Te has especializado en el conocimiento de la Revolución francesa. ¿Qué es lo que te interesa o te atrae de este acontecimiento que te ha aproximado al tema?
No me considero un especialista, sí he sido un lector apasionado de la temática. Mi aproximación fue muy temprana, durante la adolescencia, atraído por el carácter excepcional de la revolución y los valores de la modernidad de la que fue portadora. Mi posterior formación marxista me llevó a reformular esas lecturas y a retomarlas luego, cuando en la carrera de sociología abrimos con Christian Castillo y otros compañeros la cátedra de Sociología de los Procesos Revolucionarios: la Revolución francesa no podía faltar. De esas clases iniciales, derivó luego un curso que di en el IPS hace unos años.
Se han planteado diferentes lecturas respecto a la incidencia de factores económicos, sociales, ideológicos y políticos para explicar el desenlace revolucionario. En tu opinión, ¿Cuáles fueron las causas fundamentales que dan lugar a la Revolución? ¿Qué representa la toma de la Bastilla, el 14 de julio de 1789?
Como causas fundamentales hay que considerar la agonía final del Antiguo Régimen con su absolutismo monárquico y su carga de restos feudales, y frente a eso la emergencia de una burguesía poderosa y consecuentemente de relaciones capitalistas que, no obstante, se veían constreñidas. La clase dominante se aferró ciegamente a sus privilegios nobiliarios y fue incapaz, pese algunos tímidos intentos, de reformar el régimen o de llegar a un acuerdo con la burguesía. La toma de la Bastilla es un acontecimiento absolutamente inesperado y sorprendente en ese momento; representa por primera vez en la historia moderna la irrupción violenta de las masas populares por propia iniciativa. Se transformó en una de las estampas más emblemáticas de la historia universal y con justo motivos; ese día empezó a temblar el mundo.
La revolución atravesó diferentes etapas. ¿Podrías mencionar el significado que tuvo cada una de ellas?
Hay un primer período que comienza con la rebelión de los diputados del Tercer Estado en junio de 1789; se abre una situación revolucionaria que termina con el antiguo régimen pero preserva a la monarquía; la burguesía liberal se tiene que apoyar en las masas plebeyas pero a la vez intenta desarmarlas y desmovilizarlas. El nuevo orden se estabiliza y la revolución parece haber empezado su reflujo (1789-92).
El segundo período, marcado por el intento de fuga del rey, las conspiraciones absolutistas y el comienzo de la guerra continental contra la Francia revolucionaria, desencadena nuevamente el proceso. Aparecen las secciones como organismos de democracia directa, surge la Comuna insurgente, se reúne la Convención Nacional y se proclama la república (1792-93).
El tercer período es el que encabeza la pequeña burguesía jacobina en alianza con el movimiento de los sans culottes (base plebeya mezcla de obreros, artesanos, jornaleros, pequeños comerciantes). Con una revolución acosada desde el interior y sosteniendo una guerra contra casi toda Europa, es el período más radicalizado. Al romper con su base de apoyo plebeyo, que tendía a superar los límites de la revolución burguesa, el gobierno jacobino termina cayendo pero podríamos decir que antes salva a la revolución en su momento más frágil y dramático en 1794.
La caída de Robespierre da inicio a lo que se conoce como reacción termidoriana, cuarto período, marcado por un significativo retroceso político desde el punto de vista de las conquistas democráticas pero a la vez cierra el paso a la restauración monárquica y feudal. La burguesía moderada retoma el control, no obstante, el resultado de dicha reacción será el bonapartismo. La Era Napoleónica (1799-1815) será de manera simultánea y contradictoria una continuación y una negación de la Revolución francesa.
Es menos conocida la “Declaración de los derechos de la mujer y de la ciudadanía”, escrita en 1791 por Olympe de Gouges. ¿Qué representó para las mujeres la Revolución francesa de 1789? ¿Qué rol tuvieron en ella?
Desde lo individual hubo personajes femeninos interesantes que jugaron algún rol en los acontecimientos, pero desde lo colectivo hay que señalar que la participación de las mujeres del movimiento popular fue notable y en primera fila en todas las insurrecciones, marchas y manifestaciones; los grabados y las crónicas de la época así lo testimonian claramente. Con respecto a Olympe de Gouges, hay que desmontar cierto mito más o menos reciente en torno a su figura por compromiso con la verdad histórica. Su Declaración tiene un mérito enorme y fue la respuesta a la Declaración de los Derechos del Hombre y El Ciudadano que había invisibilizado a las mujeres. Pero dedicó su documento a la reina María Antonieta por “mujer y madre”, es decir, postuló una suerte de dudosa “solidaridad de género” por encima de todo.
Durante toda la revolución Olympe fue una defensora férrea de la monarquía en general y de la reina en particular. Sus posturas contra-revolucionarias y sus manifestaciones públicas contra los jacobinos fueron lo que la condujo a la guillotina y no su feminismo, como se sostiene habitualmente en los últimos años. Durante el período más radical de la Revolución las mujeres obtuvieron una serie de derechos civiles inéditos hasta ese momento aunque no el derecho de sufragio. Por lo general, los jacobinos eran hostiles a la intervención de la mujer en política, no así el movimiento sans culotte, donde tuvieron una alta participación.
Respecto a la definición del carácter burgués de la revolución han coincidido historiadores liberales y marxistas como Soboul, Vovelle entre otros. A partir de la década del 50 toma cuerpo la perspectiva revisionista iniciada por el británico A. Cobban y, más tarde, en el campo francés, F. Furet desconociendo ya todo sentido clasista al proceso. ¿Cuál es tu opinión al respecto? ¿Cuál es la singularidad de la Revolución francesa y cuál su papel histórico?
Su papel histórico fue el de consolidar el Estado-nación moderno y barrer todas las trabas para el desarrollo del capitalismo, así como la instalación de valores e ideología burguesa de carácter universalista, pero también presentó tendencias sociales e ideas que de manera más o menos difusas que preanuncian al socialismo del siglo XIX. No fue la primera revolución burguesa pero sí la más emblemática, y hay que señalar que fue la primera y única revolución triunfante en una primera potencia mundial, como lo era Francia en ese momento; se entiende entonces cómo sacudió al mundo. Su influencia (y sus experiencias) se sintió en todas las revoluciones posteriores llegando incluso a la de Rusia en 1917.
A partir del bicentenario en 1989, se abrieron debates que apuntaban a transformarla en un suceso despojado de toda idea radical, transformadora. En tu visión, ¿qué representa la Revolución francesa en el presente?
Representa un proceso revolucionario que prefiguró al mundo moderno, para nada despojado de radicalidad ni de prácticas e ideas transformadoras. No es casual que a partir de su bicentenario, coincidiendo con el derrumbe del llamado “socialismo real” y la ofensiva capitalista neoliberal a escala planetaria, se la haya querido minimizar o diluir. Representa las esperanzas y luchas de los oprimidos y explotados que intervinieron en ella y le confirieron su carácter tan profundo pese a su contenido burgués, al punto de provocar cierto temor en las clases dominantes actuales (de ahí el espíritu revisionista), a despecho de su propio origen revolucionario. Babeuf, uno de sus participantes y padre del comunismo premarxista escribió después de la reacción termidoriana y poco antes de morir: “Estoy convencido de que en los días futuros los hombres pensarán otra vez en la manera de procurar al género humano la felicidad que nosotros nos propusimos darle”. |