El nuevo Gobierno del Estado Nacional Judío de Israel, la coalición de la derecha y la centro derecha, donde Benjamín Netanyahu y Benny Gantz rotarán en el cargo de primer ministro, tiene como uno de sus principales puntos de acuerdo el plan de anexión del 30% de tierras palestinas en Cisjordania –lo que incluye el Valle de Jordán, una de las zonas más fértiles de la región-.
Ese acuerdo es prácticamente un calco del llamado cínicamente “Plan de Paz” que Donald Trump, con la compañía de Netanyahu, presentó en enero de este año en el Capitolio. El anuncio de ese plan, lo que no es más que la superación del robo descarado de tierras a los palestinos, había sido el principal motivo de la visita del israelí.
Antes de que el mundo entrara en crisis por la pandemia del Covid -19, esa era una de las cartas de Trump para contentar a su propia base reaccionaria pro israelí.
Carta que volvió a mostrar su Secretario de Estado, Mike Pompeo, a comienzos de este mes, en su viaje a Israel, donde además del plan de anexión de una parte importante de Cisjordania, también intentó poner un límite a los negocios e inversiones de China en la región.
Benny Gantz inclinándose frente a Mike Pompeo. Toda una alegoría
Este último martes en una reunión de líderes de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) realizada en la ciudad de Ramallah, el presidente de la Autoridad Palestina, Mahmmoud Abbas –dirigente de Al Fatah, el partido que comanda a la OLP- afirmó que Cisjordania romperá los acuerdos, incluidos los de seguridad –sobre todo estos-que la dirigencia palestina tiene firmados con Israel y también con Estados Unidos desde el acuerdo de Oslo para acá.
Recordemos que ese acuerdo fue firmado en 1993 por el histórico líder de la OLP, ya fallecido, Yasser Arafat, y el primer ministro israelí de aquel entonces Yitzhak Rabín, con la supervisión del socio mayor de Israel: Estados Unidos. Bill Clinton era el presidente.
En esos acuerdos, donde Abbas ya era la mano derecha de Arafat, surgió la partición de Cisjordania en las áreas A, B y C, donde solo la menor parte del territorio quedaba completamente en manos de los palestinos (el área A que representa el 18% del territorio, bajo control administrativo y policial de la Autoridad Palestina).
Pero el derecho al retorno de los miles de refugiados palestinos y la cuestión de la soberanía sobre Jerusalén ni figuraban, pero sí quedaba establecida la separación territorial entre la Franja de Gaza y Cisjordania y el ejército israelí entre ambas zonas.
Esas ausencias y las ambigüedades del acuerdo, dieron lugar años después a la segunda gran intifada, en el año 2.000.
Si bien Abbas fue tajante en sus declaraciones, otros líderes palestinos (como Ashraf al Ajrami, ex ministro de prisioneros palestinos, de la Autoridad Palestina) en declaraciones para distintos medios, como el diario israelí Haaretz, aclararon que más bien lo que pretenden es que la comunidad internacional, léase la ONU y presidentes de otros países imperialistas –sobre todo europeos-, “ejerzan una intensa presión sobre el gobierno hebreo para que detenga la anexión”.
No parece fácil para el nuevo gobierno de “dos cabezas” avanzar en sus intenciones colonialistas y seguir robando territorio palestino. El rey jordano Abdala II, ya advirtió que de avanzar con la anexión, Israel estaría también avanzando en un “conflicto masivo con Jordania”.
Esto no es poca cosa si se tiene en cuenta que Jordania es uno de los dos únicos países árabes, junto con Egipto, que mantiene relaciones diplomáticas con Israel.
El problema radica en que de avanzar con el plan de anexión, todos los líderes árabes temen que el pueblo palestino, tanto en Cisjordania como en la Franja de Gaza (e incluso los árabes israelíes, que son ciudadanos de segunda) vuelva a protagonizar manifestaciones, que puedan sobrepasar a la Autoridad Palestina.
Una oleada de luchas que provoque una reacción en cadena que alcance al pueblo trabajador de sus propios países. Temor que es compartido por las principales potencias imperialistas europeas.
Del otro lado del océano, en Estados Unidos -el aliado estratégico del país hebreo-, el candidato demócrata a la presidencia: Joe Biden hizo declaraciones oponiéndose también a ese plan de anexión, que Trump, su oponente republicano, festeja.
No fue casual que en una reunión de liberales judíos, votantes demócratas, el ex vicepresidente de Obama, planteara que cualquier “plan de paz” en Medio Oriente tenía que ser fruto de un acuerdo bilateral.
El 1° de julio es la fecha agitada por Netanyahu y su nuevo gobierno para iniciar la anexión. Demasiados peligros encierra esa hoja de ruta. Para el primer ministro es, por ahora, un buen caballito de batalla para que su base de derecha y los colonos cierren filas detrás de su liderazgo.
En principio ese apoyo político le permite llegar con buena espalda al juicio que comienza este 24 de mayo, donde está acusado de fraude, corrupción y abuso de confianza.
Los peligros que encierra ese posible salto en la colonización, que puede provocar un tembladeral en la geopolítica y un despertar de la lucha de clases, como reacción de los pueblos de esa región, son muy profundos y de consecuencias impredecibles.
Algo que parece entender bien el representante del establishment demócrata, candidato a presidente. Un firme defensor de la existencia del Estado de Israel. |