Creo que estamos ante un acontecimiento histórico mayúsculo, lógicamente esto sólo lo sabremos retrospectivamente, pero hoy tenemos razones contundentes para creer esto.
La situación global es la de una crisis de una gravedad extrema. Desde la aparición del virus en China el ciclo de la circulación del capital ha estado sometido a interrupciones sin precedentes. No hay registro de un parate semejante. Estamos, entonces, ante un cuello de botella agudo para el neoliberalismo, y tal vez para el capitalismo en general. No parece posible que China pueda cumplir hoy el papel que cumplió en 2008, absorbiendo los excedentes de capital a través de grandes inversiones en infraestructura. La recesión y la desocupación posterior a la pandemia van a ser muy grandes, por lo cual lo que se viene es seguramente una época de grandes conflictos.
Dicho esto, creo que las distintas predicciones sobre la salida de la crisis, ya sea las que anticipan que el resultado será la revitalización del rol del Estado, o un aumento de la autonomía nacional desandando la globalización de las cadenas de producción, o el uso diverso de expresiones como socialismo y comunismo, en general eluden plantear de una manera concreta la pregunta acerca de cómo se llevarían adelante esos cambios. En un contexto diferente, Descartes se planteaba ¿cómo se relaciona el alma con el cuerpo? y se respondía, “a través de la glándula pineal”. Lo que muchos análisis omiten es el problema de la glándula pineal, ¿qué conecta a esta crisis, en cuanto problema, con la solución o las soluciones que va a recibir?
Si miramos las revueltas latinoamericanas de 2019, una de sus características salientes fue, entiendo, la falta de un horizonte estratégico. El caso ecuatoriano es sintomático, ya que allí hay una organización con profundas raíces y gran capacidad de movilización, pero que no mostró vocación para hacerse cargo de la salida de la crisis. La larga movilización chilena tampoco consiguió sacar a Piñera, ensanchando el juego de la política chilena, y un poco más atrás, en la crisis de 2001, la consigna de los argentinos era “que se vayan todos”, interesante como síntoma, porque si el pueblo la coreada masivamente en las calles, ¿a quién le reclamaba? ¿por qué no actuaba directamente?
De esta crisis global podemos esperar un recrudecimiento de las luchas, y probablemente un salto cualitativo en las mismas. Es decir, que la gravedad de la crisis produzca un desajuste de magnitud entre poder constituyente y poder constituido, donde no sea el poder constituído el que incline la balanza para perpetuarse, por vías institucionales o excepcionales, sino que las masas ejerzan su capacidad de discutir la obra que se está representando en el teatro social y el reparto de papeles en la misma.
En un contexto de recrudecimiento de las luchas, las predicciones que mencionamos podrían ser horizontes alternativos en disputa, pero la dirección que adquiera el proceso, progresivo o no, ya que la persistencia de la barbarie es una posibilidad, va depender de las luchas. Las luchas sociales son, continuando la analogía, la glándula pineal que conecta los problemas sociales con sus soluciones.
Esto da lugar a una gran paradoja del momento presente, ya que quienes podemos hacerlo tenemos las responsabilidad de cumplir con la consigna de “quedate en casa”, en función de los más expuestxs, sin dejar de reclamar que quienes no tienen casa puedan encontrar cobijo. Pero, ¿cómo intervenir en un contexto signado por el distanciamiento social? En el ámbito de la Universidad podemos intentar comprender lo mejor posible la situación, sus condiciones de posibilidad y sus posibles consecuencias.
La pregunta ineludible es ¿cómo funciona la “glándula pineal” de las luchas sociales en este contexto? En medio del confinamiento surgieron varios vectores de gran conflictividad, que tienen que ver con sobre quien va a recaer el peso de la crisis. Por un lado, los abusos de las fuerzas de seguridad, que fueron documentados por vecinos, pasando por una serie de situaciones grises, pusieron blanco sobre negro que un enorme sector de lxs asalariadxs informales, e incluso formales, no puede cumplir con el aislamiento sencillamente “quedándose en casa”, debido a sus condiciones de vida y de trabajo. Al respecto han surgido algunas respuestas populares, incipientes, pero con voluntad de hacerse cargo de la situación. Por ejemplo en Valparaíso, Chile, hay una experiencia interesante de confinamiento comunitario, y también los curas argentinos en opción por los pobres promovieron hacer la cuarentena en los barrios, con fuerte participación popular. Se trata de que la organización popular asegure, reemplace, limite o condicione, según el caso, la intervención estatal.
Por otra parte, grandes empresas como Techint se apuraron a despedir trabajadores, en una línea donde los despidos no son el objetivo de máxima, sino sobre todo condicionar la política económica, con una devaluación que licúe más el costo del salario.
¿Qué implicancias trae el confinamiento en las sociedades actuales?