El ministro de Economía de la Nación Martín Guzmán festejó los carnavales en Nueva York junto a banqueros y bonistas para, entre nieve de verdad, negociar con los acreedores privados la forma de honrar la deuda, en sintonía con lo que exige la reciente declaración del FMI.
Aunque aún no están claros los términos y variantes que pueda tomar la negociación, sí podemos vaticinar, como se explica acá, que con cualquier resultado posible seguiremos perdiendo los trabajadores y el pueblo pobre. A su vez la provincia de Buenos Aires, atada a una voluminosa deuda con los bonistas, seguramente verá agudizada la actual situación de decadencia heredada del gobierno de Vidal.
Como buenos usureros, los grupos de inversión ya se comenzaron a organizar para imponer sus condiciones a través de un frente común (al menos todo lo común que puede existir entre buitres que a veces también se picotean entre ellos); se presenta una pelea ardua y larga. Una delegación de acreedores que pasó recientemente por Buenos Aires vaticinó que la batalla podría extenderse por seis meses; de confirmarse esto, echaría por tierra el anhelo del gobierno nacional de sellar el acuerdo en mayo, de la cual depende en mucho el propio Kicillof. A partir de marzo y los meses subsiguientes enfrentará un apretado y abultado cronograma de pagos a los buitres, pero ahora con una “olla muy flaca” luego de los pagos de “buena fe” realizados en enero y febrero.
Para pagar los 250 millones de dólares en enero el gobierno provincial tuvo que recurrir a los intendentes para que coloquen sus fondos en títulos provinciales, y para pagar los recientes 25 millones de dólares por los intereses de un bono emitido por Vidal en 2017 el gobernador tuvo que echar mano al ajuste propio a costa del pobre aumento de los salarios estatales cuya negociación, no casualmente, fue cerrada por decreto el mismo día que le pagaba a los buitres.
“La patoruceada del pago a los bonistas raspando la olla no se puede hacer más” dijo Sergio Massa en un reciente cónclave entre el gobernador y los diputados nacionales de la provincia, convocado para discutir la compleja situación financiera bonaerense.
Los dichos de Massa apuntan a “rascar en la olla” de Alberto Fernández, donde tampoco hay abundancia y que ya tiene en fila a otros interesados como los acreedores privados y el FMI, para quienes el presidente ya está haciendo los deberes y los ajustes exigidos (en las jubilaciones, la anulación de la “cláusula gatillo” para planchar los salarios, futuros aumentos de tarifas, etc.).
Cruzar el Riachuelo
Ante la mayor sequía de sus propias finanzas, el gobierno provincial desempolva el reclamo por la indexación del Fondo del Conurbano.
Recordemos que dicho Fondo había quedado congelado en $650 millones desde 1996 y que Vidal también reclamó su indexación, pero su pedido quedó licuado por el Pacto Fiscal que Macri acordó con los gobernadores peronistas. En aquel momento los caciques provinciales del peronismo apuntaron contra el reclamo de la exgobernadora bonaerense, que tuvo que conformarse con un aporte simbólico por parte del gobierno de Macri ($21mil millones en 2018 y $44 mil millones en 2019) que a su vez se fueron licuando por la inflación y por el traspaso a la órbita de la provincia de los subsidios a la energía y el transporte que suman otros $50 mil millones.
Como aquel perro que se muerde la cola, hoy Kicillof vuelve a exigir la indexación del Fondo del Conurbano y la anulación del traspaso de los subsidios.
Aunque suene difícil, el gobernador espera mejor suerte que su antecesora, quien producto del desfavorable reparto federal que le impusieron los gobernadores peronistas y el propio Macri vio signada su suerte y experimentó en carne propia el hundimiento de Juntos por el Cambio en el conurbano bonaerense; la Tercera Sección se convirtió en el pilar del triunfo de Alberto Fernández. Hoy Kicillof necesita que Alberto no siga el camino de Mauricio y le habilite fondos para al menos poder mantener parte de las expectativas que generó con su triunfo electoral. Sus promesas de superar el “industricidio” y la “tierra arrasada” que le dejaba Vidal quedaron sepultadas en una provincia que hoy mantiene una pobreza del 40%, que en 4 años perdió 160 mil puestos de trabajo, vio ascender la desocupación a más del 12% en el conurbano y cuya actividad industrial cayó un 7% en el último año. Sumando un eslabón más a esta cadena, la Bonaerense de Kicillof y Berni reprimió el jueves 27 a los trabajadores de Cresta Roja que reclaman por sus puestos de trabajo, en un hecho violento que culminó con obreros heridos y detenidos.
Ante la asfixiante situación provincial y previendo que indexar los fondos federales es una tarea difícil, el gobierno provincial pretende un “premio consuelo” y apunta a los $35 mil millones que Alberto amenaza con recortarle al intendente porteño Horacio Rodríguez Larreta. Haciendo cálculos electorales en su propio distrito, el presidente estaría recalculando el recorte. Hay un escenario incierto para un Kicillof que tiene por delante meses complicados.
Una dura temporada otoño-invierno
En marzo Kicillof tiene por delante el pago de $1600 millones por los intereses de títulos emitidos por Vidal por más de $15 mil millones.
Entre abril y junio los vencimientos por intereses y amortizaciones de deuda rondarían los 1000 millones de dólares, a los que se suman otros vencimientos millonarios en euros. Se trata de una bomba de tiempo si el gobierno provincial no consigue reprogramarlo. Hasta ahora son los sindicatos los que le garantizan a Kicillof la paz social: Suteba aceptó un acuerdo salarial a la baja a pesar del rechazo que se expresó en distintas asambleas docentes, y los dirigentes de ATE llegaron al extremo de destacar lo positivo del insuficiente aumento a los estatales por decreto.
Ante esta crítica situación, Kicillof intenta desempolvar el relato de que “la salud, la producción, la educación, el empleo, la situaciones de pobreza y la vulnerabilidad social son nuestras prioridades”, según expresó en una entrevista radial.
Hacia allí apuntará su discurso inaugural en la Asamblea Legislativa del próximo lunes. Pero en el marco trazado los anuncios serán nuevas promesas para reverdecer las expectativas que, según algunas encuestas, comienzan a bajar. Los anuncios del gobernador a lo sumo no superarán algunas medidas cosméticas, como ya está ocurriendo con la refacción de 800 escuelas que solo abarca arreglos menores, mientras las trabajadoras de la educación denuncian la existencia de cientos de escuelas con serios problemas de infraestructura. Los anuncios de Kicillof seguramente volverán a beneficiar a las patronales de las Pymes.
La semana próxima volveremos sobre el discurso del gobernador. Pero hay que tener claro que la única forma de sacar a la provincia de la decadencia actual es apuntar a la riqueza que existe en las “grandes ollas” del FMI, los bonistas, banqueros y capitalistas, e imponer un programa para que la crisis la paguen ellos.
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