El movimiento de mujeres internacional puso en foco, bajo una nueva luz, lo que antes parecía natural: violencia, cosificación, discriminación. En Argentina, el movimiento Ni Una Menos en 2015, con un programa mínimo pero con enorme potencia –paren de matarnos–, encendió una chispa que no se ha extinguido. Se continuó en la marea verde por el derecho al aborto y hoy volvió a emerger en innumerables testimonios que inundan las redes sociales, que pudieron decirse después de que Thelma Fardín denunciara por violación al actor Juan Darthés, acompañada del colectivo Actrices Argentinas.
Esto hizo que volviera también el debate sobre la política del escrache que sostienen algunos feminismos. Junto con esto, una discusión más amplia contra el punitivismo como única perspectiva para la lucha de las mujeres contra la opresión patriarcal.
En Ideas de Izquierda volvemos a plantearnos la pregunta incómoda y republicamos las voces de la periodista Marina Mariasch y la abogada Ileana Arduino, que presentamos en la edición del 20 de mayo pasado, y los artículos "El agresor, los hombres y el patriarcado" y "Patriarcado, crimen y castigo" de Andrea D’Atri, fundadora de la agrupación de mujeres Pan y Rosas.
No nos callamos más, ¿y después?
ILEANA ARDUINO
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“La conciencia sobre abusos, subalternizaciones o violencias urge a la acción. Es horrible darse cuenta de los niveles de agresión que sublimamos y ocultamos, de lo mucho que nos acostumbramos a tolerar y silenciar. No estallan en el vacío, están precedidos de muchas reflexiones, en muchos casos el total fracaso por otras vías de reclamo, regado de complicidades o indiferencias. Más allá de la intensidad de cada relato, todos interpelan colectivamente, renombran como violentas prácticas naturalizadas por la cultura patriarcal y alteran porque apuntan a la jerarquía de género. Tengo dudas sobre si estas acciones nos colocan en un lugar defendible con otras luchas, si nos colocan en la lógica del linchamiento que repudiamos, etc. No se me ocurriría quitarles peso a las razones de quienes alegan personalmente haber sentido bienestar o reparación al hacerlo. Y si es rabia o furia, ¿qué tanto explicar? ¿No alcanzaría con mirar alrededor? Pero las preguntas se imponen políticamente, más allá de la experiencia individual”.
Materia gris
MARINA MARIASCH
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“La cultura en la que abusos –sexuales, de poder– se sostenían con naturalidad entró en una crisis irreversible. Y en este momento de transformación a veces resulta difícil determinar, dentro del abanico de comportamientos y prácticas que constituye nuestros intercambios personales, qué es abuso y qué no lo es, y también de qué manera elegimos o podemos posicionarnos frente a ese evento. (…) Y una posta más en el camino es encontrar la vía que nos lleve, revolucionando todo, a construir también una justicia feminista. Donde si alguien incurre en una práctica abusiva no necesariamente se convierte ontológicamente en abusadxr. Donde si se trata de un par, no corre la misma vara que cuando hay distintas posiciones de poder. Donde lo que buscamos es el fin del feminismo porque no haya machismo contra el que luchar, y esto implica educación sexual y cambio cultural, no sacar la manzana podrida, el linchamiento social, matar la rabia. En el pantano patriarcal estamos hundidxs todxs. Y más nos vale sacarnos de la mano”.
El agresor, los hombres y el patriarcado
ANDREA D’ATRI
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“La despolitización de las acciones contra la violencia patriarcal es lo que impone la lógica punitivista. (…) Para el Derecho, el agente de un delito es singular: es imposible sentar al patriarcado en el banquillo de los acusados. El Estado capitalista-patriarcal reconoce a las mujeres el derecho a vivir una vida libre de violencia, castiga a quienes transgreden este derecho y, en esta misma operación, escinde a los individuos singulares que la ejercen concretamente del sistema social de relaciones entre los géneros que naturaliza la subordinación del femenino. Estos individuos serán considerados anómalos, patológicos, criminales, invisibilizando –en esa operación– que son los agentes/emergentes de una violencia constituida como el último (y en ocasiones, letal) eslabón de una cadena de violencias sociales, culturales, políticas, económicas "normalizadas". Desde este punto de vista, la lucha contra la violencia hacia las mujeres se vuelve impotente por tratarse de una (infinita) sumatoria de puniciones que, aunque se pretendan ejemplificadoras, está comprobado que no logran eliminar, ni siquiera reducir el número de víctimas ni los sufrimientos de la opresión”.
Patriarcado, crimen y castigo
ANDREA D’ATRI
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“La legítima búsqueda de justicia ante los crímenes de odio, como los femicidios, paradójicamente conduce a limitar la definición de violencia patriarcal a la estrechez de las figuras jurídicas estipuladas en el sistema penal. El Derecho nos devuelve impotente las limitaciones que tiene la búsqueda de la eliminación de la opresión con los mismos instrumentos con los que la misma es legitimada y reproducida”.
Ni feminismo “carcelario” ni escraches como estrategia: cómo combatir la violencia patriarcal
ANDREA D’ATRI
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La denuncia de Thelma Fardín y el colectivo Actrices Argentinas provocó una oleada de testimonios de mujeres en las redes sociales, muchos de ellos acompañados de escraches a los agresores. Muchas voces, desde distintas posiciones políticas, con diferentes fundamentaciones teóricas y perteneciendo a diversos feminismos, se hicieron oír contra el punitivismo y los escraches como estrategias para combatir el machismo. Las feministas socialistas, que combatimos todas las opresiones y la explotación, nos oponemos a considerar a los hombres como enemigos de las mujeres ¿Por qué somos contrarias al punitivismo y a transformar a los escraches en una estrategia contra la violencia machista?
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