Este film es una lección de actuación da capo a fine por parte del actor Joaquín Phoenix. Es lo primero que se me ocurre resaltar de esta versión realista y lejana a la construcción de un arquetipo, como sí sucede en el cómic y en otros filmes que aunque excelentes, están apegados a ese formato.
Aquí, tal arquetipo no existe porque la morfología del personaje principal, Arthur Fleck, es intrincada, facetada, y ya no se hace tan fácil catalogar al personaje de bueno o malo. Es una personalidad que va evolucionando en base a los sucesivos maltratos que va experimentando día tras día.
De hecho, en esta versión que se centra exclusivamente en la vida del Joker (Guasón) en la era pre-Batman, vemos cómo una persona de nobles sentimientos y una necesidad inmensa de empatía y amor, al ser malentendida por una sociedad intolerante y fría, al ser maltratada psicológica, emocional y físicamente, al ser criada por una madre esquizofrénica y además de todo lo anterior… al carecer de una comodidad material básica, esa misma persona deviene criminal.
Cualquiera, bajo condiciones de indignidad puede volverse criminal, y aquí vemos uno de esos casos: un niño que sólo aspira a ser comediante y no sólo no recibe estímulo alguno, sino que cosecha burlas, abuso sexual y golpes; aún así, se esmera, persevera, trabaja de payaso, hace sus intentos como comediante de stand-up, cuida a su madre, y convive con una mente torturada.
Arthur acude a los servicios sociales hasta que el gobierno recorta el presupuesto y desaparece todo el departamento de asistencia, no sólo dejando al personal sin trabajo sino a los pacientes sin control.
Arthur se queda sin su medicación psiquiátrica porque el gobierno decide invertir en otras áreas.
Si bien el director Todd Phillips asegura que no tuvo intención política al realizar esta película, sino que se basó en cómo funciona la sociedad actual, el filme muestra las miserias del capitalismo que en este caso preciso, conducen directamente a la rebelión y posterior venganza de los oprimidos hacia sus opresores.
Se instaura un nuevo orden, y para ello, la masa (prefiero el concepto de “enjambre” al que alude Byung-Chul Han) despierta porque alguien detona una bomba social que se hallaba latente.
- En esta vida, no he sido feliz ni un minuto.
(Le dice Arthur a su madre cuando ella lo llama por el apodo que ella misma le puso: “Happy”)
Phillips—junto con el cineasta y dramaturgo Scott Silver, escribieron un guión para adaptar el rol del Guasón al universo del actor Joaquín Phoenix (no al revés). Y el resultado es superlativo. La actuación pasa a otro nivel del cual ya no se puede bajar, según mi juicio como directora y preparadora de actores. Es tan convincente la interpretación de Phoenix, que aceptar menos sería literalmente aceptar un premio consuelo.
Sólo encuentro parangón posible para Joaquín Phoenix, si evoco a Anthony Hopkins como Hannibal Lecter, a Jack Nicholson como Jack Torrance en The shining… a Norman Reedus como Daryl Dixon en The walking dead o a Leonardo di Caprio en el rol del adolescente retrasado mental en “What’s Eating Gilbert Grape” o en “The revenant”.
Phoenix bajó 24 kilos para encajar dentro del enjuto hombre al que todos querríamos alimentar, al que las mujeres querríamos redimir, acariciar y decirle que todo va a estar bien. En este filme, se me pone de manifiesto que no siempre hemos de enamorarnos de Batman, sino que también podríamos amar al Joker, protagonista de esta historia desgarradora tan crudamente humana que duele.
El Joker viene a mostrarnos que las reglas pueden cambiarse. A partir de la construcción del personaje realizada entre Phillips, Silver y Phoenix, la historia de Batman ya no será la misma.
Phoenix, en su calidad de actor, investigó las risas provenientes de personas con condiciones psiquiátricas y también leyó sobre crímenes políticos para construir el personaje, tan bien delineado por Phillips y Silver que dedicaron un año de sus vidas para precisamente, darle vida al Guasón emergente, el que nace antes de que Batman estuviera activo.
Esto nos da una respuesta posible y plausible.
Ésta es la versión del Guasón que a mi juicio es la más rica a nivel dramático; de hecho, para Joaquín Phoenix, éste es el Joker verdadero, el que odia a Batman por ser El Niño rico hijo del magnate Thomas Wayne, quien siempre lo tuvo todo, desde la belleza física hasta la fortuna material.
Hacía tiempo que una película no tenía el poder de hacerme olvidar que estaba de espectadora. Me sentí parte, como si la pantalla no estuviera y yo transitara los espacios junto con el protagonista, o mejor dicho, dentro de él. Eso es algo que sólo me sucede cuando la historia se me hace tan creíble y apasionante, que pierdo conciencia de cuál es mi espacio real.
Con JOKER, sentí el olor de su cigarrillo, el tufo del edificio en donde viven todas esas personas que necesitan del bono del gobierno, y de los lugares que frecuenta el protagonista en su cotidianidad tan sórdida y carente de la más pequeña amabilidad.
Este thriller psicológico tiene un ingrediente que lo hace aún más rico: se produce en la sociedad de Gotham un fenómeno en donde la gente empieza a querer matar a los ricos. Y el movimiento se yergue cuando Arthur Fleck, harto de las golpizas injustas sufridas toda su vida, asesina a tres jóvenes ejecutivos de las empresas Wayne que estaban en el metro junto a él y a una chica a la que molestaban.
Arthur padece una condición neurológica que hace que se ría histéricamente sin poder parar. Para eso es que porta consigo una tarjeta que lo explica… pero esta vez no llega a mostrárselas a los tres jóvenes arrogantes y abusivos, dado que entre los tres comienzan a golpearlo con saña. Esto despierta un instinto hasta el momento dormido en Arthur. Entonces saca la pistola que Randall, un compañero de trabajo, le diera días antes para defenderse en las calles.
Al disparar, Arthur descubre una nueva faceta de su ser: tiene poder en contra de aquéllos que teniéndolo todo, usan su tiempo en molestar a las mujeres y a un pobre payaso con problemas mentales. Hay que matarlos porque no sólo que son los privilegiados socialmente hablando, sino que se burlan de los desvalidos.
La enfermedad social radica en creer que son menos culpables los tres niños ricos, que el payaso muerto de hambre. El gran virus que enferma a la sociedad es el lamento por la muerte en el metro de tres tipos que por ser blancos y ejecutivos, nadie juzga; mismo virus purulento que estigmatiza al marginal sin darle la más mínima chance.
Al momento de esta historia, la firma Wayne tiene como dueño aún al padre de Bruno, quien al momento de esta historia, es un niño de aproximadamente diez años; no todavía Batman.
En Estados Unidos, en algunas comunidades, causó controversia la película porque de algún modo, legitima la violencia que puede desatarse cuando la opresión es tal que la persona explota. Y paradójicamente, el espanto proviene dentro de una sociedad donde la portación y uso de armas es legal.
Como el protagonista le responde al personaje encarnado por Robert De Niro: “Nos dicen qué está bien pensar, de qué debemos reírnos y de qué no (…)” En definitiva, Arthur emerge como una figura mesiánica que reivindica a los ridiculizados, a los maltratados por un sistema capitalista extremo en donde la figura de Thomas Wayne exalta a los exitosos y llama “payasos” a los que no pudieron salir de la pobreza y los planes sociales.
Joker emerge dentro de una sociedad aletargada en donde se acepta el abuso como base diaria. Arthur se convierte en el Joker gracias a la injusticia social y a la miseria humana que lo rodea.