Vayamos al grano. En Venezuela padecemos un conjunto de políticas antiobreras y antipopulares por parte del gobierno de Maduro y las FF.AA., la oposición y su “gobierno paralelo” se presentan como “solidarios con los trabajadores”, pero salieron activamente a apoyar al gobierno represor de Ecuador que intentaba imponer un plan… antiobrero y antipopular. Una contundente demostración de lo que desde la izquierda venimos señalando constantemente: la oposición de derecha solo hace demagogia con los problemas obreros y populares, es solo demagogia porque sus planes son contrarios a nuestros intereses.
Mientras, Maduro y su gobierno volvieron a hacer gala de eso para lo que nuestro lenguaje coloquial tiene una expresión diáfana: ¡caretablismo! Ese cinismo que ni se inmuta, esa “cara e’tabla” para estar al frente de un gobierno que aplica un ajuste en algunos hasta peor, que reprime y persigue al pueblo trabajador que lucha, y sin embargo salir públicamente a cuestionar al gobierno de Moreno.
Moreno y Maduro: dos tipos de ajuste capitalista
El gobierno ecuatoriano, siguiendo los dictados del Fondo Monetario Internacional (FMI), viene aplicando desde hace rato un conjunto de medidas antipopulares para garantizar, entre otras cosas, que el país disponga de recursos para pagar la deuda externa: recortes de los gastos en la salud pública y despidos en el sector estatal, por ejemplo. Es decir, se afecta al pueblo cerrando o disminuyendo espacios de atención en salud, echando a la calle con el desempleo a miles de padres y madres de familia, como mecanismo para “reducir” gastos del Estado y en cambio gastarlos en otra cosa: pagos que van a parar a las cuentas del capital financiero internacional. Es un típico ajuste capitalista, que privilegia los intereses del capital sobre los del pueblo trabajador.
Ya eso lo venía haciendo desde antes del nuevo paquetazo. Con el nuevo plan, esa búsqueda de disminuir el déficit fiscal atacando las necesidades y el bolsillo del pueblo, se concretaría en: eliminar el subsidio a la gasolina, aumentando su precio; 15 días menos de vacaciones para los trabajadores y trabajadoras; aporte obligatorio de un día de salario de los trabajadores públicos; autorización a los patronos de renovaciones de contrato con reducción del 20% del ingreso del trabajador. Al mismo tiempo se reducían algunos impuestos a la exportación y a las importaciones de ciertos rubros.
¿Qué puede decirse de Venezuela? Cuando disminuyeron bruscamente los ingresos petroleros y se vencían los plazos de pago de la enorme deuda externa que el país fue acumulando bajo Chávez, el gobierno de Maduro, sin anunciarlo ni darle nombre, aplicó durante varios años un durísimo ajuste al privilegiar los recursos para pagarle al capital usurero internacional, a cambio de disminuir bruscamente los recursos para importación de alimentos, medicinas y demás bienes esenciales para el funcionamiento del país, incluyendo la salud y la educación. Entre 2012 y 2016 se redujeron las importaciones en casi ¡70%!, las de productos farmacéuticos en particular bajaron 64% entre 2012 y 2014, todo eso al tiempo que aumentaban los recursos destinados al pago de la deuda: según el propio Maduro, el país pagó entre 2014 y 2017 71 mil millones de dólares.
Hubo menos alimentos, menos medicinas, menos insumos, menos mercancías, se profundizó la escasez, aumentó la inflación y se golpeó el salario. Había menos dinero para los hospitales, las universidades, liceos y escuelas, las empresas del Estado, y en general la infraestructura nacional contaba con menos recursos… pero se seguían enviando miles de millones de dólares a las cuentas del capital financiero internacional. La lógica es bastante similar: ante una disminución de los ingresos del Estado se privilegian primero las necesidades del capital. Lo que de paso es una manera directa de darse cuenta que las políticas aplicadas no tienen nada de “socialistas”, sino al contrario, simple y llanamente capitalistas.
Eso se completó con el hecho de seguir entregando dólares baratos a los banqueros y empresarios para que, en teoría, garantizaran la importación de los bienes necesarios para el consumo y para la producción, con lo que continuó desarrollándose el festival de saqueo de la renta mediante la fuga de capitales. Todo el arco empresarial (chavistas, opositores y “apolíticos”) se benefició de esto, pero especialmente los amigos del gobierno y los monopolios como la Polar: invertían dos lochas (o ninguna) y fugaban el resto. Así, como la menor cantidad de dólares que había se iba en pagos al capital internacional y en la fuga, la “falta de divisas” se profundizó y cada dólar se cotizaba por cada vez más bolívares, haciéndose más aguda la pérdida de valor de la moneda nacional. A eso se sumó una alocada emisión de “bolívares” por parte del gobierno (para cubrir gastos internos y dar la ilusión de que “aumentaba” los salarios), lo que terminó de devaluar por completo el valor de cada bolívar frente a cada dólar disponible. Con un bolívar por el piso los salarios corrieron la misma suerte.
Así, entre los pagos de deuda y la fuga de capitales arruinaron al país, al tiempo que destrozaron el valor de la moneda y los salarios. Eso es capitalismo puro y duro.
Pero vino más: en agosto de 2018 Maduro anuncia que se propone la meta del “déficit cero” y lanza el fulano “Plan de recuperación, crecimiento y prosperidad”, que fue, como lo denunciamos desde entonces, un verdadero paquetazo antiobrero y antipopular, uno de los ajustes más brutales que se han hecho contra la clase obrera en el país.
Constaba de:
Megadevaluación oficial del bolívar, llevando el dólar oficial al precio del que se vendía en el mercado paralelo, que lo superaba multiplicado por varias veces.
Legalizar los precios hiperinflacionarios que ya “el mercado” había impuesto. Plasmando esto en las “listas de precios acordados” con los empresarios.
Semidolarizar la economía, al liberar parcialmente la circulación del mismo (haciendo más drástica la brecha social entre quienes tienen acceso al dólar y quienes no).
Desconocimiento de los derechos salariales y no salariales de la clase obrera: con la imposición de las nuevas Tablas salariales en la administración pública y el Memorando 2792, el gobierno suspendió por decreto la validez de los contratos colectivos en todo el país, arrebatando conquistas que eran producto de décadas de luchas y volviendo las relaciones laborales a principios del siglo pasado, redefiniéndolas a partir de lo que dicte la voluntad unilateral del patrono.
Legalizar a través de las Inspectorías del Trabajo las suspensiones y despidos de miles de trabajadores y trabajadoras de las empresas privadas.
Aumento del IVA en un 33% del valor anterior, pasando de 12% a 16%, metiendo más mano al bolsillo del pueblo trabajador.
Amplias exoneraciones al gran capital, comenzado por dejar de cobrar impuestos durante un año (prorrogable) a las transnacionales del petróleo, ¡algo que no llegaron a hacer ni los gobiernos neoliberales de CAP y Caldera! Así también a las empresas (locales y extranjeras) importadoras de materias primas y maquinarias relacionadas con la producción, y a todas las exportadoras. ¡Los capitalistas quedaron a salvo del ajuste para reducir el déficit del Estado, al contrario, se les cobra menos impuestos!
Un “gasolinazo” fallido: un brutal ajuste del precio de la gasolina “a precios internacionales” también fue anunciado. Finalmente no se sabe su no aplicación se debió a reconsideraciones políticas o a simple inviabilidad técnica/presupuestaria del mecanismo que idearon.
El ataque fue en toda la regla al bolsillo del pueblo trabajador y sus derechos. Cuando se lanzó el plan el salario mínimo mensual equivalía a 30 US$, para comenzar a descender brutalmente hasta llegar a los ¡2 dólares mensuales!
La respuesta a las luchas de los trabajadores contra semejantes ataques, combinó la más cruda indiferencia a los reclamos, con el amedrentamiento y despido de dirigentes, despidos masivos en algunos lugares, e incluso el encarcelamiento de varios trabajadores y sindicalistas.
Con semejantes credenciales, ¡¿cómo tiene Maduro la desfachatez de aparecer cuestionando Moreno por ajustador y represor?! Cinismo y más cinismo.
La hipocresía de la derecha al desnudo
La diferencia entre Ecuador y Venezuela estriba en que allá el ajuste y la represión para aplicarlo cuentan con el consenso de la mayoría de la clase dominante y sus partidos, así como con el apoyo del imperialismo estadounidense y la OEA, mientras aquí el gobierno ajustador y represor no cuenta con el aval de la clase dominante ni del imperialismo para llevar adelante las políticas, al contrario, quieren desplazarlo para aplicar un plan de abierta recolonización nacional que, por supuesto, incluye también ataques a las condiciones de vida del pueblo y la clase obrera, tal como se evidencia en el llamado “Plan País” y en los recientes anuncios de tramitar préstamos de… ¡el FMI!
Precisamente por eso la contundente movilización del pueblo ecuatoriano dejó al desnudo la profunda hipocresía y demagogia de los Guaidó, Borges, María Corina, Voluntad Popular, Primero Justicia, Vente Venezuela y demás, que para ganar apoyo entre los trabajadores dicen estar a favor de sus luchas, pero apenas la lucha real de un pueblo se puso de pie contra el FMI, salieron a condenarla.
A tono con los gobiernos de la derecha regional, el gobierno de Trump y esa cosa llamada OEA, cerraron filas con el gobierno asesino de Lenin Moreno. Haciendo coro con el impresentable de Bolsonaro, Guaidó y Borges descalificaron la lucha de los/as indígenas, estudiantes y trabajadores ecuatorianos señalando que solo se trataba de gente azuzada por Rafael Correa y Maduro.
La derecha se devela así como lo que es: una fracción política que busca subordinar el país a los dictados del FMI y que para imponerlos no ahorrará en represión, tal como no ahorraron sus antecesores, incluyendo la masacre del Caracazo, asesinando en apenas unos días a miles de venezolanos y venezolanas que se rebelaban ante los planes del Fondo Monetario.
La coherencia y los principios de la izquierda
Así las cosas, lo de Ecuador ha traído un asqueante vaivén de cinismo y dobles raseros con el cual opinan o juzgan esa lucha popular tanto el gobierno como la derecha. El gobierno ajustador y represor pretende aparecer como el representante de la solidaridad con el pueblo ecuatoriano, deslegitimando así con su nefasta verborrea todo lo genuino de esta lucha. La derecha que aquí habla de estar con los trabajadores y denuncia la represión, descalificó la lucha y avaló la represión asesina del gobierno ecuatoriano. Doble moral por doquier.
Muy diferente a toda esa asquerosidad, solo desde la izquierda anticapitalista, desde quienes nos enfrentamos tanto al gobierno de Maduro como a los planes del FMI y el imperialismo, pudo mostrarse coherencia: condenamos los planes de ajuste y la represión tanto en Venezuela como en Ecuador, Brasil, Argentina y cualquier lugar donde se den. Tenemos principios: estamos del lado de la clase obrera, el pueblo pobre y sus luchas contra los ataques de los gobiernos y el capital.
Así se expresó, por ejemplo, no solo en el posicionamiento de la Fracción Trotskista – Cuarta Internacional (FT-CI), corriente de la que formamos parte en la Liga de Trabajadores por el Socialismo (LTS) junto a otras organizaciones de América Latina, Europa y EE.UU., sino en el firme posicionamiento de Nicolás Del Caño, candidato presidencial del Frente de Izquierda y de los Trabajadores – Unidad (FIT-U) en Argentina, en el debate público del domingo pasado. Del Caño, militante del Partido de Trabajadores por el Socialismo (PTS), organización hermana de la LTS en Argentina, fue el único de los candidatos que se refirió en apoyo a la lucha en curso del pueblo ecuatoriano, reivindicándola y denunciando la represión al servicio del FMI, mientras los demás, incluido el candidato del peronismo y el kirchnerismo, Alberto Fernández, ni siquiera la mencionaron… porque todos se postulan para gobernar dando prioridad a las necesidades del capital.
Es desde estas posiciones cómo en Venezuela y América Latina puede encararse la construcción de alternativas políticas de izquierda revolucionaria, consecuentes con los intereses de las mayorías trabajadoras y populares.
|