La violencia del urbanismo neoliberal, la necesidad de comprender el valor de los humedales, la lógica económica con la que opera el capital inmobiliario y las profundas contradicciones sociales que esto conlleva.
Imagen de portada: fotografía de Charly Díaz Azcué.
Arranca febrero, el mes más lluvioso del año para Buenos Aires, según registros históricos del servicio meteorológico. Y junto con esto, aparece el alerta en muchos barrios de la cuenca del Río Luján, al norte y oeste de la Región Metropolitana de Buenos Aires. Estos barrios, año a año, vienen registrando cada vez más eventos de inundaciones donde, como LID ha venido señalando en artículos anteriores, el agua se lo lleva todo.
El problema de las inundaciones, tanto en áreas rurales como urbanas, es tema recurrente en la Provincia desde siempre, dadas sus condiciones ambientales naturales, aunque se ha profundizado en las últimas dos o tres décadas. Involucra una escala que supera cualquier límite jurídico: en realidad, las inundaciones del Río Luján deberían entenderse a partir de un análisis de su cuenca. La Fig. 1 (ver abajo) nos permite observar que esta cuenca, con una superficie de 2.690 km2, abarca varios partidos de la Provincia de Buenos Aires: comienza aguas arriba en Suipacha y Mercedes, localidades fundamentalmente rurales, continúa en Luján, Pilar y parte de Malvinas Argentinas y José C. Paz, y desemboca sobre el área del Delta del Río Paraná, Tigre y Escobar. Su enorme extensión y la diversidad de usos del suelo que aloja (usos agrícola-ganaderos, industriales, residenciales, terrenos ociosos, etc.) generan que problemas como las inundaciones no tengan una sola, sino muchas causas.
Como en toda cuenca, las áreas próximas a la desembocadura son las más bajas y, por lo tanto, las que están más expuestas a las crecidas. El mapa de la Fig. 2 (ver abajo) ilustra la situación para la cuenca del Río Luján. Si cruzamos esta información con la Fig. 1, podemos asumir que Luján, Pilar, Escobar y sobre todo Tigre son los partidos naturalmente más expuestos a las inundaciones.
Asimismo, hay que tener en cuenta que uno de los rasgos ambientales más importantes de la Provincia de Buenos Aires es su muy baja altura sobre el nivel del mar: se emplaza sobre una extensa llanura, recorrida por numerosos arroyos y cuencas hídricas. Esto, sumado a fenómenos climáticos locales como la Sudestada y la alternancia de grandes períodos húmedos y secos, han implicado una natural exposición al riesgo de inundaciones, más allá de las transformaciones humanas que se han acelerado en las últimas décadas. Por último, a estas condiciones ambientales “originales” de la Cuenca del Río Luján se le suman además los nuevos regímenes de precipitaciones vinculados al cambio climático, que en nuestra zona generan más eventos de lluvias, y de mayor intensidad.
Es sobre esta base ambiental que se han expandido las urbanizaciones, e intensificado las actividades productivas rurales. A lo largo de la historia, el desarrollo de actividades humanas en la cuenca ha estado signado por una mirada de la naturaleza como un “territorio a conquistar”. Es el caso de la modificación del curso de los arroyos y la creación de canales artificiales para el riego de los campos, que modifican levemente el sistema natural de drenaje, así como de la urbanización sobre los humedales, que hasta hace pocos años eran considerados pantanos insalubres, que había que secar para aprovechar el suelo. A nivel internacional esta mirada sobre la naturaleza ha cambiado, y hoy se reconoce que los humedales cumplen un servicio ecosistémico fundamental, como reservorios de agua o “esponjas” que absorben el agua en áreas de mucha humedad, además de alojar una gran diversidad de especies, por lo que deben ser protegidos, entre otras cosas, para evitar inundaciones.
El problema es que este giro en la mirada sobre los humedales es, en algunos casos, posterior a la expansión sobre esas áreas, y en otros casos, entra en tensión con proyectos inmobiliarios y con la lógica de la urbanización neoliberal, que es la que ha orientado la expansión de la Región Metropolitana de Buenos Aires sobre todo en las últimas tres décadas. Y es aquí donde debemos introducir las dimensiones más importantes para el análisis del problema de las inundaciones en la cuenca del Río Luján: los aspectos económicos, sociales y políticos.
Las inundaciones no son un problema en sí mismo, sino parte del ciclo de la naturaleza. El problema se da cuando, detrás de cada inundación, decenas o cientos de miles de personas deben afrontar los costos económicos, sociales y psicológicos de perderlo todo o casi todo. En otras palabras, cada inundación es un problema social, con responsables sociales bien concretos, y no una catástrofe natural inevitable. Si la población no está expuesta al riesgo de inundaciones, las inundaciones dejan de ser un problema.
Ahora bien, las personas están expuestas al riesgo de inundaciones por causas diferentes. Por un lado, a lo largo del tiempo, en la Región Metropolitana de Buenos Aires, decenas de miles de familias se han visto forzadas a localizar sus casas en áreas de riesgo natural de inundación, sin servicios ni infraestructura urbana mínima, y sin obras hidráulicas, por ejemplo, al borde de los arroyos. Esta situación se ha generalizado en las últimas décadas, con la profundización de una lógica excluyente de producción urbana, donde el acceso a la vivienda segura en la ciudad es cada vez más restringido.
En las últimas dos o tres décadas, a esta situación se le suma la creación de nuevos territorios expuestos a las inundaciones, a partir de la modificación de las cotas del terreno (que en la cuenca del Río Luján se elevan en promedio 1,7 metros respecto de la original), llevadas adelante por los mega emprendimientos inmobiliarios. Estos proyectos han sido avalados sistemáticamente por gobiernos de turno de cada municipio, siempre alegando un aumento en la recaudación fiscal, que pocas veces se expresa en una mejora de las condiciones de vida del pueblo trabajador. Los municipios de Pilar, Tigre y Escobar son paradigmáticos en este sentido: el desarrollo de barrios cerrados y verdaderas ciudadelas privadas, como Nordelta, han afectado directamente a barrios linderos, como es el caso -por solo citar un ejemplo- de Las Tunas, en Pacheco. Para el año 2015, se calculaba la existencia de unos 50 emprendimientos en unas 7 mil hectáreas de la cuenca baja del Río Luján.
Las tecnologías de “polderización” o elevación de los terrenos, antes inundables, junto con la modificación de los arroyos, generan que las precipitaciones drenen directamente hacia los barrios linderos, externalizando la problemática de los anegamientos en la zona. Entre muchas otras desventajas, estas tipologías inmobiliarias hacen un uso sumamente ineficiente del espacio urbano. Para el año 2004, el total de habitantes en countries para toda la RMBA estaba estimado en 100 mil personas, con idea de llegar a 500 mil, en una región de 12 millones de habitantes; sin embargo, ocupaban unos 300 km2, es decir, una vez y media la superficie de la Ciudad de Buenos Aires (Ríos, 2009). Las enormes transformaciones ambientales sobre los humedales han creado gigantes rentabilidades, transformando suelo de usos agrícolas, inundables o vacantes, en suelo urbanizado, orientado al pequeño sector social más rico del país. Se trató de enormes operaciones inmobiliarias de compra de tierra a precios irrisorios, que se valorizaron a partir de una inversión mínima, por el cambio normativo de suelo rural a urbano. ¿Tiene sentido avanzar sobre 300 km2 de humedales, modificar el sistema de drenaje de toda la cuenca y generar nuevas inundaciones, para el enriquecimiento de unas pocas empresas, y el “bienestar” de pocos miles de personas, a costa de muchísimas otras?
Las urbanizaciones cerradas expresan lo más salvaje del urbanismo capitalista: una avanzada contra el equilibrio ambiental, la continuidad de una mirada de la naturaleza como fuerza “a domar”, y la profundización de la precariedad en las condiciones de vida de las familias linderas, siempre con el objetivo de generar nuevos nichos de acumulación de capital. Es importante comprender lo violento que es este tipo de urbanismo, que no solo no resuelve el urgente problema de la vivienda de cada vez más familias trabajadoras, sino que expone a nuevas áreas y personas al riesgo por inundaciones.
El 3 de febrero fue el Día Mundial de los Humedales, iniciativa que busca reflexionar sobre el valor ecológico y social que tienen estos ambientes naturales. Aunque se estima que el 23 % de la superficie argentina pertenece a humedales, nuestro país aún no cuenta con una ley para proteger estas áreas, iniciativa que se viene impulsando desde hace una década por parte de diversas ONG y organizaciones sociales. La agenda ambiental viene dando grandes pasos en los últimos años y cada vez más sectores –como la juventud- se ven fuertemente interpelados ya no solo en los países del centro capitalista, sino en nuestras periferias, porque la crisis ambiental es innegable y explota todos los días en nuestras caras. Esto abre debates estratégicos en el campo de la izquierda, acerca de cómo participar desde una mirada crítica, que exprese la profunda vinculación que existe entre la lógica económica cortoplacista y extractivista del capitalismo, y sus efectos en la explotación ambiental y social. Por eso, es imprescindible consolidar una mirada que articule políticamente las demandas ambientales con las sociales y económicas, en el corto, mediano y largo plazo, así como discutir el “capitalismo verde” y los ambientalismos acríticos.
En este sentido, comprender el valor de los humedales, la lógica económica con la que opera el capital inmobiliario y las profundas contradicciones sociales que esto conlleva (desde la percepción de nuevas fuentes de trabajo y recaudación de nuevos impuestos, hasta los efectos materiales, como las inundaciones) resulta una tarea urgente en la cuenca baja del Río Luján. La prohibición de nuevos barrios cerrados y de cualquier tipo de urbanización, siempre que afecte la dinámica natural de los humedales; la expropiación de sectores actualmente vacantes en los barrios polderizados para la creación de vivienda social de calidad; y el relevamiento y urgente indemnización de todos los barrios linderos afectados por la modificación de las cotas de inundación, son algunas de las reivindicaciones concretas que podrían articular esos lineamientos políticos estratégicos.
Bibliografía:
Instituto Nacional del Agua (2007) Diagnóstico de funcionamiento hidrológico hidráulico de la Cuenca del Río Luján, Provincia de Buenos Aires. Informe final.
Pintos, Patricia (2015) La privatopía sacrílega. Efectos del urbanismo privado en humedales de la cuenca baja del río Luján. 2da ed revisada. Buenos Aires: Imago Mundi, 240 p.
Ríos, Diego (2009) Espacio urbano y riesgo de desastres. La expansión de las urbanizaciones cerradas sobre áreas inundables de Tigre (Argentina). Ambiente & sociedade, v. XII, p. 99-114. Campinas, Brasil.