15 hs, despertarse; 15:05, Chivas Regal, lectura de diarios y cigarrillos Dunhill; 15:45, cocaína; 15:50, otro vaso de Chivas, Dunhills; 16:05, primera taza de café, Dunhills; 16:15, cocaína; 16:16, jugo de naranja, Dunhills; 16:30, cocaína; 16:54, cocaína; 17:05, cocaína; 17:11, café, Dunhills; 17:30, más hielo en el chivas; 17:45, cocaína; 18:00, un fino de marihuana para sacarle la aspereza al día.
Esta rutina diaria pertenecía al escritor y periodista Hunter Thompson, alias “Doctor Gonzo”. Tan solo en 3 horas, después de levantarse bien entrada la tarde, su vida empezaba a buscar la adrenalina necesaria para escribir o para ponerse lúcido y salir a cazar historias. Por supuesto, no es algo para andar repitiendo en casa ni creer que por llevar una práctica similar uno va a conseguir su talento. Esta vida solo estaba destinada para este señor del estado Kentucky, que hace quince años, un 20 de febrero, decidía quitarse la vida.
Su nombre pasó a estar en boca de todos cuando publicó Miedo y asco en Las Vegas. Aquel libro del 71 fue llevado al cine por Terry Gilliam y mostró la brillante actuación de un Johnny Deep que todavía no tiraba pochoclos vestido de pirata. Si bien Thompson, además de resonar por la cantidad de drogas que consumió y por algún que otro escándalo, también supo cultivar su reputación a través de las coberturas políticas y las distintas notas que escribió para Rolling Stone, The Nation o Playboy. Al igual que el escritor William Burroughs o el filósofo Antonio Escohotado, entre algunos otros, usó su cuerpo como un laboratorio y se puso al servicio de las historias que iba a contar. Para la época – años 60 – esas prácticas rompieron con la ortodoxia periodística del momento y de la mano de sus travesías excéntricas creó lo que hoy se conoce como: periodismo gonzo. Un subgénero del nuevo periodismo que pone al periodista en el centro de la historia, por intermedio de unas narraciones donde se mezclan la realidad, las alucinaciones – en el caso de Thompson - y la ficción.
El doctor gonzo de cabeza calva, metro noventa, que solía lucir unos Ray-Ban de aviador y las zapatillas All Star totalmente inmaculadas, consiguió que escriban una biografía sobre él sin morirse. En el año 1993 de la mano de E. Jean Carroll, también conocida como Betty Jean, se público Hunter. La vida salvaje de H. S. Thompson. Un texto frenético que está planteado en dos partes. La primera parte se rige de un registro coral, mediante testimonios de todas las personas cercanas al periodista: compañeros de redacción, familiares y amigos. La segunda, tiene como protagonista a Laetitia Snap (quizá alterego de Carroll). Un personaje anfibio que coquetea con los límites de la ficción. Ella, según cuenta, es una ornitóloga que está secuestrada en un pozo séptico, detrás de la casa de Hunter, y será liberada cuando termine de escribir su biografía.
El puño rojo de dos pulgares,
sosteniendo un peyote (Lophophora williamsii)
Icono del periodismo gonzo
El periodista freaky, después de todas sus excursiones al LSD, la cocaína, de publicar su libro sobre los Hells Angels, de postularse como candidato a Sheriff de un pequeño estado de Colorado bajo los mandatos del Partido Freak Power, en el cual prometió la despenalización de las drogas si ganaba, y vaya a saber qué otras cosas más, decidió que su vida se tenía que acabar. Aquellos que pensaron que moriría por alguna sobredosis o enfermedad terminal, se equivocaron. Su final devino por pegarse un tiro en la cabeza el 20 de febrero de 2005. En una carta despedida que tituló La temporada de fútbol ha acabado, esgrimió los argumentos que lo llevaron a apretar el gatillo: “No más juegos. No más bombas. No más paseos. No más diversión. No más nadar. 67 años. Han pasado 17 de los 50. Son 17 años más de los que yo quería o necesitaba. Aburrido. Estoy siempre insoportable. No soy divertido para nadie. Te estás volviendo codicioso. Compórtate de acuerdo con tu avanzada edad. Relájate, no te va a doler”. |