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La Izquierda Diario
7 de abril de 2019 Twitter Faceboock

ENTREVISTA CON FRANCESCA ANTONINI
Cesarismo y bonapartismo: de Marx a Gramsci
Juan Dal Maso | [email protected]

Fotomontaje: Juan Atacho

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Bonapartismo y cesarismo son dos términos muy utilizados en la tradición marxista, empezando por Marx y Engels y siguiendo por Trotsky, Gramsci y otros. Siendo conceptos operativos para pensar analítica y estratégicamente la evolución de los regímenes políticos, su uso incluye análisis precisos y bien fundamentados, así como lo que podríamos llamar un uso más de ocasión y menos riguroso. Más allá de los ejemplos históricos específicos a los que más se ajustan estas categorías, las tendencias autoritarias crecientes en las democracias capitalistas en proceso de degradación parecerían permitir una generalización de su uso para analizar las más variadas prácticas, desde el gobierno por decreto hasta el recurso a las FF. AA. y/o de seguridad para el ejercicio del poder. Y es precisamente este tipo de generalización la que parecería demostrar su utilidad, pero disminuye su poder explicativo.

Para aportar a la comprensión histórica y conceptual de estos términos, convocamos a Francesca Antonini. Es investigadora en el LabEx COMOD de la Universidad de Lyon y en el Laboratorio interdisciplinario UMR 5206 Triangle de la Escuela Normal Superior de Lyon. Especializada en el pensamiento de Antonio Gramsci, estudia la historia del marxismo y del comunismo, así como el pensamiento político de comienzos del siglo XX. Su trabajo Bonapartismo y cesarismo en el pensamiento de Gramsci será publicado próximamente en inglés por la editorial Brill e Historical Materialism Book Series.

El tema del bonapartismo y el cesarismo ha suscitado distintas polémicas dentro y fuera del marxismo. La primera pregunta sería si bonapartismo y cesarismo son términos equivalentes o no, y si no, cuál es la diferencia, desde tu punto de vista...

Las categorías de cesarismo y bonapartismo nacieron en la Francia de mitad del siglo XIX e inicialmente tenían un significado distinto. Mientras “bonapartismo” se refería a los seguidores de Napoleón Bonaparte, “cesarismo” indicaba una forma de poder basada en el apoyo de la fuerza militar que sucede a la monarquía hereditaria en situaciones de crisis. Poco después de su aparición, sin embargo, esta distinción se fue perdiendo y los conceptos fueron utilizados, de hecho, como sinónimos, terminando por describir más genéricamente una forma de política autoritaria y monocrática. Esta formulación “descontextualizada” se encuentra, por ejemplo, ya en los textos de Proudhon (en particular en Idea general de la revolución en el siglo XIX y La revolución social demostrada por el golpe de Estado, escritos inmediatamente después del golpe de estado de Luis Napoleón), que hacen del cesarismo uno de los dos polos de su concepción teleológica “dilemática”, viéndolo como la única alternativa al desgobierno y la anarquía y como la única posibilidad de que se produjera una situación revolucionaria (!). También, entre los siglos XIX y XX, “bonapartismo” y “cesarismo” han sido utilizados tanto como categorías historiográficas cuanto como instrumentos de polémica política contingente: esto es al mismo tiempo causa del gran éxito de la categoría pero también de la confusión que (hasta hoy) la rodea. Al interior de la tradición marxista estas categorías han gozado de una particular fortuna tras la estela del Dieciocho Brumario de Marx, pero también este empleo en sentido marxista no es inmune en absoluto a las “dificultades” más generales relacionadas con el uso de las categorías –a pesar de que Marx, en su famoso prefacio a la segunda edición del Dieciocho Brumario (1869) advierta contra la utilización de la “expresión escolar, muy corriente [...] del llamado cesarismo”, es el propio Engels quien utiliza la categoría para describir la naturaleza del dominio político de Bismarck (Violencia y economía en la producción del Reich Alemán, 1896). Siguiendo la huella de la formulación engelsiana, el modelo cesarista-bonapartista se vuelve entonces un leitmotiv del marxismo posterior, siendo aplicado a distintos contextos histórico-políticos (e in primis después de la primera guerra mundial al surgimiento del fascismo y del nazismo).

¿Qué importancia tiene la cuestión del bonapartismo en el pensamiento de Marx?

La reflexión de Marx sobre el bonapartismo (tal como se articula en las obras históricas marxianas, desde La lucha de clases en Francia, pasando por El Dieciocho Brumario, hasta La guerra civil en Francia, solo por citar los principales escritos) está estrechamente ligada a su reflexión sobre la naturaleza del Estado, tanto desde una óptica histórica como teórica. Desde este último punto de vista, el análisis de la dictadura bonapartista de Luis Napoleón provee una clave de lectura preciosa del pensamiento marxiano sobre estructura y superestructura, proponiendo una interpretación en parte diversa de la contenida en otros textos “clásicos” de Marx, del Manifiesto en adelante. Sintéticamente, la temática del bonapartismo plantea la cuestión de la autonomía o la heteronomía de la política respecto a la dimensión económica, y como tal ha sido objeto de un acalorado debate al interior del marxismo (y también entre marxistas y no marxistas).

Realizaste un estudio sobre el uso de los conceptos de bonapartismo y cesarismo en los escritos precarcelarios de Gramsci. ¿Cómo definirías este uso y sus transformaciones?

En sus escritos precarcelarios Gramsci usa en primer lugar la categoría de bonapartismo para subrayar (de manera extremadamente polémica, gracias a la ligazón con la figura de Cadorna [1]) la distancia entre dirigentes y dirigidos, primero al interior y después afuera del Partido Socialista Italiano. La fórmula del “equilibrio de las fuerzas de clase” (estrechamente conectada con el modelo bonapartista-cesarista de la reflexión marxista de los siglos XIX y XX) se entrelaza por lo tanto con la cuestión de la adopción (y después, del abandono) del modelo de la crisis catastrófica del capitalismo de la Tercera Internacional. En lo que respecta específicamente al cesarismo, antes de los Cuadernos esta categoría es de hecho marginal en el pensamiento gramsciano –él usa esta terminología solo en manera polémica en referencia al fascismo. A un análisis del naciente régimen fascista son después dedicados diversos textos de la segunda mitad de los años ’20 en los que el modelo marxiano del Dieciocho Brumario tiene un rol importante. De conjunto se puede afirmar que, en la producción periodística precarcelaria de Gramsci, el modelo bonapartista-cesarista tiene un pronunciado carácter polémico (comprensible, por otra parte, vista la tipología de los textos considerados), pero al mismo tiempo se va abriendo camino también un uso más propiamente conceptual-interpretativo que encontrará después amplio desarrollo en las notas de la cárcel (aunque con algunas diferencias significativas entre escritos carcelarios y precarcelarios).

Yendo a los Cuadernos de la cárcel, vos escribiste que debemos analizar la cuestión del cesarismo y el bonapartismo en relación estrecha con los conceptos de revolución pasiva y crisis orgánica. ¿Por qué?

En mi investgiación sobre las categorías de cesarismo y bonapartismo en el pensamiento de Gramsci he adoptado un método filológico riguroso, buscando hacer emerger el “ritmo del pensamiento en desarrollo”, según la metodología aportada por la crítica gramsciana más reciente. Trabajando de esta manera sobre los Cuadernos de la cárcel he podido notar cómo el surgimiento y articulación de la reflexión sobre el cesarismo está estrechamente ligado a la investigación de Gramsci sobre las características peculiares del panorama socio-político de fines del siglo XIX y comienzos del siglo XX. En particular surge una estrecha conexión con la temática de la crisis orgánica (o crisis de hegemonía o crisis de autoridad), de la que el fenómeno cesarista es al mismo tiempo manifestación y “solución”, en la medida en que el “César” se ubica como alternativa super partes (o aparentemente como tal) a los agrupamientos tradicionales en dificultades. En lo que respecta por el contrario a la relación entre cesarismo y revolución pasiva [2], las dos categorías encuentran una raíz común en la reflexión sobre las formas de la transición histórica tal como fuera teorizada por Marx en el Prólogo a la Contribución a la crítica de la economía política, sobre la cual se detiene ampliamente en los Cuadernos. A partir de esta base, es posible identificar algunos elementos comunes a las dos categorías, que ponen en evidencia una densa red de relaciones conceptuales al interior del pensamiento gramsciano.

Trotsky formuló varias reflexiones sobre la cuestión del bonapartismo en Europa (especialmente sobre Alemania y Francia), en la URSS y en América Latina. ¿Te parece posible trabajar sobre la convergencia entre sus elaboraciones y las de Gramsci sobre el tema?

Tanto la reflexión de Gramsci como la de Trotsky se insertan en el interior de la misma vertiente de investigación en clave marxista y, en lo específico, cesarista-bonapartista, del panorama europeo de la primera posguerra y el surgimiento de fenómenos dictatoriales (aunque la perspectiva de Trotsky es más amplia, tanto desde el punto de vista cronológico como geográfico). A esta línea interpretativa podrían ser adscriptos también otros pensadores de la época, todos o casi todos ubicables en un marxismo “heterodoxo” en sentido lato, como por ejemplo Otto Bauer o August Thalheimer. Sin duda es posible poner en evidencia los puntos en común entre las diversas interpretaciones propuestas y del análisis historiográfico-conceptual pueden surgir elementos de reflexión teórica más general, también en una óptica actualizadora. Por otra parte, entre mis proyectos para próximas investigaciones está el de una indagación en la historia de las categorías de cesarismo y bonapartismo en el siglo XX (dentro del que se coloca por tanto también un análisis de la vertiente marxista), con un ojo puesto en los reflejos de esta historia en la teoría política contemporánea y, en particular, en referencia a la categoría de populismo de la que los conceptos de cesarismo y bonapartismo son en un cierto sentidos los “precursores”.

Por último ¿qué productividad pueden tener las temáticas del bonapartismo y el cesarismo para el análisis de gobiernos como los de Trump, Bolsonaro o Salvini?

También a la luz de la pregunta anterior creo que es legítimo utilizar categorías como las de cesarismo y bonapartismo para estudiar las tendencias políticas contemporáneas y en particular los fenómenos populistas que avanzan en varias partes del mundo (Europa, Norteamérica, América Latina). Pero también estoy convencia de que estos conceptos no deben ser “aplastados” sobre la contemporaneidad, y que debe ser siempre tenida en cuenta su dimensión histórica, es decir, el contexto en el cual nacieron y se desarrollaron. De no hacer esto, el riesgo es el de caer en una estéril polémica ideológica en sí misma.

 
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