Según informó el portal Informador Regional de la localidad de San Pedro, el trabajador se encontraba a la espera del resultado del test desde el 23 de julio y habría entrado en un pozo depresivo ante la incertidumbre. La trágica decisión del suicidio, si bien es un hecho personal, no se puede abstraer de todo el contexto que rodea en este caso a los obreros y familias del ingenio La Esperanza desde el plan de remate y venta del ingenio de parte del gobierno.
Nuevamente, a menos de un año de la explosión que se cobró la vida de ocho trabajadores, los obreros del Ingenio La Esperanza se encuentran de luto. Se trata de Santos Mamaní, quien vivía en el “Barrio Azucarero” y según informaron trabajadores del Ingenio, Mamaní era trabajador cosechero y pidió el traslado a la fábrica en busca de mejorar sus bajos ingresos.
Desde la llegada del grupo Budeguer al ingenio y, por el acuerdo suscripto con el gobierno de Gerardo Morales, los trabajadores perdieron la antigüedad y las categorías, además de otros ítems conquistados durante años de lucha. Hoy, un trabajador de cosecha del azúcar, según informaron obreros del sector, cobra menos que un obrero de una finca. Por eso, pidió el traslado y estaba desempeñando tareas en el sector de usina del ingenio.
Mamaní, de unos 60 años, fue puesto en aislamiento junto a otros trabajadores atento que trabajó con un contacto estrecho de un caso positivo de covid-19 y se le realizó un test el 23 de julio. A diferencia de otros trabajadores y miembros del sindicato a quienes también se les realizó el hisopado, Mamaní, no fue trasladado al hospital de campaña por lo que quedó a la espera del resultado en su hogar.
Cabe destacar que las condiciones estructurales de vivienda en el “Lote Parapetí”, están lejos de ser un buen lugar de aislamiento sanitario: lejos de cualquier centro de atención médica, falta de cloacas, cortes de luz y, por si fuera poco, este año con un pico de casos de dengue.
En aislamiento estricto en esas condiciones, con el paso de los días y sin respuesta respecto al testeo, Mamaní, habría entrado en un estado depresivo y finalmente se quitó la vida el lunes 27 de julio en la zona conocida como “Lote Parapetí” del departamento de San Pedro.
Finalmente, unos días después del hecho y a cinco días de realizado el hisopado, se dio a conocer el resultado negativo del testeo.
A la incertidumbre generada por la excesiva tardanza en informar el resultado del hisopado, se sumó a todas las experiencias vividas en los últimos años por parte de los trabajadores del Ingenio La Esperanza: el despido de 400 compañeros, la feroz represión de Morales de diciembre de 2017, la pérdida de todos los derechos laborales y, al igual que muchos compañeros del campo, el traslado a la fábrica donde hace menos de un año una explosión terminó con la vida de ocho obreros (entre ellos uno, que también había sido trasladado del campo).
La trágica decisión del suicidio, si bien es un hecho personal, no se puede abstraer de todo el contexto que rodea en este caso a los obreros y familias del ingenio La Esperanza. Por su parte, la pandemia covid-19 y las políticas de cuarentena estricta como única medida sanitaria fruto de años de desinversión en la salud pública, son además desencadenantes de otros factores que afectan la vida de las familias obreras, como las pésimas condiciones laborales y falta de perspectivas, el abandono de las direcciones sindicales, el hacinamiento y las viviendas precarias, que hacen a la vida cotidiana durante décadas y que se agravan en momentos de crisis.
Detrás del coronavirus hay responsables directos de la crisis sanitaria, social y económica que recae sobre las familias trabajadoras. Es necesario que los trabajadores cuestionemos el conjunto del orden imperante, los gobiernos de los empresarios y afectemos las ganancias de los grandes capitalistas para terminar con las condiciones de vida miserable a las que nos quieren perpetuar. Son sus ganancias o nuestras vidas.