El pasado 11 de enero luego de una fuerte lluvia, la Avenida San Martín al 200 de la comarca, amanecía con un nuevo arroyo que surgía en el boulevar y corría por el asfalto. La tapa de control del caño de la red troncal que atraviesa la villa turística debajo de su avenida principal, a tan solo dos cuadras de la planta de tratamiento de líquidos cloacales, vertía excrementos sólidos y líquidos en la vía pública.
La planta, como nos comentó Jorge Buchile, vocero de la Junta Vecinal del barrio Valle Nuevo lindero a la misma, “hace varios años que se encuentra colapsada y se agrava frente a la falta de obras y el vertiginosos crecimiento de la población de los últimos 30 años”. Según consignaron las autoridades municipales ante el reclamo de vecinos, la ampliación de la planta requeriría alrededor de 200 millones de pesos, pero no está contemplada en los 734 millones del presupuesto 2020.
La excusa del ejecutivo municipal es que la obra es responsabilidad del Ente Nacional de Obras hídricas y Saneamiento (ENOHSA) dependiente del Ministerio de Obras Públicas de la Nación, en cuya página web consta en calidad de ante proyecto. Se pasan las responsabilidades entre unos y otros mientras las consecuencias en la salud de la población y el medio ambiente se ponen en riesgo.
Juicios, promesas y todo sigue igual
En 2010 la provincia de Chubut presentó una denuncia por contaminación del Rio Azul contra ARSA, la empresa estatal de aguas rionegrina ante la Corte Suprema. En 2017 se anunció por parte del actual gobierno municipal, que el Gobierno Nacional, había aprobado la ampliación de la red cloacal y la modernización de la planta en conflicto, con un presupuesto de 175 millones de pesos, aunque al año siguiente quedó sin avances.
Actualmente la planta continúa en las mismas condiciones que cuando fue inaugurada en 1982, pensada para 5000 personas, con el agregado de que hoy la población llega a 38000 mil habitantes y que la red cloacal abarca a mas barrios como Obrero, Esperanza y Terminal, que envían sus deposiciones a la ya colapsada planta depuradora.
Residuos que contaminan ríos
A cien metros del caño de la planta depuradora, el Frigorifico Antú Malal, propiedad del empresario de apellido Guajardo, incorpora al Arroyo Negro los restos triturados de la faena. Tripas, grasa y materia fecal son arrojadas de manera impune las 24 horas por un caño.
El cóctel nauseabundo se descarga sobre el Río Quemquentreu, que a su paso arrastra las filtraciones de los pozos ciegos de los populosos barrios del oeste bolsonés que no cuentan con red cloacal, y algunos siquiera con agua potable, para luego confluir con el Río Azul, ya del lado de Chubut.
Ésta situación es parte de los deficientes o inexistentes servicios, nula planificación urbana y, ante la especulación inmobiliaria, el aumento del hacinamiento que afecta directamente a los pobladores, recursos y bienes naturales de la zona cordillerana, que son objeto del comercio y lucro, sin desarrollar las condiciones para asegurar un crecimiento equilibrado con el medio.
Mientras El Bolsón “mágico y natural” es promocionado en las lunetas de colectivos de Ciudad de Buenos Aires con el lema “estar en El Bolsón es estar bien”, nos preguntamos ¿es posible estar bien en medio de tamaña contaminación?.