En la audiencia general de este miércoles, el papa Francisco eligió hablar del sexto mandamiento que dice “no cometerás adulterio”. Amparándose en una legislación redactada sobre piedra unos cuantos siglos antes de Cristo, Bergoglio señaló que la forma elemental del amor es el matrimonio heterosexual, que respeta la “polaridad masculina y femenina”. Gays, trans, lesbianas, abstenerse.
Además, el Sumo Pontífice disparó contra el disfrute elemental de la sexualidad aún en los marcos del matrimonio bendecido por el Vaticano. Declaró que “el cuerpo humano no es un instrumento de placer, sino el lugar de nuestra llamada al amor, y en el amor auténtico no hay espacio para la lujuria”. Todo eso del clítoris y el orgasmo sería un invento del Diablo y de Clarín, para confundir a la opinión pública.
Sin innovar demasiado, Francisco también se dedicó a ampliar el concepto de “relación conyugal” para referirse a ese particular “matrimonio” que une al cura o monja con Dios, Cristo y el Espíritu Santo (ese poliamor sí se puede ver). Sin embargo, es justo en este aspecto donde se revela la enorme hipocresía de las diatribas contra la lujuria y el placer.
Porque la Iglesia, –y esto ya fuera de toda broma- sigue encubriendo en sus filas a cientos y cientos de curas abusadores de niños y niñas en todo el mundo. De hecho, las declaraciones papales contra la sexualidad aparecen a días de que Bergoglio fuera denunciado por primera vez en Argentina por encubrir abusos cometidos en Salta por el sacerdote Agustín Rosa Torino.
La denuncia, realizada por Jose Luis Galli, quedó asentada el día 23 de octubre en la Fiscalía 2, a cargo de Justo Alberto Vaca (número de expediente 1307/18) y apunta no solo contra el autor de los hechos sino también contra Luis Teodorico Stöckler, (el enviado pontificio que debía investigar los hechos y no hizo nada) y monseñor Mario Cargniello, el arzobispo encubridor de la provincia.
Galli señala en su investigación que Bergoglio no solo es responsable en sentido institucional general, sino que “actuó deliberadamente y con total conocimiento de causa de una forma parcializada, queriendo conseguir favores judiciales como pasó con el caso del cura (Julio César) Grassi”.
Esta misma Iglesia encubridora se rasga las vestiduras contra la Ley de Educación Sexual Integral (ESI) -que entre otras cosas aportaría recursos a niños y niñas para identificar, denunciar y defenderse de situaciones abusivas- y opera para impedir elementales derechos como el aborto. |