El Área Metropolitana (AMBA) integrada por 24 distritos del conurbano bonaerense y la Ciudad de Buenos Aires sigue concentrando más del 70 % de los infectados declarados del virus; se vaticina un pico para finales de abril y principios de mayo. La curva epidemiológica parece ir en ascenso, y a la par también crece la curva de los padecimientos económicos entre la población.
En medio de este escenario los intendentes bonaerenses se reunieron con el presidente Alberto Fernández. Allí se anunció la magra ayuda de $ 10 mil por única vez a los trabajadores informales y a algunos monotributistas, cuando casi la mitad de los hogares cuenta con el jefe o jefa de familia en la informalidad laboral. Muchos de ellos no recibirían nada.
La semana pasada los jefes comunales se habían reunido con el gobernador, pero la buscada “alianza” contra el coronavirus quedó en la nebulosa. Los intendentes se fueron mascullando bronca por los escasos fondos recibidos y porque sus policías locales sufrieron el rechazo del ministro de Seguridad Sergio Berni. “Hay un mando unificado que lo tiene el jefe de Policía”, “hay policías locales y comunales, y en condiciones normales el municipio tiene una injerencia radial en la cadena de mando. A partir de una situación como esta, el mando es unidireccional y unipersonal”, sentenció Berni con su tono marcial.
Bajo el “mando unidiraccional y unipersonal” de Berni en la Bonaerense ya comenzaron los casos de prepotencia y maltrato, particularmente contra los jóvenes, anticipando su rol represivo si la crisis se agudiza. Varios intendentes cercan sus distritos para profundizar el control social, profundizando la condición de feudos que ya tenían; el “Sheriff” Osvaldo Granados construyó sus propias trincheras con montículos de tierra en Ezeiza. ¿Son anticipos de la actuación que tendrán ante expansión de la crisis del coronavirus en el empobrecido conurbano sur? Todo parece indicarlo.
Hasta ahora la mayoría de los casos de COVID-19 se concentraron en la zona norte del conurbano, en las zonas con una composición social similar a las del norte porteño. La gran incógnita es que pasará en el cordón sur donde, según lo dicho por el Doctor Horacio Lasalle acá, existen las precondiciones sociales para que la pandemia se presente con mayor agudeza. El neoliberalismo desarticuló los cordones norte y sur del GBA: en su segundo cordón existen los mayores índices en falta de cloacas y redes de agua potable y en hacinamiento; una población altamente precarizada en sus condiciones de vida, cuyo empobrecimiento se profundiza ahora producto de la paralización del cuentapropismo, de la actividad de las empleadas domésticas y otros sectores que viven de trabajos informales.
Si bien hay grandes diferencias con la crisis económica del 2001 y hoy existen mayor cantidad de planes sociales y la AUH, no podemos olvidar que en aquel momento la paralización del trabajo informal -con el que se subsisten diariamente miles de personas- fue la base de los levantamientos en el GBA. No casualmente fue en el segundo cordón donde surgieron los movimientos de desocupados más importantes.
Este fantasma sobrevuela y Berni nombró a Daniel Alberto García como jefe de la Bonaerense y a Jorge Oscar Figini como Subcoordinador General Operativo. Dos conocedores del conurbano: el primero es de San Martín y el segundo de Lomas de Zamora
Los anuncios de Kicillof y sus incógnitas
Frente a las oscuras perspectivas que despuntan en el horizonte, la semana pasada el gobierno provincial anunció las primeras inversiones en insumos y en infraestructura hospitalaria, pero sigue ausente el testeo masivo de detección del virus. Sin esta medida básica la lucha contra el “enemigo invisible” es a ciegas y no nos prepara para mitigar la anunciada propagación de la enfermedad.
Entre los anuncios del gobierno provincial figuran la preparación de 14 mil camas de aislamiento, otras mil para terapia intensiva con respiradores y monitores y tres mil más para internación común. A su vez se comenzaron a alistar distintas instalaciones con un sentido sanitario, y se reactivarían las obras para finalizar la construcción del Hospital René Favaloro de Rafael Castillo y otro ubicado en Gregorio de Laferrere –ambos en La Matanza- que estaban paralizadas desde el 2016. El gobierno nacional prometió la construcción de ochos módulos hospitalarios con capacidad para 560 camas; cinco de ellos se ubicarían en el GBA, en Florencio Varela, Tres de Febrero, Quilmes, Hurlingham y Moreno. A su vez el Ministerio de Salud anunció la compra de una “primera etapa de insumos extra en el contexto de la pandemia”.
Pero por ahora los insumos y el material de protección para el personal de salud llegan en cuentagotas, cuando aumentan las denuncias de los trabajadores y trabajadoras de distintos hospitales al respecto. Por otra parte los respiradores que habrían sido adquiridos por la provincia llegarían recién en mayo, cuando se vaticina el pico del brote; la provincia cuenta con solo mil de ellos y necesitaría como mínimo otro dos mil.
Además no se conocen ni la cantidad, ni los plazos de entrega, ni el costo de los materiales adquiridos; la paralización de la Legislatura impide conocer el más mínimo informe sobre la cuestión. Las contrataciones son un secreto.
Los ganadores en la crisis
En toda crisis no todos pierden; siempre un puñado de grandes empresarios gana. Esta crisis provocada por el coronavirus no es la excepción; las empresas proveedoras del material hospitalario, así como la industria farmacéutica y los laboratorios nacionales y extranjeros son los ganadores principales; todos ellos lucran con el sufrimiento de los sectores que siguen perdiendo. Pero aquellos no son los únicos: otros que ganan son las empresas constructoras convocadas para finalizar las obras de los hospitales que se encontraban paralizadas. Los obreros que garantizan esos trabajos en general están precarizados y deben sufrir el escrutinio policial cada vez que van a trabajar, además de no contar con medidas de prevención básicas.
El gobierno favorece a una docena de empresas, mientras hay miles de manos disponibles para llevar adelante un plan de obras públicas que permita en primer lugar fortalecer la infraestructura hospitalaria, teniendo en cuenta la gran cantidad de trabajadores informales y desocupados –en la PBA concentra el 60 % de los desocupados del país-.
Reconvertir la estructura productiva para establecer un plan de emergencia integral
Según el último informe de Kicillof ante la bicameral, la PBA concentra el 40 % de la producción nacional y es cabecera en la industria automotriz, acero, siderurgia, metalmecánica, cemento y petroquímica. Toda esta capacidad instalada, en varios casos ociosa, se podría poner en marcha para abastecer las necesidades que nos impone la crisis del coronavirus en la provincia y el país. Las automotrices, siderurgias y la industria del acero radicadas en el cordón norte permitirían el abastecimiento de respiradores y la fabricación de sus plaquetas; estructuras metálicas, chapas y tuberías que se requieren en la finalización de los hospitales cuyas obras se encuentran paralizadas y la fabricación de módulos sanitarios para cubrir toda la provincia. En el centro bonarerense se encuentran las principales cementeras y el polo petroquímico de Bahía Blanca podría abastecer de materiales sintéticos. La industria del plástico -que tuvo una caída de alrededor del 20 %- podría ponerse nuevamente en marcha para abastecer de piezas de instrumental médico.
Además se cuenta con cientas de metalúrgicas y fábricas de otras ramas diseminadas en la provincia, que podrían reincorporar a gran parte de los casi 70 mil puestos de trabajo que se perdieron durante el gobierno de Macri y Vidal y garantizar el trabajo a los y las que lo perdieron con la mayor recesión económica que ha desatado la crisis del coronavirus.
El Astillero Río Santiago volvería a dar el ejemplo encarando la fabricación de alcohol en gel y también podrá garantizar la fabricación de las camas necesarias. A su vez las universidades podrían aportar sus conocimientos técnicos, científicos y contables, incluso muchas cuentan con laboratorios donde puede hacerse alcohol en gel, al igual que algunos terciarios.
En el libro Radiografía de la provincia de Buenos Aires. Crisis de un territorio en disputa, el propio Kicillof y los autores que forman parte de su elaboración definen que la PBA adolece de la falta de integración de sus distintos polos productivos. La crisis actual plantea la oportunidad para avanzar en su integración en torno a un plan de emergencia para enfrentar efectivamente la pandemia.
Seguramente todas las patronales pondrán el grito en el cielo frente a un plan estatal de este tipo: ellos quieren seguir lucrando o a lo sumo realizar miserables donaciones en comparación a lo que ganan. No se trata de eso: la emergencia y el sufrimiento que con mayor fuerza vive el pueblo trabajador exige afectar las ganancias de los capitalistas e imponer la planificación y el control obrero. Parafraseando a Lenin, el control, la vigilancia y la contabilidad es lo principal en la lucha contra la pandemia y el aumento de la miseria y la pobreza.
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