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La Izquierda Diario
28 de noviembre de 2024 Twitter Faceboock

Coronavirus
Los estudiantes de Medicina y Enfermería podrían ser parte de la solución
Pablo Castilla | Contracorrent Barcelona - estudiante de Filosofía, Economía y Política en la UPF

El gobierno anuncia la compra de 640.000 tests. Es urgente que se capacite de forma inmediata a 6.400 estudiantes para poder realizarlos en la próxima semana. Una medida urgente para no recargar más a un personal sanitario extenuado.

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La situación en el Estado Español por la pandemia del coronavirus es crítica. La cifra de muertos ascendía hoy a 1.350 a la que hay que sumar los 24.926 contagiados. El gobierno ha anunciado esta misma tarde la compra de 640.000 tests que llegarán en los próximos días. Una cifra aún insuficiente para poder hacer un test masivo, como reclama la misma OMS.

Las imágenes que vemos de hospitales y centros de salud muestran un sistema sanitario absolutamente colapsado. No paran de llegar testimonios de sus trabajadores reclamando más material, como los EPIs (Equipos de Protección Individual) que son clave para evitar el contagio de quienes están en primera línea combatiendo al virus, o respiradores o incluso camas y camillas.

Pese a las nuevas partidas del gobierno destinadas a sanidad y la contratación de más personal, las medidas siguen sin ser suficientes. ¿Pero no se puede hacer nada más? Sí, sí se puede, y la juventud y las universidades podríamos ser parte de los esfuerzos necesarios.

En Argentina, por ejemplo, estudiantes de la Universidad de Buenos Aires han propuesto que, en lugar de quedarse en el confinamiento total, las decenas de laboratorios de sus facultades se pongan en funcionamiento para la elaboración masiva de test de detección temprana, suministros básicos como alcohol en gel y cursos para ser capacitados los estudiantes de las carreras sanitarias para evitar el colapso de la salud pública.

Aquí, donde el colapso ya es un hecho, una medida urgente sería la apertura de las facultades de Medicina y Enfermería para la capacitación inmediata de al menos 6.400 estudiantes para el manejo y la utilización de las pruebas. Además, habría que añadir la compra de los EPIs necesarios para la realización del test.

Esto permitiría acelerar la producción de dichas pruebas, poder realizar los 640.000 test en una semana si cada estudiante realizase tan solo de 100 de ellos. Con una medida así, no solo se conseguiría tener un mayor conocimiento del número de contagios, clave para frenar la expansión, sino también descargar trabajo del personal sanitario que ya está colapsado después de semanas sin parar y con un ritmo cada vez mayor.

A su vez, resulta imprescindible avanzar en la compra de los kits semiautomatizados requeridos para las pruebas que utilizan la técnica PCR, la capacitación de personal que pueda realizar dichos tests y la habilitación de espacios para ellos. Esta medida complementaria es clave, pues hasta ahora la técnica PCR es la más eficaz para detectar el virus en los casos asintomáticos. De lo contrario, los tests rápidos tienen un mayor margen de error y tan solo detectan enfermos que manifiestan síntomas, por lo que son insuficientes para frenar el contagio y conocer realmente el grado de expansión del virus.

Pero parece ser que las puertas de la universidad solo se abren para quienes interesa. Así, durante los últimos años hemos visto cómo las empresas entraban en los centros de estudios, impartían sus cátedras y pactaban los presupuestos y líneas de estudio.

Qué diferente hubiera sido si en lugar de estar al servicio de las multinacionales y su sed de acrecentar beneficios, las universidades hubieran estado bajo control de sus trabajadores, estudiantes y profesores; al servicio de las necesidades de la sociedad, como por ejemplo la investigación para prevenir enfermedades como el COVID-19, en vez un lugar donde la farmacéutica Roche imparta cátedras, la misma empresa que obtuvo beneficios millonarios de la comercialización del medicamento con el que se trató la gripe de A del 2009, cuya eficacia no estaba demostrada.

Por eso, resulta urgente poner las universidades al servicio de las necesidades de la sociedad. No es solo una consigna, es parte de un programa de urgencia para ganar la guerra al virus y para preservar la salud del conjunto de la clase trabajadora, especialmente de quienes están en la primera línea del combate como los sanitarios.

 
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