El discurso de Lula en el Sindicato de Metalúrgicos del ABC paulista, su cuna política, fue más ofensivo contra Bolsonaro que el del viernes. Incluyó delimitaciones incluso con las corporaciones mediáticas. Sin embargo, no llegó a presentar cambios en cuanto al norte estratégico del líder del PT, que busca volcar todos los esfuerzos hacia las elecciones de 2022 en lugar de derrotar al proyecto golpista y neoliberal.
Para enfrentarse y derrotar al golpismo, no solo como Gobierno sino como proyecto político, hay que minar sus bases económicas, que no provienen solo de las contingencias políticas sino que responden a las necesidades de los sectores empresarios.
Lula mencionó en el discurso que cabría a los diputados "actuar como leones" para impedir nuevos ataques, dejando entrelíneas una separación entre lo que pretende organizar en las caravanas por todo el país, la acción parlamentaria y el norte estratégico de 2022, que podría desarrollarse sobre "tierra arrasada" de derechos de los trabajadores. Esa fue la ubicación estratégica de Lula y el PT durante los ’90 ante los gobiernos de Fernando Henrique Cardoso.
Lula llamó la gente a luchar, "no ir un día, que pasen tres meses y volver. La lucha es todos los días". O sea, en un primer momento, luego de su liberación, el expresidente intenta ocupar todo el terreno a su izquierda, abrazando efusivamente al líder del PSOL carioca Marcelo Freixo, el candidato presidencial de ese partido y líder del Movimiento Sin Tierra Gulherme Boulos y figuras del PCdoB, tratando de neutralizar cualquier alternativa a su izquierda, para luego acumular fuerzas y negociar en mejores condiciones los términos de las alianzas con fuerzas políticas de centro y de derecha. El discurso en el Sindicato no es el mismo que usa para tejer alianzas en el Nordeste, por ejemplo.
Las palabras de lucha no se pueden limitar al discurso. Hay que construir un plan de luchas efectivo, que ponga en marcha a esa juventud que ya se viene levantando contra los ataques de Bolsonaro, junto con los trabajadores y los sectores oprimidos, con el objetivo de derrotar a Bolsonaro y a los golpistas de conjunto.
Derrotar integralmente al golpismo exige encarar todos los límites del proyecto petista de poder, como la conciliación de clases, la conciliación con el Poder Judicial, con el agronegocio, con las bancadas del lobby religioso y de las fuerzas represivas, que fortalecieron a todo el golpismo. Por otro lado, incluso en una hipotética vuelta al poder, las condiciones económicas y políticas cambiaron radicalmente, ya no es posible apoyarse en la pasividad política ni mucho menos en el crecimiento económico mundial para ofrecer algunas concesiones a los trabajadores.
Al enfatizar nuevamente la "política del amor" que planteó en el primer discurso tras su liberación en Curitiba, Lula la contrapuso con el "gobierno de los paramilitares" de Bolsonaro, y opuso su origen obrero a la carrera militar del actual presidente. De esa manera, Lula se va construyendo hasta biográficamente como antagonista de Bolsonaro, preparando el terreno para las presidenciales de 2022, lo que incluye señales hacia las elecciones municipales de 2020 y la mención de posibles candidatos petistas y aliados, como Freixo, que nombró en más de una ocasión.
El discurso, de manera general, cambió el tono, pero no el color. En otras palabras, la radicalización expresada en el discurso de Lula tiene plazo de vencimiento y no modifica su estrategia electoral de derrotar al bolsonarismo en las urnas en 2022.
El problema es que hasta entonces los ataques seguirán fuerte, y hay que hacer de la lucha, presente en el discurso, una realidad en las calles y lecciones de programa y estrategia para que podamos aprovechar la debilidad de los golpistas para minar sus raíces.
Las centrales sindicales dirigidas por el PT y el PCdoB y demás organizaciones del país, inclusive las que dirigen los movimientos juveniles y estudiantiles como la UNE y UBES, también dirigidas por el PT y PCdoB, deben poner en pie de inmediato un verdadero plan de lucha, organizado desde las bases, en todos los lugares de trabajo y estudio, enormes asambleas y debates para erigir un movimiento masivo que sea capaz de derrotar de hecho a Bolsonaro y los golpistas. Chile muestra el camino.
La idea de volver a los tiempos de "bonanza" del período lulista es una utopía, en la medida que las condiciones económicas de la crisis capitalista internacional profundizan la política de austeridad. Si no hacemos que los capitalistas paguen la crisis, no vamos a poder avanzar en resolver los problemas estructurales del país y nos tendremos que contentar con un ciclo de gobiernos de derecha que nos atacan, una respuesta de izquierda o centro izquierda que ni siquiera reviertan los ataques anteriores. En el caso de Lula, enfrentar a los capitalistas nunca fue una opción. |