Un 10 de octubre como hoy pero de 1993, Diego regresaba al fútbol nacional luego de su exitoso paso por Europa y del campeonato de México ´86. Debutaba en Newell´s ante Independiente en Avellaneda, en un estadio colmado.
Era un domingo de sol en Avellaneda: el astro rey dio el presente para recibir al astro máximo del deporte rey. Diego Armando Maradona regresaba al fútbol local después de casi 9 años en los que pasó de todo en la vida de “el 10”. Consagrado en Europa tras un buen paso por el Barcelona y una era inolvidable en el Napoli –donde se transformó en ídolo y prácticamente deidad-, con una copa del mundo en su haber vistiendo la celeste y blanca. Pero también con escándalos, suspensión por dóping, regreso a los tumbos, incidentes con periodistas y una escala poco rescatable en el fútbol español.
Diego venía del Sevilla, de donde se fue de arrebato, peleado con su hasta entonces amigo Carlos Salvador Bilardo. Nunca llegó a estar en su esplendor en el club andaluz y para colmo de males sufrió una lesión en la rodilla que lo tuvo a maltraer. Por eso Bilardo, tras intentos desesperados de hacerlo jugar infiltrado con incontable cantidad de antiinflamatorios inyectables, prefirió hacer un cambio por Monchu en el partido ante el Burgos que significó la despedida inesperada de Diego, insultos y portazo mediante.
En la cabeza de Diego habrá sonado el tango “Volver”; y si no fue así, este capítulo debería llevar esa banda de sonido en la voz de Carlitos Gardel. Se puso en campaña para retornar al fútbol argentino. Hubo sondeos de San Lorenzo, donde jugaba su amigo Ruggeri, posibilidades concretas de la vuelta a Argentinos Juniors y a La Paternal (lugar en el que quizás el fútbol y Diego llegaron a ser más felices que nunca). Pero fue el Newell´s dirigido por Jorge Solari el club que quiso sumarle otro ídolo a su larga lista de cracks.
Luego de un debut en Rosario en un amistoso ante Emelec de Ecuador, que la lepra ganó por 1 a 0 con gol de pierna derecha de Diego, llegaba el debut oficial por el campeonato de Primera División, la 5ta. fecha del Apertura ´93.
Quienes asistieron a ese partido, entre quienes se encontraba este cronista, recuerdan a la vieja Doble Visera de cemento (cancha de los Rojos de Avellaneda) repleta como pocas veces. Como si se tratara de una final de copa. No cabía “un alma”. Miles de personas se asociaron a Independiente por el sólo hecho de asegurarse un lugar para ver al “10”. Además de esa mayoría de socios, se agotaron 25 mil entradas.
En ese marco imponente, Maradona estaba radiante, en buena forma física y de gran semblante. Era una vuelta como él y el fútbol argentino merecían. Antes de comenzar el encuentro, Diego declaraba a la televisión: “Me dieron ganas de llorar, vine a saludar a la gente de Independiente. Yo estuve en esa hinchada. Me dura la emoción, los quiero mucho a los hinchas de Independiente. Yo viví esa época… (se agita) de Bochini, de Bertoni, del “Chivo” Pavoni… La verdad que es demasiado, les agradezco con el alma”.
Y aunque aquel Newell´s errático perdió el partido (terminó en el puesto 15 de ese campeonato), fueron un partidazo y una tarde inolvidables. El Rojo -vistiendo una casaca blanca- ganó 3 a 1, con 3 goles de Alfaro Moreno (en esa época en la que se decía “triplete” y no “hat trick” como marca la actual jerga de videojuegos) y una actuación descollante del arquero Luis Alberto Islas. Junto a su actual socio en el Dorados de Sinaloa dieron uno de los mejores momentos de espectáculo: un remate al arco de rabona de “D10s” que al arquero tapó como “todo lo que le tiran”, según coreaba la hinchada.
Pasó un cuarto de siglo. Eran otros tiempos, otro fútbol. Pero el mismo Maradona, contradictorio, caprichoso y polémico a veces, genial y adorable en otros. Como en aquella tarde de octubre, hace 25 años, que atesoramos en nuestra mente entre los recuerdos más queridos para quienes pudimos ser testigos.