La precariedad en la clase trabajadora existe prácticamente desde comienzos del capitalismo. Situaciones de grandes crisis económicas y financieras son aprovechadas por la clase dominante para imponer condiciones de vida a la baja a la clase trabajadora. Lo que Marx llamó “ejército industrial de reserva” (ejército de desocupadxs y subocupadxs), es utilizado para avanzar sobre las condiciones de la clase trabajadora ocupada, en una suerte de disciplinamiento por parte de la clase dominante. En 1980, luego de años de una fuerte crisis económica, se puede observar una gran avanzada en la precarización del trabajo. Después del "boom de la posguerra" (1945-1973) hubo una ofensiva por parte de los empresarios en avanzar sobre las conquistas del movimiento obrero. Principalmente esto se dió en potencias como Estados Unidos e Inglaterra pero luego se extendió a las semicolonias y a los ex Estados obreros burocratizados, en la etapa conocida como “restauración capitalista”. Como bien explican Emilio Albamonte y Matías Maiello en el libro Estrategia socialista y arte militar "de conjunto, las relaciones de explotación capitalista se extendieron como nunca antes, subsumiendo las más variadas actividades humanas" [1]. Así, la precariedad se convirtió en un problema estructural del trabajo.
Es así que la precarización, junto a la desocupación, son herramientas utilizadas por los capitalistas para presionar por peores condiciones laborales (y de vida en general) a la clase obrera. No es casualidad el surgimiento de lxs llamadxs trabajadorxs de “segunda” (aquellos que trabajan en condiciones de informalidad, tercerización, sin obra social, etc.). La precarización laboral que golpea al movimiento obrero y, sobre todo, a la juventud, no queda en el lugar del trabajo. Como explica Nicolás del Caño en su libro Rebelde o Precarizada, la precarización laboral es la precarización de la vida. Se extiende en todos los ámbitos de la vida cotidiana. Siendo que entre precarizadxs y tercerizadxs somos 11 millones de laburantes, muchas veces tenemos que elegir entre estudiar o trabajar. Solamente el 50% termina el secundario a tiempo y solo el 25% en la universidad puede terminar la carrera. Ni hablar del sueño de acceder a una vivienda propia. Con un promedio de 14.000 pesos de salario en la juventud, el acceso a la vivienda propia es solo eso, un sueño que nos niegan [2]. También, hay que recordar a lxs pibxs que en nombre de la precarización mueren, como es el caso de Franco Almada de tan solo 19 años, que mientras hacía entregas para una app de delivery fue atropellado y abandonado por un conductor.
En particular, en Argentina la precarización se instaló como un problema estructural luego de la década de los noventa. Tomando la tasa de trabajo no registrado, en 2003 era de un 50% disminuyendo hasta el 2008. Luego de los tres mandatos kirchneristas se puede contemplar una tasa de trabajo no registrado de un 32%, siendo que en 1990 era de un 28% [3]. A su vez, la tercerización laboral no se quedó por fuera y crecieron sus índices [4]. En cuanto a la juventud, estos números aumentan. La tasa de trabajo no registrado pasa de un 71% en 2003 a un 60% en 2014. La situación laboral de los jóvenes en Argentina. Un Estudio de la Universidad Nacional de San Martín confirmó números similares [5].
Según datos del último informe de la OIT (Organización Internacional del Trabajo), en el mundo se encuentran 1,3 billones de jóvenes (considerando jóvenes a las personas de entre 15 y 24 años para el 2019) donde 497 millones son parte del mercado de trabajo. De este número se desprende la escalofriante cifra de 68 millones de desocupadxs, buscando trabajo, y una gran mayoría que se encuentra en condiciones de informalidad. Por fuera de esos millones de jóvenes que trabajan, hay un 20% que no puede acceder al trabajo ni educación.
A nivel nacional, el 70% de lxs trabajadorxs lo hace en condiciones precarias. Algunxs son monotributistas, no cuentan con aportes jubilatorios ni obra social como también sus ingresos están por debajo del salario mínimo. Este número aumenta en las mujeres jóvenes, que llega a un 73% de las laburantes que lo hacen en una extrema precarización.
A nivel nacional, el 70% de lxs trabajadorxs lo hace en condiciones precarias. Algunxs son monotributistas, no cuentan con aportes jubilatorios ni obra social como también sus ingresos están por debajo del salario mínimo. Este número aumenta en las mujeres jóvenes, que llega a un 73% de las laburantes que lo hacen en una extrema precarización.
En algunas provincias los números de precariedad extrema aumenta. En provincias como Salta llega al 90%, seguido por Santiago del Estero con un 88% y Jujuy que no se queda muy atrás con un 87%. Por otro lado, el número de desocupadxs también tiene como protagonista a la juventud. Según el INDEC, el 50% de lxs desocupadxs son jóvenes.
En Argentina, entre el sector de la clase trabajadora precarizada se puede encontrar: restaurantes y hoteles, donde están lxs mozxs, cocinerxs, etc., sin contrato muchas veces, pero también lxs trabajadorxs de las plataformas de aplicaciones que cuenta con 160.000 laburantes, trabajando hasta 45 hs. por semana, con mayor presencia de inmigrantes y donde el 95% cuenta con estudios universitarios y terciarios. También el sector de las empleadas domésticas, donde casi son todas mujeres y no están registradas. En construcción, donde a veces laburan desde los 14 años. Comercio, donde abundan supermercados y call centers, con parte del salario a comisión.
Acá se puede apreciar en porcentajes:
Restaurantes y hoteles: 29% (200.000)
Trabajo doméstico 22% (380.000)
Comercio 17% (600.000) [6]
Hoy en día, muchos jóvenes (la mayoría precarizadxs a través de la tercerización) forman parte de lo que se conoce como los sectores estratégicos. Se les llama así, porque son sectores y servicios esenciales para el funcionamiento de la economía capitalista. Al comienzo de las medidas de confinamiento que adoptaron la mayoría de los Estados producto del Covid-19, se podía observar a los miles de laburantes que salían a trabajar igual (muchos careciendo de medidas de higiene garantizadas). Entre estos sectores se destacan los servicios: trenes, subtes, colectivos, transporte de cargas, electricidad, agua y comunicación. Desde 1990 se puede observar mayor presencia de la juventud en este sector.
¿Cómo afecta la pandemia a la clase trabajadora?
Luego del acuerdo entre la UIA y los sindicatos con aval del gobierno, según el nuevo informe del “Observatorio Despidos durante la Pandemia” que impulsa La Izquierda Diario, ya son más de 4.838.121 de trabajadorxs afectadxs por despidos o reducciones del salario. Desde el comienzo de la cuarentena, al menos 744.870 trabajadorxs perdieron su fuente de trabajo, 1.804.487 fueron suspendidxs, y 2.278.664 sufrieron ataques en el salario. Entre ese total, se puede observar que los sectores que acumulan mayor cantidad de ataques son: Comercio con más de 1.200.000 trabajadores, el trabajo informal con 590.000 trabajadores, trabajadoras domésticas con 500.000 afectadas y construcción con 487.000 trabajadores afectados. Más abajo se encuentran el sector estatal y el gastronómico.
A su vez, se puede ver que son 2.250.800 trabajadorxs quienes fueron atacados mediante la acción directa de las direcciones sindicales. Entre algunos sindicatos con trabajadorxs afectadxs por acuerdos salariales a la baja se encuentra: SMATA con 82.000 trabajadorxs afectadxs y un 30% de rebaja salarial; comercio con 1.200.000 trabajadorxs afectadxs y un 25% de rebaja salarial; gastronómicos con 300.000 trabajadorxs afectadxs y un 25% de rebaja salarial; UOCRA con 380.000 trabajadorxs afectadxs y 25% de rebaja salarial, entre otros.
¿Se organiza este sector?
En materia de organización sindical y representación, hoy en día no existe un organismo que agrupe a la totalidad de lxs laburantes precarizadxs. En el caso de los sindicatos de Comercio y Gastronómicos, donde las direcciones están profundamente burocratizadas, vienen saliendo a la luz cientos de denuncias de lxs empleadxs, desde maltratos hasta recortes salariales. En Twitter se hizo conocida la situación que pasaban les laburantes de las cadenas de comidas rápidas con el hashtag #PandemiaSonLosEmpresarios.
A su vez, fue noticia en distintos medios masivos las movilizaciones que protagonizaron jóvenes trabajadorxs de call center, apps o cadenas de comida rápida. En distintas ciudades del país se dio a conocer la Red Nacional de Trabajadorxs Precarixs. Córdoba, Rosario, Río Negro, Buenos Aires, Jujuy y Neuquén fueron algunos puntos de movilización. También se hicieron sentir en redes. Ante la falta de solución de las demandas de lxs jóvenes precarizadxs por parte de sus sindicatos, se vienen organizando desde abajo. Asqueadxs de que los sindicatos se laven las manos, de ser siempre los que laburan horas de más (con insumos básicos de higiene que ellxs mismxs tienen que conseguir) y que mientras hacen que la economía siga funcionando, los empresarios, en arreglo con el gobierno y las direcciones sindicales, siguen amasando fortunas a costa de sus empleadxs. Es así, que ante el vacío de representación y organización, lo vienen haciendo ellxs mismxs desde abajo y en solidaridad con el resto de las demandas laborales, para patear el tablero de una vez por todas.
Mientras que el capitalismo utiliza la división de desocupadxs y subocupadxs para presionar por condiciones laborales más precarias, la unidad de las filas obreras se hace imprescindible. Históricamente esto se vio demostrado en distintas luchas que protagonizó la clase trabajadora. Como a principios del 2010, donde lxs trabajadorxs se organizaron por el pase a planta permanente de más de 1000 trabajadorxs en la línea Roca. Un duro conflicto donde se luchaba contra la precarización laboral que iba a terminar con el asesinato de Mariano Ferreyra por parte de la patota de la Unión Ferroviaria dirigida por José Pedraza. Finalmente, le otorgaron el pase a planta permanente a 3000 trabajadores.
¿Qué solución tiene el sistema para lxs trabajadorxs precarizadxs y la juventud?
En un sistema en el que las ganancias de los capitalistas son la prioridad del gobierno, la salida para lxs trabajadorxs y la juventud más precarizada la tenemos que generar nosotrxs. Hay que tomar como ejemplo las distintas muestras de resistencia y lucha que ahora están resurgiendo en distintos países de la región. Como en Ecuador, frente a las olas de despidos del gobierno de Lenin Moreno. O incluso México, donde lxs obreros de las maquilas rechazan su reactivación. Como también las movilizaciones en todos los estados de EEUU a raíz del asesinato del afroamericano George Floyd cuestionando el aparato represivo racista del Estado, protestas que se replicaron en grandes ciudades del mundo. Las movilizaciones que se extendieron a países de la región como Brasil, que confluyeron con protestas contra Bolsonaro.
Como mencionamos arriba, cada vez son más jóvenes los que forman parte de los llamados servicios esenciales. Que como se demostró en la cuarentena, son esos jóvenes los que hacen que la economía siga funcionando y, en consecuencia, el mundo siga girando. Es una generación que hace años solo conoce precarización y explotación. Frente a la miseria y hambre que nos ofrecen, son esos jóvenes que se empiezan a organizar desde abajo y dan un paso al frente para luchar por una vida que realmente merezca ser vivida.