El 1ro de noviembre se cumplieron 112 años del nacimiento de Homero Manzi. Aquí compartimos una selección de tangos (con su letra y un video), precedida de una anécdota. El tango como puerta de entrada a la literatura.
Quiero empezar diciendo que, a mí, el tango, me abrió las puertas de la literatura. Mi abuelo se sentaba al frente de un equipo de música que tenía y mientras la abuela cebaba mates, nos quedábamos los tres escuchando las historias más fascinantes comprimidas en cuatro o cinco minutos. Borges dijo que cuando tenía cinco años leyó el Quijote en inglés. Mi comienzo tiene menos de espectacular pero claro, yo no soy Jorge Luis.
La abuela cebaba con una jarrita especial que le había preparado el abuelo. Ella era zurda para todo, y él se tomó el trabajo de cambiarle de lugar la manija para que el pico vertedor le quedara cómodo. Entre tango y tango nos contaba los entre telones de esas canciones que escuchábamos. Me acuerdo que siempre volvía a escena “Cuartito azul”. La abuela se encargaba de interrumpir para explicarme -creo que también para saborear la historia en sus labios- que el viejo la había enamorado cantando. Ahí nomás, el tipo sacaba pecho y arrancaba. Nunca pude borrar esos tonos de mi memoria.
Un día nos habló de Manzi. Me cantó a capella “Malena”, como no puede ser de otra manera, y yo quedé encantado con eso de sus ojos “oscuros como el olvido”. Tenía 11 años y esa imagen me dejó perplejo. Empecé a buscar sus canciones y me di cuenta que además de cantarlas, me perdía en las letras. De ahí no paré: Le Pera, Cátulo Castillo, Cadícamo, Contursi, Expósito y, por supuesto, Enrique Santos Discépolo. Fue mi primer acercamiento a una poética que me conmovía.
Como todo lo que nos define, necesitaba un segundo momento de confirmación, un ojal que anide y dé refugio al botón que había quedado suelto. Un punto de anclaje. Manuel Puig publicó Boquitas Pintadas y eso fue todo. Los epígrafes con letras de Le Pera le dieron el sentido definitivo. Ahí había literatura. El tango puede ser literatura, poesía de la más descarnada. Hay algo ahí que no sabemos nombrar, pero, al fin y al cabo, para qué hacerlo…
—Sabrás cómo te amé, un día al despertar, sin fe ni maquillaje… Homero Expósito
En noviembre se celebra el aniversario del nacimiento de Homero Manzi. Desde LIDteratura queremos compartir algunas de sus letras más emblemáticas para poder entrar en su obra, y, por qué no, desde ahí seguir con sus contemporáneos y meternos de lleno en la cultura tanguera de la primera mitad del siglo XX.
Malena
Malena canta el tango como ninguna
y en cada verso pone su corazón.
A yuyo del suburbio su voz perfuma,
Malena tiene pena de bandoneón.
Tal vez allá en la infancia su voz de alondra
tomó ese tono oscuro de callejón,
o acaso aquel romance que sólo nombra
cuando se pone triste con el alcohol.
Malena canta el tango con voz de sombra,
Malena tiene pena de bandoneón.
Tu canción
tiene el frío del último encuentro.
Tu canción
se hace amarga en la sal del recuerdo.
Yo no sé
si tu voz es la flor de una pena,
sólo sé que al rumor de tus tangos, Malena,
te siento más buena,
más buena que yo.
Tus ojos son oscuros como el olvido,
tus labios apretados como el rencor,
tus manos dos palomas que sienten frío,
tus venas tienen sangre de bandoneón.
Tus tangos son criaturas abandonadas
que cruzan sobre el barro del callejón,
cuando todas las puertas están cerradas
y ladran los fantasmas de la canción.
Malena canta el tango con voz quebrada,
Malena tiene pena de bandoneón.
Sur
San Juan y Boedo antiguo, y todo el cielo,
Pompeya y más allá la inundación.
Tu melena de novia en el recuerdo
y tu nombre flotando en el adiós.
La esquina del herrero, barro y pampa,
tu casa, tu vereda y el zanjón,
y un perfume de yuyos y de alfalfa
que me llena de nuevo el corazón.
Sur,
paredón y después...
Sur,
una luz de almacén...
Ya nunca me verás como me vieras,
recostado en la vidriera
y esperándote.
Ya nunca alumbraré con las estrellas
nuestra marcha sin querellas
por las noches de Pompeya...
Las calles y las lunas suburbanas,
y mi amor en tu ventana
todo ha muerto, ya lo sé...
San Juan y Boedo antiguo, cielo perdido,
Pompeya y al llegar al terraplén,
tus veinte años temblando de cariño
bajo el beso que entonces te robé.
Nostalgias de los años que han pasado,
arena que la vida se llevó
pesadumbre del barrio que ha cambiado
y amargura del sueño que murió.
El último organito
Las ruedas embarradas del último organito
Vendrán desde la tarde buscando el arrabal,
Con un caballo flaco y un rengo y un monito
Y un coro de muchachas vestidas de percal.
Con pasos apagados elegirá la esquina
Donde se mezclan luces de luna y almacén,
Para que bailen valses detrás de la hornacina
La pálida marquesa y el pálido marqués.
El último organito irá de puerta en puerta
Hasta encontrar la casa de la vecina muerta,
De la vecina aquella que se cansó de amar;
Y allí molerá tangos para que llore el ciego
El ciego inconsolable del verso de Carriego
Que fuma, fuma y fuma, sentado en el umbral.
Tendrá una caja blanca, el último organito
Y el asma del otoño sacudirá su son,
Y adornarán sus tablas cabezas de angelitos
Y el eco de su piano será como un adiós.
Saludarán su ausencia las novias encerradas
Abriendo las persianas detrás de su canción,
Y el último organito se perderá en la nada
Y el alma del suburbio se quedará sin voz
Fuimos
Fui como una lluvia de cenizas y fatigas
en las horas resignadas de tu vida...
Gota de vinagre derramada,
fatalmente derramada, sobre todas tus heridas.
Fuiste por mi culpa golondrina entre la nieve
rosa marchitada por la nube que no llueve.
Fuimos la esperanza que no llega, que no alcanza
que no puede vislumbrar la tarde mansa.
Fuimos el viajero que no implora, que no reza,
que no llora, que se echó a morir.
¡Vete...!
¿No comprendes que te estás matando?
¿No comprendes que te estoy llamando?
¡Vete...!
No me beses que te estoy llorando
¡Y quisiera no llorarte más!
¿No ves?,
es mejor que mi dolor
quede tirado con tu amor
librado de mi amor final
¡Vete!,
¿No comprendes que te estoy salvando?
¿No comprendes que te estoy amando?
¡No me sigas, ni me llames, ni me beses
ni me llores, ni me quieras más!
Fuimos abrazados a la angustia de un presagio
por la noche de un camino sin salidas,
pálidos despojos de un naufragio
sacudidos por las olas del amor y de la vida.
Fuimos empujados en un viento desolado...
sombras de una sombra que tornaba del pasado.
Fuimos la esperanza que no llega, que no alcanza,
que no puede vislumbrar su tarde mansa.
Fuimos el viajero que no implora, que no reza,
que no llora, que se echó a morir.
Barrio de tango
Un pedazo de barrio, allá en Pompeya,
durmiéndose al costado del terraplén.
Un farol balanceando en la barrera
y el misterio de adiós que siembra el tren.
Un ladrido de perros a la luna.
El amor escondido en un portón.
Y los sapos redoblando en la laguna
y a lo lejos la voz del bandoneón.
Barrio de tango, luna y misterio,
calles lejanas, ¡cómo estarán!
Viejos amigos que hoy ni recuerdo,
¡qué se habrán hecho, dónde estarán!
Barrio de tango, qué fue de aquella,
Juana, la rubia, que tanto amé.
¡Sabrá que sufro, pensando en ella,
desde la tarde que la dejé!
Barrio de tango, luna y misterio,
¡desde el recuerdo te vuelvo a ver!
Un coro de silbidos allá en la esquina.
El codillo llenando el almacén.
Y el dramón de la pálida vecina
que ya nunca salió a mirar el tren.
Así evoco tus noches, barrio ’e tango,
con las chatas entrando al corralón
y la luna chapaleando sobre el fango
y a lo lejos la voz del bandoneón.
Desde el Alma
Alma, si tanto te han herido,
¿por qué te niegas al olvido?
¿Por qué prefieres
llorar lo que has perdido,
buscar lo que has querido,
llamar lo que murió?
Vives inútilmente triste
y sé que nunca mereciste
pagar con penas
la culpa de ser buena,
tan buena como fuiste
por amor.
Fue lo que empezó una vez,
lo que después dejó de ser.
Lo que al final
por culpa de un error
fue noche amarga del corazón.
¡Deja esas cartas!
¡Vuelve a tu antigua ilusión!
Junto al dolor
que abre una herida
llega la vida
trayendo otro amor.
Alma, no entornes tu ventana
al sol feliz de la mañana.
No desesperes,
que el sueño más querido
es el que más nos hiere,
es el que duele más.
Vives inútilmente triste
y sé que nunca mereciste
pagar con penas
la culpa de ser buena,
tan buena como fuiste
por amor.