Se Tenía Que Decir.Una novela gráfica para dibujar la trata
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Beya. (Le viste la cara a dios) de Inañi Echeverría y Gabriela Cabezón Cámara. Sección de literatura por Laura Vilches en #SeTeníaQueDecir.
Martes 7 de julio de 2020 | Edición del día
La lectura que quiero acercar hoy es la de una novela corta, o nouvelle, que es una novela gráfica. Los autores son la escritora Gabriela Cabezón Cámara e Iñaki Echeverría, que es quien ilustra.
Es una novela sobre la trata de personas. En particular sobre la trata para la explotación sexual.
El delito de trata es uno tres negocios ilegales más grandes del mundo, que se juega con la vida de millones de personas, sobre todo mujeres y niñas cuyos cuerpos y vidas se disponen para la explotación sexual.
Hace 19 años desapareció María Cash mientras viajaba desde Bs As a Salta. Hace 18 años que Marita Verón es buscada por su madre luego de desaparecer en Tucumán. Hace 10 años que la hermana de Yamila Cuello, desaparecida en Córdoba es buscada por su hermana.
Sergún las últimas estadísticas oficiales, no muy actualizadas, por cierto, desde la 2008 han sido rescatadas casi 12.000 víctimas de trata con fines de explotación sexual, sin embargo son pocos las y los condenados para un delito que necesita no sólo de proxenetas sino de la complicidad judicial, política y policial.
Es un delito que no se detuvo con la pandemia, un informe de la Protex, el área que interviene desde el Ministerio Publico Fiscal, señala que Del análisis de esas denuncias a la línea 145 habilitada para casos de trata, se puede obtener un dato de relevancia y es que en aquellas en las que se indicó que los denominados ’privados’ o ’prostíbulos’, si bien habían dejado de funcionar como tales debido al aislamiento, la situación de explotación continuaba dándose, pero bajo una modalidad de turnos en los domicilios particulares de las víctimas o en los inmuebles de los ’clientes’", indica el infome.
Volviendo al recuento sobre la ley de trata, decía que, sólo después de incansables denuncias y movilizaciones de familiares y amigos de las víctimas, la Argentina reconoció legalmente en 2008 que existía un delito llamado trata, bajo un gobierno del kirchnerismo, se elaboró una ley para definirlo y establecer penalización específica.
El delito de trata es considerado un delito de lesa humanidad. Esa ley fue muy cuestionada porque consideraba que el delito existía cuando no había consentimiento para el ejercicio de la explotación sexual en mujeres mayores de 18. Producto de movilizaciones y la insistente crítica de las organizaciones de mujeres, esa ley fue modificada en 2012.
Porque las redes de trata actúan doblegando la voluntad de las víctimas, mediante torturas, violencia psicológica, generando adicciones, provocando la despersonalización, y naturalización del destino impuesto por los explotadores para la aceptación de esa condición, de que la vida de las mujeres y niñas consiste en ser reducida a despojos inermes.
Y esto es brutal porque constituye parte del delito y es usado por las propias mafias tratantes para lograr la impunidad. Actualmente, en Córdoba, se tramita una causa, la de Nora, que la Justicia pretende hacer pasar una situación de explotación sexual, como una mera relación de violencia en la pareja.
Nora, de 20 años, fue seducida por ex funcionario judicial de 50 años. Fue inducida al consumo de drogas que agravó su situación previa de, fue ofrecida sexualmente en fiestas de sectores poderosos de la provincia, junto a otras mujeres jóvenes. Ahora la familia pide constituirse en querellante, algo que el juzgado federal n° 2 en la provincia le denegó, para poder ejercer todos los derechos que asisten a las víctimas.
Como dice una sobreviviente, Alika Kinan, "algunas personas creen que te tienen que secuestrar o encontrar a la mujer con una jeringa en la vena para ser víctima de trata, y eso no es verdad". "El secuestro es sólo un agravante de la trata".
Aprovechar la vulnerabilidad es uno de los métodos de captación: "Ofrecer ayuda cuando alguien está realmente muy necesitado con un interés de por medio"."El consentimiento no se tiene en cuenta en el delito de trata, porque la víctima está coaccionada por situaciones de vulnerabilidad, pobreza o enamoramiento", agrega.
Y este es el encuadre que pide la familia de Nora, por eso hoy la familia junto a su abogada, a quienes estamos acompañando, presentaron en Tribunales Federales, un nuevo pedido al respecto con el apoyo de importantes personalidades de los DDHH, organizaciones de mujeres, como Perez Esquivel, Myriam Bregman, Diana Maffía, la escritora María Teresa Andruetto o la abogada Marysel Segovia especialista en derechos de les niñes.
Pero volviendo a la novela, apuntaba a que justamente de todo ese proceso que viven las víctimas es de lo que habla y grafica la novela de Iñaki Echeverría y Gabriela Cabezón Cámara.
Es una novela dura, atravesada en el lenguaje por la violencia que describe. El lenguaje también es violento, como si la narradora, quizás la misma víctima distanciada de sí misma, como señala Laura Fandiño en un análisis interesante.
Las imágenes, también muestran esa violencia, con todos los recursos del dibujo y sus viñetas, con el contraste que da la tinta negra que predomina sobre los cuadros y las escenas.
Es la historia de la Beya durmiente, con la realidad que dista de ese cuento de hadas de la infancia.
La novela comienza con la mirada de un hombre posándose sobre las piernas y los senos de una joven mujer. La primera escena de una forma de la violencia machista, la cosificación. NO es casual la obertura del primer capítulo de esta, ese cuerpo apto para ser comercializado, está inscripto en un código de barra, es apenas mercancía.
Luego, sobrevienen las escenas del secuestro, el rapto como ejercicio físico de esa violencia primitiva.
El lenguaje de la carne en el matadero, la relación con uno de esos textos fundantes de la literatura argentina hecha a golpe de violencia política desde la conquista contra los pueblos originarios, pero particularmente a las mujeres cautivas, del origen que sean. No es casual al cita de esta novela gráfica a esos dos clásicos del escritor del romanticismo rioplatense que casi todas las generaciones visitaron en su escolarización. El matadero y La cautiva, de Esteban Echeverría. Pero también de “La refalosa” de Hilario Ascasubi.
Avanza en la descripción de “el ablande” a fuerza de golpizas, violación, la generación de adicciones y el alcohol.
Y así avanza el capítulo número 2.
“Le viste la cara a dios”, subtitulan los autores. Mientras la muchacha se encomienda a un dios en el que cree, ese dios se hace carne en dios fálico, el dios machista que prostituye. “Si dios existe, sería la causa motora de cadenas y trompadas y de cada violación”. Dice una voz narrativa que transforma en extraño y a la vez cercano aquello de lo que habla.
Porque además, no sólo participa el cafisho de la tortura en ese “matadero infecto”. La cuestión es que te además de los clientes “civiles”, “te garchan el rata cuervo y amigos, más el juex, los policías, el cura, el gobernador”.
La violencia política que atraviesa las redes de trata y prostitución, también está sugerida por la reminicencias a la violencia sobre las víctimas, también desaparecidas de la Dictadura militar. Es el mismo entramado cómplice sugerido desde la primera línea que exige “juicio y castigo a los culpables”.
En la portada del capítulo 4, la “Beya Durmiente” mira de frente, aparece allí, en el gráfico, alguna esperanza. Y algo de la violencia del lenguaje parece suavizarse, no para decir nada menos brutal, sino para dar respiro: “el ovillo o la posición fetal es la postura adecuada para los deshilachados: se toma cada hilo del ser y se lo junta con los otros. Por eso se ovillan las putas y se acurrucan los chicos después de que les pegaron.”
Pero también, aparece la supervivencia. El deseo de conservación, y el odio contra el amo que esclaviza. “Serás Houdini o Kill Bill , o si no, no serás nada”. Solo hay dos opciones narrativas y vitales. O desaparecer como un mago, o liberarse por mano propia a fuerza de machetazos como la heroína de Tarantino.
Así traza el destino quien narra en esa segunda persona que interpela a la vez que despersonaliza, mientras vuelve a citar a las y los héroes de la cultura popular.
Y lo popular también aparece con su presencia contradictoria, porque el lenguaje religioso, es otro de los discursos que predominan. Es la estampita de San Jorge, patrono de los guerreros y guerreras quien supervisa, acompaña la resolución, hacia una libertad que no se consigue con un rescate principesco. Apenas hay un ayudante, que propicia un arma. Y esa arma es literal.
NO spoilers.
Notorio es el modo en que se construye el relato en esta nouvelle. No es ni la primera persona autobiográfica o un testigo, ni la tercera de quien se cuentan las peripecia. Es esa mujer distanciada de sí misma la que cuenta la historia, y a su vez, en el relato, estás vos. Sos vos esa a la que violan, escupen, patean, drogan, aniquilan, y dejan sobrevivir para volver a empezar. Sos vos, sos María, sos Yamila, sos Marita, sos Silvia, Marisol, Delia, Nora, Jimena.
El efecto de igualación de quien lee con la protagonista es inevitable. Pero como sabemos, no todas tienen un escritor que les invente la salida del infierno ni de estar leyendo solo una novela.
Mientras no se desmantelen las redes de trata que no funcionarían sin complicidad estatal, la situación de vulnerabilidad a la que cada día más mujeres son sometidas por la crisis mundial, la pandemia, la naturalización de la pobreza, más mujeres y niñas quedaron expuestas a ellas.
Y no se trata de rescatar a las víctimas, sino de pelear por un nuevo orden social que derribe estas complicidades profundas que sostienen el negocio, y las redes sean desmanteladas. Hoy quería traer esta novela para compartir porque se trata de ellas, las víctimas, y también de nosotras.
Como dicen lxs autores en su prólogo: “Aparición con vida de todas las mujeres y nenas desaparecidas en manos de las redes de prostitución. Y juicio y castigo a los culpables”.
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