"Luna de miel de pobre es corta", "hay que aprovechar la luna de miel para poner los clavos", esas fueron las declaraciones del candidato a vicepresidente de Bolsonaro, Hamilton Mourão, al votar, y no hablaba de cualquier "clavo": Mourão dijo que el primer ajuste a hacerse en un eventual gobierno de Bolsonaro es terminar con las jubilaciones.
La "reforma de todas las reformas", según la agenda de golpistas como Temer, pero también como Mourão, la Corte Suprema y Bolsonaro, es la reforma previsional que el actual gobierno no pudo implementar, a pesar de haberlo intentado. Lo que le puso freno al gobierno y al Congreso fue la disposición de lucha de los trabajadores, que, si es verdad que fue contenida por las direcciones burocráticas de las centrales sindicales a punto de permitir la aprobación de ataques como la reforma laboral, se mostró lo suficientemente grande como para impedir la destrucción del sistema previsional.
Temer dejó en claro que el golpe institucional vino para terminar con los derechos de los trabajadores, y entre los ataques planificados, el de obligar a trabajar hasta la muerte, elevando la edad mínima jubilatoria a 65 años, entre otros absurdos, es uno de los más duros contra los trabajadores. Todo eso para que los capitalistas descarguen los costos de la crisis sobre las espaldas de los más pobres, y sigan ganando miles de millones y destinando uN billón de reales por año al pago de la deuda pública.
Mourão tiene el mérito de decir lo que, hoy, Bolsonaro omite de su discurso público, orientado por sus asesores de marketing y políticos más hábiles que el desbocado capitán para lograr triunfar en las urnas. No es en vano, fue el vice que en reiteradas oportunidades dijo que terminaría con el decimotercer salario (aguinaldo) o en su versión "arreglada", que lo daría en cuotas.
La fórmula del general y el capitán es expresión de la continuidad del golpe y de sus planes de seguir precarizando la vida de los trabajadores y atacando los derechos de los trabajadores. Por un lado, saldrán con una ficticia legitimidad de las urnas que Temer no tuvo. Ficticia porque se trató desde el comienzo de una elección completamente manipulada or el poder judicial, que viene siendo el gran "árbitro" y uno de los principales conductores del golpe. Manipularon desde la prisión arbitraria de Lula, la anulación de más de 3,5 millones de votos bajo el pretexto del registro biométrico, la filtración del testimonio contra Lula de su exministro Palloci, el aval para que Bolsonaro utilice millones financiados ilegalmente por empresarios para diseminar masivamente Fake News antipetistas, e incluso la absurda persecución a debates y actividades polìticas en universidades y sindicatos.
Además de todo el apoyo de ese poder judicial golpista, Bolsonaro y Moruão quieren recrudecer la represión policial en el régimen, y no es en vano que Bolsonaro dijo justo después de la primera vuelta que quería "terminar con el activismo" en Brasil. Léase, masacrar a los que luchen contra sus ataques. Entre diversas manifestaciones en este sentido, afirmó que barrería a los rojos durante la última manifestación y de sus seguidores. Así, quiere ser la continuidad más violenta y brutal del gobierno de Temer, garantizando "a palazos" la aprobación de las reformas, criminalizando al movimiento obrero, sindical y de la juventud que son la vanguardia de la resistencia a los ataques.
La declaración de Mourão en boca de urna no es cualquier cosa: es una promesa para la clase dominante, empresarios, grandes terratenientes y mercado financiero, que desde el naufragio de Geraldo Alckmin (PSDB), se pasaron entusiastamente al lado del candidato de la extrema derecha. Es una promesa de que serán sus mayores aliados, poniendo todos sus votos y toda su truculencia al servicio de ese proyecto antiobrero y de terminar con los derechos más elementales de los trabajadores.
Aun en el poco probable escenario de que no salgan ganadores en las urnas, el PSL se garantizó la segunda bancada en la Cámara (que puede transformarse en primera segun las negociaciones con los parlamentarios de partidos fisiológicos de la dercha que no pasaron el piso) y se transformó en un expresivo partido de la extrema derecha, conquistando un lugar en el régimen ante el "derretimiento" de partidos tradicionales como el PMDB y, sobre todo, el PSDB.
Por lo tanto, un gobierno de Haddad, lejos de representar un supuesto "Brasil feliz otra vez" será un gobierno extremadamente condicionado por una derecha muy fortalecida. Si en los gobiernos anteriores el PT ya mostró su opción estratégica de aliarse con lo más reaccionario en la política en nombre de la "gobernabilidad", sin duda un nuevo gobierno de Haddad se mostrará aun más "moderado", o mejor dicho, atacará a los trabajadores como vimos en el segundo gobierno de Dilma, y como ya fue señalado por el candidato petista durante la campaña.
Por eso debemos tener conciencia de que el combate contra esos planes anunciados a todo el país por Mourão en este día de votación no serán derrotados en las urnas, sino con la organización de los trabajadores y la juventud. La construcción de comités en cada lugar de trabajo y estudio para combatir a Mourão, Bolsonaro y los planes de los capitalistas para destruir las jubilaciones. |