La Revolución rusa de 1917 se encontró en el cine un arte nuevo con un lenguaje en formación, y de este cruce surgieron en tierras soviéticas algunas de las principales obras y personalidades que revolucionaron la historia cinematográfica mundial.
Con el documental El hombre de la cámara (1929), Dziga Vertov presenta en imágenes, de manera muy completa, sus postulados e ideas sobre el cine. Sin actores ni guión, la realidad tomada de repente y combinada rítmicamente a través del montaje. Un documental que también podría llamarse La mujer del montaje, por el excelente trabajo de Elizabeta Svilova, compañera de Vertov.
Desde 1918 Vertov se abrazó al cine para aportar a la revolución. Primero con los noticieros de la guerra civil, Kino-Nedelya (cine semana) y luego Kino-Pravda (formato cine del periódico Pravda). Ver por la lente una revolución en tiempo real lo llevó a reflexionar que “el campo visual es la vida; el material de construcción para el montaje es la vida; los decorados son la vida; los artistas son la vida”.
Desde los comienzos trabaja junto a Svilova y su hermano, el camarógrafo Mijail Kaufman; juntos conforman en 1922 el “Consejo de los Tres”, desde el cual lanzan manifiestos para la formación del movimiento Cine Ojo. Ante una realidad que se les presentaba más rica que cualquier guion de ficción, otorgan al “montaje” una significación diferente, entendiéndolo como “la organización del mundo visible”. Pero la complejidad de “la vida” también incluía a los realizadores y al propio artefacto de realización que ampliaba sus sentidos. Ese remolino es lo que se plasmará en 1929 en el reconocido documental El hombre de la cámara. Con cientos de escenas procedentes de la actividad cotidiana de San Petersburgo, la ciudad en constante cambio revolucionario y el detrás de escena de la cámara del cine que descubre todos los artificios, comparten los papeles protagonistas.
Asignando a la máquina del cine y su nuevo lenguaje un valor de destrucción de la tradición artística, la película se convertía en “un intento para presentar los hechos en un lenguaje cien por cien cinematográfico” rechazando totalmente “los procedimientos del teatro y la literatura”. El resultado es un verdadero documental poético, donde la realidad es materia prima creativa para una construcción que amplía los sentidos.