El 22 de julio de 1944 finalizó la Conferencia Monetaria y Financiera de Naciones Unidas, celebrada en un hotel de Bretton Woods. Se crearon el FMI y el Banco Mundial bajo control estadounidense. La siguiente negociación para el país es la deuda con el Fondo. ¿Una nueva historia de terror?
El 22 de julio de 1944, hace 76 años y antes de la culminación de la Segunda Guerra Mundial, terminaron los 22 días de la Conferencia Monetaria y Financiera de Naciones Unidas, celebrada en un hotel de Bretton Woods, New Hampshire. Se reunieron representantes de 45 países del bando “aliado”.
La delegación de Estados Unidos estaba liderada por Morgenthau y White, la británica por John Maynard Keynes.
En Bretton Woods se avaló el nacimiento de un nuevo orden monetario internacional que con la supremacía de la moneda norteamericana, el dólar, consolidaría la hegemonía económica, política y militar norteamericana. Estos países, incluido Inglaterra, reconocieron el fin de la hegemonía británica.
Antes de la conferencia hubo debates sobre los planes de Keynes y White. Ambos tenían acuerdo en la necesidad de crear un organismo para financiar a los países con problemas en la balanza de pagos. Este asunto era relevante porque por los desastres de la guerra varios países estaban en una debilidad que amenazaba al sistema económico internacional.
Luego de varias discusiones se acordó la creación del Fondo Monetario Internacional, con un gran peso de Estados Unidos y el Banco Internacional de Reconstrucción y Fomento (BIRF), que luego se convertiría en el Banco Mundial. En 1947 tanto Estados Unidos como Inglaterra concentraban casi el 50 % de los votos (34,23 % Estados Unidos y 14,17 % el Reino Unido).
En la conferencia se estableció la fijación de tasas de cambio entre las diversas monedas del mundo y, en particular, se reconoció la convertibilidad entre el oro y el dólar estadounidense. Así, el dólar se convirtió en la reserva monetaria mundial.
Como señala la economista Paula Bach “el nuevo orden mundial estaba construido de acuerdo a las necesidades de Estados Unidos de sostener su hegemonía en una situación en la que las bases económicas y financieras se habían trastocado”.
“Hacia principios de los ’70 la nueva crisis económica internacional y los primeros síntomas de declinación de la hegemonía norteamericana, llevaron a Estados Unidos a poner fin a los acuerdos de Bretton Woods desvinculando definitivamente al dólar del oro”, explica la economista.
El rol del FMI
Desde la creación del FMI, las características esenciales y su mecanismo de funcionamiento permanecieron invariables, según señala Noemí Brenta en el libro El rol del FMI en el financiamiento externo de la Argentina y su influencia sobre la política económica entre 1956 y 2003, pero “la institución desarrolló dos rostros diferentes, uno, para los países centrales, otro, para los subdesarrollados”.
Foto: Comité para la abolición de las deudas ilegítimas.
El FMI tiene dos instrumentos para presionar a sus miembros a cumplir las reglas para mantener más o menos el orden monetario internacional. Por un lado condiciona sus préstamos y el efecto de los informes regulares. Ambos instrumentos sólo se pueden aplicar en los países atrasados y dependientes.
La forma en que se distribuyó el poder dentro del organismo reprodujo la disparidad entre los países miembros. Brenta explica que “los objetivos de cooperación monetaria internacional se consolidaron como la subordinación monetaria y financiera respecto de los países emisores de moneda internacional, principalmente de Estados Unidos, país que ejerce mecanismos institucionales sistemáticos para asegurar su influencia sobre las instituciones financieras internacionales”.
En los primeros años del organismo, el préstamo de Estados Unidos al Reino Unido y las limitaciones impuestas a los países beneficiarios de ayuda para la reconstrucción, contuvieron la demanda de recursos, marcados por la escasez mundial del dólar. La especialista señala que el FMI “sustituyó la liberalidad de acceso a los préstamos por la progresiva imposición de condiciones a los países prestatarios, algunas de ellas, dirigidas a garantizar el repago y a corregir los desequilibrios externos; otras, a favorecer los intereses estratégicos de los principales socios, particularmente, de los Estados Unidos”.
Hasta 1956 el volumen de préstamos del FMI fue menor a lo que su capacidad financiera permitía y los giros se distribuyeron entre los países industrializados y los atrasados en proporciones similares a las cuotas asignadas, proporciones que se mantuvieron hasta comienzos de la década de 1980.
Luego de la crisis de deuda el FMI intermedió entre los bancos y los países deudores, en los que se concentraron los acuerdos de préstamos. Jerome Roos, autor del libro Why Not Default? The Political Economy of Sovereign Debt (¿Por qué no dejar de pagar? La economía política de la deuda soberana) explica en una entrevista que el FMI “a partir de las crisis de la deuda en la década de 1980 comenzó a cumplir el papel de un prestamista internacional de última instancia. Y lo que eso significa es que proporciona un rescate internacional masivo a países pobres o en desarrollo muy endeudados, crédito que está condicionado a las medidas de austeridad. Con estas medidas intenta forzar a los países a liberar recursos para el pago de la deuda externa”.
Los acuerdos con el Fondo incluyeron cada vez más condiciones para la obtención de los préstamos. Según Brenta, “el número de condicionalidades en los programas del Fondo ha crecido desde los años 1970, y mucho más desde fines de los 1980, en especial, las reformas estructurales, dificultando su cumplimiento a los países miembros”.
Argentina y su relación con el Fondo
Argentina no fue invitada a la conferencia de Bretton Woods porque aún no había declarado la guerra, luego Perón rechaza el ingreso al FMI por ser un organismo injerencista que no permitía, por ejemplo, la existencia del Instituto Argentino de Promoción del Intercambio (IAPI). Finalmente, Argentina ingresa al Fondo durante el gobierno militar de Pedro Eugenio Aramburu.
Argentina mantuvo varios acuerdos con el FMI. Brenta aclara que entre 1982 y 2004 “la Argentina estuvo prácticamente en todo momento con acuerdos con el organismo. Ningún otro país de ingresos medios estuvo tanto”.
Las consecuencias de dichos acuerdos fueron diversas políticas de ajuste, y privatizaciones a precios de remate. Los distintos gobiernos de turno avalaron el endeudamiento.
En 2006 el entonces presidente Néstor Kirchner cancela lo adeudado con el FMI con un pago de U$S 9.600 millones y honró así una deuda que es ilegal e ilegítima como lo demostró Alejandro Olmos y el fallo del juez Ballesteros. El fraude de la deuda se llevó adelante con la colaboración del Fondo, el Banco Mundial y bancos privados.
Una vez más en el Fondo
Durante el macrismo se recurrió al FMI. El organismo concedió el préstamo más grande de la historia del organismo, unos U$S 57.000 millones. La historia terminó en una nueva recesión.
El peronismo volvió al Gobierno. Entre las primeras medidas de Alberto Fernández reestructurar la deuda pública estuvo entre las prioridades. Ni la llegada de la pandemia interrumpió las negociaciones de la deuda. El próximo acreedor para negociar es el FMI. Argentina le debe al Fondo U$S 44.000 millones y el ministro de Economía Martín Guzman pretende postergar los plazos de pago por tres años.
En el Fondo hubo un recambio de autoridades y la actual titular es Kristalina Georgieva. ¿El recambio significa un nuevo FMI? El Gobierno considera que es un Fondo diferente y que podrá negociar un programa propio, lo mismo que decía el Gobierno anterior cuando pedía enamorarse de Christine Lagarde.
A 76 años de su creación y con una historia plagada de ajustes se puede afirmar que no hay un nuevo FMI, como describe Noemí Brenta sobre el organismo “las ideas para entender la economía y para pensar la postcrisis son las mismas de siempre”.
Eric Toussaint, doctor en Ciencias políticas, sostiene que el Banco Mundial (BM) y el FMI "otorgaron, sistemáticamente, préstamos a los Estados con el fin de influir sobre sus políticas. El endeudamiento externo fue y es todavía utilizado como un instrumento para someter a los deudores”.
Los trabajadores y los sectores populares tenemos que prepararnos para rechazar un nuevo acuerdo con el FMI y movilizarnos por el desconocimiento soberano de la deuda. No tenemos que volver a vivir una historia de terror con el Fondo.