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1ro de diciembre de 2024 Twitter Faceboock

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Notas sobre arte político: el Colectivo Acciones de Arte (CADA) en la dictadura de Chile
Mariana Morales

Recuperamos el movimiento cultural del Colectivo Acciones de Arte (CADA), en el marco de la dictadura en Chile en 1979, para colocarlo como una pieza de rompecabezas en un documento que es más amplio dentro la historia del arte.

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La historia del arte en la vida es la historia de la cultura social que produce y que la sustenta. Definimos entonces la producción de una nueva vida como el sentido de nuestro trabajo.

Colectivo de Acciones de Arte (Chile, 1979)

En un momento como el actual de crisis en la que, imágenes distópicas cobran realidad, recuperar experiencias artísticas y obras de arte que marcaron adelantos en su tiempo y, en la actualidad, son ejemplos vigentes para afirmar una tendencia política desde el arte: un mostrar cómo éste puede ser un vehículo para trasformar la realidad, un espacio también de combate con el decadente capitalismo en “jaque”.

Con este sentido recuperamos las Acciones de Arte del Colectivo Acciones de Arte (CADA), en el marco de la dictadura en Chile en 1979, para colocarlo como una pieza de rompecabezas en un documento que es más amplio dentro la historia del arte, donde éste se vincula con la vida cotidiana y muestra su posición política ante ella.

Coordenadas del arte político en América Latina en los setentas

El marco histórico de la emergencia de acciones artísticas como expresión política en América Latina a partir, sobre todo, de la década de los sesentas, es también el tiempo de una oleada de intensas movilizaciones sociales y políticas que se extienden geográficamente a escala mundial, configurando un ciclo de lucha parteaguas en el siglo XX. Es el periodo que inicia con la Revolución Cubana en 1959, el 68 Internacional con movilizaciones estudiantiles como en México contra la represión y el autoritarismo del régimen, el Cordobazo argentino en 1969, los cordones industriales en Chile que abren la década del 70, la Asamblea Popular y la Revolución boliviana del 71, el surgimiento de las Coordinadoras de fábricas también en Argentina.

Abierto este periodo, la efervescencia revolucionaria sólo pudo ser desmovilizada por la vía de la represión y la posterior ofensiva capitalista con el neoliberalismo, orquestada en América latina por Estados Unidos, aunado al fortalecimiento y la instauración de las dictaduras militares: en Brasil durante los años de plomo, en primer momento, con Humberto de Alencar Castelo, en Chile con el golpe de estado a Allende por Augusto Pinochet y en Argentina con la junta militar presidida por Jorge Rafael Videla.

Fueron éstas las coordenadas que inscribieron la realización de propuestas radicales al interior de la producción artística y la acción política como respuestas a su época. Desde la práctica artística, éstas son conocidas como performance cuyo fundamento es, desde una postura interdisciplinaria, ligar la política y el trabajo colectivo [1].

La acelerada transformación de las formas de producción artística desde entonces, abrió y profundizó el debate en torno a las definiciones teóricas sobre ¿qué es el arte? las influencias de éste en su contexto y cuáles son sus determinaciones para clarificar la permanencia del arte como entidad diferenciable y cómo establecer los valores fundamentales de orden artístico, así como conceptualizar los elementos característicos de estas nuevas experimentaciones artísticas y su definición [2].

En lo que respecta a una teorización del arte Latinoamericano y la cuestión política, discusión abierta desde los años veinte –a partir del Muralismo- y hasta los setentas, fue desarrollada desde varias posturas [3].

Dos autores son importantes en torno al análisis teórico del arte, la política y la distinción latinoamericana . Por un lado, Marta Traba, que desarrolla los conceptos de estética del deterioro, vinculada a las modificaciones económicas y sociales introducidas por la industria cultural y, la cultura de la resistencia, frente a la tradición precolombina. “La obstinación de la cultura por perforar el problema de la dependencia parte, desde luego, de la confianza de vencerla y superarla, y de la certidumbre de que, dentro de ella, nunca se podrá aspirar a las formas modernas de libertad” [4]. Por otro lado, Juan Acha en su libro Las culturas estéticas de América Latina, recupera sus reflexiones teóricas sobre la impronta estética y cultural latinoamericana y su diferenciación respecto de lo occidental, para redefinir la historia del arte actualizando desde el tiempo y el lugar en que se realizan las producciones artísticas:

Nuestro estudio parte de la idea de que la cultura consta de la cultura material y la cultura espiritual. La primera se ocupa de los bienes destinados a satisfacer las necesidades de subsistencia material y la otra unida de los bienes de la formación y desarrollo de la conciencia. (…) La cultura estética posee un sistema de valores y unos sistemas de producir objetos, imágenes y/o acciones que la expresan y la retroalimentan, los cuales conforman componentes temáticos, estéticos y artísticos o sistemáticos (pictóricos, escultóricos, arquitectónicos, etcétera) [5].

Colectivo Acción de Arte

Entre la encrucijada de la clausura o nuevo arte y la relación realidad-arte, experiencias como la del Colectivo Acciones de Arte (en adelante CADA), estructuran el arte a partir de la capacidad de transformación como producto de la acción colectiva-interdisciplinar y como respuesta articulada a las desapariciones, represión, persecución y antidemocracia durante la dictadura de Augusto Pinochet en Chile (1973-1990), poniendo de manifiesto el arte como orientación de operaciones propias de una historia y una cultura.

En esta perspectiva, el arte no es reductible a una disciplina autoreferencial ni a una historia lineal y homogénea. Por ello el arte como trabajo cultural, no constituye por sí “lenguaje”, no “conocimiento como transferencia emocional” sino se inscribe como experiencia colectiva de apropiación de la vida, esto es, como exploración crítica y creación de situaciones participativas de reconocimiento de dimensiones ocultadas y perspectivas abiertas en la historia [6].

CADA fue un colectivo interdisciplinario que surgió en 1979 y trabajó como grupo hasta 1985, con el objetivo de romper el silencio de realidad política signada por la dictadura, a través de fundir el arte con la vida en cada una de sus acciones realizadas en la ciudad de Santiago, mostraron sus posiciones políticas. Sus integrantes fueron el poeta Raúl Zurita, la escritora Diamela Eltit, el sociólogo Fernando Balcells y los artistas visuales Lotty Rosenfeld y Juan Castillo, al que se suma la Agrupación de Mujeres por la vida y Gonzalo Muñoz.

La «escena avanzada», es como se le conoce al conjunto de expresiones artísticas surgidas bajo la dictadura en Chile. De acuerdo a los escritos de Nelly Richard [7], sitúa al CADA como vanguardia de este movimiento artístico. El CADA exploraba la escena grande, trabajando en lo que Rochar llama “Todo (la sociedad entera como macroesenario de la revolución artística”) [8].

Realizaron diversas acciones de arte:

Para no morir de hambre en el arte (1979)
Inversión de escena (1979)
¡Ay Sudamérica! (1981)
El fulgor de la huelga (1981)
Ruptura (1982)
A la hora señalada (1982)
Residuos Americanos (1983)
NO + (1984)
Viuda (1985)

En un Chile cuya política se fundamentó en la persecución, el desmantelamiento de instituciones (educativas, culturales, etc.) y la clandestinidad, producto de la dictadura, fueron los signos que marcaron a su sociedad y el arte de su tiempo. La dictadura impuso su control y censura sobre la sociedad chilena. La fuerza militar para manipular y homogeneizar su diversidad sobre los intereses del neoliberalismo, mercantilización y privatización. La lucha por la vida, en las Acciones de Arte, no se desarrolla al interior de la cultura nacional, sino por ella [9].

Recordaremos dos de sus Acciones de Arte, para imaginar este macroescenario santiaguino. Si en 1973 la fuerza área había bombardeado La Moneda y, Santiago militarizado, en 1981, “Ay Sudamérica” referenciaba ese momento con un sentido opuesto. Con seis aeroplanos, lanzaron 400 mil volantes con el anuncio de qué arte social y político querían construir: un trabajo de arte y un arte para el trabajo.

“NO +” (1984). Como texto abierto, con la frase “No más ___”, CADA invitó a artistas y el pueblo chileno a completarla con sus demandas sociales. Así, la frase pronto fue retomada como símbolo de protesta y resistencia política, y se llenaron las calles con este lema en el décimo año de la dictadura pinochetista. Un texto abierto que nos ha alcanzado hasta la actualidad.

Las apropiaciones de la vinculación vida cotidiana y arte, sembraron sus ricas expresiones en Latinoamérica, extendiendo por varios países la performance, cuyos motores eran, la memoria y la experiencia cargadas de un contenido político [10] e ideológico.

CADA, buscó liberar los silencios y las censuras, cuestionar el control político y así su arte se convirtió en un por democratizar la vida social chilena; de ahí que la característica de este arte fue eminentemente política. Al respecto Nelly Richard afirma que:

“el CADA es el primer ejemplo histórico de un arte chileno de vanguardia –como paradigma de un saturado compromiso entre el experimentalismo estético y radicalismo político”. El CADA actuaba en el lugar donde el arte y la política convergen –la esfera social- subrayando al mismo tiempo la estética de la política y lo político de la estética [11] .

Su participación como colectiva artístico-interdisciplinar hizo una creación artística articulada por el arte y la organización política, plasmados en un manifiesto y en sus acciones de arte realizadas en Santiago durante una época de represión, autoritarismo y militarización. Se propusieron, ante esta coyuntura, cual principio manifiesto, transformar la realidad social al politizar la práctica artística como resistencia a la dictadura en Chile.

El arte por una política de la vida

Las acciones de arte como expresión artística y política desarrolladas por el CADA en el marco de la dictadura y la represión en Chile, irrumpieron en el escenario político y cultural, convocando en sus acciones a múltiples grupos y participantes, ocupando e interviniendo las calles; ampliando los espacios del arte a la ciudad y a la acción colectiva.

Tal vez para los que ansían inscribirse en la historia del arte chileno/en cualquiera de sus categorías este es el problema de minorías y la repartición de lugares se hace a puertas cerradas. Para los que pensamos inscribirnos en la vida chilena/en su historia/este es un asunto de mayorías y es muy posible que allí no ganemos ningún premio. El problema no es quien se tomó la primera fotografía en Chile ni el delirante análisis sobre su negativo, ni tampoco el alcance del pop chileno. Todos ocupan su lugar. Estén tranquilos. El verdadero terror es que posiblemente moriremos en dictadura/que envejecemos bajo ella. No repitamos sus actitudes. La vida se acaba con la muerte (1981). [12]

Además también apuntó una fuerte crítica a la forma institucionalizada del arte, también constituyó un elemento cardinal para cuestionar los modos de producción artística y construir nuevos, empujados por la consigna “arte/vida”.

El arte como la cultura refractan y representan la realidad política, social y económica de un país o una región. El arte político, que representa y actúa en ese sentido, presenta una diferencia, al situar la creación y producción artística con las consecuencias de las obras; se inserta en la realidad y busca transformarla.

En este momento de la lucha por la vida, donde las políticas de los gobiernos administran la crisis sanitaria, las batallas se abren en diferentes frentes. La cultura y el arte también son terreno fértil para desarrollar acciones como demostró CADA y reunir a los trabajadores del arte y la cultura junto a los sectores en lucha contra la “normalidad capitalista”.

 
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