Fernando Jiménez
| Trabajador patrimonial y columnista de La Izquierda Diario Cultura
La verdadera guerra simbólica que se vivió con la estatua del “Negro Matapacos” esta semana, fue una muestra más de cómo la disputa por identidad y el patrimonio han estado presentes durante el estallido de la rebelión popular.
Símbolos, signos, ritos y costumbres se han transformado al calor de estos 45 días de la rebelión popular frente a la instalación de nuevas representaciones y cambio de categorías de la “normalidad”. La lucha de clases expresada en las masivas movilizaciones, paros, enfrentamientos y un intenso cuestionamiento al régimen heredado de la dictadura de Pinochet ha puesto en contradicción las relaciones sociales y organización social con las ideologías instaladas por años por una casta de empresarios que significaron treinta años de miseria y desigualdad.
La construcción simbólica se ha expresado en distintos íconos de las movilizaciones, como el ya legendario perro mestizo, el “Negro Matapacos”, clásico acompañante de los estudiantes en los enfrentamientos con la policía durante las movilizaciones por el derecho a la educación gratuita el año 2011. El perro ha sido un símbolo mundial de la protesta según lo consignó la revista de arte “Hyperallergic”. El coraje representado por el Negro Matapacos ha resonado en millones para continuar las movilizaciones para exigir la renuncia de Piñera y también por quienes resisten la represión: la primera línea, quienes están frente a frente en el combate contra la policía, para resguardar el continuo despliegue de las manifestaciones. Pero también representa a los excluidos, los sin alcurnia, los kiltros en las poblaciones, el verdadero 90% de Chile.
Nuevas resignificaciones aparecen, como el cambio de nombres a los lugares de las manifestaciones expresados en la Plaza de la Dignidad (ex Plaza Italia, Santiago), Plaza de la Revolución (ex plaza Sotomayor, Antofagasta) y Plaza Leftraru (ex plaza Dagoberto Godoy, Temuco), por nombrar algunas resignificaciones junto con la apropiación de decenas de miles de la Wenufoye (bandera del pueblo nación mapuche), expresión de la lucha por el derecho a la autodeterminación y símbolo de la descolonización ideológica.
Es así que las representaciones de la resistencia al legado de la dictadura de Pinochet, permanecen vivos en una memoria que comienza a expandirse en toda la región. Cacerolas, cánticos del himno “El baile de los que sobran” y del reciente “Un violador en tu camino” ha sido otra faceta del despertar de un movimiento de masas, pero que aún no termina por cuajar si la clase obrera entrara en escena.
Iconos de opresión
Si nos remontamos al primer momento más de revuelta, durante el mes de octubre primó la intervención de monumentos existentes, en su mayoría figuras militares y empresarios que fueron parte de la colonización y exterminio de los pueblos originarios. Estos íconos de opresión fueron los primeros en caer a lo largo de todo Chile. En Arica, en el morro, se decapitaron todos los bustos del monumento a la toma del morro de Arica, hito dentro de la Guerra del Pacífico que dio paso luego a la invasión de territorios actualmente peruanos y bolivianos por parte del ejército de Chile en calidad de nación opresora. Bustos de figuras militares fueron tirados al río en ciudades del sur como Valdivia o Concepción.
En Temuco decapitaron la figura de Dagoberto Godoy, representante de la institución militar que arrebató el territorio al pueblo mapuche bajo el famoso eufemismo “Pacificación de la Araucanía”, además de darle su nombre anterior a la actual plaza Leftraru. Una vez removida la cabeza de la estatua, ésta fue colgada de manos de la figura de Caupolicán, mostrando que a través de los siglos prevalece la resistencia de los oprimidos, escribiendo un nuevo capítulo de la historia. Muy por el contrario de lo que hace el alcalde Miguel Becker (RN), quien se niega a izar la bandera mapuche, reprimiendo a las mujeres feriantes en el centro de la ciudad por considerar que “existe una sola nación, un solo pueblo y por tanto una sola bandera”, desconociendo así la identidad de millones de chilenos que proclaman su identidad como pueblo indígena.
Así también lo fue con el busto de Pedro de Valdivia, el cual fue ajusticiado por segunda vez en su historia. La primera vez fue en 1553 cuando fue apresado por el pueblo mapuche y ajusticiado por ellos, mientras que la segunda ocasión fue por parte de los manifestantes de esta rebelión popular.
En Punta Arenas derribaron el busto del empresario José Menéndez Menéndez, ícono del genocidio Selknam en beneficio de sus negocios ovinos en la Patagonia en pleno acuerdo con el estado chileno quien le dejó actuar y lo apoyó en su genocidio. El busto decapitado de Menéndez fue "ajusticiado" cuando los manifestantes lo arrojaron a los pies de la estatua del selk’nam de la Plaza de Armas de la ciudad.
En Santiago y Viña del Mar fueron destruidos los memoriales a Jaime Guzmán, el principal colaborador y artífice de la Dictadura y su constitución, que es la misma que hoy se pretende derribar. Un segundo ajusticiamiento, a la espera de aquel que borre su legado por completo.
En palabras de Matías Mendoza, artista, conservador y miembro de la Fundación Escribas: “no son actos vacíos, no son actos sin significado, no es destrucción por destrucción, es altamente significativo. No es solamente vandalismo, es resignificación, es importante notar eso, y en algún punto estudiarlo”. Es decir, lo que ha primado es derribar las figuras históricas de la opresión contra el pueblo pobre y trabajador, para que éstos levanten sus propios íconos de resistencia, como es la visibilización de las demandas de los pueblos originarios y las figuras surgidas en las propias movilizaciones de los últimos años.
Un nuevo patrimonio
El patrimonio es la representación simbólica de la identidad, una construcción social que no se produce en todas las sociedades humanas ni en los periodos históricos, es un artificio ideado por un colectivo, en algún lugar y momento. Es decir, es el soporte de la identidad de una sociedad determinada cuya intención busca crear una realidad con un sentido propio, se basa en la descontextualización y recontextualización de elementos que se presentan fácilmente a la legitimación social. Esto se explica en el cómo y el por qué se movilizan los recursos para conservar y exponer los elementos.
Entre todas las batallas simbólicas que ha desatado en esta lucha de clases que mantiene convulsionado el movimiento de masas en América Latina. En Chile la batalla simbólica por el monumento del Negro Matapacos se tomó varias conversaciones, monumentos, banderas, escudos, pañuelos y hasta estampillas de un nuevo “santo de las manifestaciones”; abriendo un frente más en una guerra desatada entre los que construyeron la estatua contra los que quieren verla arder.
Los objetos o lugares no tienen significado en sí mismos, es la memoria colectiva la que le otorga el significado a los objetos. Una vez que quemaron al Negro Matapacos el pasado 27 de noviembre, no se optó por construir uno nuevo, había que rescatar ese memorial,el objeto que estaba tan lleno de significado y que se tenía que dar la pelea por el mismo. “Las ideas prevalecen, no se destruyen son a prueba de balas y del fuego”, mencionaban distintos comentarios en las redes sociales acompañada con la fotografía de un nuevo Matapacos renacido a base de plantas y flores.
Estos hechos nos hacen cuestionar el concepto de patrimonio. La estatua del Matapacos no era particularmente valiosa en términos monetarios; estaba hecha de alambre, papel y cartón, podría haberse reemplazado fácilmente. Sin embargo, las personas ya le habían asignado un valor al objeto; requerimiento fundamental para hablar de patrimonio. La estatua ya era patrimonio de movilización, y la movilización ha hecho lo humanamente posible por preservar su patrimonio, son monumentos propios de un estallido social que viene cuestionando las bases del Chile neoliberal y junto con ello, los símbolos se han enaltecido durante años.
Patrimonio e Ideología
La reciente tramitación de la Ley del Patrimonio en el Congreso abrió el debate sobre la disputa ideológica del patrimonio entre las y los trabajadores de la cultura, artes y patrimonio, quienes agrupados en el “Frente por una Ley de Patrimonio” pusieron en discusión la cultura empresarial y el nuevo despojo cultural que pretende llevar el gobierno de Piñera en desmedro de las comunidades locales y de base, donde además se pretende precarizar -aún más- el trabajo de investigación, restauración y conservación.
Esta batalla ideológica cruza con la multiplicidad de los significados y la recuperación de éstos durante la rebelión popular, que han puesto en jaque a la misma Constitución la cual indica arbitrariamente cuáles son los emblemas nacionales y los símbolos característicos del Estado-nación, según indica el artículo 2° : “Son emblemas nacionales la bandera nacional, el escudo de armas de la República y el himno nacional”. Pero estos emblemas, tan cuestionados como el Poder Judicial, el Poder Ejecutivo, Legislativo, junto con las Fuerzas Armadas y del Orden, han sido rechazados categóricamente durante el estallido social.
Para ganar esta batalla simbólica se necesita también fuerza material y organizada de los sectores oprimidos y explotados, ya no basta solamente por “reformar” una cultura que por años se ha expresado en violaciones sistemáticas a los derechos humanos. No basta corregir la cultura amparada en la constitución de Pinochet; hay que derribarla, y sobre sus ruinas levantar una gran Asamblea Constituyente Libre, para que la construcción de una nueva identidad cultural sea patrimonio de todos y todas; y Soberana, con plena autoridad sobre cualquier figura del estado. El “proceso constituyente” que aplauden en el gobierno no puede estar más alejado de eso, donde se les niega a los jóvenes mayores de 14 años la participación, se instala un poder de veto de los ⅔, no pueden ser electos dirigentes sindicales y sociales, y tampoco asegura representatividad a los pueblos originarios.
Nosotros luchamos para construir esa gran fuerza material con el fin de afrontar el reto de la asamblea tramposa de Piñera y los retos futuros completamente armados con la experiencia que nos brindan ejemplos de autoorganización como el Comité de Emergencia y Resguardo de Antofagasta. Esto no termina aquí. Nosotros, militantes del Partido de Trabajadores Revolucionarios, apostamos por un gobierno de trabajadores que ponga en primer plano, en palabras del revolucionario León Trotsky, “la total liberación material y espiritual de los trabajadores y los explotados a través de la revolución socialista”.
Referencias
Anania, B., Hyperallergic, Weber, J., Collier, L. V., Schindel, D., Vartanian, H., & Fagen, L. (2019, November 5).