La apuesta oficial a la grieta y al miedo. La resignación opositora y el desparpajo patronal. Editorial de “El Círculo Rojo”, programa de La Izquierda Diario que se emite todos los domingos de 22 a 24 por Radio Con Vos, 89.9.
El Gobierno y su equipo ya están en modo campaña. Activaron la maquinaria electoral que muchos envidian y hasta consideran que es excepcional. Una banda que parece que no sirve para gobernar ni para administrar ni para tener algún éxito económico, pero sí para ganar elecciones.
Los ejes de la narrativa oficial a esta altura son los clásicos: profundizar la “grieta” y construir fantasmas imaginarios para una campaña del miedo. Una operación de manual dentro de la caja de herramientas que hace años comercia el mejor vendehumo de los últimos 50 años: Jaime Durán Barba. Como no tienen promesas ni objetivos con los cuales persuadir, convencer y muchos menos enamorar; la apuesta es a la polarización con adversarios a medida y al uso político del miedo.
Esta semana desplegaron un combo de ficciones que fueron desde “la amenaza comunista” (personificada en Axel Kicillof, alguien del que se puede decir muchas cosas, menos que es “comunista”); un temeroso peligro “sindical” donde entran en la misma bolsa dirigentes y burócratas encumbrados, así como cualquier representante o actividad gremial. Casualmente, todo esto acompañado por una oportuna serie o novela en Canal 13 sobre la historia de un sindicalista (con Julio Chávez cómo protagonista) y donde se hace la misma ensalada. También vimos la amenaza “estatista” que, dicen, puede volver a instaurar la terrible medida de controlar la libre fuga del dólar. Todas ficciones de los mismos creadores de la “amenaza mapuche”; la “amenaza iraní” o la “amenaza anarquista”.
En paralelo, se construyen almas bellas entre los dueños de todo, con empresarios que son “rehenes” del derecho laboral, como el Marcos Galperín de Mercado Libre cuyo paraíso en la tierra es el libre desarrollo de la esclavitud asalariada o Martin Cabrales, el del café, que afirmó es necesario poder despedir más fácil. O Julio Crivelli, hoy capo de esa banda mafiosa encuadernada hasta los huesos que conforma la patria contratista y que lleva el nombre formal de “Cámara Argentina de la Construcción” que, escuchen lo que dijo: "Necesitamos poder despedir sin causa a empleados en todas las industrias y comercios”. Así nomás, sin pelos en la lengua. Banqueros al borde de un ataque de pánico porque tienen demasiado “costo laboral” y, cuando no, todo acompañado por un rabioso editorial del diario La Nación que con el tono de patrón de estancia que siempre lo caracterizó, exigió una “modernización” de las relaciones laborales, es decir, mayor flexibilización y precarización. Los CEO de las principales empresas armaron un grupo de Whatsapp al que bautizaron “Nuestra voz” y en el que circulan estos reclamos y otros del mismo tenor.
La cuestión es que del otro lado de la “grieta” (y hablo del kirchernismo ampliado o del panpeonismo) la orientación política y programática les impone responder a la defensiva: “no somos comunistas”; “nosotros también queremos modernizar”, “no queremos controlar el dólar”, “no somos estatistas”, y lo que ya es otro clásico: “queremos pagar la deuda”. Como quieren conquistar el corazón de los empresarios y despejar cualquier duda de sus buenos modales, terminan discutiendo en el marco y en los límites que impone el Gobierno. Ni si quiera se responde como lo haría un demócrata consecuente: ¿qué problemas hay con los comunistas o la izquierda, acaso ahora se condena a las personas por la ideología?
Esto da como resultado que se le tiene un exorbitante respeto a esta derecha retrógrada ¿Con qué autoridad los liberales de cartón de Cambiemos se ponen a juzgar a otras ideologías, ya sea el comunismo o cualquier otra, si con sus recetas llevaron el país al desastre actual? ¿Por qué nadie, a excepción de la izquierda del FIT, les dice que sí, que hay que bajar los costos? Y que el primer costo que hay que bajar es el enorme costo empresario porque los Martín Cabrales, Crivelli, Ratazzi y todos los que viven del trabajo ajeno como ellos le salen muy caro a la Argentina. Con respecto al “peligro sindical”, si no fuera un poco trágico (por la situación de los trabajadores y las trabajadoras) el argumento sería cómico, porque pese a que no han logrado avanzar en desmantelar todos los derechos históricos ¿alguien puede creer que el grueso de los dirigentes sindicales y de la CGT significaron “peligro” alguno para el Gobierno?
El meollo de todo este asunto es que al ser una “oposición a su majestad”, al discutir dentro de su propio horizonte de sentidos y al querer mostrarse muy correctos y domesticados, terminan fortaleciendo los sentidos comunes que quiere imponer el Gobierno, desplazan el debate hacia su territorio y la competencia es por ver quién es menos reaccionario. Con el discurso de la resignación se fortalece el miedo.
Romper esta polarización que polariza hacia la derecha no es un simple planteamiento de campaña electoral. Es responder a las salvajadas que, ahora más envalentonados y levantando la voz, proponen los empresarios y su Gobierno, jugados ya en la última etapa hacia las PASO. Dar un mensaje contundente que diga que a ese plan de guerra y esclavitud que exigen para el futuro se les va a responder sin resignación y sin miedo.