¿Cómo explicarías a alguien que no es del ambiente académico qué son los estudios de género?
Los estudios de género se han propuesto desarmar la idea que las mujeres y los varones (por pensarlo en términos binarios) tienen que cumplir roles socialmente determinados. Estos roles estarían sustentados en la diferencia biológica entre los cuerpos. Así, en tanto las mujeres tienen útero y son capaces de embarazarse y tener hijos su función social es la de ser madre. El varón, por su parte, será el encargado de la supervivencia de su familia o grupo. De esta noción biologista se derivan otras: que TODAS las mujeres son esencialmente madres y, a pesar de sus diferencias, se estructuran a partir de su ser para los otros (varón): hija, esposa, viuda. Y así también para los varones. Por lo tanto el género no es sólo una noción individual y subjetiva, una identidad personal. Es una relación social. Y en tanto construcción socio-cultural se ha creado en torno a ella una compleja red de dispositivos discursivos, de conceptos normativos (doctrinas religiosas, educativas, científicas, legales y políticas), de prácticas, representaciones e institucionalidades (sistema de parentesco, mercado de trabajo), que contribuyen permanentemente a (re)definir “lo masculino”, “lo femenino”, “lo diverso” y las expectativas y comportamientos considerados apropiados para cada uno de ellos. En las sociedades occidentales, esto implicó la división jerarquizada del espacio social: un espacio esencialmente público/masculino/productivo/poderoso –“la plaza”- y uno esencialmente privado/femenino/afectivo/íntimo –“la casa”-, donde varones y mujeres ocupan espacios diferenciales y, por tanto, generizados.
Pero nada se dice de la heterogeneidad entre las mismas mujeres, entre los varones, entre los no binaries, sobre los deseos, sobre las formas de pensar y actuar, sobre las posibilidades. En este sentido, el concepto de género ayuda a deconstruir la idea que la diferencia entre los sexos es producto de determinaciones naturales, y propone repensarlas como una construcción social e histórica que está en permanente transformación, donde deben considerarse los diversos espacios y las distintas temporalidades, así como también las razas, edades y clases, entre otras diferenciaciones. Hablar de género supone indagar el por qué de la subordinación e invisibilización, cuestionar las representaciones, deconstruir los mecanismos de poder y dominación. Hablar de género es, así, cuestionar la reproducción de las desigualdades entre las personas por razones de sexos, géneros y sexualidades.
¿Qué rol cumplieron las mujeres en la historia de nuestro país?
Las mujeres estuvieron presentes y de manera muy activa en todos los acontecimientos de nuestro pasado, en las gestas independentistas, entre anarquistas y socialistas, fueron migrantes y trabajadoras, fueron sufragistas, peronistas, radicales, fueron revolucionarias en un amplio sentido y así podríamos seguir enumerando. Sin embargo, han sido sistemáticamente invisibilizadas. Esto no sólo tiene que ver con la división del espacio social tal como mencionaba anteriormente. Es decir, que los varones ocupaban mayoritariamente los espacios públicos y de poder y las mujeres estaban principalmente en su casa, cuidando a sus hijos y esperando a su marido. También la Historia, como ciencia social, como conocimiento situado (como diría Donna Haraway) ha contribuido en la producción del conocimiento sobre la diferencia sexual. Como sostiene Joan Scott (1999) “ […] las representaciones de la historia del pasado ayudan a construir el género en el presente […] En este sentido, la historia opera como un tipo particular de institución cultural que aprueba y anuncia las construcciones de género”. Es decir, las mujeres están ausentes de la historia en parte también porque fueron ocluidas por las perspectivas androcéntricas de la disciplina.
Sin embargo, hace algunas décadas emergió una renovada Historia de las mujeres con perspectiva de género que contribuyó no sólo a rescatar a las mujeres (y otrxs sujetxs subalternizadxs) como objetos/sujetos “legítimos” de la historia -otorgándoles visibilización y entidad- sino que también supuso una apertura a nuevas temáticas y dió paso también a nuevos cuestionamientos e interrogantes, a lo que se sumó el uso de fuentes hasta entonces ignoradas.
No es fácil desmontar toda una lógica social y cultural donde la Historia como ciencia está inserta. En eso coincido con colegas feministas historiadoras cuando afirman que el acercamiento de la disciplina al género es más bien tardía, en parte impulsada por los movimientos sociales y sus demandas. Sin ir más lejos este año se conmemoraron 50 años del Cordobazo. Y si bien poco a poco observamos un reconocimiento respecto a la participación de las mujeres y otrxs en este acontecimiento y en todas las protestas sociales de la época, así como también en la militancia armada y no armada, etcétera, las figuras masculinas continúan siendo centrales. Todavía queda mucho por hacer.
¿Qué opinás de la relación entre género y clase que representa un debate importante en la historia del feminismo?
Me parece que sigue siendo fundamental continuar abordando las diferencias al interior de lxs sujetxs y sus diferenciaciones materiales -tal como lo piensa el marxismo- pero sin olvidar que esas experiencias son experiencias sexuadas. Creo que esa es una de las contribuciones más interesantes del feminismo en su crítica hacia el marxismo. Es pensar que lxs sujetxs no sólo se constituyen en clases sociales en términos de su diferenciación en una estructura, en este caso económica, y a partir de ahí construyen su identidad clasista, sino que esa experiencia material está atravesada por el género y otras múltiples interseccionalidades. Entonces, claramente hay una gran diferencia entre varones, mujeres y otrxs. Si pensamos en lxs trabajadorxs, por ejemplo, incluir la dimensión genérica aporta, en primer lugar, a poner en tensión la división (hetero)sexual del trabajo, lo “productivo” y “reproductivo”, las variadas formas y espacios que adquirió el trabajo, es decir, que permite repensar los ámbitos públicos y privados. Además, al poner en evidencia que las clases sociales están constituidas por sujetos sexuados, se incorpora al análisis las desigualdades y jerarquías entre los sexos, las cuestiones del poder, destacando diferencias aún dentro de la misma clase. Pero también permite recuperar la agencia de lxs sujetxs, la dimensión política del género, las transformaciones (o no) de estas desigualdades. Por tanto creo central seguir pensando en los (al menos) dos elementos centrales de una misma relación social, la clase generizada, ese doble antagonismo que habita y moldea los cuerpos.
¿Cómo ves hoy al movimiento de mujeres?
Lo veo con mucha expectativa, veo mucha juventud movilizada, muchas mujeres, varones y otrxs jóvenes intentando pensarse con más libertad, tratando de deconstruirse. Pero también veo que hay mucho por construir, porque sin dudas el movimiento feminista y de la diversidad sexual es muy heterogéneo. Lo que pasó el año pasado en el Encuentro Nacional de Mujeres, que es esto de pensar las diferencias no sólo las de clase sino también las diferencias étnicas, raciales, las de la edad y otra serie de dislocamientos del sujeto si se quiere, de diferenciaciones, hace que todavía estemos necesitando construir herramientas teóricas, herramientas políticas para pensar en esta diversidad. Porque hay un feminismo que es occidental, blanco y heterosexual. Esas críticas son válidas. Entonces me parece que el mismo movimiento de mujeres y de la diversidad, si bien tiene mucho vigor, debe continuar discutiendo para no “naturalizar” ciertas nociones o considerar que porque hay una base de acuerdos en relación a ciertos temas, como por ejemplo el aborto, deben dejarse de lado los posicionamientos críticos. En ese sentido el Encuentro es un espacio genuino de discusión y debate. Pero no debería ser el único.
Creo igualmente que todavía falta mucho por construir, por pensar, por discutir, sin que eso implique romper la fuerza que tiene el movimiento que en la actualidad es el movimiento con mayor proyección si se quiere, en relación a otros movimientos sociales, como por ejemplo el movimiento obrero o estudiantil. Pero al mismo tiempo también hay que pensar que queda mucho por hacer. No lo veo tan fuerte en otros lugares. Por lo cual esa movilidad del Encuentro de hacerlo en distintas ciudades me parece que está buena para poder llegar a más puntos del país. No hay que subestimar, sin embargo, la creciente y preocupante presencia de religiones o fundamentalismos diversos -amparados en partidos políticos, medios de comunicación y en la sociedad en general- que claramente están en contra de la ampliación de derechos. Así que no daría por ganada la pelea todavía en relación a una “aceptación” de las cuestiones de género y sexualidades. La aparición de la noción “ideología de género” o “con mi hijo no te metas” cuando se intenta hablar de ESI, da cuenta que todavía hay una dura pelea cultural que dar.
Pero bueno es lo que nos queda a futuro, es la pelea política que tenemos, cada unx desde su lugar, como activistx, como investigadxr, como docentx, como ciudadanxs, cada uno desde su lugar puede hacer un aporte en ese sentido.
"Las mujeres estuvieron presentes y de manera muy activa en todos los acontecimientos de nuestro pasado, en las gestas independentistas, entre anarquistas y socialistas, fueron migrantes y trabajadoras, fueron sufragistas, peronistas, radicales, fueron revolucionarias en un amplio sentido y así podríamos seguir enumerando"
Acerca de la entrevistada
Ana Noguera es historiadora y autora del libro "Revoltosas y revolucionarias. Mujeres y militancia en la Córdoba setentista". (Editorial de la UNC, 2019) |