Es la historia de un hombre que cae de un edificio de 50 pisos. Para tranquilizarse, mientras cae al vacío, no para de decirse: “Hasta ahora todo va bien. Hasta ahora todo va bien. Hasta ahora todo va bien”. Pero lo importante no es la caída, sino el aterrizaje.
Con esta frase leída en off comienza y termina El odio, película ambientada en un suburbio de París dirigida por Mathieu Kassovitz.
La paliza a un chico de 16 años, Abdel Ichaha, en una comisaría, que le produjo heridas graves y lo dejó en estado de coma, provoca la ira de la juventud del barrio periférico y marginal de Les Muguets que se lanza a las calles y protagoniza duros enfrentamientos con las fuerzas represivas. En uno de esos choques, un policía pierde un arma de fuego, de la que logrará hacerse Vinz, uno de los protagonistas de la historia. Junto a Saïd y Hubert, debatirán y pelearán durante 24 horas sobre cuál es el mejor curso de acción a tomar para enfrentar la situación asfixiante que atraviesan diariamente. ¿Es este “trofeo de guerra” la oportunidad para tomar en sus manos su destino, descargando el odio contra los agentes de la cotidiana opresión, o se trata de una posibilidad puramente ilusoria?
Filmada en blanco y negro, la película sigue a estos tres jóvenes –judío, árabe y de ascendencia africana respectivamente–, en su rutinaria recorrida por una de las típicas banlieues del París contemporáneo, barrios habitados mayormente por migrantes y en los que la policía se mueve comi si fuera una fuerza de ocupación. Violencia, desigualdad social, racismo, forman parte de la experiencia cotidiana de esta juventud marginada. La consecuencia, que se palpa en cada escena, es una tensión social siempre al borde de un nuevo estallido.
El disparador que impulsó a Kassovitz a rodar El odio fue el asesinato, el 6 de abril de 1993, de Makome M’Bowole, un chico de 17 años, a manos de la policía en una comisaría de París. La policía alegó legítima defensa para justificar el disparo. Durante una semana se produjeron enfrentamientos entre los jóvenes del barrio y la policía. El director se instaló en los suburbios para interrogar desde allí cuáles eran las razones de aquella situación.
A más de 20 años, la situación de estas zonas de París no solo no ha mejorado si no que ha empeorado. Es por esto que Kassovitz afirmó en una entrevista que pretende hacer una secuela de esta película para poder denunciar los abusos producidos en pleno siglo XXI.
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