Este 19 de enero se cumplen dos meses de la masacre de Senkata. Las pruebas indican que el Gobierno golpista de Jeanine Áñez buscó ocultar el uso de armas de guerra por parte de las fuerzas represivas, y que quisieron evitar que queden registros de los asesinados.
El ataúd blanco quedó en medio de la avenida, con uno de los jóvenes muertos en la masacre de Senkata adentro. El cortejo fúnebre había sido reprimido con balas y gases cuando llegaba a la Plaza Murillo de La Paz, quienes lo cargaban tuvieron que abandonarlo y esa imagen recorrió el mundo como símbolo del salvaje terrorismo estatal que desplegó el Gobierno golpista contra el pueblo indígena en Bolivia. Ese joven era Antonio Ronal Quispe Ticona, de 24 años, que el 19 de noviembre había salido a trabajar para levantar pedidos de reparto por la zona de Senkata. Cuando empezaron a ametrallar a la multitud desde un helicóptero, Ronal protegió con su cuerpo a personas heridas que estaban en el piso y fue alcanzado por una bala. La familia se enteró por la difusión de su foto en las redes sociales. Su cuerpo junto a los demás fue llevado a la iglesia de Senkata, y allí mismo se le realizó autopsia. A los Quispe Ticona no se les permitió presenciar el procedimiento, pero un familiar se coló y lo filmó.
Según pudo observar, los médicos manipularon el proyectil extraído del cadáver. Y así lo denunció ante la delegación argentina de organismos de derechos humanos que viajó en diciembre y ante la CIDH (Comisión Interamericana de Derechos Humanos). La familia jamás recibió notificación de algún juzgado o fiscalía que haya investigado su asesinato.
Mercedes Quispe Ticona tiene 36 años, vive en Buenos Aires y es enfermera. “Como hermana mayor de Ronal era su segunda mamá, siempre fue mi bebé. Cuando era pequeño lo llevaba al jardín y a la escuela… ahora somos dos varones y tres mujeres, antes éramos seis”. Ella vivió la represión al cortejo fúnebre y la filmó. Es una de las pruebas que se llevó la CIDH cuando recogió testimonios de las víctimas de la masacre allí en el Alto. “En Bolivia hay personas desaparecidas, sólo espero que las evidencias esas no desaparezcan”, expresa en diálogo con La Izquierda Diario. Su temor es tal que pide no mencionar los nombres de los familiares que están allá. “Con el Gobierno corrupto de allá no se puede hacer nada, están pinchando llamadas, hackeando celulares y bajando las cuentas”, explica.
Hace dos meses comenzó un calvario donde las víctimas de la represión del Gobierno de Áñez fueron invisibilizadas, ninguneadas y difamadas, donde nada funcionaba, no había médicos ni abogados a quienes acudir y sólo podían poner sus esperanzas de ser escuchados en la prensa extranjera. De vuelta en Argentina, Mercedes sigue exigiendo justicia con la misma vehemencia.
“Fue iniciativa mía que estudiara, él soñaba con ser militar”, dice sin reparar en la paradoja. “Mi mamá es costurera, mi papá es taxista. Entre mi hermana y yo tenemos nuestras familias. Mi hermana menor estudia, y el hermano menor de Ronal me lo traje a estudiar acá”. El otro hermano trabaja igual que Ronal, que era empleado de una discoteca. “Cuando sucedió su asesinato estaba acá, me mandaron una foto, lo reconocí y viajé enseguida con mi hermanito menor. Antes vivíamos abajo, en la ciudad, pero luego nos mudamos a El Alto. Él había almorzado con mi mamá, le dijo que tenía que cobrar su sueldo y se fue, pero nunca volvió”, recuerda con la voz quebrada por el dolor.
“Cuando lo estaban llorando un señor se acercó a mi familia y les dijo que ese joven le había salvado la vida, según indicó el proyectil iba hacia él y mi hermano lo protegió. Nos quedamos muy impactados”. Ronal había intentado ayudar a ese hombre, herido por una granada de gas, y fue en ese momento cuando lo alcanzó la ráfaga mortal.
Apenas llegó a La Paz, Mercedes fue caminando hasta Senkata, querían llegar al velatorio que se hizo en la capilla de la parroquia de San Francisco de Asís. “No se podía ir en auto, estaba todo bloqueado. En la avenida 6 de Marzo los militares estaban apostados para impedir que filmáramos. Con mi hermanito menor tuvimos miedo, rezamos, era increíble que pasara eso en nuestro país.
Al llegar a la iglesia había siete ataúdes, ahí nos comentaron de la autopsia que había sido a la tarde, tengo los videos con todo lo que hicieron. Me dio mucha impotencia, como trabajo en salud sé que no tenían ningún elemento para realizarla. Querían llevarse los cuerpos para hacerlos desaparecer, como a tantos otros”. Según pudo reconstruir esta periodista, los proyectiles que mostraron a los familiares de las víctimas eran pequeños y los sobrevivientes habían recogido vainas de fusiles Fal, de mayor tamaño y de uso militar.
¿Por qué retenían el cuerpo?
Supuestamente los había enviado el Gobierno, pero si iban a hacer ese trabajo tenían que tener lo necesario, ni guantes llevaron, consiguieron todo en el momento, no eran profesionales. En el video se ve que en la parte del cerebro empiezan a palpar el objeto que había ingresado. Se dieron cuenta de qué tamaño era, se dan vuelta y tapan la cámara. Lo que escribió luego el forense en el certificado médico no coincidía con los hechos. Y encima valía sólo 24 horas, usted me va a creer si le digo que no encontraba ni un abogado civil. Cuando tuve uno, trabajó a puertas cerradas y me dijo que el sistema estaba manipulado, la computadora se manejaba sola. No se podían ingresar los datos de la persona fallecida, era para hacerlos desaparecer. Esperamos tres horas para lograrlo.
¿Qué hizo luego?
A la luz del día fui a filmar todo lo que había quedado en la avenida, las marcas de los proyectiles marcados por la gente en las defensas de cemento, que demostraban que las balas vinieron desde arriba, que fusilaron desde el helicóptero. Toda la avenida parecía como si estuviéramos en guerra. No puede decir que una nena de 12 años era terrorista, las señoras de pollera no llevan armas.
¿Qué pasó durante el entierro que no pudo ser?
Cada familia quería llevar a sus familiares para luego enterrarlos, venían desde la iglesia de San Francisco con los vecinos y los amedrentaron, les tiraron gas, querían quitar los ataúdes. Fue un día traumático porque yo estaba arriba firmando los papeles de la funeraria, y me avisaron que mi familia no estaba. Luego me dicen que los habían llevado en una ambulancia. En ese momento veo en la calle la gente corriendo, en medio de eso me puse a buscar a mi familia, me seguía una moto, me puse a correr, no sé de dónde saqué la fuerza. Algunos ataúdes habían quedado en la calle, entre ellos el blanco que aparece en las imágenes, que llevaba a mi hermano, otros los subieron a un tanque.
Pasó que había gente infiltrada en el cortejo, que terminaron agrediendo a los vecinos, había niños y gente de tercera edad que acompañaba a las familias. No les importó nada. Mi mamá al final estaba con el ataúd, mi papá tenía un golpe en la cabeza. Y a mi hermanito lo encontré en un hospital, estaba inconsciente.
¿Qué pasó en los hospitales?
Venían a buscar a heridos preguntando si habían estado en la marcha. Les dije de qué marcha me hablan, y se fueron. Si no hubiera estado allí seguro que se lo llevaban y lo hacían desaparecer. Por eso los heridos se escapaban del hospital, para que no se los llevaran. Si piensas distinto todos dicen que eres del partido de Evo Morales, del MAS. Nosotros no teníamos nada que ver con la política. Tenían cascos y chalecos antibalas pero no usaban uniforme. Y algunos médicos no querían atender a heridos porque decían que eran del MAS.
¿Por qué eligieron un ataúd blanco?
A los solteros les suelen dar el blanco, Ronal no tenía familia propia, nosotros somos quienes lo lloramos.
¿Cuál es su expectativa?
Que intervenga algún organismo internacional porque allá nuestra política no sirve. Está todo mal. Una presidenta transitoria solo debía traer paz y elecciones para pacificar. Pero empezó a sacar decretos, a dar órdenes de matarnos, ni siquiera a los animales tratan de esa manera. Quiero que se haga justicia con todos los familiares, con la gente que metieron adentro del cuartel de Senkata y desaparecieron. Había una mujer testigo, la tengo filmada, espero que esté bien. Con todo lo que vi, no confío en nadie, por eso puse en manos de la CIDH todas las pruebas. Mi familia está allá a la deriva, sin garantías de nada.
¿Evo Morales podría pacificar al país?
Nunca fui de su partido, como joven creo que vendría bien una persona que proponga otra cosa. Que haya un partido nuevo, yo me fui cuando fue el golpe de (Gonzalo) Sánchez de Lozada porque mis padres no tenían trabajo y yo quería seguir estudiando, así que no quiero ni a Mesa (que es de ese mismo partido), ni al MAS. Aún menos este grupo que está ahora adentro, todos cometieron sus errores. Me fui pero mi país nunca salió de mi corazón.