Volvió a cantar el Coyuyo justo para carnaval, con su voz va dejando pinceladas de su tierra, del amor por los suyos, de su anhelo por un mundo más justo.
“Vuelve a cantar el Coyuyo/ después de un año sin huella/ vuelve a renacer el grito/ marrón de la chacarera”
Son los primeros versos de su Chacarera del Exilio
Volvió a cantar el Coyuyo justo para carnaval, con su voz va dejando pinceladas de su tierra, del amor por los suyos, de su anhelo por un mundo más justo. Poesía con olor a tierra mojada y semillas del monte, chacareras a la luna, a su madre en los andamios del tiempo, acuarelas en la zamba de polleras y pañuelos al viento.
Volvió el coyuyo al encuentro con su gente, la cita fue el Centro Cultural Konex, en la ya conocida Peña del patio.
Claro que se convierte en una verdadera peña cuando entre el público se arman rondas para bailar la chacarera.
La previa vino de la mano de Pamela Schweblin y su gaita irlandesa. Ella es fundadora de la escuela Latinoamericana de Música Tradicional Irlandesa en Lago Puelo, Patagonia Argentina. Nos contó acerca de la música irlandesa, que era tocada por la gente pobre que se reunía a hacer música para escapar del hastío. También nos contó que usaban los utensilios de cocina para tocar. La demostración vino de la mano de un percusionista, que hizo acordes golpeando dos cucharas con su mano de costado, contra sus rodillas. Exquisito.
Pensé en la generosidad de Raly para con sus músicos invitados, y cómo está siempre a la vanguardia trayendo sonidos nuevos para hacer su música, sus frescas mezclas con sonidos del norte, melodías de Latinoamérica y ahora también, sonidos celtas.
Comenzó solo con su guitarra con una zamba del Chango Rodríguez: “De mi madre”. Cada vez que la canta las imágenes son las mismas para mí, cantaba esa zamba con mi papá cuando era chiquita, el rostro de mi abuela paterna, el cerro, una luz azul dentro de un rancho y ella esperando.
La noche siguió con Raly transitando por un universo de canciones, zambas y chacareras. Entre ellas, las clásicas: “La niña de los andamios”, “Chacarera del exilio” Zamba y acuarela”, “Zamba de usted”, “Hey paisano”, “Si acaso vuelves”, “Tu memoria y tu mañana”.
Llegás a querer a los músicos con los que tenés afinidad. Yo lo quiero al Raly, porque le canta a su madre, como yo a la mía, porque le canta a los cerros, a los olivares, a la luna, a su padre, porque le canta a nuestros muertos, a Darío y Maxi, a Mariano Ferreyra. Lo quiero también porque siempre repudio la tala de los bosques y la minería a cielo abierto.
Invitó a Pamela Schewblin a compartir unos temas con él, contó que descubrió a Pamela y su gaita irlandesa, buscando esos sonidos por Europa y allí le dijeron que tenía que contactarse con ella y lo hizo. Contaron acerca de la lucha del pueblo irlandés contra el imperio británico. Dato aparte, Pamela es hermana de la escritora Samanta Schweblin, a quien Raly hizo mención también.
Cantó después un fragmento de “Los libros de la buena memoria” y preguntó: “acá se hacen homenajes a Spinetta, ¿no? Pero a mí no me invitan porque no soy rockero, hablo con la eye”.
Fue una noche con mucha magia, humor, ocurrencias que nos hicieron reír. La sencillez de sus palabras, su simpatía, su sonrisa franca, hicieron que la noche transitara por los caminos de la calidez, pasando por la poesía, la mixtura de colores, sabores, el olor a poleo de las sierras, la musicalidad del agua en los arroyos de las montañas.
Me gusta ver a Raly en febrero, porque es una manera de despedir al verano, él trae para mí, las melodías de las sierras, las noches estrelladas, el canto de los pájaros, un libro leído bajo la sombra de un árbol de nísperos.
Cerca de las diez de la noche, hora que finalizaría el concierto, fue el momento de las chacareras y los gatos. Al momento de cantar “Gato del festival”, Raly invitó a bailar a todos y a todas los que quisieran hacerlo, señaló las rondas que se habían armado entre el público. Dijo que le gusta que la gente se divierta de esa manera, que le encantan los festivales de folclore que se hacen en las distintas provincias pero que, lo que no le gustan, son los sectores vip, los enrejados, porque la gente tiene que estar sentada, y la otra gente que baila se encuentra muy atrás, lejos de los escenarios. Dijo que iba a proponer acabar con los sectores Vip. Que por él, habría que abolirlos, dijo que se consideraba así, un abolicionista. Sus dichos fueron aclamados con aplausos.
Casi al final, cantó “Zamba y acuarela”, acostado en el escenario, de piernas cruzadas, los celulares en alto grabando, se veían apenas sus pies. Quiero hacerte el amor en las mañanas de Santiago/pintar con tu acuarela mis ocasos.
Y el final, presentando a la banda, fue de la mano de “Somos nosotros”: somos los herederos de la /duda y el temor/ Somos alquimistas de la/ gran revolución.
La noche terminó en el Konex, un hechizo de chacarera recorrió nuestros corazones por dos horas, las estrellas del norte de nuestro país se trasladaron al patio del Parador para iluminar a los bailarines. Se callaron las guitarras, el bajo, los bombos, los violines y las gaitas. Se calló el piano y la voz del coyuyo, hasta la próxima peña, el próximo año. Tal vez también sea en carnaval.