www.izquierdadiario.es / Ver online / Para suscribirte por correo o darte de baja, haz click aquí
La Izquierda Diario
1ro de diciembre de 2024 Twitter Faceboock

RESCATES: OSKAR HIPPE
Memorias de la revolución alemana

Ediciones IPS acaba de publicar el primer tomo de la monumental Revolución en Alemania (1917-1923) de Pierre Broué. Para celebrar este evento, presentamos una entrevista sobre este tema a Oskar Hippe (1900-1990), dirigente obrero marxista que protagonizó dicha revolución. Fue publicada originalmente en alemán en 1978 en las páginas de Was Tun, periódico trotskista de la entonces Alemania Occidental.

Foto: Nathaniel Flakin. Vitral sobre la revolución de 1918 dentro del Staatsratsgebäude, Berlín

Link: https://www.izquierdadiario.es/Memorias-de-la-revolucion-alemana-144282?id_rubrique=2653

Oskar Hippe empezó su militancia durante la Primera Guerra Mundial en la corriente espartaquista de Rosa Luxemburg y Karl Liebknecht, y fue miembro fundador del Partido Comunista alemán (KPD) a fines de 1918, participando de la revolución. Condenado a 18 meses de prisión luego del levantamiento de 1921 conocido como la “Acción de Marzo”, desde 1923 formó parte de los grupos opositores de izquierda dentro del KPD. En 1931 se suma a la Oposición de Izquierda Internacional dirigida por Trotsky. Bajo el régimen nazi pasó largo tiempo de cárcel y durante la guerra formó parte de la resistencia, militando en el IKD, la sección alemana de la Cuarta Internacional. Con el final de la guerra y la caída del nazismo, se encontraba en Alemania Oriental, bajo dominio estalinista, donde continuó militando clandestinamente en el trotskismo. En 1948 fue arrestado y luego condenado a 25 años de prisión en un campo de trabajos forzados por un tribunal militar soviético, siendo liberado luego de 9 años, en 1956, mudándose a Berlín Occidental, donde siguió militando en la corriente trotskista que hacía trabajo “entrista” dentro del Partido Socialdemócrata (SPD). En 1968 abandona dicho partido y pasa a colaborar con la organización juvenil socialista independiente SDS, que dirigía los sectores radicalizados del movimiento de protesta de Alemania Occidental. En 1979 publica sus memorias, Und unsere Fahn’ ist rot (“Y nuestra bandera es roja”). Muere en Berlín Occidental en 1990.
Esta entrevista fue hecha en Berlín Occidental por I. Reissner el 25 de octubre de 1978 y fue publicada originalmente en cuatro entregas entre noviembre y diciembre del mismo año, con motivo de los 60 años de la revolución alemana, en Was Tun (“Qué Hacer”), el periódico del Gruppe Internationalen Marxisten (GIM), en ese entonces la sección en Alemania Occidental del Secretariado Unificado de la Cuarta Internacional. Agradecemos a Jürgen Schröder, que viene digitalizando todos los números de este periódico en el archivo online de materiales de la izquierda alemana, Materialien zur Analyse von Opposition (mao-projekt.de).
La versión que presentamos aquí es un resumen de la entrevista original. Fuente: “Gespräch mit einem, der dabei gewesen war. November 1918”, Was Tun, Jg. 11, números del 236 al 239, entre el 16/11 y el 7/12 de 1978.

Te puede interesar: Revolución en Alemania de Pierre Broué por primera vez completo en castellano

***

Oskar, perteneces a la generación que ha vivido dos guerras mundiales, que participó de levantamientos revolucionarios y que conoció un movimiento obrero alemán todavía fuerte. Son solo muy pocos los que han sufrido, como es tu caso, la persecución tanto por parte de la burguesía como por parte de los representantes del llamado “socialismo real” como los conocemos a partir tanto de la URSS como de la República Democrática Alemana (RDA). Queríamos hacerte un par de preguntas sobre la revolución alemana de 1918-1919 [“Revolución de Noviembre”], de la que se están cumpliendo 60 años. Tal vez nos puedas contar no solo sobre la revolución alemana, sino también sobre el período anterior, que además es muy importante para entender la derrota de la revolución.

Si queremos hablar de la Revolución de Noviembre, entonces es necesario anotar en la cuenta de la socialdemocracia la responsabilidad por el naufragio de la revolución, principalmente el papel que ha jugado la socialdemocracia, desde su creación, pero, sobre todo, desde su congreso de 1899 hasta 1913 (el congreso de Jena). Ya desde 1899, el ala derecha de la socialdemocracia, bajo la dirección de Bernstein, intentó transformar al SPD en un partido reformista. En el congreso de Hannover el ala izquierda, bajo la dirección de Bebel y Wilhelm Liebknecht, logró mantener a raya a los revisionistas. En una resolución que presentó al congreso partidario y que fue aprobada por abrumadora mayoría, declaró: “El desarrollo de la sociedad burguesa hasta la actualidad no le da al partido ningún motivo para resignar o modificar sus concepciones fundamentales sobre la misma”. En otra parte: “Pero el partido protege, en su actividad, su completa autonomía e independencia, y considera cada éxito que consigue como nada más que un paso que lo acerca a su objetivo final. En la lucha contra el militarismo, en los mares y en tierra, y en la política colonial, el partido se mantiene en el punto de vista que ha sostenido hasta ahora. De la misma manera se mantiene en los términos históricos de su política internacional, que tiene por objetivo el entendimiento y hermanamiento de los pueblos, en primer lugar de las clases trabajadoras de los distintos países cultos, y continuar sus tareas culturales comunes sobre el terreno de una federación general”. Qué tan avanzado estaba el proceso de ajustar cuentas con todo esto entre ciertos dirigentes lo muestra una carta de Ignaz Auer a su amigo Eduard Bernstein: “Realmente no tienes idea el error que cometes cuando escribes en la página 165” –lo que sigue se refiere a la teoría de Bernstein sobre la necesidad de pasar de ser un partido de clase a un partido de la reforma– “que la socialdemocracia debe tener el coraje de emanciparse de una fraseología que de hecho se sobrevive, y mostrarse como lo que es hoy: un partido democrático-socialista de las reformas. ¿Realmente crees que es posible que un partido que tiene una literatura propia desde hace cincuenta años, una organización desde hace casi cuarenta y una tradición aún más antigua, puede hacer semejante giro en un abrir y cerrar de ojos? Comportarse así en medio de la crisis actual del partido, como propones, sería como hacer saltar el partido, dilapidar un trabajo de varias décadas. Mi querido Ede, lo que propones no es algo que haya que ponerlo en una resolución, no se debe escribirlo, simplemente se hace. Toda nuestra actividad, incluso bajo las leyes de excepción, fue la actividad de un partido socialdemócrata de la reforma. Un partido con el que las masas cuentan no podría ser de otra manera”.

También Rosa Luxemburg toma posición sobre la cuestión de la reforma social o la revolución en un artículo en el Leipziger Volkszeitung. “A primera vista, el título del presente texto puede dar sorpresa: ¿Reforma social o revolución? ¿La socialdemocracia puede oponerse a la reforma social? ¿O puede oponer la revolución social, el trastocamiento del orden actual que es su objetivo final, a la reforma social? Para nada. Para la socialdemocracia, la lucha cotidiana por las reformas sociales, por el mejoramiento de la situación del pueblo trabajador, constituye, aún sobre el terreno del orden actual en un sentido democrático, el único camino para dirigir la lucha de clases proletaria en el sentido del objetivo final, el de la toma del poder por el proletariado para la superación del sistema del salariado. Para la socialdemocracia existe un vínculo inescindible entre la reforma social y la revolución social, ya que, aunque para ella la lucha por la reforma social es el medio, el objetivo es la revolución social. La primera vez que encontramos una contraposición entre ambos momentos de lucha es en la teoría de Eduard Bernstein”.

También el congreso de 1903 del SPD condena de la forma más decidida los intentos revisionistas de las fuerzas reunidas alrededor de Eduard Bernstein. En la resolución del congreso dice: “Cambiar la táctica que hasta ahora hemos defendido y coronado con victorias, basada en la lucha de clases, por otra que, en vez de apuntar a la conquista del poder político superando a nuestros enemigos, apunte a una política de hacer concesiones al orden existente … –la consecuencia de una política revisionista de este tipo sería que, de un partido que trabaja por la superación lo más rápido posible del orden social burgués en uno socialista, es decir, un partido que es revolucionario en el mejor sentido de la palabra, se transforme en un partido que se dedique a la reforma del orden social burgués”.

Sin embargo, ya en 1911 vencieron las fuerzas reformistas dentro del Partido Socialdemócrata. Hasta el congreso de Jena de 1913 fueron fortaleciendo sus posiciones cada vez más. En una lucha de dos décadas contra la izquierda marxista que no estuvo libre de difamaciones pudo finalmente poner de su lado a la mayoría del partido. En un artículo de Rosa Luxemburg sobre el congreso de Jena decía lo siguiente:

“Lo que determina finalmente la actitud del pantano –así llamaba Rosa a la derecha reformista [1]–, las instancias dirigentes se dirigen contra la izquierda. La dirección del partido, que durante años bajo la dirección de Bebel luchó contra la derecha, acepta ahora el apoyo de la derecha para defender el conservadurismo contra la izquierda. Incluso, finalmente la revista científica, la Neue Zeit, desde 1910 ha hecho este cambio de frente junto con la dirección del partido. En el último tiempo, entre el círculo de sus amigos se ha transformado de la expresión del ‘centro marxista’, en la de la función política actual del pantano. Apoyándose en el pantano y en alianza con la derecha, la dirección del partido ha conseguido la victoria en las cuestiones decisivas en el congreso de Jena”.

En este último congreso, la derecha y el conjunto del partido consiguieron las condiciones que llevaron a su histórica traición a su programa y a su socialpatriotismo en los días de agosto de 1914. Sin embargo, la izquierda bajo la dirección de Rosa Luxemburg y Karl Liebknecht no abandonó la lucha por el partido. En la base del partido y en una gran parte de la clase obrera –particularmente en Sajonia– seguían teniendo bastante influencia. Eso también se vio en los días de julio de 1914, poco antes del comienzo de la Primera Guerra Mundial. Bajo la presión de la izquierda, el partido se vio forzado a llamar a los trabajadores, junto con los sindicatos, a manifestaciones de masas en las calles.

Sobre todo en las grandes ciudades de Alemania los trabajadores marcharon contra el peligro de guerra y por la paz. También en París los trabajadores marcharon por decenas de miles. Yo participé de una de estas manifestaciones, en Leipzig. Mi hermano, que era 18 años mayor que yo y se desempeñaba como funcionario del Partido Socialdemócrata, me llevó a esta manifestación. Más de 100.000 trabajadores de Leipzig y alrededores se dirigieron a la Augustusplatz al llamado del partido y los sindicatos. Fue una manifestación impresionante contra la guerra y la reacción. Y, sin embargo, pocos días después, el 2 de agosto, fue el primer día de movilización de tropas, y los mismos trabajadores que ayer se habían manifestado contra la guerra ahora partían hacia el frente en uniforme militar. Hubo incluso diputados de la bancada socialdemócrata que se alistaron como voluntarios para el frente. El 4 de agosto de 1914, en una sesión del Reichstag convocada para aprobar los créditos de guerra, el presidente de la bancada socialdemócrata, Hugo Haase –más tarde presidente del Partido Socialdemócrata Independiente (USPD)– dio la siguiente declaración:

“Estamos en una hora decisiva. Las consecuencias de la política imperialista, que fue introducida en una era de competencia armamentística, y que azuzaron las contradicciones entre los pueblos, se desatan como una poderosa inundación sobre Europa. La responsabilidad de esto la tienen los representantes de esa política –‘¡muy cierto!’, dicen desde la bancada socialdemócrata–. La socialdemocracia ha combatido con todas sus fuerzas este desarrollo ominoso. E incluso en la última hora, por medio de poderosas manifestaciones en todos los países, a saber, en íntimo acuerdo con los hermanos franceses, se ha declarado por la afirmación de la paz … Se pone en juego mucho para nuestro pueblo y su futuro de paz con una victoria del despotismo ruso, que tiene las manos manchadas de la sangre de lo mejor de su propio pueblo. Hay que defenderse un peligro y asegurar la cultura y la independencia de nuestro propio pueblo. Entonces transformamos en realidad lo que siempre hemos subrayado: ¡en la hora de peligro no dejamos nuestra propia patria a la deriva!”.

Por disciplina de fracción, también Karl Liebknecht cayó y votó a favor de los créditos de guerra. Sin embargo, ya en 1915, Liebknecht se levantó en el Reichstag y votó en contra de nuevos créditos de guerra y dio la siguiente declaración:

“La consigna absurda de resistir ha quedado arruinada, que solo lleva a hundirnos cada vez más profundo en el caos de la carnicería mutua entre naciones. Lucha de clases proletaria internacional contra la carnicería nacional, esa es la consigna del momento. El enemigo principal de cada pueblo está dentro del propio país. El enemigo principal del pueblo alemán está en Alemania. El imperialismo alemán, el partido militarista alemán, la diplomacia secreta alemana; este enemigo en el propio país es al que debe combatir el pueblo alemán. Combatirlo en lucha política, junto con el proletariado de los demás países, cuya lucha transcurre contra los imperialistas locales”.

El ascenso del movimiento obrero alemán bajo dirección del Partido Socialdemócrata tuvo su momento fundacional durante y luego de las leyes anti-socialistas. Cada vez más trabajadores encontraban su hogar político –ya bajo las leyes anti-socialistas– en la socialdemocracia. Distinto que en el Partido Comunista, en las organizaciones de base de la socialdemocracia casi no había discusiones profundas sobre los fundamentos del socialismo científico. La ideología de este último solo estaba arraigada en las mentes de los trabajadores solo en aquellos lugares donde el partido estaba dirigido por la izquierda –particularmente en la región industrial sajona. Rosa Luxemburg en particular tenía un papel decisivo en la educación de cuadros obreros para el partido. En la región industrial del centro de Alemania se consiguieron los fundamentos de la conciencia revolucionaria, algo que luego se traspasó a otras regiones. En el fuego de las luchas económicas se forjaron los cuadros que llevaron la conciencia revolucionaria a las masas.

Cuando llegué a Berlín en 1916 encontré –gracias a la educación de mi hermano desde la más temprana juventud– con la ayuda de mi hermana y de mi cuñado, que también pertenecían al Partido Socialdemócrata y luego a la Liga Espartaco, la forma de conectarme con el movimiento obrero berlinés. Encontré trabajo en una empresa que fabricaba armas y municiones [Deutsche Waffen- und Munitionsfabrik]. La empresa estaba organizada en un cien por cien. Me convertí en miembro de la Juventud de los Sindicatos Libres [2]. Esta empresa, junto con algunas otras, pertenecía a los lugares de trabajo de donde surgió la corriente de los Delegados Revolucionarios [Revolutionäre Obleute]. Más tarde, en el otoño de 1916, me volví también miembro de la Liga Espartaco.

El 1° de mayo de 1916, junto con mis compañeros del sindicato, participé de la manifestación anti-guerra en Potsdamerplatz, en la que habló Karl Liebknecht y en la que luego fue apresado. Fue el primer faro, de más de 10.000 trabajadores que se manifestaban contra la guerra y la reacción. Esta manifestación duró todo el día, y fue desde Potsdamerplatz hasta los tribunales de Tageler Weg en Charlottenburg. Aunque intervino el ejército en uniforme policial, no lograron sacar a los trabajadores de las calles. A pesar de los brutales ataques policiales y las detenciones, los trabajadores se agrupaban una y otra vez. Algo parecido ocurrió con la huelga de las fábricas de municiones, que duró semanas. Las exigencias de los huelguistas eran: mejores condiciones de trabajo, mejor alimentación y reducción de la jornada laboral, por el fin de la guerra y por la paz.

Quiero dejar esto como observación previa, antes de que pasemos a otros asuntos que tienen que ver con la Revolución de Noviembre propiamente dicha.

En otoño de 1916 te hiciste miembro de la Liga Espartaco. ¿Cómo fue tu devenir político antes –eras todavía muy joven– qué te movió a hacerte miembro de la Liga Espartaco? ¿Tenías en claro antes de eso, qué era lo que estaba ocurriendo en el SPD o tu entrada en la Liga Espartaco fue más por impulso, por influencia de tu hermana o tu cuñado?

Cuando todavía iba a la escuela, eso era entre 1912 y 1915, en mi casa paterna había muchas discusiones. Mi padre era una persona conservadora, era trabajador del ferrocarril y, podría decirse, un monárquico. Mi hermano, que me llevaba 18 años, ya era parte del movimiento obrero. Él vivía en Leipzig y estaba muy activo en la socialdemocracia junto con mi hermana.

¿Tú mismo creciste en Alemania central?

Sí, crecí allí. Pero, volviendo a las discusiones en mi casa paterna, mi padre era una especie de Pasha de la familia. Solo valía su palabra y la de nadie más. Solo hacía concesiones hacia los hermanos ya adultos, sin aceptar, de todos modos, ni una coma de sus argumentos. Como mi madre tenía una posición muy severa frente a mi padre, en ese momento, instintivamente, me inclinaba hacia las concepciones de mi hermano. Yo leía todo el material que pudiera conseguir por medio de mi hermano, por ejemplo, el Leipziger Volkszeitung, que en ese momento era de izquierda –de eso fui consciente solo más tarde– y desde hacía mucho estaba dirigido por Rosa Luxemburg, y también el Hallisches Volksblatt, otro periódico socialdemócrata. […]

¿Los trabajadores de Leipzig fueron a la guerra con entusiasmo?

No podría decirlo. En los vagones –se trataba de vagones de carga– había un cartel que decía, por ejemplo, que allí se podía transportar “48 hombres u 8 caballos”. Y ahora estaba escrito con tiza en los vagones “A cada francés una bala” [Jeder Stoß ein Franzos] o “A cada británico una patada” [Jeder Tritt ein Brit], etc. A todos los enemigos de Alemania y Austria se los trataba así. Y también había una consigna: “En tres meses volvemos a nuestro hogar como guerreros victoriosos”.

¿Eso pasaba sin distinciones tanto entre los obreros socialdemócratas como en los no organizados?

Sí, también entre los miembros de los sindicatos y los trabajadores no socialdemócratas. No se podría decir realmente que había entusiasmo. No recuerdo que saludaran desde los vagones, sino que miraban al vacío. A mis catorce años eso me conmovió mucho.

Me acuerdo de fotos en los diarios que fueron tomadas en los primeros días de la guerra, sobre todo en Berlín. Allí se veía soldados que marchaban en uniforme con flores en los fusiles, pero se trataba de soldados de los regimientos de la guardia. Eran los llamados soldados de élite de la monarquía.

¿Eran soldados profesionales?

Los que marchaban ahí no eran soldados profesionales, sino en su gran mayoría hijos de campesinos. Y esas imágenes tenían otra expresión que las que había visto antes en los rostros de otros soldados. Las inscripciones de los vagones que también eran fotografiados y que aparecían en los diarios tenían un carácter puramente propagandístico.

Con mi hermano hablé sobre todas estas cosas, así como con mi hermana y mi cuñado. Tengo que decir que estaban conmovidos, pero no veían salida. El Partido Socialdemócrata de ese entonces se había pasado a una política chovinista, y una gran parte de sus miembros veían todo eso como algo inevitable. […]

Volviendo al estallido y el transcurso de la guerra, ¿cómo fue tu suerte personal, tuviste que prestar servicio militar?

Luego de que mi maestro de oficio con el que estaba haciendo mi capacitación laboral se hizo soldado, no pude continuar y perdí mi lugar. Mi padre no pudo encontrar un remplazo, y entonces le propuso a mi hermana, que vivía casada en Berlín, que yo fuera para allá. Mis padres estaban de acuerdo. Así llegué, en abril de 1916, a Berlín. Entré a la fábrica municiones donde trabajaba mi cuñado a seguir la capacitación como tornero hasta que pudiera trabajar de forma autónoma. […]

¿Cómo transcurría todo en Alemania durante el estado de excepción decretado por la guerra. Hablaste de la manifestación del 1° de mayo de 1916, que al mismo tiempo fue un acto anti-guerra. En Alemania regía el estado de excepción desde el primer mes de la guerra y duró hasta el final. ¿Qué tan fuerte era la represión y hasta qué punto la población –y especialmente los trabajadores– se dejó intimidar?

Entre 1914 y el 1° de mayo de 1916 no se había hecho demasiado entre los trabajadores, salvo en las fábricas donde los Delegados Revolucionarios eran fuertes. Allí, en forma conspirativa se estaba forjando algo que después brindó los cimientos para que en 1916 se pudiera fundar la Liga Espartaco. Al comienzo de la guerra la resistencia obrera era débil y la represión a menudo era exitosa. Desde 1916 la resistencia se fue intensificando. El último punto álgido antes de la revolución de noviembre de 1918 fue la huelga de los obreros de las fábricas de municiones de 1917.

El estado de excepción terminó empujando a los trabajadores en la medida en que encontraron un freno a su organización. Eran frecuentes los casos en que los obreros y los funcionarios sindicales eran apresados por propaganda antimilitarista. En su mayor parte, estos terminaban enviados al ejército, en parte a compañías de castigo. Hubo algunos procesos judiciales, pero eran menos que los casos en los que eran llevados al frente de batalla. Esta pelea fortaleció cada vez más a la parte más consciente de los trabajadores.

Por ejemplo, la huelga de los trabajadores de las fábricas de municiones de 1917, que tenía sus causas en lo desastroso de las condiciones laborales […] También en el interior del país, en Magdeburgo y otras ciudades, participaron los trabajadores en esta huelga. Es importante decir que la socialdemocracia junto con los sindicatos buscó impedir esta huelga y Ebert, que luego sería secretario de Estado en el gobierno del príncipe Max von Baden declaró en ese entonces que odiaba a la revolución como al pecado.

La socialdemocracia también obró justamente según ese lema. Las exigencias que se plantearon en el marco de esta huelga –cuya gran consigna era “pan, libertad, paz”– eran también muy políticas. Así que otra vez la consigna de poner fin a la guerra, del levantamiento del estado de excepción y de la censura y la libertad de los presos políticos. Esas exigencias muestran –sobre todo si se las compara con la actualidad– una consciencia extraordinariamente alta de los trabajadores alemanes.

El nivel de consciencia del movimiento obrero alemán antes del estallido de la guerra era algo más alto. En la base, los miembros de la socialdemocracia estaban a la izquierda. Como ya he dicho, solo donde dominaba el ala izquierda del partido había cuadros disponibles que tenían un fundamento en el socialismo científico. Pero la mayoría de los trabajadores estaban con la socialdemocracia; su consigna era: “El socialismo es pan y trabajo”. Y como las clases poseedoras no estaban en la situación de darle a los trabajadores pan y trabajo y tratarlos de forma humana, se unían a la socialdemocracia. Las luchas que se dieron –hubo grandes huelgas en Alemania en el período de preguerra– expresaban esta alta consciencia. Sin embargo, los trabajadores no tenían en claro cuáles eran las consignas definitivas, es decir, cómo llegar al socialismo. Los que sí sabían la forma eran solo una pequeña parte, y eran solo los funcionarios y los cuadros conscientes.

Cuando la socialdemocracia en 1914 consumó su traición histórica, en el movimiento obrero había en parte la convicción de que lo que hiciera la socialdemocracia era correcto… por ejemplo, la defensa de la patria. Otros sectores, que tenían contradicciones con la dirección partidaria, es decir, el ala izquierda, estaban desmoralizados por la falta de un movimiento de oposición. Pasó bastante tiempo hasta que los trabajadores se encontraron nuevamente. […]

En 1917, la fábrica donde yo trabajaba, en el turno noche hacíamos discusiones en los baños sobre los problemas del movimiento obrero y con qué tácticas emprender la lucha contra la reacción. En ese momento no había formas de inmunidad laboral en el sentido de las que conocemos en la actualidad, pero había elementos que tenían como tarea espiar a los trabajadores; entre ellos estaban los oficiales, capataces e ingenieros. Vino un capataz y nos conminó a que abandonáramos el baño inmediatamente y que volviéramos a nuestros puestos. Entonces hubo una discusión, en la cual le dije al capataz que él era un esbirro de esta guerra chovinista. Luego de eso, me echaron inmediatamente.

¿Y los delegados no hicieron nada?

Como no se trataba de un problema de la sección ni un asunto sindical, nadie me podía defender en la empresa. Luego trabajé en Charlottenburg, en una fábrica en la [calle] Friedrichstraße. Luego vino el “invierno del hambre” de 1917. Tuve que dejar Berlín y al principio volver a Leipzig. En el tiempo que siguió, entre el verano de 1917 y el invierno de 1918, no tuve las mismas condiciones de lucha que experimenté aquí en Berlín, ni en Bittler [fábrica de maquinaria transformada en industria de guerra] ni en Hupfeld [fábrica de instrumentos musicales también reconvertida en industria militar] en Leipzig.

En el verano de 1917 volví a la casa de mis padres, porque allí encontré trabajo y las condiciones de vida eran menos duras que en la ciudad.

Ese año ocurrió la peor hambruna en Alemania.

Sí, ese fue lo que se llamó el Kohlrübenwinter [“Invierno del nabo”], porque todo se hacía a base de nabo, hasta los pasteles.

Cerca de donde vivían mis padres se había abierto una nueva fábrica en la que se construyeron generadores para la extracción de petróleo. Yo trabajaba allí con dos montadores, con quienes por lo general salía a comer durante el mediodía. En el camino con frecuencia nos topábamos con un campo de prisioneros, en el cual había, entre otros, prisioneros de guerra rusos que trabajaban en las distintas fábricas de la zona. Entre los supervisores había uno que hostigaba especialmente a los rusos. La Revolución de Febrero ya había estallado, y así como entre los trabajadores había simpatía hacia ella, en la burguesía y la pequeñoburguesía se expresaba en odio hacia los prisioneros de guerra. Un día, cuando uno de los capataces, él mismo mutilado, volvía a atormentar a los prisioneros rusos, mis compañeros de trabajo y yo –ya le habíamos advertido– le dimos una paliza. De repente vino el comandante del campo –era un sargento, que al mismo tiempo trabajaba de guardia de seguridad en una hacienda. Rápidamente sufrimos las consecuencias. Mis compañeros fueron detenidos y enviados a un batallón de castigo. Yo corrí el mismo destino catorce días más tarde.

Cuando te enviaron a prestar servicio militar ya eras miembro de la Liga Espartaco. ¿Eso se conocía y fue un motivo para que te llevaran?

No, no se conocía. Las actividades que hice en Berlín eran principalmente de repartir volantes y siempre salieron bien, nunca me pescaron.

¿Nos podrías contar algo sobre la creación de los consejos de obreros y soldados, cómo se originaron, cuál era su función, quiénes los elegían?

La creación de los consejos la viví inmediatamente en la retaguardia. Por allí circulaban entre 30 mil y 40 mil desertores, con distintos uniformes, muchos en búsqueda de sus unidades militares. En Berlín también había 30 mil desertores detenidos ilegalmente.

Cuando alrededor del 8 de noviembre de 1918 todo se derrumbó, se eligieron consejos de soldados en las unidades militares. La composición de los consejos era variada, dependiendo de la influencia del Partido Socialdemócrata Independiente (USPD) y de la Liga Espartaco. Durante la guerra se podía enviar legalmente el Vorwärts [el diario oficial de la socialdemocracia] al frente. La Liga Espartaco y el USPD utilizaban esa oportunidad para enviar dentro de los diarios sus propios volantes, con la ayuda de sus camaradas que trabajaban en la redacción o en la imprenta. En aquellas unidades donde había camaradas con influencia se elegían consejos de soldados que tenían una tendencia de izquierda. Pero en la gran mayoría de los consejos de soldados se elegían como presidentes de esos organismos a los oficiales.

¿Eso no estaba en contradicción con los intereses de los propios soldados?

Tengo unos documentos de las sesiones de los consejos de obreros y soldados en Berlín donde se habla de la “república socialista”. Pero, por otro lado, si consideramos la realidad, todavía en parte la dirección de los consejos de soldados la tenían oficiales reaccionarios.

¿Cómo explicarías eso?

Aunque los soldados estaban fatigados por la guerra y querían volver a sus hogares, ellos veían a los consejos de soldados como representantes del nuevo poder o, mejor dicho, como representantes de la república. La caída del Kaiser y la proclamación de la república estaban a la orden del día en su momento. La consciencia política entre los soldados no era tan fuerte como entre los trabajadores.

En la constitución de los consejos obreros en las empresas las cosas eran distintas. Allí se elegían, por regla, representantes de los partidos socialistas, naturalmente también socialdemócratas, pero casi ningún burgués, incluso raramente entraba un empleado de cuello blanco.

También ocurrió entre fines de octubre y comienzos de noviembre, sobre todo en la Armada, que los marinos desobedecieron a los oficiales. Eso fue así en Kiel, en Wilhelmshaven y en otras ciudades cuando se los iba a enviar a una última batalla naval contra la flota inglesa, lo que hubiera significado la muerte segura de unos 80 mil marinos.

Sí, así fue. La Armada desde 1914, salvo por algunos combates, estaba prácticamente anclada en los puertos. Allí se maltrataba constantemente a los marinos. Desde su fundación en 1917, el USPD –en parte también la Liga Espartaco– había ganado influencia en la Armada. El USPD utilizó la orden del Almirantazgo de emprender el ataque contra Inglaterra como una oportunidad para llamar a los marinos a no acatar, porque muchos marinos habían sacado la conclusión de que irían a una muerte segura. Hasta ese entonces la Armada, al contrario que en el frente, todavía no había caído bajo una fuerte influencia de la izquierda. Allí la agitación se limitaba a repartir volantes.

¿Se podría decir que la Armada, dentro de las fuerzas armadas alemanas tenían un lugar absolutamente excepcional y, al mismo tiempo, era más pequeña en cuanto a personal que las otras armas?

En la Armada había 100 mil hombres, mientras el Ejército tenía una fortaleza de millones. Entre ellos había tropas llamadas de élite, como los regimientos de la Guardia que, eran, como antes, “confiables”. Sus miembros eran hijos de campesinos, artesanos y otros pequeñoburgueses. Los obreros no entraban allí.

¿Dirías que las experiencias revolucionarias de los soldados rusos se habían abierto camino en la consciencia de los marinos alemanes y de allí, entre otros factores, la resistencia que opusieron?

En 1918, en tiempos del Tratado de Brest-Litovsk, tanto dentro de la Armada, como en todo el país, y hasta en las filas de la socialdemocracia estaba la idea de que el Estado Mayor, bajo la dirección del General Hoffmann, dictaría los términos de la paz. En protesta contra esto hubo manifestaciones de los marinos, pero además de parte de la población del interior y de Berlín bajo la consigna “¡No queremos una paz de Hoffmann, queremos una paz de Scheidemann [3]!” Aunque en el frente se discutía mucho sobre la Revolución Rusa, esta no tuvo tanta influencia como entre los marinos y los obreros de las fábricas.

Volviendo a los consejos de obreros y soldados. ¿Cómo eran los contactos entre trabajadores y soldados y en qué medida era posible un trabajo conjunto? Los soldados seguramente sufrían más que los civiles normales bajo el estado de excepción y estaban sujetos a un derecho castrense especial.

El contacto entre los consejos de obreros y soldados se dio en la vuelta a los hogares luego del estallido de la Revolución de Noviembre, en la mayoría de los casos por el hecho de que los consejos de soldados se situaban en las estaciones ferroviarias de las ciudades o en puntos nodales de la red del ferrocarril, y desde allí controlaban y dirigían la contramarcha de los soldados. Mientras los consejos obreros en las fábricas se ocupaban de problemas políticos, sobre todo de la construcción de una república socialista democrática, la atención de los consejos de soldados estaba dirigida sobre todo a cuestiones más prácticas. Muchos menos soldados tenían en ese entonces una postura consciente frente a la república.

Señalemos la posición de la socialdemocracia en octubre de 1918: esta sabía que la monarquía estaba llegando a su fin. De allí que le dio un consejo –ningún ultimátum– al Kaiser y al Príncipe Heredero de que renunciaran. Por otra parte, era consciente de que el USPD y la Liga Espartaco estaban haciendo agitación entre los trabajadores, así como dentro del Ejército. En un llamado al pueblo, la socialdemocracia dijo lo siguiente:

“Lamentablemente, la situación internacional de nuestro país se volvió tan desfavorable como para introducir la transformación por la que la socialdemocracia lucha desde hace décadas. Millones de espléndidas vidas humanas e inconmensurables bienes culturales se hubieran preservado del aniquilamiento si la mayoría del pueblo alemán no se hubiera entregado a las clases dominantes y en su lugar se hubiera hecho cargo de su destino con sus propias manos.

Ahora la situación de nuestro país es ciertamente más amarga. El frente sudoriental se ha derrumbado y en el frente occidental atacan los ejércitos de la Entente, que tienen a su disposición los recursos humanos y económicos de tres partes del mundo, con una terrible superioridad en cuanto a hombres y materiales respecto a nuestras tropas. Alemania y el pueblo alemán están en peligro de ser víctimas del afán de conquista de los chovinistas y de los políticos anglo-franceses. Lo que declaramos el 4 de agosto de 1914, que en la hora de peligro no dejaríamos a nuestra patria a la deriva, tiene mucha más validez hoy. Con una paz basada en la violación, la humillación y la conculcación de sus intereses vitales, el pueblo no sanará sus heridas ni ahora ni nunca”.

Esa era la actitud de la socialdemocracia alemana el 17 de octubre de 1918. Se puede ver cómo la socialdemocracia, tanto en los días en que se desplomó la monarquía como durante el derrumbe de los frentes inevitablemente siempre mantuvo sus posiciones socialchovinistas.

Sobre la Revolución de Noviembre: Rosa Luxemburg dicen en su ensayo “La crisis de la socialdemocracia” [El folleto Junius] algo en el sentido de que el movimiento popular en un momento histórico decisivo, crea formas de lucha nuevas, improvisadas, todavía inéditas, es decir, formas que son independientes de las reglas de los partidos. ¿En qué medida eso se aplica a la Revolución de Noviembre?

Esa era la “teoría de la espontaneidad” de Rosa Luxemburg, que estaban en contradicción con los principios del centralismo democrático. En relación con esto, ella tenía también bastantes diferencias con Lenin en la evaluación de la Revolución de Octubre. A pesar de eso, Lenin llamó a Rosa Luxemburg “el águila de la Revolución alemana”. Cuando Rosa Luxemburg declara que, en determinadas situaciones, los trabajadores se apropiarán de nuevas formas de lucha y resistencia, eso también viene de su teoría de la espontaneidad. El desarrollo de los eventos en Alemania antes de y durante la guerra ha mostrado que donde el factor subjetivo está ausente, las masas no sabían lo que tenían que hacer. También la Revolución de Octubre en Rusia nos ha mostrado que solo podía triunfar donde el ese factor subjetivo estaba disponible. Lo que hay que reprocharle a la izquierda en Alemania bajo la dirección de Rosa Luxemburg y Karl Liebknecht es el hecho de que ya desde 1911/12/13, cuando ya hablaban del “pantano” en la socialdemocracia, no hicieron nada para trabajar en la creación del factor subjetivo. Ese es el motivo por el cual la Revolución de Noviembre en Alemania, aunque en la teoría fue declarada como revolución socialista por Liebknecht, no tuvo una práctica que se correspondiera con eso.

Hay que reprocharle a Rosa Luxemburg que le dio demasiado valor a su teoría de la espontaneidad. Aunque hay algunas situaciones en que los trabajadores están más adelante que el partido –también hubo ese tipo de situaciones en Alemania, en especial en 1921– eso no brinda ninguna garantía de que los trabajadores en lucha hagan lo correcto en cada circunstancia. Si fuera así, sería redundante un partido revolucionario.

Lo que no cabe duda que fue una debilidad de la Revolución de Noviembre fue la desincronización del estallido de las luchas.

No soy de la opinión de que la falta de sincronización de las luchas en Alemania fue una de las principales causas de la derrota. Más bien opino que el problema fue la falta del factor subjetivo en Alemania, porque la Liga Espartaco no fue el partido que era necesario para dirigir a los trabajadores en lucha en una determinada dirección. Eso fue lo decisivo para el fracaso de la revolución. En Alemania era fuerte el centrismo en la forma del USPD –que, a su vez, tampoco fue capaz de darle una determinada dirección a la revolución. Eso muestran las elecciones para la Asamblea Nacional así como las elecciones siguientes para el Reichstag, que unieron al USPD con el KPD.

¿Cuál fue la relación entre el SPD y el USPD y cómo fue el entendimiento –si es que lo hubo– sobre cómo construir la república?

El 9 de noviembre se dirigió la dirección del SPD al USPD para establecer un trabajo conjunto en la construcción de la república. Los principales conceptos de la socialdemocracia en relación a la nueva república eran que todo el poder ejecutivo, legislativo y judicial debía estar exclusivamente en manos de los representantes electos de toda la población trabajadora y los soldados. Al día siguiente, el USPD declaró lo siguiente:

“El gabinete debe estar compuesto solo por socialdemócratas, que estarán en pie de igualdad entre ellos como comisarios del pueblo. Para los ministerios particulares no tiene efecto esta restricción, puesto que se trata solamente de asistentes técnicos del gabinete electo. Se pondrá un límite de tiempo a la entrada de los socialdemócratas independientes en el gabinete, al que cada partido envía tres miembros sin mandato vinculante. El poder político descansa en las manos de los consejos de trabajadores y soldados, que serán llamados a una asamblea plenaria nacional en el menor tiempo posible”.

Esa es la respuesta del USPD. Más tarde se creó también el gobierno provisorio –el Consejo de Comisarios del Pueblo- en el que estaban representados ambos partidos.

¿En qué medida jugó un papel la Liga Espartaco?

Desde un comienzo, el trabajo conjunto entre ambos partidos socialdemócratas se orientó a aislar a la Liga Espartaco y marginarla de la política.

¿La Liga Espartaco solo estaba representada en algunas ciudades y no era muy numerosa?

Sí, es así. Se dice que había entre 800 y 1000 miembros en todo el país. Se limitaban sobre todo a Berlín y alrededores, en el norte sobre todo a los radicales de Bremen [4], y en Alemania central y Renania había dos grupos de izquierda de una orientación similar a la Liga Espartaco. En correspondencia con eso, la influencia entre los trabajadores era poca, aunque aquí en Berlín, luego de la proclamación por parte de Karl Liebknecht de la república socialista se dieron manifestaciones que fueron organizadas por la Liga Espartaco. Me acuerdo de una manifestación en la que los tres partidos, la Liga Espartaco, el USPD y el SPD hicieron actos el mismo día, aunque en tres lugares diferentes. Tanto en la manifestación de la Liga Espartaco como en la del USPD participaron trabajadores armados.

¿Como consecuencia de la guerra había una tendencia en el proletariado alemán a separarse del SPD y acercarse al USPD y la Liga Espartaco? ¿En el lugar donde trabajabas viviste eso?

Luego de la fundación de la Liga Espartaco en 1916, ganó una influencia bastante grande en las fábricas a través de sus cuadros y de los Delegados Revolucionarios. Esa fue una de las causas por las cuales también se fundó al poco tiempo el USPD. Naturalmente, ocurrió que en las filas de la socialdemocracia la izquierda, en su abrumadora mayoría, se unió al USPD. También pasó que los miembros de la Liga Espartaco siguieron activos políticamente dentro del USPD. No había una posición rígida de que solo se pudiera militar en la Liga Espartaco o en el USPD. Esa cuestión, en ese momento, todavía estaba enteramente abierta. Lo único determinado fue que la Liga Espartaco, desde su fundación, peleó consecuentemente por el derrocamiento de la sociedad capitalista-burguesa.

El hecho de que la dirección de la Liga Espartaco dispusiera también formar parte del USPD tenía que ver con la debilidad de la organización y también con las ventajas que acarreaban, por el otro lado, un trabajo conjunto en organizaciones como el USPD o el SPD.

¿Qué tan fuerte era la influencia de la izquierda, es decir, sobre todo de la Liga Espartaco y del USPD dentro de los sindicatos? ¿Los militantes de izquierda en los sindicatos eran tan perseguidos como hoy [1978]? ¿En ese entonces ya había cosas del estilo de las cláusulas de incompatibilidad [Unvereinbarkeitsbeschlüsse] [5] o era impensable que algo así ocurriera bajo una situación de lucha de clases?

No había cláusulas de incompatibilidad ni en los sindicatos ni en la socialdemocracia en ese tiempo. De lado de la socialdemocracia había una lucha consecuente para aislar a la Liga Espartaco en las masas. Luego de que los trabajadores se dirigieran en una línea revolucionaria –como por ejemplo mostraban las manifestaciones contra la guerra de los trabajadores de las fábricas de municiones, cuya huelga duró semanas– un objetivo de la Liga Espartaco no era ganar a estos trabajadores para su organización, sino para su línea. Por el otro lado, ni el SPD ni el USPD tomaban medidas para expulsar a militantes espartaquistas de su organización cuando los descubrían. Tampoco ocurría algo así dentro de los sindicatos.

Para un levantamiento revolucionario se necesita también un marco organizativo. No solo se trata de las perspectivas que se tienen de una sociedad futura, sino que en el momento decisivo hay que conocer el oficio de las cuestiones estratégicas y militares. Hasta donde conoces por propia experiencia, ¿había algo así como un “plan de guerra” discutido de antemano entre los dirigentes de los partidos de izquierda? ¿Cuáles eran las estructuras donde esto se discutía, tanto adentro como fuera de las fábricas? Ya antes hablamos de los consejos de obreros y soldados; ¿qué rol cumplieron en todo esto?

En la sesión central de los consejos de obreros y soldados en el Circo Busch, creo que fue el 6 de diciembre, Karl Liebknecht ya había proclamado antes la República Socialista, no se habló de la creación de un aparato militar. Rosa Luxemburg y Karl Liebknecht creían haber encontrado en los consejos un instrumento para hacer avanzar la República Socialista. Sin embargo, en esta sesión tuvieron que llegar a la conclusión de la gran mayoría de los consejos no los seguían a ellos, sino al USPD o al SPD.

¿Cuánta autoridad tenían los consejos entre la población? ¿Podían llenar el espacio del gobierno existente hasta ese entonces?

Las concepciones que había en los consejos eran las de una república socialista democrática. Así se ubicaban la gran mayoría. Aunque, de repente, entre los representantes de esta concepción, se entiende que por motivos oportunistas, se encontraban los oficiales, debido a que el impulso hacia una república socialista y democrática era muy fuerte.

¿Cómo se discutió la dirección técnica y organizativa del levantamiento revolucionario [de enero de 1919]? ¿Se discutió por ejemplo la ocupación de puntos estratégicos como el correo y el telégrafo, del aparato represivo o similares? ¿Puedes contarnos los detalles a partir de los recuerdos de tu propia experiencia?

En ese entonces no hubo ese tipo de reflexiones estratégicas ni en el USPD ni en la Liga Espartaco. La división de marinos [6] apenas ocupó algunos puntos estratégicos, pero no los utilizó para hacer avanzar la revolución, sino para dar prueba de su existencia [7]. La única ocupación que hubo fue la del barrio de los periódicos (Zeitungsviertel) [8]. Como la Liga Espartaco opinaba que había que hacer avanzar el desarrollo del socialismo en Alemania, y como en esa época los medios de comunicación más importantes eran los periódicos, se dedicó sistemáticamente a la ocupación del barrio de los periódicos para publicar diarios y volantes con estos medios técnicos y, al mismo tiempo, quitarles el acceso a ese material a los partidos burgueses y a la socialdemocracia. Esa fue la única reflexión estratégica de la izquierda sobre cómo dificultar la tarea de dirigirse a la población del gobierno burgués –o, mejor dicho, pequeñoburgués– de los comisarios del pueblo. En el barrio de los periódicos se llegó a enfrentamientos sangrientos cuando el gobierno recurrió a la violencia, utilizando bandas armadas de Freikorps, que terminaron con una derrota de los obreros revolucionarios.

¿Participaste de la toma del barrio de los periódicos?

Sí, participé porque pensaba que la toma era importantes para el desarrollo del socialismo, pero también para asegurar la democracia. Y porque, desde el primer día, me di cuenta que el gobierno provisional no solo se apoyaba en la guardia republicana sino en tropas de voluntarios como la de Lüttwitz [general reaccionario que en marzo de 1920 dirige el golpe militar que depone momentáneamente al gobierno socialdemócrata] y otras, con el objetivo de aplastar a la clase obrera revolucionaria.

En un llamado, Noske, el comandante en jefe de los cuerpos de voluntarios y de la guardia republicana declaró:

“¡Trabajadores, soldados, ciudadanos! Hoy a la una, 3.000 hombres armados con fuerte artillería y ametralladoras entraron a Berlín y Charlottenburg. Con ellos, el gobierno demuestra que tiene el poder para hacer cumplir con vuestra voluntad, que exige que se termine con los saqueos y con el derramamiento de sangre”.

Oskar, podrías decirnos algo sobre las ideas programáticas de los consejos?

El 10 de noviembre fue la primera sesión de los consejos en el Circo Busch. Allí se adoptó una resolución que decía, entre otras cosas, lo siguiente: “Alemania se ha transformado en una República, una República Socialista. Rápidamente se abrieron los muros de las cárceles para los presos políticos y militares. Los depositarios del poder político son ahora los consejos de obreros y soldados. En todas las guarniciones donde no existen dichos consejos, prontamente serán puestos en pie. En el campo, con el mismo objetivo, se erigen consejos de campesinos. Las tareas del gobierno provisorio, confirmado por los consejos, serán, con prioridad, decretar el armisticio para poner fin a esta sangrienta carnicería. La pronta y consecuente socialización de los medios de producción capitalistas de Alemania es, de acuerdo a la estructura del país y el grado de madurez de su organización económica y política, un objetivo realizable sin grandes conmociones”.

Después de la derrota del levantamiento revolucionario te fuiste de Berlín, antes del asesinato de Luxemburg y Liebknecht, porque, en tu caso y en el de otros camaradas, sus vidas corrían peligro. En ese momento, los cuerpos de voluntarios se hicieron del poder sobre toda la ciudad y se dedicaban a cazar a militantes de izquierda. Te fuiste a Alemania central. ¿Qué experiencias pudiste seguir recogiendo en ese entonces durante la revolución?

Durante la guerra, el grado de organización en la cuenca minera, tanto del SPD como del USPD, era muy bajo. Inmediatamente luego de la Revolución de Noviembre, bajo la influencia del USPD, se desarrolló un gran proceso de organización sindical y política en toda la región. En la región de Alemania central, como también en la cuenca minera de Weißenfel, Merseburg y Halle, había grupos insignificantes de espartaquistas, luego miembros del Partido Comunista, que ya estaban ahí desde antes. La abrumadora mayoría de los trabajadores de esa región seguía al USPD. Los consejos obreros, que también estaban organizados a nivel municipal y comunal, tenían bastante actividad en esos días. Por el otro lado, las bandas de derecha no se rendían, sino que se organizaban nuevas, al estilo paramilitar, como los “Cascos de acero” [Stahlhelm], “Nuevo orden alemán” [Jungdeutscher Orden]. Por parte del gobierno de Berlín, no se hizo nada para contrarrestar a estas bandas en Alemania central ni en ninguna otra parte.

El 15 de enero, cuando asesinaron a Karl Liebknecht y Rosa Luxemburg, en la región industrial de Alemania central hubo grandes actos políticos por ellos. En ese momento, yo me encontraba en Mücheln, una ciudad chica que entonces tenía 6.000 habitantes y una cuenca industrial de entre 15.000 y 20.000 trabajadores. El 16 de enero, se congregaron en la plaza central de Mücheln unos 15.000 trabajadores para protestar por el asesinato de Liebknecht y Luxemburg.

En ese acto recibimos la noticia que el consejo obrero local de Querfurt, un pueblo cercano donde entre la población solo había grandes campesinos y donde estaban organizadas y armadas las bandas de la Stahlhelm, había sido encarcelado. El consejo obrero local había intentado cumplir con una orden del gobierno provisional que disponía la confiscación de las armas de la Orgesch –la organización central de todas las organizaciones de extrema derecha. Al llegar al pueblo, el consejo fue arrestado por los campesinos, apaleado y encarcelado.

Al escuchar esta noticia, los participantes del acto –principalmente jóvenes, miembros de los sindicatos y del USPD– se dirigieron a ese pueblo para liberar al consejo obrero local. Cuando llegamos al pueblo, nos empezaron a disparar desde algunas casas de los campesinos. Podíamos tomar las casas, salvo una, de donde nos seguían disparando. Luego pudimos establecer que quienes nos disparaban eran tres oficiales, los hijos de estos grandes campesinos, y prisioneros de guerra rusos. Finalmente, logramos desarmar a toda esta gente; los prisioneros de guerra rusos no sabían de qué se trataba el asunto. Los tres oficiales luego fueron condenados simbólicamente por un tribunal popular.

Los jueces que tenían la tarea de llevar adelante las disposiciones del gobierno provisional no procesaron a la Orgesch, que había disparado contra los manifestantes. Por el contrario, se inició un proceso judicial contra los trabajadores que habían liberado al consejo obrero y que habían arriesgado sus vidas en medio de un tiroteo, acusándolos de sedición, atentado a la paz y saqueo. Esto último, porque los trabajadores habían tomado y comido alimentos de las casas de los campesinos.

Tengo una anécdota relacionada con esto. En 1956, cuando salí de la cárcel rusa y traté de que me entregaran mi certificado de víctima del fascismo en Fehrberliner Platz en Berlín Occidental, la encargada de la oficina que daba estos certificados, una socialdemócrata, me dijo que no me darían ningún certificado porque, en 1919, yo me había comportado de manera antidemocrática y había luchado contra la democracia. Finalmente, me dieron el certificado, porque el director, que también era un veterano de la resistencia anti-nazi, puso toda esta historia en orden. El origen de este problema habían sido dos abogados, antiguos nazis, que eran los que se dedicaban a decidir quién había sido víctima del fascismo y quién no.

Tal vez deberíamos volver sobre la historia de la Revolución de Noviembre. Hay muy distintas opiniones también dentro de la izquierda y del lado “no burgués”. Por ejemplo, se puede ver en las discusiones internas en el Partido Socialista Unificado (SED) en Alemania Oriental entre 1955 y 1958, cuando se adoptaron las “Tesis sobre la Revolución de Noviembre”, donde se encuentra la siguiente caracterización: “…La Revolución de Noviembre es una revolución democrático-burguesa, que hasta cierto punto fue conducida con medios y métodos proletarios”. Karl Liebknecht habló en un momento de la consumación de la revolución burguesa y Trotsky caracteriza, en La revolución permanente, a la revolución alemana de la siguiente manera: “En cuanto a la revolución alemana de 1918, no se trata de la consumación de la revolución burguesa; propiamente hablando, se trata de una contrarrevolución burguesa que, luego de su victoria sobre el proletariado, se vio obligada a asumir formas seudodemocráticas”. ¿Cómo caracterizarías a la Revolución de Noviembre?

En estas distintas evaluaciones, entre el SED que habla de una revolución burguesa con métodos parcialmente proletarios; la segunda concepción, la de Liebknecht, sobre la Revolución de Noviembre como consumación de una revolución burguesa, me inclino por la visión trotskista de que se trató de una contrarrevolución burguesa que tenía la tarea de proteger los fundamentos de la sociedad capitalista-burguesa. La socialdemocracia, como partido mayoritario en el campo de la clase obrera, cumplió con su tarea en el bando del imperialismo, como en 1914, también en 1918; a saber, proteger a la contrarrevolución contra los “peligros” de una república socialista.

El desarrollo de los acontecimientos en Alemania, desde el golpe de Kapp en 1920 hasta el Acuerdo de Bielefeld [9], que contemplaba ciertas garantías para los trabajadores tanto en lo material como en lo político, fue constantemente socavado por la socialdemocracia, que durante todo el tiempo de la República de Weimar, en cada circunstancia, se ubicó del lado de las fuerzas contrarrevolucionarias. De allí que tiene su parte de culpa en el derrumbe de la República de Weimar, como luego también la política estalinista en el Partido Comunista alemán y en toda la III Internacional.

Traducción: Guillermo Iturbide

 
Izquierda Diario
Síguenos en las redes
/ IzquierdaDiarioEs
@iDiarioES
[email protected]
www.izquierdadiario.es / Para suscribirte por correo, haz click aquí