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La Izquierda Diario
13 de diciembre de 2019 Twitter Faceboock

[Entrevistas] Periodismo, medios e Historia
Rosso: “El periodismo puede ser un escenario de batalla”
Liliana O. Calo | @LilianaOgCa

Fernando Rosso es periodista y director de La Izquierda Diario, conduce “El Círculo Rojo”, por Radio Con Vos. Participa en diversos medios y revistas como Anfibia, Panamá Revista, Nueva Sociedad. Coautor del libro ¿Existe la clase obrera? (Capital Intelectual).

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LID: De algún modo se puede leer la historia del país a través del periodismo y al periodismo como un registro de la historia. ¿Qué momentos de esta relación destacaría en la historia nacional?

Fernando Rosso: Seguramente, desde la Gaceta de Buenos Aires hasta nuestros días hay en la producción periodística un material clave para narrar la historia del país. Quienes se especializan en el tema tendrán una mirada más detallada sobre ese itinerario. Sin embargo, me gustaría plantear dos cuestiones más generales a propósito de la pregunta.

En primer lugar, durante gran parte del siglo XIX, el periodismo, la política y hasta la literatura no eran esferas separadas, tal como se las conoce hoy. Si pensamos por ejemplo, en Sarmiento y el Facundo o en José Martí, es muy difícil encuadrar sus textos y publicaciones dentro del limitado universo de lo que hoy se conoce como “periodismo” o no destacar que formaron parte de las disputas políticas de las que participaban activamente. Ni hablar del hecho de que hay mucho más literatura en ellos que en gran parte de lo que hoy circula bajo esa etiqueta. Lo que se llamó “prensa hegemónica” tendió a emerger, precisamente, cuando se instaura una hegemonía (en las guerras civiles argentinas, la de Buenos Aires) y podría graficarse en el tránsito que hace La Nación desde la trinchera de combate a “tribuna de doctrina” (cosa que no le impidió a lo largo de los años intercambiar una por otra). Ese desplazamiento se complementó con la mercantilización del periodismo y la transformación de la prensa en una industria. No es casualidad que la hegemonía de ese periodismo tienda a ser puesta en cuestión en momentos agudos de lucha de clases y en esos períodos surgen con potencia medios militantes que dejan una impronta.

En segundo lugar, si bien coincido con aquella antigua sentencia que dice que el periodismo es la primera versión de la historia, creo que no hay que confundirlo con la historia. Entre otras cuestiones, porque la temporalidad periodística –más aún en nuestros tiempos- conspira contra una mirada razonada y crítica de la realidad. La periodicidad empuja a confundir el hecho con el acontecimiento o la anécdota con lo importante. Siempre me parecieron agudas las observaciones de Karl Kraus (escritor y periodista austriaco) en su libro Contra los periodistas y otros contras, dónde -un poco en serio y un poco en broma- se burla del periodista que “piensa sin el placer del pensamiento”. Puede parecer una crítica elitista, pero encierra algo de verdad. El periodista argentino Claudio Uriarte también escribió un texto fabulosamente irónico al que tituló Contribución a la crítica de la verdad periodística (de claras reminiscencias marxistas) en el que sentencia que “el concepto mismo de periodicidad es lo que debe ser críticamente puesto en duda”. El sociólogo crítico puede tener un cuestionamiento legítimo hacia el periodista que hace sociología diaria sin las "reglas del método", hace política sin rendir cuentas a nadie o filosofía espontánea sin el arduo trabajo conceptual. Quiero decir: el periodismo es un oficio y puede ser un escenario de batalla, pero tiene sus límites impuestos por el tiempo vertiginoso de su producción. Esto se agravó cuando el periodismo y las noticias adoptaron la lógica de la producción mercantil y se volvieron ellas mismas una mercancía. Por lo tanto, creo que una crítica al periodismo, debe incluir, además de la corrupción y el toma y daca en el mercado de la palabra, una crítica a las condiciones de producción que están en su estructura.

LID: ¿Qué trayectoria tuvo la prensa obrera - política y gremial - en la historia del país? ¿Qué experiencias rescataría? ¿Qué influencia lograron?

Fernando Rosso: Como sucede con la historia argentina en general, la historia del movimiento obrero puede narrarse a través de su prensa. La Vanguardia (socialista) o La Protesta (anarquista) son referencias ineludibles, dentro de otras múltiples experiencias. También esto remite a una cuestión más general: el peso de la cultura obrera en la Argentina. Alguna vez, escuché decir a un historiador que era tan fuerte la cultura obrera en nuestro país que hasta el peronismo debió adoptar una narrativa pro-obrera. Polarizaba un poco para debatir con la idea de que la historia de la clase trabajadora había comenzado en 1945. El gran tema del hecho peronista (que seguimos debatiendo hasta hoy) es precisamente ese. El peronismo fue en el mismo acto, un reconocimiento y una negación de la clase obrera: reconocimiento de su condición ciudadana y negación o bloqueo de su devenir clasista. Pese a esto, posterior al peronismo, igualmente surgieron experiencias como el Semanario CGT dirigido Rodolfo Walsh. La década de 1970 fue prolífica en publicaciones obreras o de izquierda obrera, precisamente porque es un momento de tendencia hacia la fusión entre la vanguardia obrera y la izquierda (al margen del debate de estrategias y programas).

LID: Desde los inicios de la prensa, pensemos en Mariano Moreno, ha sido constante la tensión entre Estado y el derecho a la libertad de expresión, de información, la independencia económica y las formas de financiamiento. ¿Cómo definiría, en ese sentido, el panorama actual del periodismo y la prensa?

Fernando Rosso: En la primera pregunta adelanté una cuestión general vinculada a los condicionantes del trabajo periodístico. A todos esos determinantes, agregaría las condiciones de precariedad en la que se desempeñan los trabajadores de prensa. La lógica mercantil-capitalista, que es la misma para toda empresa (extraer el máximo de ganancia con el menor costo posible), hizo que muchas empresas periodísticas utilizaran los avances tecnológicos para eliminar puestos de trabajo y áreas enteras (por ejemplo, el gremio de los correctores que está en extinción). El resultado es la imposibilidad de hacer un periodismo de calidad, con un poco de profundidad, investigar y brindar un buen trabajo.

Hoy la industria del periodismo como “modelo de negocios” está en crisis en todo el mundo, amenazada por otros gigantes de la comunicación digital que pasaron a disputarle la publicidad que es su principal fuente de ingresos. Esto la hace cada vez más dependiente del poder político y del Estado con todo lo que eso significa, no sólo en pauta, sino en facilidades para el acceso y control (o no) de cada vez más áreas. Si uno analiza la historia de Clarín es la historia de cómo un grupo económico-periodístico le arrancó concesiones a todos los gobiernos para expandir sus negocios. Libertad de prensa y libertad de empresa están reñidos desde siempre. La lógica de la defensa de los intereses económicos (ayudados por el personal político de un Estado que defiende esos mismos intereses) es opuesta a la lógica de la búsqueda de la verdad. Por lo tanto, la libertad de prensa plena es imposible de alcanzar en un sistema en el que el periodismo es una industria. En ese contexto, los periodistas honestos -que son muchos- tratan de investigar o contar en los espacios que encuentran, entre las contradicciones que existen entre medios y poder. Pero el problema no son los periodistas, es la estructura de conjunto. Una demanda democrática elemental (mientras se lucha por cambiar el sistema) es que el Estado garantice el acceso a recursos para que puedan expresarse todas las tendencias de opinión que anidan en la sociedad, cosa que planteada en el escenario de hoy sería muy radical.

LID: Compromiso político, explosión informativa, nuevas redes sociales, ¿cómo ve a La Izquierda Diario?

Fernando Rosso: Es difícil hablar de un emprendimiento que uno impulsó, pero creo que La Izquierda Diario supo combinar una prensa militante con un periodismo masivo. Lo dije algún editorial de “El Círculo Rojo” que hacemos en Radio Con Vos: “Tomar partido no nos impidió hacer periodismo y hacer periodismo no fue una traba para tomar partido”. Creo que tomamos el espíritu de aquella idea de que el periódico debe ser un “organizador colectivo”. Muchos tomaron la letra de esa sentencia y fetichizaron el periódico en papel, como si dependiera de un instrumento.

La idea leninista original intentaba plantear que se necesitaba un periódico que unificara a todos los grupos socialistas de la vieja Rusia, bajo una orientación, ideas y programa común: era una unificación política, no técnica. Lo más avanzado en ese tiempo era la imprenta. De aquel entonces a hoy cambiaron muchas cosas (la explosión digital, las redes sociales y más en general, la temporalidad de circulación), no hay razón para dejar que esos instrumentos sólo sean utilizados por las clases dominantes, mientras los revolucionarios mantienen sus principios con métodos arcaicos. El “organizador colectivo” hoy (y esto es una hipótesis) está integrado por un “sistema de medios” (que incluyen el periódico, las redes del medio o de referentes, los diferentes medios), la cuestión no es el instrumento, sino la idea o el conjunto de ideas que los unifica. En el caso de LID, no sólo nacional sino internacionalmente porque es parte de una red. Creo que ese es el principal mérito de nuestro diario que permitió cierta autonomía y que no exista tanta dependencia del acceso a los medios tradicionales. De ahí para adelante, todavía queda mucho por hacer.

La libertad de prensa plena es imposible de alcanzar en un sistema en el que el periodismo es una industria. (...) Pero el problema no son los periodistas, es la estructura de conjunto. Una demanda democrática elemental (mientras se lucha por cambiar el sistema de conjunto) es que el Estado garantice el acceso a recursos para que puedan expresarse todas las tendencias de opinión que existen en la sociedad.

Acerca del entrevistado

Fernando Rosso es periodista y director de La Izquierda Diario. Es coautor del libro ¿Existe la clase obrera? (Capital Intelectual, 2017), en el que analiza el crecimiento durante el kirchnerismo de las comisiones internas de izquierda en fábricas y empresas. Desde el 2018 conduce “El Círculo Rojo”, por Radio Con Vos. Forma parte del comité de redacción de la revista Ideas de Izquierda. Escribe para el diario Río Negro y Tiempo Argentino y participa en diversas publicaciones como Le Monde Diplomatique (Edición Cono Sur), Panamá Revista, Anfibia, Nueva Sociedad, entre otras.

 
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