Buenos Aires reunirá a la Cumbre del G-20 en los días 30 de noviembre y 1 de diciembre. En ella, se espera la asistencia de los jefes de Estado de las más grandes economías, que representan el 85% del Producto Interno Bruto global y dos tercios de la población mundial.
La reunión que se viene organizando desde hace un año y su anfitrión la ha financiado con más de 80 millones de dólares, donde parte importante de este gasto será utilizado en elementos de represión ante las posibles protestas en rechazo a su realización, tal como sucedió en Alemania en 2017.
Cabe destacar que, con el objeto de “resguardar la seguridad” de las comitivas asistentes al mega-evento geopolítico, en Uruguay -vecino de Argentina- el gobierno del Frente Amplio está intentando que sus congresistas autoricen el paso de cientos de efectivos civiles, militares y del Servicio Secreto estadounidense, junto con 8 aviones de su fuerza aérea. Se espera también, el masivo ingreso de tropas extranjeras como parte de esta Cumbre.
En este marco, se ha adelantado que los esfuerzos se enfocarán en desviar la mirada hacia una que sea sumisa a los intereses imperialistas, amplificando aún más la crisis venezolana y de Nicaragua, como parte de una confrontación ideológica satanizadora en la región, en la que se evitará poner en pauta la situación de los países que reverencian a Donald Trump. Esta sería la mejor jugada del oficialismo para no hacer énfasis en la caída abrupta que ha tenido la inversión en el país organizador, distante a lo que prometía el gobierno de Cambiemos al llegar a la presidencia en 2015.
Entre los analistas se especula de la presencia del nuevo estandarte autoritario servil al orden -o desorden- económico mundial sin las usuales caretas de demócrata de sus camaradas, el ultraderechista Jair Bolsonaro, recién electo como presidente de Brasil; acompañando al gobierno saliente de Michel Temer.
En el caso de Enrique Peña Nieto, su asistencia será acotada, porque tendrá que devolverse a México para entregarle la banda presidencial a López Obrador en el primer día de diciembre.
Socorro externo es a lo que apostará Macri, ya habiendo encontrado en la usura del Fondo Monetario Internacional un sostén económico de corto plazo, con miras a 2019. Para ello se reunirá con los mandatarios de Francia, Japón, Reino Unido, Estados Unidos, Rusia y China; sin descartar a los titulares de Corea del Sur, Italia y Singapur.
Configurando intentos de legitimación y respaldo extranjero al tomar el papel de mediador de los conflictos entre las grandes potencias que llegarán a la cita, como lo son las tensiones generadas por la guerra arancelaria entre China y Estados Unidos; buscará el gobierno fracasado ser el centro de la atención mundial. Sin embargo, se espera que se convierta en otra forma estéril para retomar su agenda impopular sobre el pueblo argentino, en medio de la feroz crisis económica que azota el país trasandino.
Aparentemente, no es posible avizorar que se cumplirán las expectativas políticas y económicas de la derecha argentina con el resto de las élites mundiales, la cual es mostrar como un resultado exitoso la aplicación del paradigma del Consenso de Washington, pues el paquete de medidas impopulares y agresivas han aumentado la pobreza hasta las 12 millones de personas, tienen a la inflación anual proyectada cerca del 50%, e incluso dejaron endeudado al país por más de 100 años.
Parece ser que en Argentina tampoco han llegado los tiempos mejores. |