La derecha busca fortalecer su alianza en Latinoamérica
Este 22 y 23 de marzo se desarrolló en la capital de Chile, el llamado “Foro por la Democracia - Cumbre PROSUR” organizado por los partidos de derecha en la región Latinoamérica agrupados en la Unión de Partidos Latinoamericanos (UPLA), entre los que se encuentran afiliados de Chile Vamos; Renovación Nacional, UDI, Evopolis y el PRI.
Este encuentro, se desarrolló en medio del envalentonamiento de la derecha tras sus triunfos electorales en diversos países de la región, ejemplo de esto son Macri en Argentina, Piñera en Chile y Bolsonaro en Brasil, quien cabe recordar llegó a la presidencia tras una arreglada campaña, con Lula preso y proscripto, en el marco del golpe institucional. Estos sectores, a través del Grupo Lima han buscado fortalecer una alianza de la derecha para proteger y garantizar los intereses de la política imperialista, que solo trae consigo más ataques al pueblo trabajador con precarización y flexibilización laboral, pensiones de hambre, retrocesos en materia de género y migración, tal como hemos visto en el mandato de Trump. Ahora, la derecha busca potenciarse a través de un nuevo golpe, el Prosur, buscando diferenciarse de lo que era el Unasur, para expresar el avance de la derecha en Latinoamérica y cristalizar al Grupo Lima. Al respecto, sus organizadores – Paulina Nuñez, Issa Kort, Luis Poblete y Antonio Muñoz- han señalado, “se pretende convertir el llamado Foro de Santiago en una instancia permanente de coordinación de la derecha de la región”. Dando cuenta que con la instancia buscan “tomar decisiones para proyectar nuestros gobiernos de centro derecha en los diversos países” .
Cabe destacar que en la instancia participaron los mandatarios de gobiernos de derecha como Iván Duque, Mauricio Macri, Lenin Moreno, Martín Viscarra, Mario Abdo y el polémico Jair Bolsonaro quién fue recibido con gran rechazo por parte del movimiento feminista y la juventud, tanto así, que cientos de manifestantes se agruparon para expresar su rechazo a las políticas homofóbicas, anti mujeres y xenófobas que encarna el actual presidente de Brasil, aprovechando además de repudiar la cumbre que busca organizar la avanzada imperialista orquestada por Trump en Latinoamérica, de la cual Piñera fue el anfitrión. Tras la cita determinaron seis puntos de acuerdo que dieron a conocer a través de una declaración oficial.
¿Qué revela esta junta?, una instancia en donde los gobiernos derechistas de la región, principalmente de Colombia, Brasil, Argentina y Chile, -ya reunidos previamente en el Grupo Lima-, buscan fortalecerse para tener un mejor pie que permita la injerencia directa del imperialismo y tener una mejor relación de fuerzas para hacer pasar sus ataques contra el pueblo trabajador, ejemplo de esto es la política de pensiones que Brasil viene homologando con Chile, la cual precariza profundamente a la tercera edad, quienes luego de trabajar toda una vida, reciben pensiones de hambre con las que no logran costear las necesidades básicas para subsistir. Estas alianzas para implementar políticas neoliberales y profundizar los ataques a la clase trabajadora de la mano del imperialismo, pudieron ensayarlas durante el conflicto venezolano, donde el gobierno norteamericano venía orquestando un gran golpe, apoyado por el Grupo Lima, quién no sólo avaló el plan, sino que también fue parte de la ejecución del mismo, tal como se vio con el festival y la entrega de “ayuda humanitaria” en Cúcuta.
¿Qué dice la oposición parlamentaria frente al Prosur?
La avanzada de la derecha y el intento por fortalecer la injerencia de norteamérica en la región se pondrá a prueba tras el desenlace del conflicto en Venezuela, puesto que marcará la potencia y el futuro de esta política, y por tanto, demostrará cuál es la correlación de fuerzas para que el Grupo Lima, ahora Prosur, tenga un mayor margen de facilitar la injerencia imperialista y concretar la acción y objetivo de Prosur.
Los partidos agrupados en el Frente Amplio (FA), las Juventudes Comunistas (JJCC), Partido Progresista y Juventud Rebelde Miguel Enríquez, entre otros. Han conformado una unidad de oposición frente a la política del gobierno chileno ante el Prosur, manifestando un tibio pronunciamiento organizando lo que será el “Festival por el derecho a vivir en paz”, a realizarse el día 24 de marzo, justo posterior a finalizar el encuentro del Prosur. Señalando Camilo Sánchez -presidente de las Juventudes Comunistas-, al diario La Tercera que este evento “destacará por su amplitud política, social y cultural. Por sobre cualquier diferencia nos unen principios como la paz, la autodeterminación de los pueblos y la no injerencia”. Dando cuenta de tres ejes centrales que expresan su política y programa mínimo común frente al avance de la derecha en Latinoamérica; la paz, la autodeterminación y la no injerencia. Si bien éstas dos últimas categorías tienen puntos símiles a nuestros planteamientos, veremos más adelante que discrepamos profundamente respecto al valor estratégico de la política de autodeterminación de los pueblos y en lo que a oponerse a la injerencia de los países dominantes respecta.
Pero, esto será tema a abordar más adelante, ahora seguiremos profundizando en la postura que ha planteado este sector. Ya que, desde el Movimiento Autonomista (MA), el vocero nacional Jorge Rauld señaló “Consideramos que la vía para abordar la compleja situación que se vive en Venezuela es el diálogo, desde una perspectiva de respeto al derecho internacional y los derechos humanos”. Un diálogo que suena bien intencionado, pero bastante superficial ¿realmente es ésta la mejor denuncia para develar el rol que ha tenido el Grupo Lima como títeres manejados por el xenófobo y misógeno Trump?.
Particularmente en torno a la cumbre del Prosur y la presencia de Bolsonaro en el país, los partidos de la oposición tuvieron la política de rechazar a presencia del ultraderechista, aunque con distintas variantes. Por un lado el Frente Amplio, se limitó a entregar una carta a La Moneda para exigir que Bolsonaro sea declarado como persona non grata, debido a sus dichos sobre la torturas, los pueblos originarios y la diversidad sexual. Mientras no llamaron a la movilización desde sus tribunas sindicales y parlamentarias.
El Partido Comunista tampoco hizo ningún llamado activo desde sus posiciones sindicales y parlamentarios, y en su declaración pública rechazaban la presencia de Bolsonaro y planteaban que el Prosur es una “aventura divisionista y una acción regresiva, que tiene como soporte el mandato del gobierno de Donald Trump a gobernantes que se han subordinado a los planes de la potencia imperialista”, reivindicando otras experiencias como el Unasur, ALBA e incluso el Mercosur.
Estas declaraciones, solo terminan de dilucidar la confianza que tiene el reformismo y neoreformismo en el régimen burgués. Puesto que, tanto la salida “pacífica y democrática” que plantea Revolución Democrática (RD), el planteamiento de salida “centrada en el diálogo político y no en la violencia” de la mesa central de FA, no es otra cosa que una salida pactada con el imperialismo, que nada favorable puede ofrecer al pueblo trabajador. Así como, el legitimar la elección del gobierno de Maduro, como plantea MA, no hace más que obviar la existencia de un gobierno autoritario, avanzando cada vez más en un régimen bonapartista represivo, que ha impuesto una política de ajuste y ataque a las condiciones de vida del pueblo trabajador. Por lo tanto, ninguno de éstos planteamiento logran realmente otorgar una salida que ponga al centro la confianza en la organización y capacidad de gobernar del pueblo trabajador. Y la llamada “integración latinoamericana” se configura como la oposición al servilismo con EE.UU, reivindicando las experiencias del Unasur y ALBA, pero ¿quienes fueron los beneficiados de esta integración?
Injerencia imperialista y autodeterminación
Profundizando en lo anterior, cabe señalar que uno de los puntos centrales que se expresan en el programa democrático de la oposición parlamentaria, tiene que ver con el rechazo a la injerencia imperialista en América Latina y Venezuela particularmente.
Claramente estamos frente a un giro del imperialismo norteamericano hacia América Latina, buscando recostarse sobre su “patio trasero” luego del empantanamiento de su ofensiva guerrerista en Medio Oriente y la consecuente intervención de otras potencias en el subcontinente, como las de Rusia y China. La intervención en Venezuela y formación del Prosur son también parte de este giro.
En definitiva es una reedición de la doctrina Monroe, la cual desde fines del siglo XIX proclamaba el dominio del imperialismo yanqui en los países latinoamericanos, facultándolo como “explotador exclusivo”, que bajo la política del “buen vecino” decía proteger a estos países del dominio político y militar de Europa. En esta reedición trumpiana, sectores de la burguesía nacional latinoamericana referenciada en los gobiernos de derecha del Grupo Lima, buscan por medio del Prosur cristalizar la política proimperialista de apoyo a EE.UU, la cual se juega inicialmente y de forma concreta en Venezuela. Hacen gala, de esta forma, de su carácter como “sub-burguesía”, es decir, “una capa controlada por el capital extranjero y al mismo tiempo opuesta a los obreros”.
Bajo los hechos actuales, el análisis de Lenin sobre el imperialismo, demuestra su actualidad. Hace más de 100 años, el revolucionario bolchevique demostraba que el mundo se repartía por los grandes grupos capitalistas y las grandes potencias, marcando el predominio del capital monopolista. Formando así zonas de influencia y dominación, ya sea por la vía de la exportación de capital, la acción diplomática o directamente la intervención militar. De esta forma, dentro del mapa mundial, encontramos una división entre países dominantes y dominados u oprimidos, en los que se encuentran tanto las colonias como semicolonias.
La injerencia del imperialismo sobre una nación oprimida, como lo es Venezuela, en un sentido implica un intento por apropiarse del terreno Venezolano, el cual cuenta con las principales reservas de petróleo crudo certificadas a nivel mundial y que a la vez destina un 20% de sus ventas totales a los Estados Unidos, en donde de cada 100 dólares que entran al país, 93 provienen de las exportaciones de este producto. Por tanto, lejos de buscar una salida progresiva para la nación oprimida, solo busca profundizar su dominación a las cadenas del capital imperialista. Desde ahí, que la lucha contra la dominación imperialista o por la independencia nacional de las naciones oprimidas, es una lucha democrática de la cual los revolucionarios nos hacemos parte siempre en el bando de la nación oprimida, en contra de profundizar el yugo imperialista.
La diferencia fundamental radica, en cuál es el sujeto político, el programa y la estrategia para enfrentar la dominación imperialista en los países semicoloniales, llevando adelante una tarea democrático-burguesa en su sentido histórico.
El anti-imperialismo y la revolución permanente
En este marco, las consignas de “no injerencia” y “autodeterminación” cobran valores concretos y distintos dentro de la política del Frente Amplio y el Partido Comunista.
El Frente Amplio (específicamente el sector que adhiere a este acto) ha dejado en claro que su “no injerencia” se limita a adherir al llamado Mecanismo de Montevideo, es decir, el llamado a nuevas elecciones. Una política de los “no alineados”, que en el fondo no es más que una salida “pacífica” pactada con el imperialismo. Es la concreción de la intervención yanqui por la vía “institucional”. Puesto que, dicha salida sólo beneficia el saqueo de EE.UU en Venezuela y golpear las condiciones de vida del pueblo trabajador, haciendo que la crisis que atraviesa Venezuela la pague la clase obrera y el pueblo. Quienes ya desde el año pasado vienen sufriendo las secuelas del pago millonario de la deuda externa que realizó Maduro por más de 800.000 millones de dólares a costa de los trabajadores, viviendo una situación hiperinflacionaria que se pudo sentir directamente en los salarios, los cuales son apenas de 6 dólares mensuales, lo que significa que más del 80 % de la población se encuentra por debajo de la línea de pobreza. Además, en relación a la creación del Prosur, el diputado Mirosevic (Partido Liberal) planteaba que “Es importante que si se constituyen organismos internacionales sean permanentes. Da lo mismo quién los haya impulsado. Y creo que esa debiera ser la política de Estado de Chile. Sin embargo, si hay concurrencia de los demás países de manera transversal, eso es una buena señal al menos”, es decir, anulando que tras este organismo existe una política directa del imperialismo yanqui para aumentar su dominación en el continente.
Mientras para el Partido Comunista, la vía es la defensa acérrima al gobierno de Maduro. Pasando por alto el legítimo descontento del pueblo trabajador (principales afectados de la crisis venezolana) con un régimen que lejos de avanzar hacia el socialismo, profundizó sus rasgos coercitivos, apoyándose en el ejército, persiguiendo a la oposición de izquierda en los sindicatos, avanzado en la estatización de los sindicatos, bloqueando los convenios colectivos, etc. Invisibilizando a todo un sector de masas que hizo su experiencia y vio frustradas sus ilusiones con el “socialismo del siglo XXI”. Mientras que reivindican la necesidad de“construir un sistema de integración institucional en los marcos del derecho internacional y fortalecer el bilateralismo y multilateralismo en nuestro continente” tomando como ejemplo el Unasur y ALBA, que según ellos estaban por fuera de la sombra del imperialismo norteamericano, permitiendo la relación del continente con otras “potencias mundiales”.
A pesar de las diferencias políticas, comparten elementos estratégicos. Por una lado la confianza en las instituciones y mecanismos de la democracia burguesa, y por otro la total ausencia de la clase obrera como sujeto político independiente.
La defensa a la democracia y sus instituciones como vía para enfrentar la injerencia imperialista es uno de los estandartes de la izquierda reformista, unos defienden las antiguas elecciones, mientras otros buscan organizar nuevas o revivir distintos “organismos de integración”. Pero, incluso la derecha, dice defender la democracia y sus instituciones, recordemos que Guaido fue nombrado como Presidente encargado por la Asamblea Nacional, instituciones hegemonizada por la oposición de derecha venezolana.
Pareciera un lugar común que cruza todo el espectro político, como si el Estado fuese un instrumento en función del “bien común”, superior a cualquier conflicto político de las clases sociales. Más allá de las discusiones sobre el carácter de clase del Estado o la utilización táctica de la democracia burguesa y sus mecanismos por los revolucionarios, resulta que tanto para el FA como para el PC, su confianza en los mecanismos de la democracia burguesa se acompaña de una total ausencia de la clase obrera y la lucha de clases, y de la confianza en sectores de la burguesía nacional “bolivariana”.
Develan de cuerpo entero su estrategia reformista. El desplazamiento de su centro de gravedad, de la lucha de clases al parlamentarismo, deviene de su confianza en la democracia burguesa, pero también y más relevante aún, de quien creen que es el sujeto político que debe enfrentar al imperialismo, que para ellos no es la clase obrera con sus métodos propios, sino que la burguesía “progresista” en base a los mecanismos de la democracia burguesa. De manera que, al plantear la salida pacífica de las elecciones o la validación de Maduro en su rol, lo que hacen es confiar la salida de la crisis a los mismos sostenedores de ésta, las elecciones solo benefician a la derecha y la injerencia de Trump para terminar de saquear los recursos naturales, principalmente en su guerra por el petróleo. Por otra parte, la validación de Maduro solo implica sostener la crisis a costa de la precarización y miseria de la vida para el pueblo trabajador. En el mismos sentido va el postular bloques de integración latinoamericano entre gobiernos burgueses “progresistas” como una vía para enfrentar al imperialismo.
En este sentido, nos hace re-pensar cuál es el lugar histórico de las burguesías nacionales en los países semicoloniales. Trotsky, en base al materialismo histórico, desarrolló la teoría del desarrollo desigual y combinado, que en este caso nos permite analizar y explicar las particularidades del desarrollo de la sociedad capitalista en los países coloniales y semicoloniales. Principalmente por el rol de la penetración imperialista, que permitió introducir lo más avanzando de la técnica capitalista en países donde aún no se conquistaban las demandas y el régimen democrático-burguesas, saltando etapas en relación al desarrollo histórico de las grandes potencias de Occidente, lanzado a la órbita imperialista del mercado mundial a países atrasados. Dando como resultado una relación especial entre las clases, con un proletariado relativamente fuerte y concentrado en grandes centros urbanos-industriales, en comparación con una burguesía nacional débil subordinada completamente al capital imperialista y amplios sectores del campesinado rural con resabio de la antigua formación social.
La burguesa nacional demostró históricamente ser incapaz de llevar hasta el final las demandas democrático-burguesas, tales como la reforma agraria o la autodeterminación nacional, tanto por su debilidad estructural frente al proletariado, como por su subordinación económica y política a la burguesía de las potencias imperialistas. Trotsky, en relación a la burguesía nacional de los países latinoamericanos, planteaba que “... su debilidad general y su retrasada aparición les impide alcanzar un más alto nivel de desarrollo que el de servir a un amo imperialista contra otro. No pueden lanzar una lucha seria contra toda dominación imperialista y por una auténtica independencia nacional por temor a desencadenar un movimiento de masas de los trabajadores del país, que a su vez amenazaría su propia existencia.” Esta relación no ha variado mayormente, por ejemplo, en torno a la penetración del capital imperialista que explota mayoritariamente las fuentes de materias primas, la burguesía nacional en lugar de impulsar una política democrática como la nacionalización, permite abiertamente el saqueo. Tanto Piñera en Chile con el saqueo del cobre, como incluso se puede ver en Venezuela con la penetración de capitales rusos en los hidrocarburos, recordemos que el 15 % de las reservas de petróleo de Venezuela están en manos de China y Rusia. O con la instalación de bases militares norteamericanas en Colombia y Argentina. En todos estos casos, la burguesía nacional da muestra de su subordinación al imperialismo y el abandono de una lucha democrática por la verdadera independencia nacional. Mientras es justamente el pueblo trabajador quienes padece las consecuencias de estas condiciones, en el sentido de la explotación y precarización laboral, contaminación, represión, etc.
Es por esto que para los revolucionarios, la conquista de las demandas democrático-burguesas no vendrán de la mano de la burguesía nacional, sino que justamente será el proletariado quien deba llevar adelante estas. Y en este sentido concreto, son los trabajadores por medio de los métodos de la lucha de clases, los que pueden enfrentar consecuentemente al imperialismo yanqui y su intervencionismo en Venezuela y en el conjunto de América Latina. Se trata de oponer el proletariado a la burguesía, como única dirección capaz de dar la victoria a las masas contra el imperialismo, es decir, como sujeto político que exprese la “voluntad colectiva nacional-popular”.
En base a esto, es que la teoría-programa de la revolución permanente vuelve a tomar toda su vigencia, en el sentido del rol transformador y dirigente que debe tomar la clase obrera en la lucha por las demandas democrático burguesas y un programa transicional que permita ligar a la lucha socialista. Dado que, las medidas programáticas transicionales tales como: confiscación de los bienes de quienes saquearon al país, para disponer de esos recursos para las necesidades urgentes del pueblo y del país; salario igual a la canasta básica, combinado con un verdadero control de los precios ejercido directamente por los trabajadores y las comunidades, con delegados electos por las bases democráticamente en los lugares de trabajo y las comunidades, que pongan más de conjunto la producción y la distribución bajo el control verdadero del pueblo, sin burócratas del gobierno ni militares: reincorporación de todos los despedidos; rechazo a los despidos tanto en el sector público como en el privado, ocupación y producción bajo control obrero –sin militares ni el gobierno– de toda empresa que despida o amenace cerrar, entre otras. Permiten que el pueblo trabajador y los sectores oprimidos tomen en sus manos la lucha para derrotar esta ofensiva del imperialismo, de manera que un programa con salida obrera a la crisis vaya en perspectiva de forjar un gobierno obrero y popular, siendo capaz de organizar y dirigir el curso de su propia historia, rompiendo con las cadenas del yugo imperialista, que saquea sus riquezas y explota su vida. Sin esta perspectiva, todas las demás propuestas basadas en “salidas pacíficas y democráticas” no son más que fraseología bienintencionada, pero inútil, en tanto, servil al imperialismo.
Los mismo podemos decir sobre la “integración latinoamericana”, es una ilusión pensar que de mano de la burguesía nacional y sus organismos multilaterales, se está enfrentando al imperialismo, en una máxima lo que se logra en mayor margen para negociar con otras potencias imperialistas o lograr tener un mayor protagonismo y ganancias de la explotación de la clase obrera en sus países. Por tanto una política desde la clase obrera, está lejos de apoyar las aspiraciones de la burguesía nacional, al contrario, implica luchar contra ella y contra la dominación imperialista, por esta vía, la única opción de integración y coordinación de los pueblos es por medio de la conformación de una federación de repúblicas socialistas de América Latina y el Caribe.
Es en este sentido, el anti-imperialismo que reivindicamos los revolucionarios, el cual no se puede quedar solamente en el rechazo a la dominación imperialista, sino que además parte del principio de la independencia de clases, la centralidad de la clase obrera como sujeto revolucionario, su hegemonía como clase dirigente y la necesidad de un programa transicional que logre hacer puente hacia la lucha por los intereses de la clase trabajadora. Por tanto, con la necesaria construcción de un partido revolucionario de los trabajadores, que luche por esta perspectiva en el seno del movimiento obrero.
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