteves. No juzga lo que hace el protagonista, muestra que no tiene oportunidad de abrirse paso de otra manera. No es difícil entonces relacionar esta ficción con una realidad difundida de forma amplia a través de casos como el de Luciano Arruga.
En contraposición, está el submundo de la policía y del Poder Judicial. Esteves expone con eficacia el accionar cruel, salvaje e implacable de estos dos poderes. Y el que no escape a esa lógica, terminará muerto.
Carlos conoce esta realidad y por eso intentará que Rey se defienda, que se salve. Pero sabe que construye a partir de la intuición y de la sabiduría de la calle de este silencioso adolescente que ha a aprendido que no se deja atrás a los amigos.
Con La educación del Rey, Premio Cine en Construcción del Festival de San Sebastián, Esteves ofrece solvencia narrativa, un paisaje arrollador de una Mendoza periférica con montañas que sobrecogen, amalgamando un drama bien contado con un policial. La música de Mario Galván acompaña desde la primera escena, reforzando la tensión.
FICHA TÉCNICA
Edición y dirección: Santiago Esteves.
Elenco: Matías Encinas, Germán De Silva, Jorge Prado, Mario Jara, Elena Schnell, Martín Arrojo, Walter Jakob, Marcelo Lacerna y Esteban Lamothe.
Guión: Juan Manuel Bordón y Santiago Esteves.
Fotografía: Cecilia Madorno.
Música: Mario Galván.
Dirección de arte: Alejandra Mascareño.
Sonido: Lucas Kalik.