Con la pregunta con la que titula su libro [1], Santiago Roggerone [2] se propone trastocar ese sentido común que sostiene que el marxismo está en crisis y acabado, para presentar una “transmutación”, según la cual hoy estamos asistiendo a una profunda crisis del capitalismo en el que una “actualización de la crítica” se está desarrollando. El libro se propone ofrecer una historia intelectual de esa “crisis del marxismo” de fin de siglo XX y presentar el “campo de fuerzas” de las nuevas teorías críticas, a partir de dos teóricos actuales, que serían representantes polares del mismo: Slavoj Žižek y Axel Honneth.
En su estructura, el libro está organizado en dos partes. “Contextos”, dedicada a establecer definiciones, periodizaciones y cartografías de la “crisis del marxismo” y de la Teoría Crítica, y “Textos”, donde Santiago repone en detalle la evolución conceptual de ambos teóricos. Las dos partes son valiosas en sí mismas, pues un lector podría estar más interesado en conocer en detalle el panorama intelectual con el que el libro comienza, sin necesidad de verse seducido por los teóricos sociales que constituyen su objeto de análisis “textual”, que por sus temas, sin dudas, interesará más a estudiantes y profesionales de la filosofía, la sociología o la psicología. Sin embargo, ese lector se perdería lo esencial del trabajo del libro, que es ponderar a través de las modalidades de Honneth y Žižek (se comparta o rechace sus puntos de vista), cómo es posible un recomienzo de la crítica.
Unas palabras acerca del método y la tesis productiva sobre la “crisis del marxismo”
En cuanto a la conceptualización del capitalismo contemporáneo, el libro propone retomar la definición de Theodor Adorno acerca de que la generalización del valor de cambio (por sobre el valor de uso) ha creado un mundo en el que el fetichismo de la mercancía y el fenómeno de la reificación lo ha colonizado todo. Aunque el pronóstico es sombrío, la vieja alternativa “socialismo o barbarie” es asumida por el autor ante un mundo en el que, según su definición se está gestando una “nueva época de crisis, guerras y revoluciones”. Del conjunto de problemas que se abren ante este panorama, a Roggerone le interesa abordar el estado de las nuevas teorías críticas de la sociedad, en definitiva con qué prisma se puede mirar el mundo para desentrañar esos fetichismos y reificaciones.
Eso supone poner en el centro la preocupación por la definición acerca de qué es lo que se puede hacer con el marxismo luego de la crisis del marxismo. Para eso algunas decisiones metodológicas y políticas, que Roggerone retoma, configuran una “doble perspectiva”: el “realismo intransigente” de Perry Anderson y la “lenta impaciencia” de Daniel Bensaïd. En cuanto a la posición andersoniana, retoma su “sociología histórico- comparativa de las ideas”, cuyas principales características (racionalidad, realismo, objetividad y universalidad) se presentan como una alternativa entre las distintas corrientes de la historia intelectual. Además, el autor reivindica el “realismo intransigente” de Anderson, a pesar de las críticas políticas que ha tenido por mostrar el pesimismo que declaró el autor a inicios de la década del 2000, justo en el momento en el que el clima ideológico político empezaba a tomar color. Haciendo una lectura que busca “organizar el pesimismo”, como forma de reconocer que se parte de una “derrota” y de que la perspectiva hacia adelante no es halagüeña, Roggerone señala la afinidad que este punto de vista tiene con la propuesta de Walter Benjamin, de que extraigamos nuestra fuerza de los derrotados. Esta perspectiva se complementa con la idea de Bensaïd de que la revolución es algo que necesitamos de manera urgente e impaciente, pero que a la vez el camino es largo y lento.
Desde el punto de vista del método de análisis, el libro propone concebir a los autores en tanto “unidad intencional”, es decir en sus contextos: qué dijo, que quiso decir, que no dijo, etc. Para esto, se proponen periodizaciones y cartografías que nos permiten comprenderlo. Por supuesto, la elección del método “sobredetermina” de algún modo el peso que tiene lo dicho, lo textual, la paráfrasis, y también cierto dispositivo “psi”, como los que toma de Louis Althusser y Fredric Jameson.
Para Althusser hacer filosofía era tener una “posición” en el campo filosófico. Siguiendo esta idea, hay que decir que el libro asume concretamente una “posición” sobre la “crisis del marxismo”. Una posición que se plantea como una alternativa, tanto frente a quienes consideran que la “crisis del marxismo” constituyó una crisis abismal, que lo da por muerto de manera definitiva (como la de E. Palti), como también la de quienes sostienen que no es más que una ideología reaccionaria, que hay que rechazar como quien rechaza un insulto. Más allá de la posición (el mismo problema podría ser visto desde otros ángulos), toda la reconstrucción que hace sobre el momento político e intelectual de la “crisis del marxismo” constituye un aporte en sí mismo. Casi todas las voces que intervienen en el debate están repuestas: Althusser, Jameson, Norberto Bobbio, Jürgen Habermas, Stathis Kouvelakis, Andre Tosel, hasta argentinos como José Aricó, Elías Palti o Ariel Petruccelli, entre otros.
Las modalidades polares de Honneth y Žižek
La teoría del reconocimiento de Honneth y la teoría del acto de Žižek no suelen ser pensadas en común. El análisis minucioso, contextual y sintomático de los textos de ambos que desarrolla el autor, le permiten al lector reconstruir sus posiciones. Honneth propone retomar al joven Hegel para pensar una teoría del reconocimiento, entendida como una lectura de las dimensiones morales y normativas de los conflictos sociales. Žižek, por su parte, elabora su teoría del acto a partir de Lacan, intentando pensar la política como un “arte de lo imposible”, que cuando ocurre modifica el escenario. Una acción que modifica las coordenadas básicas. De ahí su aversión al orden democrático- liberal.
Aunque ambos teóricos no protagonizaron “encuentro” alguno, como repone el libro con sumo detalle, eso no le impide a Roggerone establecer un contrapunto muy interesante entre ambos, señalar la afinidad de ciertas problemáticas y las diferentes formas en las que ellos “retornan” a Hegel. De ese conjunto de temas es interesante tomar la polaridad Honneth/Žižek para pensar en los términos de la tipología de los intelectuales contemporáneos que propuso Razmig Keucheyan. Mientras Honneth es representante del grupo de (contra) expertos que siguiendo las reglas académicas (incluyendo sus propias “normas científicas”) propugna por un socialismo democrático reformista, que impulse el reconocimiento como forma de dar respuesta al desafío de la democracia deliberativa y puramente liberal; Žižek por su parte es un “innovador” ecléctico, que en su hibridismo teórico propondría mantener la impugnación global del sistema, una teoría del “acto” revolucionario y una “hipótesis comunista” como una idea con algo de preocupante añoranza por el estalinismo. Por supuesto, estas modalidades polares no son las únicas posiciones vigentes en las teorías críticas contemporáneas, las propias referencias en el libro a Jameson, Anderson o Bensaïd, por mencionar algunos, presentan otras alternativas.
Conceptos son afectos (a modo de conclusión)
Hay una especificidad que caracteriza el trabajo de Roggerone. A través del análisis de los contextos, de las disposiciones prácticas asumidas por los intelectuales (ya sean tácticas o estratégicas); de las síntesis conceptuales (incluso del trabajo disímil que se puede hacer con las ideas de Marx o de Hegel); hay una preocupación marcadamente presente en el libro: ¿cuáles son las pasiones y los sentires de los representantes de la teoría crítica y de los marxistas ante la experiencia de la derrota?
Entre una sociología de las pasiones y una historización dela “estructura de sentimientos” de esa capa intelectual, el autor busca encontrarle sentido a la crítica, a tal punto de remontarse a la historia del joven Marx para pensar que éste dio inicio a un “saber de la vergüenza”, es decir un “conocimiento de aquel estado afectivo que mora entre la derrota y la resistencia” (p. 99). Cuando tenemos vergüenza no podemos más que ser fieles a nosotros mismos, es un sentimiento indisimulable, en el que Roggerone, retomando a Žižek y Honneth, ve un impulso a la acción transformadora. Si fuera posible, entonces, sintetizar este voluminoso libro que llamamos a leer, asumiendo incluso que esa síntesis dejará varias discusiones afuera, podríamos decir que el autor propone un recomienzo de la crítica para salir del estado de vergüenza. |