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La Izquierda Diario
8 de abril de 2020 Twitter Faceboock

MÚSICA // ROCKCUMENTAL
Los periféricos: historias poco conocidas del rock argentino
Gustavo Grazioli | @Discolo1714

Un grupo de documentalistas decidió hurgar los márgenes de la historia oficial del rock y dar a luz el rockumental que se encuentra disponible en You Tube hasta que pase la cuarentena.

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Si la historia la escriben los que ganan/ eso quiere decir que hay otra historia/ la verdadera historia/ quien quiera oir que oiga/ Nos queman las palabras, nos silencian/ y la voz de la gente se oirá siempre, escribía Litto Nebbia en 1984 en la canción Quien quiera oír que oiga que luego formaría parte de la banda sonora de la película Evita “Quien quiera oír que oiga”.

El estribillo de esta letra además de hacer alusión a la historia de nuestro país, encaja perfecto como introducción para darle pie a un grupo de documentalistas que se decidió por hurgar los márgenes de la historia oficial del rock y dar a luz el rockumental Los periféricos. Historias de rock, que se encuentra disponible en You Tube hasta que pase la cuarentena.

Sus directores Juan Riggirozzi, Iván Wolowik, Tomás Makaji, Luis Hitoshi Díaz, Gonzalo Hernández, Gabriel Patrono, Lautaro Aledda y Pablo Arias, relataron historias de protagonistas que nunca tuvieron reputación de ídolos pero que de todas formas supieron ocupar una parte importante en la cultura rock de nuestro país. "Cada uno de nosotros decidió salir a buscar universos afines en lo personal, potenciando las búsquedas estéticas y narrativas de cada director. Lo interesante de la propuesta, más allá de los personajes, fue poder narrar libremente con el sentido autoral que cada uno quiso recorrer", dijo Riggirozzi el año pasado en una entrevista.

Makaji, por ejemplo, se encargó del grupo anarco punk Secuestro y se explaya en su cantante: Máximo Soto. Un joven al que primero se lo ve cantar con una máscara consignas anarquistas y muchos años después dando clases de medicina en la universidad, ya retirado de todo. Hernández y Díaz viajaron hasta el estudio DDR que está en Adrogué, a descubrir las historias que hay detrás de esas paredes que en homenaje al compositor y bajista de Los Ramones, sus iniciales significan Dee Dee Records. Por otro lado, Aledda hizo lo suyo yendo tras la huella del ignoto Raúl “Rulo” Fernández, ex guitarrista de Vox Dei que en sus años mozos anduvo por La Cueva y terminó haciendo música en su barrio de Villa Soldati. “Hay un montón de pelotudos que no saben quién carajo es Raúl”, dice un vecino a cámara, mientras lo ve tocar la guitarra criolla.

Con un fundido negro, la escena cambia. Patrono le sigue los pasos a Enrique Symns, un antihéroe que supo hacer de su nombre un personaje hasta terminar en el basurero de la historia (diría Greil Marcus). De aquellas legendarias noches con Patricio Rey y sus Redonditos de ricota y sus editoriales para Cerdos & Peces, acá se lo ve grabando monólogos con el grupo El niño de los puentes. Acompañado de una base que fusiona jazz y funk, frente a un micrófono, con whisky en mano, dice: Mala suerte es estar siempre en el lugar equivocado. Mala suerte es la calle donde yo vivo con mis amigos y en donde nadie nunca consiguió mudarse.

Otra vez pantalla negra y la escena vuelve a cambiar. Ahora aparecen dos muy jóvenes Gustavo López y Horacio “Batra” Luna. Esos muchachos son los que llevarían adelante lo que hoy se conoce como Salón Pueyrredón. Un poco de rebelión juvenil, el libro de Juan Carlos Kreimer: Punk, la muerte joven y formar un proyecto que conduzca a generar nuevas cosas, fue lo que motivó la furia emprendedora de esta dupla que fundó este local, en la actualidad ubicado en Av Santa Fe 4560. Luego los años pasaron y López parece no estar del todo satisfecho y confiesa tener un sentimiento de “amor/ odio con el Salón”. Por último: en el relato final, Wolowik recuperará, a través del historiador Víctor Tapia, la postal que dejó La Cueva y anotará su historia de rock de la mano de Eddie Pequenino.

“El basurero de la historia es una expresión que equivale a algo concluido, a poner la historia en el pasado, adonde parece pertenecer”, escribió Marcus precisamente en su libro El basurero de la historia y reflexionó sobre el pretendido sentido agotado con el que se intenta mostrar la historia en la cultura cotidiana. Estos documentalistas, quizás con ignoradas influencias en el crítico musical estadounidense, un poco se proponen lo mismo y rescatan lo que había quedado en el fondo del tacho del relato legitimado. “Nada está muerto para siempre; todo sentido tendrá su fiesta de retorno”, dijo Mijaíl Bajtín.

 
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